Norma Mogrovejo
En 1993 inicié
con el doctorado en Estudios Latinoamericanos en la UNAM, una investigación
sobre el proceso histórico del movimiento lésbico en América Latina, lo que me
llevó a recorrer por los centros de documentación feminista de la época. Eran
pocos, básicamente CIDHAL y el PIEM, la Academia recién empezaba a articular
acervos sobre temática mujer. Grande fue mi sorpresa que sobre la materia
lésbica, apenas pude encontrar un par de artículos, casi ninguna información.
Con suerte
encontré documentos sobre feminismo pero sobre lesbianas… casi nada, sobre el
movimiento lésbico mexicano o latinoamericano… casi nada.
Es así que me di
a la tarea de recopilar testimonios orales de las actoras y documentación sobre
esa historia inacabada. Contacté a las pioneras del movimiento lésbico, quienes
generosamente me donaron, o prestaron sus archivos para fotocopiar.
Compilar dicha
información constituyó un verdadero trabajo arqueológico, muchos de los
archivos estaban “guardados” durante años en sótanos, azoteas, depósitos,
cocheras, etc. Así que, rastrear la información implicó la búsqueda
especializada y selectiva del material entre el polvo, la humedad, los hongos,
la fauna diversa y el olvido.
Recopilar la
historia del movimiento lésbico reitero, fue una tarea principalmente
arqueológica, debido a la dispersión de las fuentes de información. Las fuentes
históricas se encontraban en los archivos personales y testimonios de las
militantes, con el peligro de disgregarse o perderse, sea por desaparición
física como el caso de Nancy Cárdenas (pionera del movimiento homosexual en
México, y en cuyo reconocimiento, el CDAHL lleva su nombre) o porque la
militancia es bastante móvil y muchas se alejan de ella con su producción
incluida. Y porque debido a la lesbofobia, el clima de persecución y
linchamiento, la militancia lésbica en América Latina en ese momento era y lo
sigue siendo en algunos países, semi-clandestina, cuando no absolutamente
clandestina.
En el IV
Encuentro Nacional Lésbico Feminista en 1994, propuse formar un Archivo
Histórico Lésbico, ya que era difícil encontrar de manera centralizada
información lésbica. El material producido por dicho movimiento se estaba
perdiendo y la reciente partida de Nancy Cárdenas, pionera en la lucha lésbica
homosexual, dejó sensible a la comunidad. Muchas no tuvimos la suerte de
conocerla directamente o entrevistarla.
La idea
entusiasmó a algunas con quienes empezamos a trabajar en una convocatoria
abierta para donar materiales Algunas obsequiaron libros, carteles, trípticos,
botones, copias mecanografiadas de pronunciamientos, ponencias, reflexiones
colectivas, etc. E iniciamos una clasificación básica. En ese mismo Encuentro,
Safuega, una lesbiana holandesa que desde hacía muchos años, implementó “Oasis”
un Centro de Documentación para lesbianas primero en Tepoztlán y luego en
Guadalajara, nos donó antes de dejar México, parte de su material.
Con
aproximadamente 80 libros y 1200 documentos empezó el Archivo Histórico
Lésbico, al principio el material se acomodó en mi departamento de 45 mts2 en
Tlatelolco, donde prestábamos atención al público previa cita los días sábados.
Posteriormente hicimos un convenio con el Instituto de las mujeres, donde por
un tiempo prestó servicio, al cambio de administración, tuvimos que mudar de
sede hasta entablar otro convenio con un centro comunitario, mientras éste
existió. Así, el archivo sin sede fija, se tuvo que encajonar e invernar en
casa de una compañera hasta que finalmente decidimos donar el material al
CAMeNA para su uso público.
Quiero
reflexionar en el trabajo arqueológico que implica la reconstrucción de
archivos históricos de movimientos sociales que han estado desde la
marginalidad, la clandestinidad, semiclandestinidad o la contrahegemonía, como
el movimiento lésbico, aportando a la reflexión, a la acción y a la
construcción de un contradicurso tendientes a democratizar el país, la región,
el medio, la familia, la escuela o la comunidad.
Recupero los
aportes de Foucault en su discusión entre arqueología y genealgía. La
arqueología describe los discursos como prácticas especificadas en el elemento
del archivo. La arqueología del saber propone articular el sujeto con las
prácticas discursivas que se producen en el límite del archivo, así, la
arqueología esboza una estrategia de lectura y escritura situada en los
márgenes de la disciplina o la positividad tradicional. En este sentido,
subyace al interés de Foucault una pretensión de desarticular la tradicional
visión lineal del tiempo histórico que desconoce la distancia entre los hechos
acontecidos y su reflejo en el discurso que lo organiza de acuerdo a los
cánones de lectura institucional.
La necesidad de
articular un archivo histórico lésbico respondía a una estrategia política,
contrarrestar justamente la ausencia del discurso y en consecuencia la
invisibilidad lésbica en los archivos y bibliotecas tradicionales. Si bien la
voz de las actoras era escasa, ello nos convertía en sujetos no existentes,
aunque la experiencia de vida fuera invaluable. Lo que no se pronuncia,
no existe y es que para la sociedad hetero-patriarcal es también estratégico
afirmar nuestra inexistencia, porque no puede existir nada más subersivo para
una sociedad heterocentrista y misógina, que el placer de las mujeres de vivir
y gozar sin la presencia o autorización masculina. Así recuperar el
conocimiento generado por años de opresión, exclusión e invisibilidad era parte
de la lucha que en la región se venía dando desde finales de los 60s.
La falta de una
práctica en la escritura nos convertía en sujetos ágrafos, y por tanto en
riesgo de quedar sin reconocimiento histórico, es decir, sin experiencia válida
que la memoria de los pueblos pudiera registrar. Borradas de la historia como
estuvimos debido a los conceptos clínicos y legales, no aspirábamos
encontrarnos en el Archivo General de la Nación, sino con la marca del estigma.
Entender esa invisibilidad implicó comprender la lógica de un sistema de
dominación que obstaculiza, prohíbe, invalida ese discurso y el conocimiento.
Un poder que no sólo se encuentra en las instancias superiores de censura sino
en toda la sociedad.
En este sentido,
el trabajo arqueológico de recuperar la voz de aquellas que iniciaron el camino
ha sido también una tarea política, dejar constancia, de las condiciones en las
que tuvieron que articular su lucha, asumir el orgullo de ser diferentes a
pesar del clima de linchamiento y en dichas circunstancias, generar un discurso
de ruptura y transgresión.
Esta recuperación
histórica ha significado también una recuperación genealógica de nuestras
ancestras, y la manera en que han tenido que dejar constancia de la palabra
lesbiana.
Quiero compartir
con un Uds. una reseña del primer manifiesto en la historia mexicana elaborado
por un grupo de lesbianas y la forma en cómo aparece la palabra lesbiana:
Las lesbianas
dejaron oír su voz en la Conferencia Mundial por el Año Internacional de la
Mujer, en 1975, que se celebró en México. El 23 de junio cuando la australiana
Lauria Bewington en nombre de la "Unión de Estudiantes Australianas",
manifestó su preocupación por los problemas generales de la mujer y demandó el
cese de la marginación de las lesbianas y la unión en "la lucha común por
un universo en el que cada cual puede manifestar sus preferencias sexuales de
acuerdo con sus propias inclinaciones y no en función de papeles impuestos por
la sociedad... Yo estoy orgullosa de ser lesbiana -dijo-, no presento
trastornos físicos ni psíquicos de ningún orden y he hecho esta elección
libremente. A continuación intervino una norteamericana recordando que el
Informe Kinsey sobre "El comportamiento sexual de la mujer",
publicado en 1953 afirma que el 28% de las norteamericanas habían tenido alguna
experiencia homosexual en su vida y el 5 o 6 % practicaban exclusivamente la
homosexualidad.[1]
Los días siguientes la prensa comentó ampliamente el "incidente". El Excélsior
en su primera plana informaba: DEFENDIAN CHICAS DE EU EL HOMOSEXUALISMO.
"Un grupo de escritoras mexicanas pidió a la Tribuna del Año Internacional
de la Mujer que se trataran asuntos realmente trascendentes para que la
Asamblea no se volviera, a base de temas banales, un show". Novedades,
bajo el encabezado de "Armó la Gorda", reportaba la
participación de la joven australiana, así como la ola de aplausos y agresiones
verbales que se desató en el público como respuesta: "¡Sáquenla!",
"¡Vete a ver al médico!". "¿Qué vinieron a hacer y qué derechos
reclaman las lesbianas?... Lo que repugna es que ellas quieren que su
padecimiento se considere como estado normal, su enfermedad como salud, con lo
cual no hacen sino probar que su caso clínico ha llegado a verdadera
gravedad", refunfuñaba uno de los editorialistas de Excélsior, el
periódico más progresista en ese momento (24/VI/75).
La ausencia de lesbianas mexicanas en ese "escándalo" parecía darles
la razón a las reacciones de prensa que insistían en que el lesbianismo no era
más que una extravagancia importada, que no iba a distraer a las mujeres
mexicanas de sus "verdaderos problemas". Nancy Cárdenas que ya había
aparecido públicamente en 1973 fue localizada por una de las lesbianas
asistentes a la reunión.[2]
"Me
contaron que las comunistas, mis propias compañeras de antes en el partido
habían abandonado la sala de discusiones cuando una chica australiana dijo 'yo
soy lesbiana feminista'. Ellas dijeron 'Fuera las enfermas, nosotras no
estaremos aquí' y abandonaron la sala. Eso me pareció que daba una imagen de
México incompleta, porque yo también era militante de izquierda, era lesbiana y
feminista y tenía otra posición y levanté el dedo".[3]
En la conferencia se reunieron las lesbianas asistentes y presentaron
públicamente una "Declaración de las Lesbianas de México", el primer
manifiesto en la historia mexicana elaborado por un grupo de lesbianas, en el
que expresaron que sus sentimientos son naturales, normales, dignos y justos;
que, desgraciadamente, sus esfuerzos carecen de efectividad porque no han
logrado una organización sólida; que es difícil despertar conciencia en otras
lesbianas por la autodenigración; que las disposiciones legales que puede
aplicar un juez por faltas a la moral y apología de un vicio podrían ser de
hasta seis años de cárcel sin derecho a libertad bajo palabra; que esto junto a
la acción policíaca, la acción abierta organizada es casi imposible; y
finalizaron la declaración afirmando que "La liberación de los
homosexuales es una forma más de liberación social".[4]
En el evento apareció por primera vez públicamente el término lesbianismo,
aunque el ánimo de la lucha todavía seguía siendo de características homosexuales,
como se aprecia en el final del documento. La necesidad de precisión de los
términos apareció como una exigencia que vino desde el movimiento feminista,
como lo expresa Nancy:
“En todos los
momentos que leímos de la liberación estaba que había que de-satanizar los
términos. En la declaración de septiembre del 71 no aparece la palabra
lesbiana, sino hasta que ya me forzaron en 75 a precisar los grupos de
mujeres”.[5]
Otro elemento a destacar de esta primera aparición pública de las lesbianas en
México fue la referencia al sistema legal y policíaco con el que se podía
juzgar la homosexualidad y que impedía "la acción abierta
organizada". De hecho cuando Nancy Cárdenas fue interceptada por los
periodistas para declarar sobre el lesbianismo en México, su primera reacción
fue de resistencia ante el temor de la legalidad.
“De pronto tenía
yo como cuarenta o cincuenta periodistas alrededor, ¡como Sophia Loren en la
Vía Appia! No lo podía creer. El asalto era agresivo: '¿Es usted lesbiana?'
'¿Quiénes más son?', '¿Porqué aceptó venir?' '¿Qué significa esto?' Una
pregunta tras otra. Yo ni siquiera podía contestar. Lo único que alcancé a
decirles fue: mientras la ley de mi país no ofrezca garantías para los
homosexuales, ni yo ni nadie puede responder a sus preguntas”.[6]
La ley mexicana no se modificó al respecto, sin embargo, la reforma política de
1977 permitió mayor apertura para el desarrollo del feminismo y la aparición pública
de un movimiento de lesbianas y homosexuales. Los códigos penales del país no
hacen una referencia explícita a la penalización de la homosexualidad, pero la
ausencia de una declaración constitucional referida a la no discriminación por
razón de opción sexual puede llevar a interpretaciones y sanciones con otras
figuras o disposiciones legales, como "corrupción de menores",
"delitos contra la moral y buenas costumbres" o los Reglamentos de
Policía y Buen Gobierno que dan a la policía un amplio poder para arrestar a
cualquiera que adopte "actitudes o (use) un lenguaje que contraríe las
buenas costumbres; que haga ademanes indecorosos que ofendan a la dignidad de
las personas; que perturbe el orden público y llegue a invitar, permitir y
ejercer la prostitución o el comercio carnal", entre muchas otras ofensas
(artículo 3).[7]
En la práctica, el Código Penal puede ser usado para legitimar o excusar la
arbitraria persecución de homosexuales, principalmente a los que dan la cara en
público. Como señaló Max Mejía, "poco importa que no se nombre por su
nombre el delito de la homosexualidad. El criterio sobre lo inmoral está
legitimado en la existencia de la moral, el pudor y las buenas costumbres
machistas".[8]
Para el CDAHL,
recopilar y resguardar este material histórico, fuente para muchas
investigaciones, se convirtió en una tarea inconclusa en la medida que carecía
de un espacio de libre acceso. La generosidad del CAMeNA y su cobijo, completa
en parte esta labor, porque la digitalización y puesta en la red, significará
la posibilidad de acceder a dicha información desde cualquier latitud. Nos
queda pues pendiente, asumir el compromiso de seguir alimentando el acervo con
material, de esta historia que aún sigue estando en la disidencia. No me queda
más que agradecer al CAMeNA por su profesionalidad, sensibilidad y dedicación
al rescate de archivos que nos dejan constancia de la historia no oficial.
[2]Hinojosa, Claudia. "El Tour del Corazón"
en: Otro modo de ser. Mujeres mexicanas en Movimiento. México, 1991.
[4]“Declaración de las lesbianas de México”.
Documento leído públicamente en el Foro sobre lesbianismo que organizaron las
lesbianas que participaron en la Conferencia Mundial del Año Internacional de
la Mujer. México, D.F. junio de 1975. Fotocopia.
[6]Hinojosa, Claudia. "El Tour del Corazón"
en: Otro modo de ser. Mujeres mexicanas en Movimiento. México, 1991.
[8]Mejía, Max. "Nadie es libre hasta que todos
seamos libres", en Fratti, Gina Liberación Homosexual. Posada,
México, 1984.
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