Lydia Cacho
Mayo 24 de 2012
No es casualidad. Mientras en México las y los estudiantes se levantan con
dignidad ante la estulticia política y la manipulación mediática, sus iguales
en Quebec, Canadá llevan ya 14 semanas marchando por lo que han llamado Le
Printemps Érable (La primavera del Maple).
Se rebelan contra la política
gubernamental de incrementar en un 75% las cuotas universitarias. La juventud
quebecuá argumenta que si el gobierno puede rescatar y subsidiar a los bancos
abusivos, debe imponerles un impuesto a las instituciones financieras para que
la educación sea gratuita. Y tienen razón, los rescates bancarios en el mundo
son una de las grandes patologías del capitalismo del siglo XXI.
Ya antes, el movimiento nacido en España demostró que las y los jóvenes han llegado a su límite. “El mundo que nos entregan es una mierda y estos tíos del poder dicen que nosotros no queremos trabajar. ¡Si no hay trabajo! Los políticos lo han arruinado todo”, dijo una joven en la Puerta del Sol en Madrid el año pasado.
Y saben bien que la llagada de la derecha no hará sino coartar
más libertades y acrecentar las brechas de desigualdad.
Entre las y los estudiantes del la Ibero ya hay quienes elaboran un discurso más complejo que el de la simple rabia ante un candidato soberbio, que no se despeinaba con casi nada, hasta que tuvo que esconderse en el baño por miedo a la rebelión estudiantil.
Quien descalifica estas insubordinaciones ante el
poder en todo el mundo no comprende su esencia.
Desde hace años, las feministas
decimos que lo personal es político, es decir, aquello que te afecta en la vida
privada y la forma en que respondes a ello abona para que la situación tuya y
de tus iguales siga igual o se transforme. Las batallas personales por los
derechos siempre derivan en suma de voluntades públicas.
Para las y los jóvenes de México la decadencia del país ya se ha convertido en un problema personal. Son las personas menores de treinta años quienes eminentemente son víctimas de la represión selectiva de parte de las autoridades de seguridad (policías, militares, etc.), mientras más se cuestiona al poder público, mientras más se atreven a cuestionar a los poderes mas riesgo corren y mayor posibilidad tienen de ser víctimas de represión, violencia o incluso muerte (aquí incluyo a mi gremio periodístico y de defensoras/es de derechos humanos).
Son las y los jóvenes estudiantes quienes avizoran un futuro incierto, víctimas de un sistema educativo obsoleto que no les prepara para la realidad de este siglo.
Son ellas y ellos quienes advierten, en pequeña o gran medida, el vacío
moral que les han dejado los amos de México, empresarios y políticos cuyos
pactos de colusión han debilitado al país hasta las entrañas en casi todos los
ámbitos.
Son la generación que se niega a ser llamada despectivamente Ninis, porque como dijo una joven mexicana en Twitter: “El nini es México: ni nos da educación gratuita y de buen nivel, ni nos da igualdad de oportunidades”.
A Peña Nieto simplemente se le debe agradecer ser el detonador imperfecto de una rebelión perfecta y necesaria. Perfecta porque no nace desde arriba, ni tiene agenda oculta, porque surge desde la dignidad, porque lleva consigo un discurso claro contra la manipulación mediática y política.
Pero sobre todo
porque surge de la clara noción de las y los jóvenes sobre su libertad para
expresar sus ideas políticas incluso insultando a un candidato que les inquieta
y cuyo cinismo es ya inaceptable.
Tal vez la carta de juventud tan abusada por
EPN ha sido su perdición; sólo los jóvenes que buscan vivir del poder se suman
gozosos a su llamado, los otros se deslindan, se saben mejores, se niegan a ser
sus súbditos. Esa es una buena noticia para el país.
Diga lo que diga Pedro Joaquín Coldwell, sobre cómo el PRI esperaba diplomacia y seriedad en el estudiantado, lo cierto es que el estudiantado está harto de los engaños de las mafias del poder y no les consideran interlocutores respetables, sino tiranos que por largo tiempo se han enriquecido de la sociedad y han abusado de ella (Léase Yarrington, Peña Nieto, Mario Marín, Ulises Ruiz, Mario Villanueva, Duarte, Fidel Herrera, Montiel, etc.).
Lo cierto es que
el PRI no puede pedir lo que nunca le ha dado a México. Cuando Beatriz Paredes
defendió a Mario Marín, me mandó decir con una feminista: “Si te mantienes
apartada de los problemas no te meterás en más líos”. Ese parece ser el slogan
de los futuros gobernantes, por ello han descalificado la rebelión e investigan
quienes son las y los líderes del movimiento buscando los hilos que les halan;
el león cree que todo son de su condición.
Elena Poniatowska ha dicho que este es el nuevo 68. Y es una rebelión frente a lo que se avizora como un autoritarismo que nos promete paz a cambio de silencio, que nos promete seguridad a cambio de dinero, que nos promete más de lo mismo. Y justamente eso es lo que esta juventud mexicana, ignorada por tanto tiempo, reclama ahora: un país diferente y libre.
No hay discurso detrás, sino
algo mucho más poderoso: un grito de libertad que les devuelve las calles de un
país adultocéntrico y muy poco democrático. Eso
ya es ganancia.
@lydiacachosi
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