sábado, 29 de diciembre de 2018

Reconfigurando el campo feminista: María de Jesús Patricio enlaza mundos


Sylvia Marcos*

Marichuy baja corriendo las escaleras en la casa de Carmona y Valle. Trae su pelo mojado suelto y en sus manos acarrea ropa que acaba de lavar después de ducharse y se dispone para la reunión de inmediato con los integrantes de la Asociación Civil que la apoya y al Concejo Indígena de Gobierno. Entre estos personajes que forman la AC están Pablo González Casanova, Juan Villoro, Fernanda Navarro, Magda Gómez, Gilberto López y Rivas, Juan Pablo Rulfo y muchos más artistas e intelectuales reconocidos y afamados por sus obras. Marichuy principalmente nos escucha y nos comparte dificultades y otros obstáculos en sus visitas, recorriendo literalmente, todo el país, con pueblos y comunidades originarias y frecuentemente alejadas, desposeídas y marginadas. No pierde piso y se sostiene. Sabe que es su tarea ahora y la hace con convicción. Hace días estuvo hablando con varias comunidades de los altos de Chiapas y luego con comunidades de la sierra de Puebla y también en Tepoztlán, Morelos y en la gran reunión de más de 30,000 personas en la UNAM. Sus visitas incluyen comunidades pequeñas de no más de mil de habitantes como Mesa Colorada de los Guarijios en la Sierra Madre Occidental o Tamazulapan Mixe en el norte de Oaxaca. Los destinos de sus visitas no se eligen ni por el número de habitantes ni por la importancia para la política nacional. En una entrevista, al inicio de su gira, recordaba que eran 523 comunidades y 93 regiones las que habían enviado delegados, un total de 1,482 a la Asamblea Constituyente del Congreso Nacional Indígena (CNI) en mayo 2017 en la Universidad de la Tierra o CIDECI, en San Cristóbal.

María de Jesús cruza y engarza mundos

Se necesita mucha fuerza” responde con un suspiro a mi pregunta. María de Jesús Patricio, Marichuy, es la vocera del Concejo Indígena de Gobierno. Expresa las decisiones del colectivo CIG… Hasta ahora y desde octubre 2017, ha recorrido cientos de kilómetros diariamente sin reposo y visitado múltiples comunidades. Llega a través de veredas y brechas, come y duerme donde puede acompañada por las concejalas y concejales que pueden acompañarla, a sus propios costos. Del CNI, financian sus desplazamientos a través del país. Hay que recordar que el CIG y ella tomaron la decisión de no aceptar los fondos que ofrece el INE a aquellos que se proponen iniciar una pre-campaña para una candidatura independiente. Hace ya varios meses que camina explicando que ahora “llegó la hora de los pueblos”, “llegó la hora de las mujeres” y que “vamos por todo”. Las más son comunidades alejadas, pequeñas, las que no cuentan para las campañas políticas nacionales: son en su gran mayoría comunidades de pueblos originarios de este país.
Estuvo también en Oxochitlán, comunidad limítrofe entre los estado de Tabasco y de Chiapas, a donde llegaron pocas personas pero un gran número de policías locales. Sin desanimo, ella sigue la ruta trazada por el colectivo del CIG y sus concejales y concejalas, una pareja por comunidad. Un varón y una mujer elegidos por consenso en cada comunidad para formar este Concejo Indígena de Gobierno.
María de Jesús es madre de tres niños. Trinidad, el mayor, anda en los 14 años. Ella y su esposo se turnan en los de cuidados a los hijos y a veces la encontramos con alguno de ellos, que la acompaña. Está haciendo los malabarismos de una mujer casada con niños y con una profesión de médica tradicional que ahora la conmina a dedicarse a una gira política.
A mí me tocó” me dijo en el 2001, cuando habló frente a la Cámara de diputados al lado de la comandanta Esther del EZLN. Su tono revela convicción, no alegría ni triunfo, habla sin orgullo, sin pena, sin protagonismo. Simplemente segura de que es el tiempo de hacer esta labor mandada por los colectivos CIG y CNI. Ella fue co-fundadora del CNI en 1996. Desde entonces, su voz y su autoridad se han mantenido silenciosamente adentro, organizando, motivando y coordinando las actividades y el crecimiento de esta magna organización que agrupa tantas comunidades indígenas de pueblos originarios en México. Durante varios años, su colaboración organizativa se ha vuelto visible en las reuniones con el EZLN, en el CIDECI de San Cristóbal.
Marichuy es una mujer indígena que demuestra con hechos, lo que afirmara el Sub Galeano en 2016: “Los pueblos originarios son quienes más oportunidades tienen de sobrevivir la tormenta y los únicos con la capacidad de crear ‘otra cosa’”. Ella sabe y lo afirma que la lucha va más allá de la propuesta electoral y que ésta ha sido un mero escaño y oportunidad para llegar a todos los lugares recónditos del país en donde la explotación y el despojo convocan los sentires y las rabias de todos los de abajo de México. Esa es una propuesta profunda: tejer puentes entre todos aquellos que sufren los mismos dolores y rabias. Significa enlazar y no integrar.

Como mujer… ¿qué sabemos de Marichuy?

Lo que ha trascendido al ámbito público sobre Marichuy es muy revelador. Es una médica tradicional, maestra de herbolaria en la Universidad de Guadalajara. Ha defendido el uso curativo de plantas medicinales que habían empezado a ser normadas y penadas legalmente por instituciones de salud del país. Logró detener este abuso y defender el conocimiento herbolario que ella considera importante transmitir a las generaciones venideras de los pueblos. Se apoyó, para este logro, en una asamblea con otros 700 médicos tradicionales indígenas. Por 20 años, ella ha trabajado en su clínica en Tuxpan, Jalisco en donde hacía curaciones tradicionales, de las llamadas por la academia “medicinas paralelas” o indígenas. Son tratamientos afincados en otras coordenadas epistémicas. Los conocimientos que ella defiende y propone conservar no son estrictamente herbolarios sino que cruzan los linderos de la lógica dicotómica dominante y se asientan en la analogía como la ha sistematizado Giorgio Agamben.
Nació y creció en el estado de Jalisco de padres de tradición nahua. Sufrió las discriminaciones de etnia y género y la pobreza que es desafortunadamente el fardo de los pueblos indígenas. Pero María de Jesús Patricio se rebeló. Una anécdota nos la retrata. Cuando aparece ante el INE en octubre 2017 para presentarse como aspirante candidata, ella llega vestida con su indumentaria ritual: falda larga, tipo enredo de lana, camisa blanca tejida en un telar tradicional y un tocado entretejido circular pleno de simbología. Su rebeldía la hizo vestirse con la ropa que le impedían usar para ir a la escuela o atender asuntos legales e institucionales en su pueblo. Contrariamente, ésta misma vestimenta era también la que la obligaban a usar cuando el gobierno quería simular que ella, como indígena, había aceptado la venta y/o renta abusiva de sus tierras ejidales para la agroindustria capitalista favorecida por el Estado. Era la manera en que el poder estatal quería demostrar que existía anuencia a esta explotación desde los mismos pueblos indígenas en su territorio. Marichuy elije, ahora, esta indumentaria ante el INE: ahora que debería ir vestida como mujer “presidenciable” y urbana, ella elige la indumentaria ritual para re-significarla. Ahora es ella, su comunidad y el CNI que eligen presentarse así, con su propia voz su propia identidad, para cuestionar el poder electoral nacional proponiendo sus formas colectivas de gobernar.
Consistentemente, durante su recorrido, Marichuy ha elegido, vestir como se visten las mujeres en cada una de las comunidades y pueblos en donde ha presentado la propuesta. En territorio zapatista y en cada Caracol de los cinco que visitó, llegó engalanada con los soberbios huipiles o con las camisas bordadas según la región a la que arribó. Durante estos recorridos, Marichuy estaba resplandeciente, feliz, sonriente. Era una forma corpórea de decir yo soy Uds. Uds. son yo. Mi voz es su voz, la propuesta viene del CIG a través mío porque soy Uds. y somos en colectivo todas. Su voz es mi voz decimos desde las ciudades.
María de Jesús, como “curandera”, pertenece a ese dominio de sabidurías “otras” que también se ha designado como “espiritualidad indígena”. Diagnostica y trata las enfermedades adentro de conceptos holísticos, integrales, propios de los pueblos indígenas y de medicinas urbano-populares afincadas en influencias indígenas. Su clínica es un reducto no sólo para la salud, sino también para la integralidad del “vivir bien”, que incluye la lucha y la rebeldía ante las injusticias sufridas.
Enlaza la Sierra Madre Occidental, en territorio limítrofe entre zonas Yaqui, Seri, Rarramuri, con la capital del país. No necesita dejar de ser curandera para ser “nuestra máxima candidata para la presidencia de México”, como lo afirmara Pablo González Casanova en el Hemiciclo a Juárez el 24 de enero 2018.
María de Jesús Patricio se mueve en esos varios espacios. Los percibe, los reconoce y eso le ayuda a ser la voz de los múltiples abajos de México, en una multiplicidad que parece tan dispar, tan imposible de tejer y armonizar, tan difícil de articular. Lucha por una recreación de identidad colectiva que engloba lo urbano de abajo también, y que, como fenómeno emergente, ahora acepta tener como referente a los pueblos originarios. En ella nos articulamos todas y todos. Nos representa a todas y todos… de abajo y en lucha por lograr un mundo más justo. Su recorrido y sus palabras son una denuncia constante de un sistema capitalista ya caduco y disfuncional. Un sistema que daña simplemente por seguir su propia lógica.
Ella se propone superar las fronteras artificiales entre l@s trabajador@s del campo y de la ciudad tanto cuanto las fronteras artificiales, creadas por “donaciones clientelares” del Estado o por las investigaciones etnográficas que afirman diferencias étnicas insalvables. Lo dice claro, aquello que ella ha encontrado en todos los pueblos por donde ha pasado, algo que une las experiencias de todos esos pueblos y comunidades, es, ante todo, el despojo sufrido a manos de agencias del gobierno aliadas con empresas capitalistas. La escuchamos decirlo consistentemente, casi en cada uno de los lugares a los que llega. Retoma las voces que la acogen y las revierte ampliándolas.
Aproximadamente una tercera parte de la tierra productiva en México ha sido concesionada a mineras extranjeras o compañías madereras o a las eólicas. Los ríos sufren las represas y la contaminación tóxica. La violencia paramilitar y narco-paramilitar y la represión del Estado acompañan esta ola extractivista para “limpiar” las tierras de su población, lo cual ha resultado en migración forzada y/o desplazamiento interno de millones de personas. La radicalidad anticapitalista de Marichuy emerge casi a diario y en cada lugar que toca. Y además, sus denuncias y demandas están cohesionadas por las formas comunalistas de coordinación entre los pueblos.
A su lado, cientos de comunidades del CNI han declarado su intención de desmontar la malla de complicidad entre el extractivismo, el narcotráfico, los partidos políticos y el Estado mexicano, afirmando que los únicos lugares no invadidos por la violencia del narcotráfico, la extorsión y la complicidad ente los partidos políticos y los cárteles, son estos sitios de autogobierno autónomo donde hay tejido social intacto o reconstruido y mecanismos de autodefensa comunitaria. Son aquellos territorios en donde el feminismo indígena de hoy se encuentra en la lucha contra el capital extractivo y todas sus secuelas, sin dejar de reclamar los espacios y la dignidad de las mujeres.
A estas alturas, después de ese recorrido intenso por casi todo el país, María de Jesús Patricio cuenta con datos duros y experiencias recabadas al día. Ella retoma cuidadosamente los datos y las situaciones concretas como se viven en cada lugar. Sus discursos son material para estudiar la historia económica y social del México de abajo, hoy.

¿Y cómo habla del feminicidio que plaga nuestra realidad social?

Tomando en cuenta la posición subalterna de las culturas indígenas en el país y los modelos de subordinación genérica que se padecen en todos lados, la propuesta que enarbola Marichuy es clara.
Lo que podemos comentar aquí, en éste espacio restringido, se ubica entre la academia y los procesos organizativos de justicia social. María de Jesús habla de los feminicidios como una plaga y un cáncer que carcome la realidad toda. Ella marca nuevos derroteros en el proceso colectivista feminista. “La mujer”, confió en la TV ante tres entrevistadores varones, “es el símbolo de las comunidades, y en México está en segundo plano, y no sólo en las comunidades, sino en todos lados”. Esta frase incomodó a los tres periodistas que se removieron, inquietos, en sus asientos.
Marichuy lo tiene claro y ha denunciado especialmente la violencia y el feminicidio. “Entonces, atentar contra la vida de las mujeres, contra su integridad, su dignidad y sus derechos es atentar contra la vida misma y para un pueblo es profundamente autodestructivo, pues el colectivo sagrado que imaginamos y por él que luchamos es lo que defendemos como mujeres indígenas” (Netza).
Nos deben la justicia por los feminicidios que junto con la tortura sexual y la desaparición forzada de mujeres son el odio de los capitalistas hecho política pública; la impunidad garantiza el sostenimiento del patriarcado y la dominación que son la base del enriquecimiento de los poderosos (San Pedro Tlanixco). “Para quienes soñamos el nacimiento de un nuevo mundo, donde de verdad quepan todos los mundos, esa es la única vía que tenemos por lo que el silencio, el miedo, el machismo y el patriarcado capitalista que nos mal gobierna son el odio mismo de los poderosos contra la vida… debemos agrietarlos con la lucha y la organización como mujeres que somos para tomar el papel que nos reclama la historia” (Netza).
Febrero 7, 2018.


Citas para colocar en algún lugar de la formación
Cuando violan, desaparecen, encarcelan o asesinan a una mujer es como si toda la comunidad, el barrio, el pueblo o la familia hubiera sido violada, desaparecida, encarcelada, o asesinada, buscando por medio de ese luto y miedo, colonizar y pervertir el tejido que hay en nuestro corazón colectivo para adueñarse de todo cuanto somos y convertirlo en la mercancía que necesita para la acumulación insaciable de dinero y poder que hace a los capitalistas lo que son” (Netza).
Un crimen de odio es un crimen capitalista, entonces no nos callemos ante ello y respondamos con digna rebeldía y organización, porque es cierto que cuando la sangre es de una mujer, la herida es de todas y todos, es de nuestra madre y nuestras hijas, es de nuestras abuelas y es de nuestra madre tierra, que es la luz que nos guía para hacer parir una nueva civilización autónoma y rebelde y que hoy nos pide que nos levantemos por las que todavía no nacen” (CNI, domingo 10, 2017).

*Antropóloga feminista, investigadora y conferencista internacional. Integrante de la Red de Feminismos Descoloniales.

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