sábado, 29 de diciembre de 2018

Elecciones: las mujeres en el mercado de compra-venta de partidos e instituciones

M. Julia Pérez Cervera*

Estamos en año electoral. Cada candidato o candidata de partido se esfuerza por parecer la mejor opción y lleva a cabo su “teatrillo” y se allega de incondicionales que hacen de corte y de clan en cada acto público. Aumenta la parafernalia, aumentan las buenas intenciones y aumentan las promesas, así como aumentan los virus de gripe en invierno. Hay un hecho en periodos de campaña electoral —quizá insignificante para la sociedad—, que se vocifera de forma espectacular sobre los Derechos Humanos.
Se gastan millones de pesos en propaganda para, sobre todo, señalar quienes son los más malos y hacer dibujos sobre la bondad, la sensibilidad y preocupaciones sociales de quien se está lanzando el discurso. Las diatribas se escriben con base en los problemas cotidianos que los ciudadanos denuncian, y que reclaman soluciones a diario y que jamás tienen respuesta y menos, solución.
Y no es sorpresa, pero quiero señalar a modo de ratificación, que entre la lista de problemas que prometen resolver, no están, respondiendo a un sistema patriarcal, machista y economicista, los derechos de las mujeres. Las mujeres no están en las propuestas de los candidatos y candidatas.
Se habla de pobreza ignorando que quien más la sufre y quien la afronta son las mujeres. Se habla de creación de empleo pero sin nombrar la discriminación laboral que las mujeres tienen en este aspecto.
Se habla de violación a los Derechos Humanos pero no de las violaciones a las mujeres que no sólo no reciben justicia, sino que, además, pretenden auto culparlas, excusar a los violadores y de paso culpar a las madres solteras de que haya tantos delincuentes.
Hablan todos los candidatos y candidatas de servicios de salud y servicios educativos para toda la población, pero no saben cómo abordar el problema del bulling en las escuelas. Hacen afirmaciones que dan pena, si se tomaran tres minutos para pensar, no dirían que un estudiante más es igual a un delincuente menos, como si todas las personas que no tienen estudios fueran delincuentes o como si todos los estudiados que están robando desde sus puestos de dirección o cargos públicos fueran delincuentes oficiales, permitidos, autorizados.
Sin embargo, lo más triste es que muchas instituciones y muchas mujeres por lo que están preocupadas es por “la paridad”. Como si no hubiéramos comprobado a lo largo de la historia que la paridad sin conciencia de género no es más que otra herramienta de compra y negociación para los partidos.
La verdad, a mí me parece que la paridad, a secas, tal y como se maneja, no es más que otra parte del teatro del sistema patriarcal. No me interesa ser par de quienes, en realidad, están peleando por un puesto personal. Tampoco quiero ser igual a nadie. Y todo este discurso se ha convertido en una herramienta de atontamiento de votantes.
Lo que me interesa y me preocupa, no sólo en tiempo de elecciones, sino a diario, es que las mujeres no estén presentes por sí mismas y para sí mismas. Que en tiempos electorales se utilicen argumentos que justifique después el desgobernar y delinquir durante los 6 años siguientes
Es también evidente que las mujeres siguen haciendo el trabajo para los dirigentes de los partidos y para quienes éstos designan como sus protegidos o designados. Las mujeres siguen estando presentes para salvar a los demás, pero no reclaman que las leyes se cumplan a cabalidad, no reclaman independencia económica, no reclaman que se les nombre como mujeres, las mujeres no reclaman que se les escuche, simplemente… no reclaman.
Y no lo hacen porque hemos sido tan bien adiestradas que con las promesas de amor y las promesas de campaña nos sentimos felices y tomadas en cuenta. En estos momentos las mujeres, más que pensar en quién votar, deberíamos estar haciendo la lista de todos los derechos que no podemos ejercer, de todos los derechos que nos son violados sistemáticamente por las instituciones, incluida la violencia que ignorarnos.
La mujeres deberíamos estar preguntando a cada persona que pretende representarnos, qué va a hacer para eliminar a los jueces y juezas que aún no juzgan con perspectiva de género, sino con estereotipos de género.
Deberíamos estar exigiéndoles el programa con el que piensan establecer igual salario para igual trabajo. El programa para acabar con el acoso y el hostigamiento. Qué ley piensan promover para que las mujeres tengan acceso a un trabajo digno, a una vivienda digna, a la salud sin restricciones, a los medicamentos, a una alimentación sana, es decir, sin transgénicos, sin químicos, sin esteroideos. Deberíamos preguntar por las leyes que piensan cambiar o modificar o eliminar.
Las mujeres deberíamos, antes de pensar en votar, mirarnos a nosotras mismas, mirar nuestra situación y analizar qué le debemos a los gobernantes que han colmado de precariedad nuestras vidas y, ver qué nos están ofreciendo los que hoy pretenden gobernárnosla en el futuro.
Estoy convencida de que hasta el día en que nos veamos a nosotras mismas, sin intermediarios, sin que nos digan lo que nos conviene o no, hasta el día que creamos en nosotras y creamos que para vivir no necesitamos partidos ni salvadores, sino personas humanas honestas que nos valores como mujeres y se consideren nuestros iguales, hasta entonces, votar al más joven, al más serio, al más de izquierdas, de derechas o de centro, nos dará igual, de lo contrario seguiremos viviendo como personas prescindibles.
Este sistema al que llaman democrático está pensado para que ganen los partidos políticos y los que a sus dirigentes convenga. Entre esos ganadores no estamos las mujeres porque no somos más que una herramienta de la que el sistema se sirve.

  • Abogada, feminista, fundadora de “Ciudadanas en Movimiento por la Democracia y Vereda Themis, S.C.”.

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