M.
Julia Pérez Cervera*
Estamos
en año electoral. Cada candidato o candidata de partido se esfuerza
por parecer la mejor opción y lleva a cabo su “teatrillo” y se
allega de incondicionales que hacen de corte y de clan en cada acto
público. Aumenta la parafernalia, aumentan las buenas intenciones y
aumentan las promesas, así como aumentan los virus de gripe en
invierno. Hay un hecho en periodos de campaña electoral —quizá
insignificante para la sociedad—, que se vocifera de forma
espectacular sobre los Derechos Humanos.
Se
gastan millones de pesos en propaganda para, sobre todo, señalar
quienes son los más malos y hacer dibujos sobre la bondad, la
sensibilidad y preocupaciones sociales de quien se está lanzando el
discurso. Las diatribas se escriben con base en los problemas
cotidianos que los ciudadanos denuncian, y que reclaman soluciones a
diario y que jamás tienen respuesta y menos, solución.
Y
no es sorpresa, pero quiero señalar a modo de ratificación, que
entre la lista de problemas que prometen resolver, no están,
respondiendo a un sistema patriarcal, machista y economicista, los
derechos de las mujeres. Las mujeres no están en las propuestas de
los candidatos y candidatas.
Se
habla de pobreza ignorando que quien más la sufre y quien la afronta
son las mujeres. Se habla de creación de empleo pero sin nombrar la
discriminación laboral que las mujeres tienen en este aspecto.
Se
habla de violación a los Derechos Humanos pero no de las violaciones
a las mujeres que no sólo no reciben justicia, sino que, además,
pretenden auto culparlas, excusar a los violadores y de paso culpar a
las madres solteras de que haya tantos delincuentes.
Hablan
todos los candidatos y candidatas de servicios de salud y servicios
educativos para toda la población, pero no saben cómo abordar el
problema del bulling
en las escuelas. Hacen afirmaciones que dan pena, si se tomaran tres
minutos para pensar, no dirían que un estudiante más es igual a un
delincuente menos, como si todas las personas que no tienen estudios
fueran delincuentes o como si todos los estudiados que están robando
desde sus puestos de dirección o cargos públicos fueran
delincuentes oficiales, permitidos, autorizados.
Sin
embargo, lo más triste es que muchas instituciones y muchas mujeres
por lo que están preocupadas es por “la paridad”. Como si no
hubiéramos comprobado a lo largo de la historia que la paridad sin
conciencia de género no es más que otra herramienta de compra y
negociación para los partidos.
La
verdad, a mí me parece que la paridad, a secas, tal y como se
maneja, no es más que otra parte del teatro del sistema patriarcal.
No me interesa ser par de quienes, en realidad, están peleando por
un puesto personal. Tampoco quiero ser igual a nadie. Y todo este
discurso se ha convertido en una herramienta de atontamiento de
votantes.
Lo
que me interesa y me preocupa, no sólo en tiempo de elecciones, sino
a diario, es que las mujeres no estén presentes por sí mismas y
para sí mismas. Que en tiempos electorales se utilicen argumentos
que justifique después el desgobernar y delinquir durante los 6 años
siguientes
Es
también evidente que las mujeres siguen haciendo el trabajo para los
dirigentes de los partidos y para quienes éstos designan como sus
protegidos o designados. Las mujeres siguen estando presentes para
salvar a los demás, pero no reclaman que las leyes se cumplan a
cabalidad, no reclaman independencia económica, no reclaman que se
les nombre como mujeres, las mujeres no reclaman que se les escuche,
simplemente… no reclaman.
Y
no lo hacen porque hemos sido tan bien adiestradas que con las
promesas de amor y las promesas de campaña nos sentimos felices y
tomadas en cuenta. En estos momentos las mujeres, más que pensar en
quién votar, deberíamos estar haciendo la lista de todos los
derechos que no podemos ejercer, de todos los derechos que nos son
violados sistemáticamente por las instituciones, incluida la
violencia que ignorarnos.
La
mujeres deberíamos estar preguntando a cada persona que pretende
representarnos, qué va a hacer para eliminar a los jueces y juezas
que aún no juzgan con perspectiva de género, sino con estereotipos
de género.
Deberíamos
estar exigiéndoles el programa con el que piensan establecer igual
salario para igual trabajo. El programa para acabar con el acoso y el
hostigamiento. Qué ley piensan promover para que las mujeres tengan
acceso a un trabajo digno, a una vivienda digna, a la salud sin
restricciones, a los medicamentos, a una alimentación sana, es
decir, sin transgénicos, sin químicos, sin esteroideos. Deberíamos
preguntar por las leyes que piensan cambiar o modificar o eliminar.
Las
mujeres deberíamos, antes de pensar en votar, mirarnos a nosotras
mismas, mirar nuestra situación y analizar qué le debemos a los
gobernantes que han colmado de precariedad nuestras vidas y, ver qué
nos están ofreciendo los que hoy pretenden gobernárnosla en el
futuro.
Estoy
convencida de que hasta el día en que nos veamos a nosotras mismas,
sin intermediarios, sin que nos digan lo que nos conviene o no, hasta
el día que creamos en nosotras y creamos que para vivir no
necesitamos partidos ni salvadores, sino personas humanas honestas
que nos valores como mujeres y se consideren nuestros iguales, hasta
entonces, votar al más joven, al más serio, al más de izquierdas,
de derechas o de centro, nos dará igual, de lo contrario seguiremos
viviendo como personas prescindibles.
Este
sistema al que llaman democrático está pensado para que ganen los
partidos políticos y los que a sus dirigentes convenga. Entre esos
ganadores no estamos las mujeres porque no somos más que una
herramienta de la que el sistema se sirve.
-
Abogada, feminista, fundadora de “Ciudadanas en Movimiento por la Democracia y Vereda Themis, S.C.”.
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