sábado, 29 de diciembre de 2018

Presentación

El llamado a la Huelga Internacional de Mujeres el 8 de marzo de 2017 suscitó una revuelta sin precedentes en la historia de las luchas feministas de los últimos tiempos; y el pasado 8 de marzo de 2018, de nueva cuenta las calles de muchas ciudades en más de 57 países fueron tomadas por las mujeres confirmando que estamos frente a un nuevo movimiento feminista que se expresa internacionalmente.
De este potente y esperanzador alzamiento de las mujeres reproducimos un texto de la española Justa Montero quien analiza las diferentes resignificaciones y desafíos de la histórica movilización de más de 7 millones de mujeres en España.
El nuevo contexto tiene múltiples impactos, algunos de éstos son retomados en los textos de Ana María Hernández López quien, a partir de una crónica describe y analiza la experiencia del 14ª Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en Uruguay en diciembre de 2017, evento que asumió y convocó a la huelga del 8M; y el texto de Josefina Chávez, muestra una panorámica de las movilizaciones y los procesos organizativos de las mujeres en algunos países, que se consolidan en las prioridades, campañas y denuncias que las mujeres van marcando en sus múltiples contextos nacionales. Publicamos el llamado a la Huelga de las intelectuales y activistas: Cinzia Arruza, Tithi Bhattacharya, Rosa Clemente, Zillah Eisenstein, Liza Featherstone, Barbara Smith y Keeanga-Yamahtta.
La lucha de las mujeres contra el patriarcado capitalista no para, por el contrario se profundiza, como lo muestra con energía la acción sistemática de las mujeres durante todo el año pasado. Un amplio concierto de tonalidades se escuchan en esta voz colectiva que se está configurando, como pudo verse en el “Encuentro de Mujeres que Luchan” llevado a cabo por las zapatistas en el Caracol Morelia, Chiapas los días 8, 9 y 10 de marzo. Sin duda, este evento está ligado al impacto que en las mujeres zapatistas tuvo la elección de Marichuy como vocera del Consejo Indígena de Gobierno. Un hecho significativo, pues por primera vez una mujer indígena fue elegida para ser vocera y representar la voz de los pueblos indios que están resistiendo las políticas de despojo capitalista del territorio, y por primera ocasión una mujer indígena es registrada como candidata independiente a la presidencia de la república. El texto de Sylvia Marcos nos comparte, con una voz sensible y mirada cercana quien es María de Jesús Patricio, Marichuy, y nos relata el camino de la recolección de firmas para su registro como candidata, que mostró la radicalidad anticapitalista de la iniciativa que llamó a la organización como prioridad y que denuncia la violencia y el feminicidio.
Otro apartado del contenido de este número aborda algunos aspectos del proceso electoral actual, profundamente deslegitimado. Para Julia Pérez se trata de un teatro y una simulación de democracia en donde hay un vacío y una utilización mercadológica de las mujeres y sus demandas.
Sara Lovera, en un ejercicio retrospectivo, histórico y comparativo, plantea la paradoja de cómo en contextos de autoritarismo, violencia y barbarie como la vivida en el Porfirismo y en el sexenio de Peña Nieto, hubo avances, en el marco institucional, para las mujeres, hecho que describe y ejemplifica puntualmente, señalando también los vacíos y pendientes no retomados por el gobierno de Peña Nieto.
El tema del crecimiento de las corrientes fundamentalistas que luchan contra los avances del movimiento feminista, es abordado por Lydia Alpizar quien afirma que en América Latina hay una cruzada conservadora en contra de la “ideología de género”, y nos alerta en torno a la necesidad de analizar este fenómeno y sus impactos en los países de la región y de proponer cambios en las estrategias del feminismo para enfrentar esta ofensiva ideológica conservadora de sectores religiosos que también actúan en el escenario político electoral.
Elizabeth Maier también reflexiona sobre el fundamentalismo religioso, las ultraderechas y el movimiento antiaborto en los Estados Unidos, señala que con la presidencia de Donald Trump se abrió la posibilidad de dar continuidad a las políticas misóginas en contra del aborto. El texto describe cuales han sido estas políticas restrictivas y estrategias que han reducido, entre otros impactos, financiamientos públicos para programas de planificación familiar.
En México, la ofensiva en contra del derecho a decidir de las mujeres continúa, como se puede confirmar en la investigación realizada por Martha Paola Fernández Lozano y María Lucely Cervantes del Centro Las Libres de Guanajuato, el contenido de su artículo proporciona datos relevantes de 17 estados del país sobre las mujeres que se encuentran en procesos penales y que han sido criminalizadas después de las reformas constitucionales para proteger la vida desde la concepción.
La cultura de la violación que naturaliza el sistema patriarcal capitalista, es un tema abordado por Rocío Duque a partir de una investigación que proporciona datos y elementos que develan la realidad, poco visibilizada, de los estigmas sociales que viven los hombres que son violados y los mitos que sostienen esta violencia en los ámbitos de las policías, autoridades y personal en las prisiones norteamericanas.
Fabiola Bailón Vásquez, nos presenta un recuento histórico de las políticas del reglamentarismo en la prostitución de los siglos xix y xx. Su estudio pretende explicar las raíces históricas de los fenómenos de la trata y la prostitución con el objetivo de proporcionar argumentos que contribuyan a la elaboración de políticas públicas que garanticen el ejercicio de los derechos humanos y las libertades para un grupo importante de mujeres.
El informe de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos (CIDHM), nos muestra los riesgos que enfrentan quienes asumen la defensa de los derechos humanos, tales como amenazas, hostigamiento, criminalización, detención arbitraria, desaparición forzada, etc. También describe las deficiencias y falta de voluntad de las autoridades para aplicar debidamente los mecanismos de protección para periodistas y defensoras. En el Informe se propone avanzar en la implementación de Protocolos de Atención y Protección que señalen claramente la responsabilidad de las autoridades.
La persecución, denostación y criminalización de las mujeres defensoras de derechos humanos es tema por demás preocupante y requiere ser denunciando en todos los espacios posibles. En este número, dos compañeras feministas con una trayectoria en la defensa de los derechos de las mujeres relatan y analizan sus propios casos, que a la vez son lecciones para todas. Dos casos paradigmáticos que nos develan temas a debatir en el movimiento feminista. Yndira Sandoval, integrante del agrupamiento Constituyente Feminista comparte un testimonio crudo y conmovedor. Fue detenida arbitrariamente, y señala: “A mi me violó y torturó el Estado a través de una policía mujer, con arma, con uniforme, en uso y abuso de sus funciones de poder”. Violentada por la policía municipal en Tlapa de Comonfort en el estado de Guerrero, enfrentó una agresiva campaña pública de criminalización y de juicio moral para descalificar su denuncia.
Lucero Circe López integrante de la organización Humanas Sin Violencia, y peticionaria de la Alerta de Violencia de Genero (AVG) en el estado de Michoacán, fue acusada de ataques al honor después de señalar que uno de los integrantes del equipo de trabajo para analizar la AVG había sido acusado de acoso sexual en la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), ella lo denunció, y por ello fue criminalizada.


La huelga feminista del 8M: haciendo historia

Foto: Asamblea Feminista de Madrid.

Justa Montero*

El 8 de marzo millones de mujeres tomamos las calles convocadas por el movimiento feminista. Esta fecha pasará a la historia como el día de la mayor movilización feminista que se recuerda en el Estado español, y quedará grabada en la historia de vida de cada una de las mujeres que compartimos la emoción de ese grito colectivo, indignado, reivindicativo y esperanzado que lanzamos el 8 de marzo.
Las “comisiones feministas del 8M” pusieron en el centro del tablero las diversas vivencias y condiciones de vida concretas de las mujeres que, masivamente, nos sentimos apeladas a expresar los malestares acumulados y el hartazgo por las injusticias que atraviesan nuestras vidas y la forma como la sociedad las trata. Porque nos asesinan y nos agreden sexualmente; porque nuestras vidas son precarias y están atravesadas de injusticias y desigualdades; porque nos hablan de una igualdad engañosa y de unos cambios que nunca llegan; porque no hay lugar donde el machismo no marque nuestra cotidianidad manifestándose de muy distintas formas. Las mujeres hemos dicho BASTA: queremos vidas dignas, otra forma de relacionarnos y otra sociedad, y no estamos dispuestas a esperar más.
Fue una protesta global, claramente política, cargada de emoción y razón (dos elementos imprescindibles para la revuelta feminista), respondiendo a un llamamiento que exigía un cambio y cuyo impacto político, social y mediático está por valorar en toda su dimensión.
El carácter feminista de la movilización fue inequívoco, como también lo fue el protagonismo del movimiento feminista desde su convocatoria y organización. A ese llamamiento respondieron por primera vez muchas mujeres que no se habían sentido interpeladas antes por el feminismo pero, al ponerse las gafas moradas que se les ofrecía, reconocieron en esa propuesta algunos de sus malestares y se sumaron a la protesta. Un malestar que tiene sus raíces en diversos motivos personales, muchas veces escondidos en la privacidad, que la movilización los convirtió en políticos.
De este modo la huelga feminista ha construido un “nosotras”, el sujeto político, crítico con los binarismos, sin el que no sería posible la revuelta. El 8M, entendido en toda su amplitud como un proceso que incluye las multitudinarias manifestaciones finales, ha otorgado una incontestable legitimidad al movimiento feminista, reafirmándose de esta forma como referente para las mujeres en sus aspiraciones de otras vidas, y convirtiéndose también en una esperanza para toda la sociedad.
Contestar a la pregunta de cómo se llega a esta impresionante rebelión, que ha sido también la mayor movilización social en muchos años en el Estado español, pasa por entender cómo va madurando esa posibilidad desde un movimiento feminista autónomo. Como todo movimiento social tiene sus propios procesos de acumulación de fuerzas; sus momentos de reflexión, y como ejemplo están las Jornadas organizadas por la “coordinadora estatal de organizaciones feministas” (Granada 2009) auténtico laboratorio de puesta en común de ideas, propuestas y acciones; el feminismo del 15M (2011); movilizaciones por el derecho a decidir sobre el cuerpo y contra las violencias machistas (2014 y 2015); el paro internacional de mujeres (2017); el trabajo constante de los grupos y el de las feministas sin grupo; el activismo en las redes sociales; el interés creciente por la teoría feminista; la mayor presencia en las instituciones y en todas partes de un movimiento intergeneracional, con un creciente liderazgo de mujeres jóvenes.
Y para analizar este éxito hay que poner el foco en los procesos profundos por los que se logra conectar nuestros malestares con la capacidad del movimiento feminista para darles una expresión política propia. Porque el movimiento que convoca la huelga ya estaba ahí, aunque muchos y muchas no podían o no querían verlo.
Desde la “Comisión feminista 8M” se insistió reiteradamente, cuando todavía había quienes manifestaban reticencias, que sería un hecho histórico a partir del que nadie podría mirar a otro lado y marcaría un antes y un después, y así ha sido. El antes lo hemos ganado, el después lo estamos construyendo.

La huelga se ganó antes del 8 de marzo
El jueves 8 de marzo la huelga ya estaba ganada. Se convocaba a una huelga laboral, del trabajo de cuidados, de consumo y estudiantil; se trataba de movilizarnos durante todo el día y manifestarnos en multitud. Pero era también, y muy fundamentalmente, el proceso previo puesto en marcha por centenares de activistas que lo entendimos como el inicio de un proceso de cambio en la conciencia y prácticas de las mujeres. Fue extendiéndose durante meses como una mancha de aceite que terminó llegando a todos los rincones. Un proceso en el que cada feminista se convirtió en una huelguista.
La propuesta llegó a todas las mujeres. El debate lanzado echó raíces en los pueblos y barrios, institutos y universidades, centros de trabajo, empresas, hospitales, en los propios hogares. Y la respuesta no hizo sino ampliar esa mancha de aceite: en los actos y charlas con muchas mujeres y algunos hombres se pasa de la sorpresa por la propuesta de huelga feminista, al interés por los contenidos, hasta la identificación con los problemas que se plantean, para acabar en una actitud decidida para llevarlo a la práctica y aterrizarlo en cada ámbito y territorio. Así se garantizó el éxito de la huelga, creando tejido social feminista.
La huelga se ganó porque se ganó el debate y se tradujo en una voluntad de hacer colectiva la protesta. La hicieron suya muy distintos colectivos de mujeres, convirtiéndola en la huelga de todas: desde las trabajadoras de hogar a las jubiladas, desde las estudiantes a las asalariadas precarias, desde las bolleras y trans a las mujeres migrantes y a las ecologistas y a las que luchan por la vivienda, y contra la pobreza energética y un interminable etcétera.
La organización de las periodistas tras el manifiesto “las periodistas paramos” (con más de 7.000 firmantes) nos devolvieron el mismo día 8 un “apagón” de 24 horas de las redacciones de prácticamente todos los medios, en el que los periodistas cubrieron las noticias mostrando, como se proponía en la huelga, “el hueco que dejamos las mujeres”. Fueron claves en la extensión de la huelga y un extraordinario altavoz de la misma. Y el debate sobre las condiciones de vida de las mujeres se abrió paso en todo tipo de asociaciones, entidades, organizaciones, porque en todas ellas hubo mujeres recabando el apoyo activo y en todas encontraron una respuesta entusiasta.
La conclusión es que el feminismo en la calle ganó la hegemonía y ha establecido el inicio de un nuevo sentido común. Un acontecimiento histórico que se fundamenta en la existencia y el trabajo de un movimiento con una experiencia y un discurso contrastado con los efectos en nuestras vidas de los zarpazos del patriarcado y de la salida neoliberal a la crisis. Pero también porque desde sus inicios ha sido un proceso participativo, consensuado, con un funcionamiento horizontal y con muchas prácticas aprendidas en el 15M. Un movimiento que viene de lejos y nunca se ha rendido

¿Una huelga económica?
El feminismo vuelve a plantear nuevas formas de protesta social. Como ya hiciera en otros momentos visibiliza y denuncia las limitaciones de conceptos utilizados para explicar una realidad que bajo esa mirada resulta androcéntrica. En este caso el concepto es el de “huelga”, y pasa a resignificarlo ajustándolo a la realidad de las mujeres. El éxito de la propuesta de huelga feminista está precisamente en su carácter innovador: trasciende el concepto tradicional, entendida como huelga laboral en el ámbito de la producción, para extenderla al ámbito de la reproducción social, a los trabajos de cuidados y domésticos que realizan las mujeres. Así el término “huelga” cobra otro significado.
La huelga feminista supone todo un desafío porque a partir del 8M nunca más una huelga podrá denominarse “general” si no contempla la del ámbito del trabajo de cuidados. A partir de esta fecha una huelga reducida al ámbito de la producción será ya siempre una “huelga parcial”.
La potencia de la propuesta reside precisamente en su capacidad para situar la centralidad de los trabajos de cuidados, articulándolos con los trabajos del ámbito productivo, y situándolos como parte del mismo proceso económico. Todo esto ha tenido implicaciones prácticas, y hay retos derivados de esta experiencia que se dirigen sobre todo a los sindicatos mayoritarios a nivel estatal, CCOO y UGT. Se han visto sobrepasados por la dinámica de la huelga; por llegar tarde; por circunscribirla a un paro de dos horas y no responder al llamamiento del movimiento feminista para una huelga de 24 horas, a pesar del desacuerdo y protestas de muchas afiliadas; por no apoyar, de hecho, la huelga de cuidados y consumo; también por no redefinir el papel de los hombres (mayoría entre los trabajadores asalariados y sujetos protagonistas en las huelgas laborales tradicionales) en una huelga de mujeres.
La huelga laboral llamaba a todas las mujeres con trabajo remunerado y fue seguida por muchas más mujeres de las que se pensó al inicio. Las que no pudieron por la precariedad de sus condiciones laborales encontraron otras formas de participar a través de la huelga de cuidados, o participando en asambleas previas; unas tuvieron que estar en servicios mínimos; la casuística es enorme. Había muchas formas de estar en la huelga. “Yo por ellas y ellas por mí” cantaban al unísono miles de mujeres concentradas por la mañana del día 8 frente al Ayuntamiento de Bilbao.
Antes de referirme brevemente a la huelga de cuidados voy a abrir un paréntesis para retomar, como parte de la genealogía feminista, las huelgas, que a lo largo de la historia, han protagonizado mujeres por la mejora de sus condiciones laborales. Tenemos algunos ejemplos recientes en las que, además, la ganaron, como es la huelga realizada por las trabajadoras de Residencias en Bizkaia y por las mujeres de la empresa “Bershka” en Pontevedra.
La huelga de cuidados se construye a partir de muchas pequeñas historias personales, familiares y vecinales, que también visibilizaron el hueco que creamos cuando dejamos de realizar estos trabajos, y cómo con un simple “Manolo, cariño, limpia el culo al niño” trastoca los horarios y los hábitos de quienes no suelen corresponsabilizarse.
Hay muchas experiencias a recuperar, como por ejemplo el resultado del llamamiento para pensar en soluciones comunitarias, que tuvo su reflejo en los puntos de cuidados en los barrios organizados por grupos de hombres. Y así se abrió más el debate sobre el trabajo de cuidados: su corresponsabilidad, las condiciones de trabajo de quienes lo realizan dentro y fuera de las casas y en el mercado, los recursos públicos, el modelo de ciudad, o las cadenas globales de cuidados.
Pero la propuesta de huelga feminista introdujo otra complejidad, de forma que lo que podría ser una paradoja se convirtió en un elemento de enorme interés: se convocó a una huelga que tiene un evidente carácter económico (lo es no ir al puesto de trabajo, dejar de hacer el trabajo de cuidados y no consumir) por motivos que no se refieren sólo a la dimensión económica de nuestra opresión ni están motivados sólo por el funcionamiento económico del sistema capitalista.
Porque los motivos que nos llevaron a la huelga también tienen que ver con nuestros cuerpos, nuestro derecho a decidir, con el reconocimiento de identidades no normativas, con el derecho a vidas libres de violencias machistas, libres de todo racismo. Unos derechos individuales que el feminismo reclama en el marco de la justicia social y que se entienden atravesados por otros ejes de desigualdad social como la clase, la “raza”, la edad, el estatus migratorio, la identidad de género, las capacidades, la opción sexual. Esto determina la forma en que las mujeres los vivimos, sentimos y reclamamos según estemos situadas en estas jerarquizaciones sociales.
El planteamiento y la respuesta a la huelga habla también del significado político de las experiencias y las subjetividades para entender nuestros itinerarios vitales, de las distintas formas de percibir y vivir las manifestaciones del patriarcado y, por tanto, de responder a ellas. Un antídoto, también, a cualquier tentación de establecer un modo de ser, de sentir y soñar, uniforme y rígido.
El argumento con el que se llama a la huelga responde a una articulación de lo antes señalado, de los elementos de redistribución con los de reconocimiento; entre la dimensión económica y ecológica y la cultural y social que sustentan el sistema patriarcal, capitalista, racista, heteronormativo y biocida contra el que nos rebelamos.
En esta articulación, difícil de encontrar en los discursos de otros movimientos y actores políticos, radica la fuerza transformadora de la propuesta formulada desde el 8M. Se refleja en su manifiesto y en la agenda que dibuja. Pero el reto no es tanto instalar la diversidad en el imaginario, ni tan siquiera sólo en los discursos, como hacerlo en las políticas concretas, en la agenda, como señalan mujeres jóvenes, migrantes racializadas, bolleras, trans, con diversidad funcional. Porque un tratamiento abstracto de las mujeres que no “hunda sus raíces en su experiencia concreta” acaba resultando excluyente y, por tanto, estéril.
El 8M ha supuesto un paso muy importante para un feminismo que ya venía planteando la centralidad de articular lo común partiendo de la diversidad, de poner nuestras experiencias en relación con las estructuras sociales de dominación y con las relaciones sociales de desigualdad. Esto forma parte del éxito del planteamiento y seguimiento de la huelga. Es el impulso de la cuarta ola feminista. Pero además en la hoja de ruta marcada el feminismo ha puesto la patata (que no la pelota) en varios tejados: en los de quienes también pelean por un cambio económico y social radical para hacer posible un nuevo sentido común.

El día después
Aún con la resaca de lo vivido toca pensar en el “ahora qué”, en la gestión del éxito de una movilización que ha hecho explícita una doble exigencia en lo inmediato: la del cambio cultural, en las ideas, comportamientos, actitudes, que de forma brutal determinan la vida de las mujeres (y no hay más que poner la mirada en la impunidad social de las violencias machistas, desde los asesinatos al acoso en las calles), y los cambios normativos, leyes, recursos y estructuras.
Esto, que sin duda es una fortaleza de la movilización, tendrá que serlo también de la agenda feminista. La lectura de “la calle” es la de la amplitud de los sentires, reivindicaciones y propuestas gritadas, cantadas y reflejadas de mil maneras. Una agenda que, como recoge los documentos de la huelga, tiene que ver con las urgencias y con una mirada a otro horizonte; que no puede focalizarse sólo en un aspecto o en una formulación bien sea el cuerpo, bien los cuidados, un tipo de violencia, traspasando reduccionismos ya sean económicos o culturales.
La movilización lanzó una exigencia de cambio. Su efecto ya se puede ver en muchas reacciones de mujeres que empiezan a nombrar su malestar, a plantarle cara, a plantear pequeños y grandes cambios recogiendo el guante de “lo personal es político”. Y la propuesta colectiva habla de otra vida para las mujeres, sostenible social y ecológicamente, de una propuesta de cambio en el sentido fuerte del término, de una transformación social profunda.
La potencia de la movilización ha removido todo, también a una derecha neoliberal que pasó de la descalificación, a tratar de atemorizar, desmovilizar y limitar el alcance de la huelga. No pudieron. Pero tratarán de disputar el relato, incluso el término “feminista”, haciendo aparecer las discriminaciones como simples disfunciones del sistema, planteando las reivindicaciones soportables para el sistema, desde un enfoque de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, acompañadas de políticas económicas, sociales y de recorte de libertades que no hacen sino profundizar hasta extremos insoportables las desigualdades.
Existe la transversalidad del feminismo y también la pugna por su sentido porque existe el conflicto. La interpretación de las necesidades de las mujeres y el horizonte en el que pueden resolverse choca de plano con las políticas patriarcales, neoliberales, racistas, heteropatriarcales y represoras. Conocemos los límites (cada vez mayores) de lo que puede ofrecer un sistema para el que las desigualdades son estructurales, necesarias para su funcionamiento. Por eso la crítica al sistema es ineludible.
Escribía al inicio que el 8M es una fecha histórica, que en nuestra retina quedó grabada la emoción colectiva de ese día en las calles. No puedo acabar sin mencionar lo que supuso para mí formar parte de ese gran grupo de mujeres que trabajamos durante muchos meses y vivimos con intensidad este proceso colectivo. Los fuertes vínculos creados por lo aprendido desde nuestra diversidad, los agobios y las risas, los mensajes al rojo vivo, el apoyo mutuo cuando desfallecíamos, el entusiasmo, la creatividad, y mucha inteligencia colectiva. Así podemos llegar donde nos propongamos. Y por supuesto, el reconocimiento y agradecimiento infinito a las mujeres que, en el minuto cero, tuvieron la inteligencia, visión política y decisión necesarias para plantear el desafío de esta extraordinaria huelga feminista.

*Feminista activista

  1. Texto publicado en el Dossier No. 92 “Visibilizando lo invisible”, en Economistas sin fronteras. Consultar en: https://desinformemonos.org/la-huelga-feminista-del-8m-historia/? platform=hootsuite


La revolución de las mujeres del siglo XXI: la Huelga Internacional



Josefina Chávez Rodríguez*

El 8 de marzo de 2018 millones de mujeres en más de 50 países salieron a las calles en todos los continentes. Una revuelta del siglo XXI sin precedentes, que muestra el estallido de una energía poderosa y una dinámica internacional del movimiento de las mujeres en un contexto global e histórico de un sistema capitalista en profunda crisis, que se expresa con tendencias políticas y sociales conservadoras, reaccionarias y misóginas.
El llamado a la Huelga Internacional de Mujeres, como se documentó en el número anterior, se gestó y creció en el contexto de la huelga de las mujeres en Polonia, el movimiento Ni Una Menos en Argentina e Italia en 2016. Experiencias que combinaron muy diversas luchas, abriendo la posibilidad de remontar la fragmentación y de hermanar dolores y desánimos, pues son muchas décadas de picar piedra, de denunciar la violencia en todas sus expresiones, la agresión sistemática social, cultural, estructural en contra de las mujeres.
Este movimiento tiene un horizonte muy amplio ya que se han levantado mujeres de todas las latitudes, nacionalidades, las llevan años en las luchas, las que se incorporan por primera ocasión, las que ya estaban organizadas y las que están creando nuevas formas de aglutinarse en el asambleísmo, las redes sociales y las nuevas tecnología como herramientas que se incorporan para alimentar y difundir la revuelta; pero también están las nuevas generaciones de mujeres jóvenes, las campesinas, negras, indígenas, populares, estudiantes, obreras, maestras, trabajadoras informales, desempleadas, amas de casa, discapacitadas, ciberactivistas, artistas, editoras, periodistas, cineastas, escritoras, y muchas más que se sumarán a esta revolución social de las mujeres.
Este año 2018 los diversos balances apuntan a señalar que las mujeres han pasado del movimiento a la contraofensiva. El movimiento rompe esquemas, establece las conexiones y solidaridad entre las mujeres y los movimientos de resistencia a las políticas neoliberales que están devastando la tierra. También los debates son múltiples, y tiene que ser, cuando algo nuevo llega es un reto comprender la temporalidad transgresora, en vivo y a todo color en proceso. La izquierda socialista, anticapitalista, en el mundo y la que aún no ha sido asimilada al sistema tiene mucho para aprender y para aportar. La huelga ha sido resignificada lo cual le imprime un profundo sentido anticapitalista a la rebelión de las mujeres.
Las mujeres en el mundo, no faltará quien aún no salga de su asombro, estamos utilizando la huelga como una instrumento para visibilizar y demostrar que el trabajo de las mujeres, producto de la división sexual del trabajo, el de las tareas domésticas y los cuidados, no esta reconocido socialmente juega un papel central para la reproducción del sistema a costa de las mujeres.
El trabajo que genera desigualdad, injusticia, el sistema se sostiene en los hombros de las mujeres. La huelga como proceso de organización, como denuncia, como acto de liberación, como acto de unidad y solidaridad feminista, para cambiar al mundo. Nosotras estamos en la contraofensiva porque ya no aguantamos tanta violencia, desprecio, humillaciones, asesinatos, nosotras nos levantamos contra este sistema y sus cómplices. Yo también (MeToo), nosotras también, (WeToo) el eco femenino que retumba.
En España las lecciones del año pasado generaron acciones unitarias y un proceso de auto-organización inédito, se convocaron varias asambleas nacionales previas, y en esta huelga estuvo presente la participación de sindicatos de las centrales mayoritarias y de los alternativos los cuales llamaron respectivamente a paros de 2 y 24 horas. Más de 5 millones de mujeres se fueron al paro este 8 de marzo, rebasando las expectativas. En Italia la fuerza del movimiento Ni Una Di Meno y de las mujeres italianas tuvo expresiones masivas con intensos procesos preparatorios y plan de acción. En estos dos países el impacto de la huelga repercutió en medios de transporte: trenes, metro, líneas aéreas y en escuelas. En Polonia las movilizaciones se incrementaron sosteniendo la demanda por el aborto.
En Argentina las movilizaciones tuvieron a cerca de un millón de mujeres en las calles de todas las ciudades, se colocó como una de sus prioridades políticas la despenalización y legalización del aborto. La lucha de las argentinas es fundamental para todas las mujeres de América Latina, la presión del movimiento, que presentó por séptima ocasión el proyecto de ley al Congreso y dar el debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo. La despenalización para que las mujeres no sean criminalizadas. Esta lucha ha sido históricamente la Campaña Nacional Por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Por eso los colores verde que distinguen esta campaña se sumaron a los violetas. Los otras demandas que las argentinas debatieron en sus asambleas fueron: contra los despidos y las políticas de ajuste del Macri; políticas públicas efectivas para sancionar la violencia y el cumplimiento de la ley de educación sexual integral; igualdad salarial y visibilizar el trabajo doméstico de las mujeres; y los crímenes de odio en contra de trasvestis y trans.
En Brasil las movilizaciones se dieron en un contexto de crisis política y las mujeres han desarrollado una resistencia activa en contra de las políticas de Temer. Entre sus principales demandas estuvo la denuncia por el incremento del feminicidio en contra de las mujeres negras y contra la intervención militar en Río de Janeiro. El asesinato de Mirelle feminista, negra y lesbiana originaria de las favelas y concejal se ha convertido en un caso emblemático a nivel mundial. El movimiento brasileño tampoco quita el dedo del renglón colocando la demanda por la legalización del aborto.

Yo Paro 8M, Yo también (MeToo), nosotras también (WeToo) el eco femenino que retumba.
La Huelga en Estados Unidos fue convocada, para ser un día del feminismo del 99%, y estuvo activa en muchas ciudades. Este es otro de los países en donde se han fortalecido los espacios colectivos y de jóvenes activistas y las redes y alianzas con mujeres que están dando la lucha como las migrantes, negras, estudiantes, maestras, sindicalistas, trabajadoras. En este país, convulsionado por las políticas nacionales e internacionales y desastrosas de Trump, la rebelión de las mujeres y las resistencias en sus distintas expresiones sociales y políticas asombra, genera debates y fuertes polémicas, repunta y se sostiene.

En octubre de 2017, la denuncia pública de la actriz Ashley Judd contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein fue el antecedente que estalló el movimiento #MeToo (#YoTambién). Después de esto, olas de denuncias de miles de mujeres quienes por primera vez se atrevieron a vencer su miedo y rompieron el silencio denunciando el acoso y abuso sexual que habían vivido. Un antecedente para hilar la memoria histórica, Tarana Burke en 2007 creó la campaña Me Too para visibilizar el acoso sexual a mujeres de sectores marginales inspirada a partir de los testimonios de mujeres jóvenes. Creó la organización Just Be, que ayuda a mujeres víctimas de acoso y agresión sexual. El 15 de octubre de 2017 Alyssa Milano, escribió un mensaje en twiter en donde decía que si habías sido sexualmente acosada y agredida escribieras “me too”. Es a partir de este momento que miles de mujeres hablaron de sus experiencias de violencia sexual. La iniciativa #TimesUp (El tiempo se terminó) impulsada por varias actrices en alianza con la activista Tarana Burke creó un fondo que recaudó en su momento 13 millones de dólares para brindar apoyo legal a las mujeres víctimas de acoso y abuso sexual.
Los fuertes vientos de este movimiento llevaron a renuncias de diversos personajes públicos en Estados Unidos y Europa. Imágenes de las protestas y marchas durante la Huelga Internacional de este año muestran la simpatía y afinidad de las mujeres en el mundo. El impacto #MeToo, más allá de los manejos mediáticos, trastocó consensos y complicidades. El silencio opresivo, asfixiante y el miedo estallaron en el espacio colectivo y público, la solidaridad entre mujeres genera confianza a las que han denunciado y a quienes aún no se atreven, pero seguramente el mensaje de que no están solas fue recibido.
Un año después, en el aniversario de la histórica Marcha de las Mujeres estadounidenses, éstas nuevamente salieron a las calles. En la ciudad de Las Vegas, la demanda política se centró en llamar al registro de nuevas mujeres para votar, consiguiendo en esos momentos 10 mil mujeres que por primera ocasión se empadronaron. La estrategia contempló tanto hacer valer el voto de las mujeres como ganar en posiciones y debilitar la fuerza del Partido Republicano en el contexto de las próximas elecciones intermedias en donde están en juego 435 lugares en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. La estrategia, conocida como #PowerToThePolls, tiene varios objetivos: incrementar el empadronamiento de las mujeres; capacitación para ser candidatas y que logren presentar candidaturas para todos los cargos en las elecciones que serán en el mes de noviembre de 2018. El incremento de la participación política electoral de las norteamericanas apuesta a incrementar la participación de mujeres en un país en donde, a diferencia de otros que han logrado la paridad, están subrepresentadas, al mismo tiempo, pretenden derrotar al Partido Republicano. Ya veremos cual puede ser el alcance de esta estrategia electoral. En este país los movimientos de resistencia frente a las políticas de Trump siguen en ebullición y están presentes otras estrategias de movilización, solidaridad en luchas impulsadas por activistas, maestras, mujeres, estudiantes, sindicalistas, socialistas y en general sectores más radicales en los diversos movimientos.

¡Vivas nos queremos!, ¡Ni una más, ni una asesinada más!
En México en donde vivimos bajo el impacto de la violencia extrema cotidiana, la huelga es aire fresco. En las movilizaciones estuvieron presentes los múltiples casos emblemáticos de feminicidio de los estados y las denuncias de impunidad y falta de justicia. En el país la lucha contra la violencia sigue siendo una de las demandas mas sentidas por el incremento de la violencia feminicida y la ineficacia de muchas de las políticas de prevención que son insuficientes para la erradicación de la violencia extrema. En algunos estados son muchas las dificultades para la implementación de las Alertas de Violencia de Género, producto de la falta de voluntad y de la simulación de las autoridades, complicidad y omisiones de jueces y fiscales. La estrategia de mantener viva la memoria de las mujeres asesinadas y desparecidas se mostró al visibilizar los nombres de las mujeres. También destaca la denuncia de la trata de mujeres y niñas, así como el rechazo contra la ley de Seguridad Interior.
La exigencia por la legalización del aborto y los derechos reproductivos fue otra de las demandas que se pudieron ver en las pancartas y en los pronunciamientos en el contexto de las movilizaciones del 8 de marzo en más de 10 estados de la república, evidenciando el carácter patriarcal del Estado y los profundos impactos de la violencia en el tejido social que están afectando las vidas de las mujeres, principalmente en algunos estados en donde se tienen que enfrentar con situaciones de alto riesgo; desde el traslado cotidiano que les obliga a tomar medidas de seguridad, establecer redes de protección, hasta las activistas y defensoras de derechos humanos, quienes enfrentan agresiones, amenazas de muerte, lo que les obliga a vivir con protocolos de seguridad para protegerse ellas y sus familias.
Asimismo, el llamado a la Huelga Internacional repercutió en el sindicalismo independiente, por fuera de las burocracias sindicales cómplices de las políticas neoliberales, mujeres sindicalistas, con amplia trayectoria de lucha se sumaron utilizando la herramienta de la huelga para visibilizar el trabajo no reconocido que realizan las mujeres. En el ámbito laboral denunciaron el incremento de las condiciones de precariedad de las mujeres, destacando la inestabilidad laboral, los despidos injustificados por embarazo, y demandaron salarios dignos para las mujeres, y el derecho a la seguridad social.
Pero este año el 8M en México fue muy diferente. En el contexto previo destaca la lucha en contra del acoso sexual de mujeres estudiantes en las universidades, que ha generado redes para enfrentar la inseguridad, la violencia sexual y feminicida en donde el tema de la autodefensa se vuelve uno de los más sensibles. Las autoridades universitarias aún no logran ir al fondo del problema que indudablemente requiere de voluntad, y encarar la magnitud de cambios que se requieren implementar y asumir que el acoso sexual permea a las universidades y generar las estrategias para la protección y apoyo a las jóvenes y activistas feministas universitarias.

La otra ruta: el Encuentro de Mujeres que Luchan, las zapatistas.
Muchas mujeres de muy diversos colectivos y movimientos que participaron activamente en la Huelga del año pasado, en su mayoría ubicadas en una perspectiva anticapitalista y de lucha contra el capitalismo patriarcal se lanzaron respondieron a la convocatoria de las zapatistas.
El 20 de diciembre de 2017, el Comité Clandestino Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, hizo una invitación a las “mujeres rebeldes del mundo” al Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural a las “mujeres que luchan resisten y se rebelan en contra del sistema capitalista machista y patriarcal”. Firmada por las Comandantas: Jésica, Esmeralda, Lucía, Zenaida y la Niña Defensa Zapatista. La cita fue en el Caracol de Morelia, zona de Tzotz Choj, Chiapas, México, los días 8, 9 y 10 de marzo.
Se trataba de una convocatoria amplia a todas las mujeres de México y del mundo, en donde se lee que para el registro al Encuentro: “No importa tu edad, tu color, tu tamaño, tu credo religioso, tu raza, tu modo, sólo importa que eres mujer y que luchas como sea en contra del capitalismo patriarcal y machista”.
Y algo que sorprendió y rebasó las expectativas de la convocatoria fue la asistencia de más de 7 mil mujeres que lograron arribar al lugar de la cita después de largas horas de viaje desde remotas ciudades, comunidades, pueblos indios, países. 2 mil zapatistas de los cinco Caracoles durante meses prepararon colectivamente esta primera reunión de gran magnitud. Para ellas fue una nueva experiencia, donde la comandanta Ramona siempre estuvo presente.
Para las visitantes fue una experiencia nunca vivida, para algunas, así lo dicen, fue como “la utopía”, ”fuerte”, “único”, hasta “lloraron”.
Sin duda, las zapatistas lograron crear una temporalidad autónoma y una tierra para las mujeres, un espacio sólo para las mujeres, dentro y junto con pegado de otra autonomía, la de los Caracoles. Muchas de las participantes nunca habían estado en tierras zapatistas, y dicen que se sintieron seguras y confiadas, y esto nos es cualquier cosa. La invitación fue para “hablar, escuchar, mirarnos y festejarnos”. Y así fue.

8 de marzo. Muy temprano las mañanitas
En este día las zapatistas hablaron de su proceso organizativo y de sus luchas y hacen colectiva su preocupación porque algo está pasando: “es que nos están matando, que nos matan por ser mujeres, como que es nuestro delito y nos ponen la sentencia de muerte”. La suave música de las palabras de las zapatistas explica con la metáfora del monte, que así le dicen ellas: “En todo el mundo podemos decir que hay mujeres, un bosque de mujeres, que lo que las hace iguales es que son mujeres”. Somos iguales porque todas somos mujeres y somos diferentes como los arboles del monte, que son pino, ocote y otros. Un encuentro por la vida donde las mujeres resonaron, fueron espejos, bailaron, cantaron, hicieron rituales, jugaron, compartieron sobre el autocuidado, sexualidad, el amor romántico, las relaciones de las mujeres en las organizaciones mixtas, la medicina alternativa para estar sana; se encontraron con las familiares víctimas de feminicidio y muchas más. Un encuentro de nuevo tipo, profundo, de asombros, descubrimientos, reconocimiento y recargue de energías.
Las velas de la despedida. Al final las zapatistas se despiden: ”..te lo está diciendo una mujer zapatista mientras te da un abrazo y te dice al oído, en tu lengua, en tu modo, en tu tiempo: No te rindas, no te vendas, no claudiques”.
Los acuerdos: seguir vivas, seguir luchando, segundo encuentro el próximo año y también encuentros en los lugares de origen de las asistentes.

*Directoras de Cuadernos Feministas.

Necesitamos un feminismo para el 99%. Por eso las mujeres haremos huelga este año 2018

Angela Davis, Nancy Fraser, Linda Alcoff, Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya, Rosa Clemente, Zillah Eisenstein, Liza Featherstone, Barbara Smith y Keeanga-Yamahtta Taylor

El 8 de marzo del año pasado nosotras, mujeres de todo tipo, marchamos, dejamos de trabajar y tomamos las calles en cincuenta países alrededor del mundo. En los Estados Unidos, nos unimos, marchamos, dejamos los platos a los hombres en todas las ciudades más importantes del país y en innumerables ciudades más pequeñas. Cerramos tres distritos escolares para demostrarle al mundo, una vez más, que mientras nosotras sostenemos la sociedad, tenemos también el poder de dejar de hacerlo.

El 8 de marzo vuelve y las cosas empeoraron para nosotras en este país.
En el primer año de la administración de Trump, no sólo fuimos atacadas con violencia verbal y amenazas misóginas bajo la apariencia de declaraciones oficiales: el régimen de Trump puso en marcha políticas que van a hacer que esos ataques continúen contra nosotras a través de formas profundamente institucionales.
La Ley de Recorte de Impuestos y Empleos les quita los beneficios a los y las trabajadoras de bajos salarios, de los cuales la gran mayoría son mujeres. Planea atacar con salvajismo a Medicaid y Medicare, los únicos dos programas de salud que quedan en este cruel paisaje neoliberal, para apoyar a las y los ancianos, pobres, enfermos y discapacitados, la planificación familiar y niñas y, por lo tanto, para las mujeres, que hacen la mayor parte del trabajo de cuidados. Y mientras la ley le niega atención médica a las y los niños migrantes, introduce un fondo de ahorro universitario para los y las “niñas por nacer”, una manera escalofriante de establecer por una vía legal los “derechos” del/a “niña por nacer” atacando así nuestro derecho fundamental a tomar decisiones sobre nuestros propios cuerpos.

Pero esa no es toda la historia.
Con estos múltiples frentes de batalla abiertos contra nosotras, no nos hemos acobardado. Nosotras también hemos contra atacado.
Cuando en el otoño pasado mujeres con visibilidad pública y acceso a los medios internacionales decidieron romper el silencio sobre el acoso y la violencia sexual, las compuertas finalmente se abrieron y una corriente de denuncias públicas inundó la red. Las campañas #MeToo, #UsToo y #TimesUp visibilizaron lo que la mayoría de las mujeres ya sabían: ya sea en el trabajo o en la casa, en las calles o en el campo, en las cárceles o en los centros de detención para migrantes, la violencia de género con sus diferentes impactos racistas, acecha la vida cotidiana de las mujeres.
Lo que también quedó claro es que el silencio público sobre lo que siempre hemos conocido, soportado y contra lo que hemos luchado, no existe simplemente porque tenemos miedo o vergüenza de hablar: el silencio se impone. Lo imponen las leyes del Congreso, que hacen que las mujeres deban pasar casi un año de consejería obligatoria y mediación, si se atreven a presentar una denuncia. El silencio está influido por un sistema de justicia penal que rechaza como rutina los relatos de las mujeres usando niveles suplementarios de intimidación y violencia. En los campus universitarios, administradores bien dispuestos saben encontrar vías “legales” para proteger a la institución y al agresor, mientras arrojan a las mujeres a los lobos. Los fundamentos racistas de estos procedimientos legales exigen compromisos de fondo.
#Metoo, #UsToo y #TimesUp no sólo han expuesto a los violadores y misóginos, sino que hicieron un tajo en el velo que oculta a las instituciones y las estructuras que les habilitan esa conducta.
La violencia machista de corte racial es internacional, como debe ser la campaña en su contra. El imperialismo estadounidense, el militarismo y el colonialismo fomentan la misoginia en todo el mundo. No es coincidencia que Harvey Weinstein, en sus largos años de tratar de silenciar y aterrorizar a las mujeres, usara la empresa de seguridad Black Cube, formada por ex agentes del Mossad y otras agencias de inteligencia israelíes. Sabemos que el mismo Estado que envía dinero a Israel para tratar con brutalidad a la palestina Ahed Tamimi y su familia, también financia las cárceles en las que mujeres afroamericanas como Sandra Bland y otras han muerto.
Entonces, el 8 de marzo haremos huelga contra la violencia de género, contra los hombres que cometen actos de violencia y contra el sistema que los protege.
Creemos que no fue accidental que nuestras hermanas con posición social fueran las que primero hicieron visible lo que todos sabíamos. Su capacidad para hacerlo fue más fuerte que nuestras hermanas de bajos ingresos, a menudo de color, que limpian habitaciones en ese lindo hotel de Chicago o las hermanas que recogen frutas en los campos californianos.
La gran mayoría de nosotras no hablamos fuerte porque no tenemos un poder colectivo en nuestros lugares de trabajo y fuera de ellos se nos niega cobertura social, como la atención médica gratuita. El trabajo, con su salario bajo, con su gerente intimidante y su jefe abusivo, con sus largas horas, se convierte en lo único que tenemos miedo de perder, ya que es el único medio para llevar los alimentos a nuestras familias y poder cuidar a nuestros y nuestras enfermas.
No mantenemos nuestra boca cerrada. Nos vemos obligadas a mantener la boca cerrada por el capitalismo.
Entonces, el 8 de marzo hablaremos claro, personalmente, en contra de los abusadores individuales que tratan de arruinar nuestras vidas, y hablaremos colectivamente contra la inseguridad económica de la que quieren impedir que hablemos.
Vamos a parar porque queremos exponer a nuestros abusadores personales. Y haremos huelga porque necesitamos seguridad social y trabajos que tengan salarios dignos para poder alimentar a nuestras familias, así como el derecho a sindicalizarnos , en caso de que nos despidan por defendernos del abuso.
Luego entonces, el 8 de marzo haremos huelga en contra del encarcelamiento masivo, la violencia policial y los controles fronterizos, contra la supremacía blanca y las guerras imperialistas estadounidenses, contra la pobreza y la violencia estructural en nuestras escuelas y hospitales, que envenena nuestra agua y alimentos y nos niega la justicia reproductiva.
Y vamos a parar por los derechos laborales, la igualdad de derechos para todos y todas las y los migrantes, por un salario digno y equitativo, porque la violencia sexual en el lugar de trabajo puede agravarse cuando no tenemos los medios para una defensa colectiva.
El 8 de marzo de 2018 será un día del feminismo para el 99%: un día de movilización de las mujeres negras y morenas, de las cis y bi, de las lesbianas y las mujeres trans, de las pobres y las de bajos salarios, de las que hacen trabajos de cuidado no remunerados, de las trabajadoras sexuales y las migrantes.

El 8 de marzo #NosotrasParamos: Linda Alcoff, Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya, Rosa Clemente, Angela Davis, Zillah Eisenstein, Liza Featherstone, Nancy Fraser, Barbara Smith, Keeanga-Yamahtta Taylor.

Notas
  1. Este llamado fue publicado en inglés en el periódico The Guardian, el 27 de enero de 2018, durante el proceso de preparación de la Huelga Internacional de Mujeres. El texto en su versión en castellano fue tomado de la pagina: http://latfem.org/necesitamos-un-feminismo-para-el-99-por-eso-las-mujeres-haremos-huelga-este-ano/. La edición es de Cuadernos Feministas.

De “Ideología de género”, política y otras…


Lydia Alpízar Durán*

Blindar la familia”; “¡con mi hijo no te metas!”; “parejas gay no deben adoptar”; “¡dejen a los niños en paz!”; “derecho primario de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas”; “40 días por la vida”. Estas son algunas de las frases que hemos comenzado a escuchar cada vez más en medios de comunicación, en discursos de candidatos y candidatas, en autobuses, en sermones de predicadores de distintas iglesias, en líderes de opinión. Todas estas expresiones forman parte de una gran cruzada que avanza desde hace poco más de dos décadas: conservadores, reaccionarios, fundamentalistas religiosos, grupos de derecha. O sea, toda una banda de gente e instituciones que están empeñadas en obstaculizar cualquier avance que tenga que ver con derechos reproductivos, derechos humanos de las mujeres, derechos de la población LGBTTI, o que hacen todo para echar para atrás los logros que con tanto esfuerzo ganaron las luchas de movimientos feministas y por la diversidad sexual en las últimas décadas. Es una batalla que tiene un giro más bien en lo discursivo o de construcción de nuevas narrativas y significados, todas y todos utilizan una amplia sombrilla para denominar estos temas, agendas y ‘su propósito maligno de destruir la familia, la sociedad, la moralidad, promoviendo la depravación y la violencia’, es decir, la “Ideología de Género”.
La cruzada conservadora contra la llamada “Ideología de género”, según la feminista brasileña Sonia Corrêa, tiene sus orígenes en las conferencias de las Naciones Unidas de los años noventa (en particular la Conferencia sobre Población y Desarrollo y la Conferencia Mundial de la Mujer) en las que el término “género” fue integrado por primera vez en acuerdos multilaterales entre gobiernos, siendo fundamental para el avance de los derechos humanos de las mujeres, los derechos reproductivos y los derechos sexuales a nivel global, y fueron marco para el desarrollo de políticas públicas a nivel regional, nacional y local en las décadas siguientes. Desde los años noventa, las y los conservadores desarrollaron sin mucho éxito estrategias para atacar al concepto de género, intentando sacarlo de diversos acuerdos internacionales. Finalmente, decidieron que más que eliminar el concepto “género”, se enfocarían en cambiar su significado y plantear la “ideología de género” como marco a atacar, matizando en muchos casos sus argumentos y estrategias.
Durante mucho tiempo desde nuestros movimientos descalificábamos estos discursos y a quienes los difundían, les llamábamos “locos”, “ignorantes”, “ridículos”, “manipuladores” y no pusimos, quizá, suficiente atención en las estrategias y el poder que estaba creciendo detrás suyo. Y es que grupos neopentecostales, en alianza con los sectores retrógrados de la iglesia católica y otras religiones cristianas, con partidos políticos de derecha, izquierda y centro, así como también sectores empresariales nacionales y transnacionales, han construido fuertes alianzas entre sí y han dado algunos giros en las estrategias que utilizaron en el pasado, teniendo gran éxito no sólo en América Latina sino también en otras regiones del mundo (notoriamente en Europa, oriental como occidental, así como en África y los Estados Unidos de América).

¿Qué es ideología de género?
Para estos actores conservadores, después de mucho estudiar las estrategias utilizadas por los movimientos feministas y LGBTI, así como de nuestros y nuestras aliadas; han venido construyendo en los últimos años una serie de estrategias nuevas o renovadas que han probado ser bastante efectivas para influir en la construcción de discurso y creación de imaginarios sociales, así como también en ganar adeptos y adeptas y poder formal en espacios políticos mediante su participación activa en partidos políticos y desde la propia sociedad civil organizada. Algunas de estas estrategias han sido:

  • Utilizar el lenguaje de derechos humanos para argumentar en favor de sus reivindicaciones, resignificando el contenido de algunos conceptos básicos y fundantes de derechos humanos en sí y afectando la propia doctrina y jurisprudencia de los derechos humanos (por ejemplo, la promoción del reconocimiento de la categoría “valores tradicionales” o la disputa de qué se entiende como “derecho a la vida”).
  • Utilizar un lenguaje “académico” o “científico” para respaldar sus argumentos, produciendo investigaciones académicas y atacando fuertemente a los programas de estudios de género de diversas universidades. Hacen, por ejemplo, una revisión crítica y en muchos casos distorsionadora de autoras clave feministas.
  • Vinculan a los feminismos y las luchas por el respeto a la diversidad sexual y los derechos de las población LGBTI con el comunismo y lo que denominan “nueva izquierda” (en donde llegan a incluir también otros movimientos sociales), construyendo así un ‘nuevo enemigo’ y sembrando miedo.
  • Fortalecen sus estrategias de reclutamiento y formación de las y los jóvenes como actores clave en la promoción activa de sus mensajes y de apoyo a su militancia.
  • Atacan de manera frontal a las y los actores clave que han hecho aportes vitales en la lucha por la justicia de género, los derechos reproductivos o derechos de la población LGBTI; por ejemplo, Judith Butler, atacada en Brasil en el otoño pasado en distintos eventos públicos.
  • Desarrollan narrativas que conectan más con lo irracional y lo emocional en las personas y comunidades, utilizando mensajes simplistas, pero muy dramáticos o incluso explosivos con los que las personas conectan, se sienten identificadas y son movilizadas a actuar (¡incluso a votar!).
  • Vincular de manera efectiva la existencia y accionar de los grupos feministas o LGBTI con acciones y agendas que según ellos y ellas promueven la violencia y la ruptura social, promoviendo el miedo tan efectivo en estos días como constructor de hegemonías y de poder entre el electorado.
  • Crean partidos políticos o influyen fuertemente en partidos políticos e instituciones del Estado (por ejemplo los órganos legislativos) para ganar poder y tener cada vez mayor capacidad de influir de manera directa en procesos legislativos y de políticas públicas.
  • Construyen una amplia gama de productos culturales que ayudan a difundir sus ideas y reivindicaciones de manera creativa, lúdica y divertida, por ejemplo a través de la música, el baile, teatro, fanzines, programas (o la propiedad incluso) de televisión y la radio. En muchos países de la región las iglesias cristianas son dueñas de más medios de comunicación masiva que los propios estados.

Pero lo cierto es que la coyuntura política ante la que estamos, la presencia activa y fuerte de las y los actores evangélicos, católicos fundamentalistas y otros que levantan la bandera de la lucha contra la “ideología de género” están teniendo un impacto que va más allá de lo discursivo, con implicaciones concretas en la vida de mujeres y personas LGBTI, así como en la laicidad de los estados, en nuestras democracias. Hay algunos ejemplos recientes de dichos impactos que son bastante devastadores.
El discurso contra la ideología de género fue utilizado de manera efectiva en favor del NO en el plebiscito realizado en Colombia para votar en favor o en contra del Acuerdo de Paz. Las iglesias católica y evangélica participaron activamente en la campaña en contra del Acuerdo, dado que éste se convertiría en el primer acuerdo de paz del mundo que incluía apartados y lenguaje específico sobre igualdad de género y derechos de la población LGBTI.
La participación beligerante y clave de actores evangélicos en el proceso de destitución de la Presidenta Dilma Roussef en Brasil y el triunfo electoral de candidatos evangélicos en lugares clave de ese país, como por ejemplo en el gobierno de Río de Janeiro, así como el desmantelamiento de legislación y política pública fundamental para la justicia social y racial y los derechos humanos que habían sido logrados en este país en las últimas tres décadas.
Más recientemente, lo que han denominado el “shock religioso” que impactó fuertemente la primera ronda de la elección presidencial de Costa Rica el pasado domingo, 4 de febrero, donde el candidato evangélico Fabricio Alvarado (que a finales del 2017 tenía tan sólo un 2% de apoyo electoral) fue catapultado al primer lugar ante una fuerte reacción de una gran parte del electorado tico en contra de una opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que hacía un llamado a que Costa Rica y otros países de América Latina legalicen los matrimonios entre personas del mismo sexo. Alvarado supo utilizar su postura contra el matrimonio igualitario y su discurso contra la “ideología de género” para ganar apoyo de manera sorprendente y es el candidato favorito a ganar la segunda vuelta el 1 de abril.
El aumento de la intolerancia y la falta de respeto por la diversidad entre seres humanos y humanas es notable, con un aumento destacado del fascismo, con discursos sumamente violentos que se traducen en una mayor incidencia de crímenes de odio por homofobia y transfobia, así como también violencia contra activistas y voceras, voceros de las agendas feministas y por los derechos de la población LGBTTI.
Y entonces ante este panorama, ¿qué nos queda? Yo pienso que no podemos seguir enfrentándonos a estas y estos actores con las viejas estrategias de siempre, o sea, responder con datos fríos y argumentos racionales en esta época de fake news en que la gente está sedienta de conectar y vincularse, de tener en su vida cosas que den sentido y le diviertan.
Como dice Cecilia Delgado, investigadora de la UNAM, no podemos ganar esta batalla discursiva simplemente confrontando o violentando su discurso, porque eso sólo termina reafirmando lo que ya piensan o dicen de las feministas o los movimientos LGBTI, tenemos que ser mucho más sofisticadas en nuestras estrategias de contra-argumentación o respuesta.
Descalificar de entrada lo que parece simple locura, fanatismo o ignorancia, tenemos que abrirnos, mirar más allá y entender todo el fenómeno social (y en muchos casos económico y político) que hay detrás.
Enfocarnos principalmente en las cuestiones legislativas o de política pública, sin plantearnos de qué manera se puede conectar con públicos más amplios, más diversos, con personas que no son aquellas con las que coincidimos, construir puentes, encontrarnos, construir comunidad más allá de las y los convencidos en nuestras agendas y discursos.
Evidentemente la tarea que tenemos frente es enorme, en especial ante el complicado contexto de creciente desigualdad y violencia que vivimos en México. Sin embargo, creo tenemos que plantearnos fortalecer algunas de las siguientes iniciativas o simplemente innovar.
Hay que entrar con fuerza a la batalla cultural, de construcción de sentidos, discursos, narrativas con las que las personas conecten, que resuenen a felicidad y a vida plena y que apoyen nuestras agendas, sin ser maniqueos o simplistas –que exploten la creatividad inmensa que tenemos entre nuestros movimientos.
Hay que estudiar mejor a esta gama de actores que empujan estas agendas contra la llamada “Ideología de género”, para conocerles mejor, entender no sólo de dónde vienen y quiénes son, sino cómo se organizan, qué les mueve y apasiona de su lucha, cómo conectan con sus causas, de dónde se financian.
Hay que usar entonces diversas expresiones artísticas como vehículos importantes para llegar a públicos inusuales, no convertidos, en disputa, mediante el teatro y cabaret, la música, carteles, fanzines y otras formas artísticas que ayuden a que la gente conecte desde un lugar no racional con nuestras visiones de mundo, con nuestros sueños.
La batalla discursiva tiene que darse tanto en redes sociales como en otros medios de comunicación masiva y tenemos que estar atentas porque la tendencia es a que haya un vaciamiento de significado en los discursos, donde ellas y ellos utilizan argumentos similares a los nuestros, dejando algunos de nuestros términos y conceptos sin sentido o distorsionándolos a tal nivel que ya no nos son tan útiles.
Hay que hacer alianzas fuertes y diversas entre nosotras y nosotros, feministas, activistas, artivistas, artistas, ciberfeministas, etc., tender puentes con otros movimientos sociales y actoras, actores con quienes no hemos construidos alianzas aún. Tenemos que construir fuerza social que contrarreste la fuerza creciente que estos actores han logrado construir en un plazo relativamente corto de tiempo.
La coyuntura político electoral mexicana no está exenta de todas estas dinámicas de poder, de estas disputas. No sólo por la presencia activa de un partido evangélico en alianza con Morena, sino también por la multiplicidad de actores que avanzan estas agendas contra la llamada “ideología de género” en el terreno electoral, más allá del PES (un ejemplo muy reciente: el candidato del PRI al gobierno de la Ciudad de México en sus declaraciones contra el matrimonio igualitario, la adopción de parejas gays, hechas en esta última semana). Lo cierto es que tenemos poco tiempo para actuar en el proceso electoral del 2018, pero es claro que esta es una lucha de largo plazo, en la que nuestros derechos, las democracias y nuestros sueños tienen mucho que perder si no logramos sumar fuerza, construir poder y ser más listas, listos y creativas, creativos que todos estos actores juntos.

***

En solidaridad con Sandra Peniche y las compañeras de la Clínica de Servicios Humanitarios en Salud Sexual y Reproductiva, en Mérida, Yucatán, que enfrentan esta semana una campaña liderada por fundamentalistas en contra de los vitales servicios que proporcionan a las mujeres y población yucateca.

Febrero 15, 2018
Este artículo fue publicado originalmente en http://lasreinaschulasac.org/de-ideologia-de-genero/
*Datos Lidia Alpizar