Por
Rocío Duque.
Ángel Pérez sintió que algo frío y metálico lo penetraba.
Probablemente era el arma de uno de los dos policías que detrás de él lo amenazaban con enviarlo a la temida prisión de Cook County y le decían, divertidos, lo que allá le pasaría: “Van a pensar que eres una putita sexy…” “He escuchado que ahí hay un negro grandote que tiene una verga que se siente como una pistola en tu culo”
Entonces - contó Ángel a The Guardian - empezó a temblar sin control; era el primer ataque de pánico de los varios que la experiencia de ser violado le dejaría.
Era octubre 21 de 2012 cuando los policías Jorge López y Edmund Zablocki lo detuvieron en las calles de Chicago. Querían que él sirviera para tenderle una celada a un vendedor de drogas que ocasionalmente lo surtía de marihuana. Tenía, le dijeron, que pretender comprarle $ 170 dólares en heroína. Ángel se negó. Fue entonces que lo llevaron a Homan Square, una especie de bodega que por años ha sido utilizada por la policía para desaparecer temporalmente a prisioneros, usualmente negros e hispanos pobres. Un “hoyo negro” al estilo de los usados por la CIA alrededor del mundo, donde con impunidad los sospechosos de terrorismo son torturados.
Una serie de artículos publicados por The Guardian a principios de este año expuso lo que había sido por mucho tiempo un secreto público. Ahí, en Homan Square, no hay registros de detenidos, ni información sobre ellos a familiares o abogados, ni llamada telefónica, ni lectura de derechos Miranda, ni acceso a los defensores ni a la prensa y los detenidos ni siquiera saben de qué se les acusa. Torturas psicológicas y físicas son rutina. ¿Suena familiar?
Olvídense de las fantasías que han visto en las series policíacas de televisión.
Pero Ángel no sólo vivió para contarla, sino que ha demandado al departamento de policía, junto con otras víctimas. Todas ellas objeto de diversos abusos, aunque hasta el momento Ángel Pérez es el único cuyo testimonio y la evidencia (Existe incluso un video de su internamiento al sótano donde todo ocurrió.) implican a los policías en violación.
Ángel no quiere llamar a lo que le sucedió violación. Una reacción común en hombres víctimas de violencia sexual, pero sin duda califica perfectamente como tal de acuerdo a la definición del Departamento de Justicia de los Estados Unidos:
“La penetración, no importa cuán leve, de la vagina o ano con cualquier parte del cuerpo o con un objeto; o la penetración oral por el órgano sexual de otra persona, sin el consentimiento de la víctima.”
Ángel Pérez sintió que algo frío y metálico lo penetraba.
Probablemente era el arma de uno de los dos policías que detrás de él lo amenazaban con enviarlo a la temida prisión de Cook County y le decían, divertidos, lo que allá le pasaría: “Van a pensar que eres una putita sexy…” “He escuchado que ahí hay un negro grandote que tiene una verga que se siente como una pistola en tu culo”
Entonces - contó Ángel a The Guardian - empezó a temblar sin control; era el primer ataque de pánico de los varios que la experiencia de ser violado le dejaría.
Era octubre 21 de 2012 cuando los policías Jorge López y Edmund Zablocki lo detuvieron en las calles de Chicago. Querían que él sirviera para tenderle una celada a un vendedor de drogas que ocasionalmente lo surtía de marihuana. Tenía, le dijeron, que pretender comprarle $ 170 dólares en heroína. Ángel se negó. Fue entonces que lo llevaron a Homan Square, una especie de bodega que por años ha sido utilizada por la policía para desaparecer temporalmente a prisioneros, usualmente negros e hispanos pobres. Un “hoyo negro” al estilo de los usados por la CIA alrededor del mundo, donde con impunidad los sospechosos de terrorismo son torturados.
Una serie de artículos publicados por The Guardian a principios de este año expuso lo que había sido por mucho tiempo un secreto público. Ahí, en Homan Square, no hay registros de detenidos, ni información sobre ellos a familiares o abogados, ni llamada telefónica, ni lectura de derechos Miranda, ni acceso a los defensores ni a la prensa y los detenidos ni siquiera saben de qué se les acusa. Torturas psicológicas y físicas son rutina. ¿Suena familiar?
Olvídense de las fantasías que han visto en las series policíacas de televisión.
Pero Ángel no sólo vivió para contarla, sino que ha demandado al departamento de policía, junto con otras víctimas. Todas ellas objeto de diversos abusos, aunque hasta el momento Ángel Pérez es el único cuyo testimonio y la evidencia (Existe incluso un video de su internamiento al sótano donde todo ocurrió.) implican a los policías en violación.
Ángel no quiere llamar a lo que le sucedió violación. Una reacción común en hombres víctimas de violencia sexual, pero sin duda califica perfectamente como tal de acuerdo a la definición del Departamento de Justicia de los Estados Unidos:
“La penetración, no importa cuán leve, de la vagina o ano con cualquier parte del cuerpo o con un objeto; o la penetración oral por el órgano sexual de otra persona, sin el consentimiento de la víctima.”
EL
CRIMEN QUE NO EXISTE
El
año pasado, la encuesta sobre crímenes (National
Crime Victimization Survey)
encontró que en 40 mil casas encuestadas sobre delitos sexuales y
violación, en 38% de los casos las victimas fueron hombres. La cifra
era tan sorprendente en comparación a los porcentajes de anteriores
encuestas (5 a 14%) que iniciaron una nueva evaluación para checar
si había errores. No, el resultado era correcto. La explicación
podría ser que los hombres estaban ahora más dispuestos a
denunciar. (Información extensa en: When
Men Are Raped
Como
es sabido, la violación es uno de los crímenes menos denunciados.
La vergüenza; el ostracismo o incredulidad al que las víctimas son
condenadas (a veces por sus propias familias y comunidades); la
maraña legal que implica; el sensacionalismo que los medios
alimentan y, sobre todo, la impunidad que resulta de las denuncias,
son algunas de las razones por las que victimas de este delito la
piensan dos veces antes de acudir a la policía. Y qué decir cuando
los perpetradores son miembros de la policía misma.
Si todo esto pasa cuando la víctima es una mujer o un/a menor de edad, habrá que agregar el estigma especifico que hombres violados deben soportar. Un hombre violado,” no es más un hombre.”
Y los mitos: “Los hombres de verdad –léase, heterosexuales - NUNCA son violados.”, “Los hombres homosexuales quieren ser violados”, que no son muy diferentes a los que chicas y mujeres enfrentan: “Una violación solo ocurre cuando las mujeres la provocan”.
Se estima que, en el mejor de los casos, sólo 1 de cada 10 hombres violados lo reporta.
Si todo esto pasa cuando la víctima es una mujer o un/a menor de edad, habrá que agregar el estigma especifico que hombres violados deben soportar. Un hombre violado,” no es más un hombre.”
Y los mitos: “Los hombres de verdad –léase, heterosexuales - NUNCA son violados.”, “Los hombres homosexuales quieren ser violados”, que no son muy diferentes a los que chicas y mujeres enfrentan: “Una violación solo ocurre cuando las mujeres la provocan”.
Se estima que, en el mejor de los casos, sólo 1 de cada 10 hombres violados lo reporta.
LOS
NÚMEROS
Si
es difícil establecer el número real de violaciones a mujeres y
menores, aún lo es más en los casos de hombres adultos, un crimen
mucho menos denunciado y reconocido.
Diversos estudios arrojan dispares resultados. De hecho, el seguimiento es fortuito y frecuentemente no se desagrega la violación de menores de la de hombres jóvenes o adultos. Y si la violación de hombre a hombre es difícilmente mensurable, la de mujer a hombre es todavía más problemática. Sobre esto regresaremos más adelante.
Por lo pronto, algunos estudios oficiales han encontrado que en los Estados Unidos:
Uno de cada 71 hombres ha sufrido un intento de violación durante su vida.
Uno de cada 21 ha sido obligado a penetrar a alguien
92,748 hombres fueron violados en 1999 según un reporte del Departamento de Justicia
3% de los hombres, o uno de cada 33, ha sido violado en algún momento de su vida, de acuerdo al mismo estudio.
9% de las victimas de asalto sexual y violación entre 1995 y 2010 fueron hombres adultos, señala otro informe.
Diversos estudios arrojan dispares resultados. De hecho, el seguimiento es fortuito y frecuentemente no se desagrega la violación de menores de la de hombres jóvenes o adultos. Y si la violación de hombre a hombre es difícilmente mensurable, la de mujer a hombre es todavía más problemática. Sobre esto regresaremos más adelante.
Por lo pronto, algunos estudios oficiales han encontrado que en los Estados Unidos:
Uno de cada 71 hombres ha sufrido un intento de violación durante su vida.
Uno de cada 21 ha sido obligado a penetrar a alguien
92,748 hombres fueron violados en 1999 según un reporte del Departamento de Justicia
3% de los hombres, o uno de cada 33, ha sido violado en algún momento de su vida, de acuerdo al mismo estudio.
9% de las victimas de asalto sexual y violación entre 1995 y 2010 fueron hombres adultos, señala otro informe.
Obviamente,
la falta de consistencia en las cifras hace que sólo nos sirvan para
establecer que el problema existe, pero no su real dimensión. Estos
son datos de Estados Unidos, en muchos otros países ni siquiera
existen números tentativos o, peor, ni siquiera existe la definición
de este delito como tal.
Sin
embargo, hay mucho más claras muestras documentales de que la
violación a hombres (especialmente de hombre a hombre) es práctica
frecuente en las cárceles, el ejército y las fraternidades
universitarias. Instituciones también con un alto número de
violaciones y abuso sexual a mujeres.
EL
JABÓN EN LA DUCHA
las amenazas que recibió Ángel Pérez cuando era violado en Homan Square, no eran huecas. Todo mundo sabe que hombres son violados en las cárceles de Estados Unidos. De hecho, es considerado popularmente parte del castigo.
Y es parte también del “folclor” popular, el chiste de rigor en fraternidades y bares. El momento inevitable en series y películas de prisión es el del interno que se agacha en la ducha para recoger un jabón dejando expuesto su trasero a los penes erectos de los demás. Dependiendo del tono de la película, se supone que eso es hilarante o vindicativo. ¿No es acaso lo que merece ese depredador social que a su vez probablemente fue también un violador de niños o mujeres?
En Missoula -el último libro del excelente Jon Krakauer sobre las violaciones de mujeres en la universidad de ese nombre en Colorado - cuando finalmente su violador es enviado a prisión, Allison Huguet le dice: “Y, honestamente, yo creo que tu mereces ser violado cada día hasta que tu entiendas lo que esto te hace emocionalmente, hasta que lo comprendas, Beau, hasta que realmente lo lamentes.” (p. 203)
Ciertamente una entiende la furia y el dolor de Allison y suena a “justicia poética”, pero los hombres violados en prisión son mayoritariamente gays, bisexuales y transgénero. Y también es parte del mito homofóbico popular que los hombres gay están deseosos de ser violados.
En todo caso, la aceptación de esta práctica brutal como “justicia natural” contribuye a perpetuar la “normalización” de la violación y la estigmatización de las víctimas: “Le pasa a quien la desea, merece o provoca.”
El problema añejo de los abusos contra prisioneros y prisioneras finalmente fue reconocido en 2003 y el Congreso decretó el Acta para la Eliminación de la Violación en Prisión (Prison Rape Elimination Act) que fue luego firmada como ley. Bajo ésta, entre otras provisiones, para agosto de 2016 unas 8 000 instituciones carcelarias deberán ser auditadas sobre seguridad sexual; cosa que difícilmente se cumplirá ya que hasta marzo de este año sólo lo habían sido 335.
Jael Humprey, abogado de la organización Lambda Legal, entrevistado por el New York Times piensa que “Hay un consenso emergente sobre que las bromas de ‘no tires el jabón’ ya no son graciosas y que la violación no es una pena que nosotros impongamos como sentencia”
La violación como tortura por parte de las autoridades (policías y guardias de prisión, entre otras.) es quizás una de las menos denunciadas, por obvias razones, y una de las más escandalosas cuando finalmente sale a la luz.
En 1997 el inmigrante haitiano Abner Louima fue sodomizado con un palo de escoba en un precinto policíaco de Brooklyn, Nueva York. Louima tuvo que ser llevado de emergencia al hospital, con severas laceraciones rectales, daño en vejiga y otras heridas causadas por la paliza recibida. En el hospital los policías le explicaron a los doctores que las heridas eran resultado de “…actividades homosexuales anormales”. Así que los médicos decidieron denunciar a las autoridades lo que pensaban realmente le había pasado a Abner Louima. De no haber ido al hospital, su historia quizás nunca se habría conocido. Louima obtuvo una indemnización de casi 6 millones de dólares.
Gracias al movimiento por los derechos de los prisioneros y contra la brutalidad policíaca que en los últimos años han encabezado familiares de los internos y organizaciones de derechos humanos y civiles, algunos viejos casos ahora salen a la luz. Sobrevivientes de los famosos disturbios en la prisión de Attica, Nueva York, en 1971 denunciaron que una vez que fue sometida la revuelta, los prisioneros fueron objeto de torturas, entre ellas abuso sexual por parte de los oficiales.
Unas 200 mil personas (de ambos sexos) han sido asaltadas sexualmente al estar detenidas en el periodo de 2011 a 2012, estima el Despacho de Estadísticas de Justicia .
las amenazas que recibió Ángel Pérez cuando era violado en Homan Square, no eran huecas. Todo mundo sabe que hombres son violados en las cárceles de Estados Unidos. De hecho, es considerado popularmente parte del castigo.
Y es parte también del “folclor” popular, el chiste de rigor en fraternidades y bares. El momento inevitable en series y películas de prisión es el del interno que se agacha en la ducha para recoger un jabón dejando expuesto su trasero a los penes erectos de los demás. Dependiendo del tono de la película, se supone que eso es hilarante o vindicativo. ¿No es acaso lo que merece ese depredador social que a su vez probablemente fue también un violador de niños o mujeres?
En Missoula -el último libro del excelente Jon Krakauer sobre las violaciones de mujeres en la universidad de ese nombre en Colorado - cuando finalmente su violador es enviado a prisión, Allison Huguet le dice: “Y, honestamente, yo creo que tu mereces ser violado cada día hasta que tu entiendas lo que esto te hace emocionalmente, hasta que lo comprendas, Beau, hasta que realmente lo lamentes.” (p. 203)
Ciertamente una entiende la furia y el dolor de Allison y suena a “justicia poética”, pero los hombres violados en prisión son mayoritariamente gays, bisexuales y transgénero. Y también es parte del mito homofóbico popular que los hombres gay están deseosos de ser violados.
En todo caso, la aceptación de esta práctica brutal como “justicia natural” contribuye a perpetuar la “normalización” de la violación y la estigmatización de las víctimas: “Le pasa a quien la desea, merece o provoca.”
El problema añejo de los abusos contra prisioneros y prisioneras finalmente fue reconocido en 2003 y el Congreso decretó el Acta para la Eliminación de la Violación en Prisión (Prison Rape Elimination Act) que fue luego firmada como ley. Bajo ésta, entre otras provisiones, para agosto de 2016 unas 8 000 instituciones carcelarias deberán ser auditadas sobre seguridad sexual; cosa que difícilmente se cumplirá ya que hasta marzo de este año sólo lo habían sido 335.
Jael Humprey, abogado de la organización Lambda Legal, entrevistado por el New York Times piensa que “Hay un consenso emergente sobre que las bromas de ‘no tires el jabón’ ya no son graciosas y que la violación no es una pena que nosotros impongamos como sentencia”
La violación como tortura por parte de las autoridades (policías y guardias de prisión, entre otras.) es quizás una de las menos denunciadas, por obvias razones, y una de las más escandalosas cuando finalmente sale a la luz.
En 1997 el inmigrante haitiano Abner Louima fue sodomizado con un palo de escoba en un precinto policíaco de Brooklyn, Nueva York. Louima tuvo que ser llevado de emergencia al hospital, con severas laceraciones rectales, daño en vejiga y otras heridas causadas por la paliza recibida. En el hospital los policías le explicaron a los doctores que las heridas eran resultado de “…actividades homosexuales anormales”. Así que los médicos decidieron denunciar a las autoridades lo que pensaban realmente le había pasado a Abner Louima. De no haber ido al hospital, su historia quizás nunca se habría conocido. Louima obtuvo una indemnización de casi 6 millones de dólares.
Gracias al movimiento por los derechos de los prisioneros y contra la brutalidad policíaca que en los últimos años han encabezado familiares de los internos y organizaciones de derechos humanos y civiles, algunos viejos casos ahora salen a la luz. Sobrevivientes de los famosos disturbios en la prisión de Attica, Nueva York, en 1971 denunciaron que una vez que fue sometida la revuelta, los prisioneros fueron objeto de torturas, entre ellas abuso sexual por parte de los oficiales.
Unas 200 mil personas (de ambos sexos) han sido asaltadas sexualmente al estar detenidas en el periodo de 2011 a 2012, estima el Despacho de Estadísticas de Justicia .
Eso
fue lo que un médico militar le dijo a Neal (se omite su apellido)
cuando lo llevaron al hospital para ser tratado después de que fue
violado por sus compañeros de la Marina (Navy). Neal llego ahí en
un tremendo estado de ansiedad y paranoia. Más tarde, él dijo en
entrevista a la revista GQ
que ir al hospital había sido un tremendo error: “Me pusieron en
una sala para enfermos mentales digna de [la película] Atrapados
sin salida y
los doctores me decía: ‘Lo disfrutaste, ¿no es cierto? Vamos,
dinos la verdad.”
El asalto sexual en el ejército es tan común que el presidente Obama declaró sobres el asunto después de reunirse con el secretario de Defensa y otros altos jefes de los diversos organismos militares, que el problema debería ser enfrentado y corregido y que representaba en sí mismo una amenaza a la seguridad nacional. Una declaración sin precedentes de quien era también comandante en jefe de las fuerzas armadas.
El Pentágono reconoce que alrededor de 13, 000 del millón 200 mil hombres que sirven en las fuerzas armadas sufrieron algún tipo de ataque sexual en el 2012. Así como 12 100 de las 203 mil mujeres en uniforme. El asalto sexual en las fuerzas armadas se ha incrementado hasta en un 64% desde 2006.
Hombres y mujeres en el ejército y la marina sufren además amenazas y acoso cuando denuncian.
“En muchas de las áreas de lo militar todavía se ve a los hombres [violados] como si lo hubieran querido o como homosexuales. Eso no es correcto para nada. Este es un crimen de poder y control”, dice Brian Lewis, un marino sobreviviente de violación.
Si las mujeres han enfrentado durante años la falta de servicios de apoyo a víctimas de crímenes sexuales, en el caso de hombres es aun peor. Por otro lado, no es fácil que un hombre decida denunciar y pedir apoyo en un ambiente como el del ejército, en el que homofobia (hasta hace muy poco estaba prohibido a hombres gay entrar a las fuerzas armadas.), machismo, sometimiento y obediencia son partes fundamentales de su ideología. “La cultura militar está construida sobre un tenue balance de agresión y obediencia” explica el artículo de GQ citado arriba.
El Pentágono estima que entre un 80% y un 90% de agresiones sexuales no son reportadas.
Pero el reconocimiento de las cifras no significa que la cultura militar haya cambiado mucho en la práctica.
Un nuevo reporte sobre el asunto ha encontrado que el trauma por asaltos sexuales entre hombres en la milicia es 15 veces mayor de la estimación previa. Según el mismo, 67% de las mujeres y 81% de los hombres no reportan este tipo de asaltos. (Psychological Services). De acuerdo al mismo estudio, 50% de los asaltos sexuales en la milicia podrían ser contra hombres, quienes son reticentes a denunciar.
El asalto sexual en el ejército es tan común que el presidente Obama declaró sobres el asunto después de reunirse con el secretario de Defensa y otros altos jefes de los diversos organismos militares, que el problema debería ser enfrentado y corregido y que representaba en sí mismo una amenaza a la seguridad nacional. Una declaración sin precedentes de quien era también comandante en jefe de las fuerzas armadas.
El Pentágono reconoce que alrededor de 13, 000 del millón 200 mil hombres que sirven en las fuerzas armadas sufrieron algún tipo de ataque sexual en el 2012. Así como 12 100 de las 203 mil mujeres en uniforme. El asalto sexual en las fuerzas armadas se ha incrementado hasta en un 64% desde 2006.
Hombres y mujeres en el ejército y la marina sufren además amenazas y acoso cuando denuncian.
“En muchas de las áreas de lo militar todavía se ve a los hombres [violados] como si lo hubieran querido o como homosexuales. Eso no es correcto para nada. Este es un crimen de poder y control”, dice Brian Lewis, un marino sobreviviente de violación.
Si las mujeres han enfrentado durante años la falta de servicios de apoyo a víctimas de crímenes sexuales, en el caso de hombres es aun peor. Por otro lado, no es fácil que un hombre decida denunciar y pedir apoyo en un ambiente como el del ejército, en el que homofobia (hasta hace muy poco estaba prohibido a hombres gay entrar a las fuerzas armadas.), machismo, sometimiento y obediencia son partes fundamentales de su ideología. “La cultura militar está construida sobre un tenue balance de agresión y obediencia” explica el artículo de GQ citado arriba.
El Pentágono estima que entre un 80% y un 90% de agresiones sexuales no son reportadas.
Pero el reconocimiento de las cifras no significa que la cultura militar haya cambiado mucho en la práctica.
Un nuevo reporte sobre el asunto ha encontrado que el trauma por asaltos sexuales entre hombres en la milicia es 15 veces mayor de la estimación previa. Según el mismo, 67% de las mujeres y 81% de los hombres no reportan este tipo de asaltos. (Psychological Services). De acuerdo al mismo estudio, 50% de los asaltos sexuales en la milicia podrían ser contra hombres, quienes son reticentes a denunciar.
De
acuerdo a esto, el asalto
sexual a hombres en el ejercito seria 100 veces mayor que entre los
civiles.
CUANDO LAS
MUJERES VIOLAN
Hombres que han sufrido violación frecuentemente
no reconocen que lo que les ha pasado es un asalto sexual. Prefieren
darle otro nombre o racionalizarlo como parte de una subcultura
masculina de humillación y rudeza, como las novatadas escolares,
“bullyng” o incluso tortura, pero que no tienen nada que ver con
su sexualidad. Y, si el agresor es agresora, el mundo parece patas
arriba. ¿No se supone que un hombre siempre quiere y está dispuesto
a tener relaciones sexuales con una mujer?, ¿No se supone que él es
el fuerte, el dominante, el conquistador ¿No se supone que un hombre
no puede tener una erección si no lo desea? ¿Cómo denunciarlo sin
quedar en ridículo?
Casos de hombres adultos que han sido obligados a tener relaciones con una mujer contra su voluntad o a practicarle sexo oral son extraordinariamente raros – entre 1.3% y 3% de los casos totales de violaciones a hombres, según un artículo del New York Times - y casi siempre implica coerción o amenazas más que fuerza física, sin embargo algunos pocos casos han salido a la luz. Como el de Cierra Ross en Chicago en 2013, quien a punta de pistola subió a un desconocido a su coche y lo forzó a tener relaciones con otra mujer en el asiento trasero del vehículo.
Y existe la controversia de si es posible la erección involuntaria en estos casos. Un artículo del Clinical Forensic Medicine asegura que sí, que la erección puede producirse sin estimulaciones sexuales, bajo dolor, en situaciones traumáticas y que una erección no significa necesariamente ni consentimiento ni excitación sexual.
Un hombre Hluhluwe (Sudáfrica) reporta haber sido violado por tres mujeres. “Le dije a mi hermana, y ella pensaba que yo estaba bromeando.” Una de las tres mujeres que lo asaltaron, filmaba mientras las otras lo violaban. Cuando el video filmado por la propias perpetradoras apareció en Internet, su hermana y las autoridades finalmente le creyeron y lo animaron a denunciar. De acuerdo a Reese Mann, director de South African Male Survivors of Sexual Abuse (Samssa) (Hombres Supervivientes de Abuso Sexual) uno de cada 6 hombres menores de 18 años han sufrido algún tipo de abuso sexual y el 19.3% de denuncias de abuso corresponden a hombres, pero la policía no las toma en serio.
(Man tells of trauma after being raped by three women).
Casos de hombres adultos que han sido obligados a tener relaciones con una mujer contra su voluntad o a practicarle sexo oral son extraordinariamente raros – entre 1.3% y 3% de los casos totales de violaciones a hombres, según un artículo del New York Times - y casi siempre implica coerción o amenazas más que fuerza física, sin embargo algunos pocos casos han salido a la luz. Como el de Cierra Ross en Chicago en 2013, quien a punta de pistola subió a un desconocido a su coche y lo forzó a tener relaciones con otra mujer en el asiento trasero del vehículo.
Y existe la controversia de si es posible la erección involuntaria en estos casos. Un artículo del Clinical Forensic Medicine asegura que sí, que la erección puede producirse sin estimulaciones sexuales, bajo dolor, en situaciones traumáticas y que una erección no significa necesariamente ni consentimiento ni excitación sexual.
Un hombre Hluhluwe (Sudáfrica) reporta haber sido violado por tres mujeres. “Le dije a mi hermana, y ella pensaba que yo estaba bromeando.” Una de las tres mujeres que lo asaltaron, filmaba mientras las otras lo violaban. Cuando el video filmado por la propias perpetradoras apareció en Internet, su hermana y las autoridades finalmente le creyeron y lo animaron a denunciar. De acuerdo a Reese Mann, director de South African Male Survivors of Sexual Abuse (Samssa) (Hombres Supervivientes de Abuso Sexual) uno de cada 6 hombres menores de 18 años han sufrido algún tipo de abuso sexual y el 19.3% de denuncias de abuso corresponden a hombres, pero la policía no las toma en serio.
(Man tells of trauma after being raped by three women).
En
La
violencia de pareja contra hombres no es tan inusual como podríamos
pensar. ,
publicado por la BBC Mundo,
Mark Brooks, director de la ONG británica ManKind
Initiative, explicó que:
“En México, hay tasas de denuncias del
2%, que es un porcentaje muy pequeño, pero como sabemos las
denuncias no se corresponden con la magnitud del problema. Podríamos
aventurarnos a decir que hay entre 7% y 10% de hogares donde
ocurre este problema"…"Recibimos
entre 8 y 10 llamadas diarias. Al año, atendemos unas 1.500
llamadas…En la mayoría de los casos, las mujeres son identificadas
como las perpetradoras…Hay que acabar con el mito de que algunos
de los hombres que llaman a los servicios de ayuda son agresores
encubiertos…No hay ninguna evidencia que demuestre eso”. Según
Brooks, 80% de los hombres que llaman a ManKind Initiative nunca
le han contado a nadie la situación. "En promedio, han estado
en una relación abusiva por tres años antes de hacer la primera
llamada.”
En
otro artículo de la misma BBC ("Suelta
el cuchillo": el fenómeno oculto de los hombres maltratados por
mujeres), Nelia Tello,
académica de la Escuela Nacional de
Trabajo Social de la Universidad Nacional Autónoma de México,
comentó:
“Imaginemos que un hombre llega a declarar que fue victimizado por
su mujer. Es prácticamente imposible. Sería ridiculizado, se
mofarían de él. …Hablar
de violencia de pareja perpetrada por mujeres contra hombres en
México es para algunos una verdadera osadía, especialmente si se
toma en cuenta que es uno de los países con las tasas de
feminicidios más altas del mundo.”
ARMA
DE GUERRA
“Me
agarraron en la noche y me llevaron a una choza… donde había una
mesa y un pilar. Me dijeron que me abrazara al pilar y me amarraron
las manos...Lo único que recuerdo es que me bajaron los pantalones y
me violaron. Eran tres soldados. Yo no podía gritar porque me
metieron trapos en la boca. Ellos se reían.”
Esta es parte del testimonio de Moses Kamba, sobreviviente de la guerra en el Congo, durante la primera conferencia en Kampala, Ugadanda de hombres víctimas de violación en conflictos.
Otro hombre (se omite su nombre) contó a una de las involucradas en ese proyecto cómo sus captores lo violaban varias veces al día durante los tres años de su cautiverio, lo que lo dejó incontinente. Y cómo él tuvo que observar las violaciones de muchos más, algunos de los cuales murieron a causa de las heridas provocadas por las violaciones tumultuarias.
A Stephen Kigoma (República Democrática del Congo ) lo violaron durante la guerra interna en ese país en 2011. "Ellos mataron a mi padre. Tres hombres me violaron y me dijeron después: 'Eres un hombre, ¿cómo vas a decir que te violaron? Esa fue el arma que utilizaron para silenciarme", declaró.
Esta es parte del testimonio de Moses Kamba, sobreviviente de la guerra en el Congo, durante la primera conferencia en Kampala, Ugadanda de hombres víctimas de violación en conflictos.
Otro hombre (se omite su nombre) contó a una de las involucradas en ese proyecto cómo sus captores lo violaban varias veces al día durante los tres años de su cautiverio, lo que lo dejó incontinente. Y cómo él tuvo que observar las violaciones de muchos más, algunos de los cuales murieron a causa de las heridas provocadas por las violaciones tumultuarias.
A Stephen Kigoma (República Democrática del Congo ) lo violaron durante la guerra interna en ese país en 2011. "Ellos mataron a mi padre. Tres hombres me violaron y me dijeron después: 'Eres un hombre, ¿cómo vas a decir que te violaron? Esa fue el arma que utilizaron para silenciarme", declaró.
El
Refugee
Law Project que trabaja con
refugiados de las guerras en la región, asegura que la violación de
hombres como arma de guerra ha sido largamente ignorada, no sólo por
las autoridades y organismos internacionales de ayuda humanitaria,
sino también por organizaciones de derechos humanos. Esta
ONG publicó una investigación sobre
violencia sexual entre los sudaneses refugiados en el norte de Uganda
en la que señalaba que el 20% de las mujeres habían sido violadas.
Pero también ofreció otro dato revelador: sólo
4% de los hombres habían denunciado
haber sido víctima de violación
("Necesitamos hablar de las violaciones de hombres": el drama oculto de los abusos sexuales masculinos”.)
En 38 de los 53 países de África la homosexualidad está altamente criminalizada y un hombre violado es automáticamente considerado homosexual. Esto no sólo complica la posibilidad de denuncia, sino que pone en grave riesgo la vida de las víctimas.
Frecuentemente escuchamos de la violación de mujeres y niñas como arma de guerra, pero poco se habla de los hombres. Lara Stemple , investigadora del Health and Human Rights Law Project de la Universidad de California, en su estudio Violación de Hombres y Derechos Humanos encontró que prisioneros de guerra alrededor del mundo son frecuentemente sometidos a torturas sexuales, incluyendo violación. Prisioneros políticos y de guerra en Chile, El Salvador, Grecia, Croacia, Irán, Kuwait, la ex Yugoslavia, Siria, Sri Lanka, Libia y muchos otros países han sido sistemáticamente violados. Pero las denuncias son mínimas, ellos guardan silencio. Y hay razones para ello.
“Tanto perpetrador como víctima entran en una conspiración de silencio porque muchos sobrevivientes encuentran frecuentemente que una vez que su historia se descubre ellos pierden el apoyo de la gente que los rodea. Y en las sociedades patriarcales que se encuentran en muchos países en desarrollo, los roles de género están estrictamente definidos…Frecuentemente…las mujeres que descubren que sus esposos han sido violados deciden abandonarlo. Ellas me preguntaban: ‘Y ahora, ¿Cómo voy a vivir con él? ¿Como qué? ¿Es todavía mi marido? ¿Es una esposa? Si lo pueden violar, ¿quién va a protegerme a mí?” cuenta Will Storr en su artículo The rape of men: the darkest secret of war (La violación de hombres: el más obscuro secreto de guerra).
Más de 50 hombres tamiles que han buscado asilo en Europa han declarado que fueron secuestrados, torturados y violados por fuerzas gubernamentales de Sri Lanka. Uno de ellos describió que después de ser secuestrado fue violado 12 veces, colgado cabeza abajo, quemado con cigarrillos y golpeado repetidamente con tubos. Todos ellos fueron acusados de pertenecer al grupo insurrecto Tigres de Tamil. ( 'I want the world to know': Tamil men accuse Sri Lanka of rape and torture)
("Necesitamos hablar de las violaciones de hombres": el drama oculto de los abusos sexuales masculinos”.)
En 38 de los 53 países de África la homosexualidad está altamente criminalizada y un hombre violado es automáticamente considerado homosexual. Esto no sólo complica la posibilidad de denuncia, sino que pone en grave riesgo la vida de las víctimas.
Frecuentemente escuchamos de la violación de mujeres y niñas como arma de guerra, pero poco se habla de los hombres. Lara Stemple , investigadora del Health and Human Rights Law Project de la Universidad de California, en su estudio Violación de Hombres y Derechos Humanos encontró que prisioneros de guerra alrededor del mundo son frecuentemente sometidos a torturas sexuales, incluyendo violación. Prisioneros políticos y de guerra en Chile, El Salvador, Grecia, Croacia, Irán, Kuwait, la ex Yugoslavia, Siria, Sri Lanka, Libia y muchos otros países han sido sistemáticamente violados. Pero las denuncias son mínimas, ellos guardan silencio. Y hay razones para ello.
“Tanto perpetrador como víctima entran en una conspiración de silencio porque muchos sobrevivientes encuentran frecuentemente que una vez que su historia se descubre ellos pierden el apoyo de la gente que los rodea. Y en las sociedades patriarcales que se encuentran en muchos países en desarrollo, los roles de género están estrictamente definidos…Frecuentemente…las mujeres que descubren que sus esposos han sido violados deciden abandonarlo. Ellas me preguntaban: ‘Y ahora, ¿Cómo voy a vivir con él? ¿Como qué? ¿Es todavía mi marido? ¿Es una esposa? Si lo pueden violar, ¿quién va a protegerme a mí?” cuenta Will Storr en su artículo The rape of men: the darkest secret of war (La violación de hombres: el más obscuro secreto de guerra).
Más de 50 hombres tamiles que han buscado asilo en Europa han declarado que fueron secuestrados, torturados y violados por fuerzas gubernamentales de Sri Lanka. Uno de ellos describió que después de ser secuestrado fue violado 12 veces, colgado cabeza abajo, quemado con cigarrillos y golpeado repetidamente con tubos. Todos ellos fueron acusados de pertenecer al grupo insurrecto Tigres de Tamil. ( 'I want the world to know': Tamil men accuse Sri Lanka of rape and torture)
En
Libia, la violación de hombres ha sido usada sistemáticamente como
arma de guerra. Según testimonios de varias víctimas, los
prisioneros son arrojados en un cuarto donde se les ordena a otros
violarlos, de no hacerlo serian asesinados. Uno de los hombres
declaró que un inmigrante, un hombre negro, fue arrojado dentro de
su celda y a los prisioneros se les ordenó violarlo, si no ellos
serian asesinados. Unos 450 prisioneros estaban en esa prisión. Se
les decía que ya que los seguidores de Gaddafi
habían violado gente, ellos deberían sufrir la misma suerte.
(Revealed:
male rape used systematically in Libya as instrument of war)
Ellos
También…
La
ola de denuncias sobre acoso sexual y violaciones a partir del
surgimiento del movimiento #Yotambién ha mostrado que no sólo
mujeres son víctimas. David Lisak (investigador y sobreviviente de
abuso sexual.) en un
artículo para The Guardian,
habla sobre ello y comparte ligas a sitios de organizaciones de apoyo
a hombres que han sufrido abusos, entre ellas 1in6
website.
En
2015, Suecia anunció
la apertura de una clínica
especializada en apoyo a hombres violados.
En la mayoría de los países, ese es un crimen invisible.
En la mayoría de los países, ese es un crimen invisible.
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