Julia
Pérez*
Gobierno
ricos: Arabia Saudita, Alemania, Suecia, Canadá, Estados Unidos,
Suiza, Francia, Rusia, Kuwait, Emiratos Árabes, Noruega, Singapur,
Irlanda, Catar, Países Bajos, Australia, Dinamarca, Austria, San
Marino.
Países
en extrema pobreza: República Centro Africana, Burundi, República
Democrática del Congo, Liberia, Níger, Malaui, Mozambique, Guinea,
Eritrea, Guinea Bissau, China, India, Pakistán, Birmania, Tanzania,
Etiopía, Afganistán, Angola, Corea del Norte, Gambia, Madagascar,
Mali, Nigeria, Somalia, Sudán, Togo, Yemen, Zambia, Zimbabue…
Quizá
sea casualidad que los emigrantes que están dejando sus países,
fundamentalmente por la pobreza, no están mirando ni intentando
entrar en los países más ricos del mundo. Ninguno emigra a Catar, a
Dubái, a Noruega o a Luxemburgo. De la población expulsada de sus
países por pobreza, la mayoría intentan entrar en Italia, España,
Grecia para quedarse ahí o pasar a Francia, Alemania, Inglaterra,
Bélgica.
Y
resulta una incógnita, Singapur está mucho más cerca de China que
de España o México; Sudán o Etiopía están a un metro de Arabia
Saudita; Pakistán está al lado de Kuwait, en Latinoamérica los
países con mejor índice per cápita: Chile, Panamá, Uruguay,
ninguno recibe masivamente emigrantes de los países pobres de su
entorno: Haití, Venezuela, Honduras. Curiosamente emigran a Europa a
miles de kilómetros y no precisamente a los países ricos.
Gente
que reúne 3 o 4 mil dólares o euros (no los más pobres, no los que
no tienen ni para el agua que necesita una persona para caminar),
clase baja, no la que vive en extrema pobreza. Personas que ven la
Tele y escuchan la radio, esas son las que emigran.
Desde
mi particular punto de vista, pienso que se trata de una estrategia
perversa ideada para enfrentar a la población, generar idas
xenófobas, fomentar acciones violentas y de odio entre personas
similares de manera que el sistema empresarial pueda seguir
acumulando riqueza para favorecer a un determinado porcentaje de la
población, mantener a la gran mayoría en el límite de la
sobrevivencia y poder utilizar el miedo a perder los mínimos en la
ciudadanía que, evidentemente, se encargará de matar, humillar,
amenazar y frenar a quienes “amenacen” el ingreso mínimo que
mantiene su miserable existencia.
Los
más pobres de este mundo ni sueñan con emigrar. Su realidad, más
cercana a la muerte que a la vida, no se lo permite.
Pero
hay una gran masa de gente, con poca formación, con pocos recursos,
pero con acceso a los medios de comunicación, que conocen de países
de medio pelo (con mala seguridad, con grandes deudas con el FMI, con
sindicatos que no les permiten actuar con total impunidad, con gran
frustración frente a promesas democráticas que fueron puros
engaños, con una derecha amenazante) y con gobernantes que solo
buscan entrar en el club de los multimillonarios sin importar a costa
de qué o de quienes, que creen tener posibilidades de llegar a ser
tan ricos como les han vendido en la tele que son los ciudadanos de
esos países a los que pretenden llegar.
A
esto hay que sumar la farsa del FMI, ACNUR, UNICEF, LA ONU, LA OEA,
LA UE, con directivos que cobran mensualmente miles de euros o
dólares más cientos de lo mismo en bonos y porcentajes por
permisos, ayudas que nunca llegan sus destinatarios, programas que
nunca se implementan, créditos falsos, y millones en propaganda para
lavar el cerebro a quien sólo piensa en conseguir más dinero
(población ideal, población cautiva).
Es
una estrategia bien sencilla y absolutamente eficaz. Invitar a la
población de nivel medio bajo de un país a que salga para ir a otro
donde sí va a poder tener el dinero que en su país no conseguirá:
venezolanos a Brasil o Colombia, marroquíes-tunecinos, Senegaleses a
España, Italia o Grecia; yugoslavos y bosnios a Francia o Bélgica;
pakistaníes, afganos, polacos, hindúes a Alemania o Inglaterra. El
slogan
es muy fácil. Si en tu país no tienes todo lo que quieres ve al de
al lado. Y si no hay hambre no importa, inventamos una guerra. Damos
un golpe de Estado.
Y
el fuego ¿quién la tiene? Cualquier dirigente de centro o derecha
que hable de patria o de bandera. Cualquier empresario que despida a
unos pocos trabajadores. Cualquier ignorante xenófobo, racista que
hable de raza y de valores nacionales.
La
leña ya está preparada. Cualquier padre o madre sin trabajo no
dudará en enfrentar, escupir e insultar a la primera persona que se
le cruce con un acento diferente, con un color de piel diferente, con
una forma de vestir o con una religión diferente.
La
hoguera está lista para que la ciudadanía se mate entre sí. Por
unos días nos ponen la terrible imagen del niño ahogado en la playa
para que hagamos donativos. Luego todo vuelve al principio. La
izquierda pide apoyo y solidaridad como si eso solucionara el
problema de extrema pobreza de la mayor parte de las personas en este
mundo, de esas de las que no se habla, de esas que no se ven, de esas
que mueren de verdad de hambre y sed cotidianamente a cientos.
NO.
No doy donativos a ACNUR ni a UNIFEM, ni a OPEN ARMS porque creo que
eso es mantener el mismo sistema de caridad asistencialista y el
problema no está en crear más campos de refugiados. El problema
está en el sistema inhumano del capitalismo salvaje instalado del
que, en el fondo, la mayor parte de la gente quiere ser parte sin
darse cuenta de que el club es cerrado y se mantiene precisamente de
sus deseo de pertenencia en unos casos y de su necesidad de ser
caritativo y bondadoso en otros.
*Abogada, feminista, fundadora de Ciudadanas en
Movimiento por la Democracia y Vereda Themis, S.C.
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