domingo, 7 de julio de 2019

Una estrategia del capitalismo salvaje

Julia Pérez*

Gobierno ricos: Arabia Saudita, Alemania, Suecia, Canadá, Estados Unidos, Suiza, Francia, Rusia, Kuwait, Emiratos Árabes, Noruega, Singapur, Irlanda, Catar, Países Bajos, Australia, Dinamarca, Austria, San Marino.
Países en extrema pobreza: República Centro Africana, Burundi, República Democrática del Congo, Liberia, Níger, Malaui, Mozambique, Guinea, Eritrea, Guinea Bissau, China, India, Pakistán, Birmania, Tanzania, Etiopía, Afganistán, Angola, Corea del Norte, Gambia, Madagascar, Mali, Nigeria, Somalia, Sudán, Togo, Yemen, Zambia, Zimbabue…
Quizá sea casualidad que los emigrantes que están dejando sus países, fundamentalmente por la pobreza, no están mirando ni intentando entrar en los países más ricos del mundo. Ninguno emigra a Catar, a Dubái, a Noruega o a Luxemburgo. De la población expulsada de sus países por pobreza, la mayoría intentan entrar en Italia, España, Grecia para quedarse ahí o pasar a Francia, Alemania, Inglaterra, Bélgica.
Y resulta una incógnita, Singapur está mucho más cerca de China que de España o México; Sudán o Etiopía están a un metro de Arabia Saudita; Pakistán está al lado de Kuwait, en Latinoamérica los países con mejor índice per cápita: Chile, Panamá, Uruguay, ninguno recibe masivamente emigrantes de los países pobres de su entorno: Haití, Venezuela, Honduras. Curiosamente emigran a Europa a miles de kilómetros y no precisamente a los países ricos.
Gente que reúne 3 o 4 mil dólares o euros (no los más pobres, no los que no tienen ni para el agua que necesita una persona para caminar), clase baja, no la que vive en extrema pobreza. Personas que ven la Tele y escuchan la radio, esas son las que emigran.
Desde mi particular punto de vista, pienso que se trata de una estrategia perversa ideada para enfrentar a la población, generar idas xenófobas, fomentar acciones violentas y de odio entre personas similares de manera que el sistema empresarial pueda seguir acumulando riqueza para favorecer a un determinado porcentaje de la población, mantener a la gran mayoría en el límite de la sobrevivencia y poder utilizar el miedo a perder los mínimos en la ciudadanía que, evidentemente, se encargará de matar, humillar, amenazar y frenar a quienes “amenacen” el ingreso mínimo que mantiene su miserable existencia.
Los más pobres de este mundo ni sueñan con emigrar. Su realidad, más cercana a la muerte que a la vida, no se lo permite.
Pero hay una gran masa de gente, con poca formación, con pocos recursos, pero con acceso a los medios de comunicación, que conocen de países de medio pelo (con mala seguridad, con grandes deudas con el FMI, con sindicatos que no les permiten actuar con total impunidad, con gran frustración frente a promesas democráticas que fueron puros engaños, con una derecha amenazante) y con gobernantes que solo buscan entrar en el club de los multimillonarios sin importar a costa de qué o de quienes, que creen tener posibilidades de llegar a ser tan ricos como les han vendido en la tele que son los ciudadanos de esos países a los que pretenden llegar.
A esto hay que sumar la farsa del FMI, ACNUR, UNICEF, LA ONU, LA OEA, LA UE, con directivos que cobran mensualmente miles de euros o dólares más cientos de lo mismo en bonos y porcentajes por permisos, ayudas que nunca llegan sus destinatarios, programas que nunca se implementan, créditos falsos, y millones en propaganda para lavar el cerebro a quien sólo piensa en conseguir más dinero (población ideal, población cautiva).
Es una estrategia bien sencilla y absolutamente eficaz. Invitar a la población de nivel medio bajo de un país a que salga para ir a otro donde sí va a poder tener el dinero que en su país no conseguirá: venezolanos a Brasil o Colombia, marroquíes-tunecinos, Senegaleses a España, Italia o Grecia; yugoslavos y bosnios a Francia o Bélgica; pakistaníes, afganos, polacos, hindúes a Alemania o Inglaterra. El slogan es muy fácil. Si en tu país no tienes todo lo que quieres ve al de al lado. Y si no hay hambre no importa, inventamos una guerra. Damos un golpe de Estado.
Y el fuego ¿quién la tiene? Cualquier dirigente de centro o derecha que hable de patria o de bandera. Cualquier empresario que despida a unos pocos trabajadores. Cualquier ignorante xenófobo, racista que hable de raza y de valores nacionales.
La leña ya está preparada. Cualquier padre o madre sin trabajo no dudará en enfrentar, escupir e insultar a la primera persona que se le cruce con un acento diferente, con un color de piel diferente, con una forma de vestir o con una religión diferente.
La hoguera está lista para que la ciudadanía se mate entre sí. Por unos días nos ponen la terrible imagen del niño ahogado en la playa para que hagamos donativos. Luego todo vuelve al principio. La izquierda pide apoyo y solidaridad como si eso solucionara el problema de extrema pobreza de la mayor parte de las personas en este mundo, de esas de las que no se habla, de esas que no se ven, de esas que mueren de verdad de hambre y sed cotidianamente a cientos.
NO. No doy donativos a ACNUR ni a UNIFEM, ni a OPEN ARMS porque creo que eso es mantener el mismo sistema de caridad asistencialista y el problema no está en crear más campos de refugiados. El problema está en el sistema inhumano del capitalismo salvaje instalado del que, en el fondo, la mayor parte de la gente quiere ser parte sin darse cuenta de que el club es cerrado y se mantiene precisamente de sus deseo de pertenencia en unos casos y de su necesidad de ser caritativo y bondadoso en otros.


*Abogada, feminista, fundadora de Ciudadanas en Movimiento por la Democracia y Vereda Themis, S.C.

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