domingo, 7 de julio de 2019

Paréntesis: antiguas reflexiones

Sara Lovera

En 2018 escribí en Palabra de Antígona, lo siguiente: “Hoy como nunca en los años recientes los derechos de las mujeres están en peligro. Eso sucederá si no asaltamos el Congreso; si no armamos alguna acción de impacto que explique a la gente que significan las acciones venideras. Si no decimos con simpleza como se viola el Estado laico, o se recortaran recursos para los programas de género y pasar sistemáticamente por alto la tragedia de la muerte materna, el aborto clandestino, el embarazo en adolescentes y toda la gama de violencias contra las mujeres.
No hemos conseguido lo deseado en 50 años de lucha, pero avanzamos como nunca en términos normativos, en reconocimiento a problemas tan serios como el abuso a niñas y por ello el embarazo adolescente, grave si no reconocemos falta de anticonceptivos que eviten el embarazo no deseado; avanzamos en la construcción de instituciones y en la intención de resolver otros temas, desde políticas públicas hasta un intenso discurso contra los hombres violentos y machistas”.
Luego dije, efectivamente: “… hemos nombrado de mil maneras la violencia insultante contra las mujeres cuya fuente es la discriminación; hemos desplegando campañas en todo México, donde las feministas y algunas autoridades han mostrado preocupación real por las zonas más peligrosas. Nadie duda de ello.
Por primera vez autoridades encabezadas por Enrique Peña Nieto, discursivamente han reconocido el derecho a participar políticamente sin violencia y se reformó la Constitución para ir a la paridad en las listas electorales. No hay deuda que en estos días miles de mujeres están en campaña. No obstante, el peligro de pérdida es real.
No puedo imaginar una mayoría en el Congreso dando para atrás los presupuestos de género; juzgando y tratando de controlar nuestro cuerpo; discursos famiistas al por mayor avalando la idea de que hay que corregir, torturar y secuestrar a una chica por salir de un bar a la una de la mañana, como los casos de servicios de taxis particulares, sin solución hasta ahora…”
En esos días que yo escribía, las feministas y sus grupos, especialmente las más visibles e institucionalizadas, ponían su agenda en plena campaña y escribí: “Aquí algunas de las demandas y propuestas de una agenda que habrá que defenderse, con inteligencia y capacidad plural, pero, como se dice, también, con toda la energía y coraje necesarios.
Mujeres en Plural propuso cambios profundos en el sistema electoral, paridad en todos los espacios y, sobre todo, políticas públicas que garanticen el respeto a los derechos y las libertades de las mujeres… Exigió, el 18 de abril (2018) a la próxima Administración Pública Federal garantizar los logros y avances de las mujeres, fortalecer funciones y recursos del Instituto Nacional de las Mujeres e incluir como prioritaria la igualdad sustantiva en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024. El sustento: abonar a la democracia, la igualdad y la libertad, que en México hoy deben fortalecerse. Eso implica reconocer el pluralismo social y la tolerancia ante la diversidad de opiniones y formas de vida…”
Como resultado del Foro Feminista en Defensa del Estado Laico, las mujeres demandaron que se garantice el derecho a la salud, incluida la interrupción legal del embarazo. Agregaron que los candidatos a la Presidencia de la República se aprovechan de la pobreza de las mujeres, las llaman a los mítines para llenar plazas, pero no les hablan de sus derechos, su agenda es conservadora, sentenciaron.
Estas mujeres muchas integrantes del Frente Nacional Feminista están convencidas de que la inseguridad pública, la violencia de género, los feminicidios, el embarazo adolescente, la pobreza y la desconfianza ciudadana, son problemáticas que preocupan a la ciudadanía y demandan soluciones urgentes y efectivas. Naturalmente ningún candidato o candidata ha respondido.
Plantearon su convicción de que se han ganado derechos y no pueden existir retrocesos. Firmaron el pronunciamiento más de 110 organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres y activistas de diferentes estados de la República. Se considera que ellas no llevan votos a ninguna parte”.
Y de cara a la evidente religiosidad de los candidatos a la presidencia, que respeten como un principio de laicidad, la libertad de conciencia y de pensamiento en su práctica individual y colectiva para que cualquier persona pueda ejercer libremente el culto o la creencia religiosa que considere.
Como ellas, intelectuales comprometidos/as han manifestado que en esta campaña existen “intentos fundamentalistas para imponer modelos únicos de familia y del ser mujer, que niegan sus derechos y libertades a tomar sus propias decisiones”.
A pesar de los llamados, ocultos en la agenda de las candidaturas, no vistos ni oídos por la comentocracia más ocupada en discutir quién ganará, no logró este grupo la firma de un compromiso. Tampoco las Mujeres en Plural, ni las promotoras del Estado Laico, hay una sordera insultante en esta campaña, como no había sucedido antes. También una excepción, la de Marcos Rascón, el Súper Barrio, quien busca la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, por el partido Humanista.
Todos los demás, cuando llaman a las mujeres a votar, se las llama desde un pensamiento retrógrada, desde el principio que ha derribado la realidad, de ser “el centro de la familia”; se las llama y define como víctimas, no se sabe de qué, pero víctimas a cuyo rescate irán estos prohombres que pretenden dirigir al país.
Lamentablemente, respetables defensoras de los derechos humanos y militantes férreas de partidos y simpatizantes de algunos candidatos, como si estuviéramos en los años 60, hablan y salen a la palestra para defender a los hombres y sus programas, ¿cuál es el que va a resolver los grandes problemas del país?, ¿Cuáles me pregunto? ¿Qué irán a resolver? En un país bañado en sangre, reyerta y despropósitos, hundido por su economía y sin prácticas democráticas, donde el poder del padre es la sombra cotidiana y permanente. En plazas y auditorios, en discusiones y mesas redondas, con locutores y locutoras sin conciencia y con una corriente de mujeres sin altavoces. Veremos.


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