Sara
Lovera
En
2018 escribí en Palabra de Antígona, lo siguiente: “Hoy como
nunca en los años recientes los derechos de las mujeres están en
peligro. Eso sucederá si no asaltamos el Congreso; si no armamos
alguna acción de impacto que explique a la gente que significan las
acciones venideras. Si no decimos con simpleza como se viola el
Estado laico, o se recortaran recursos para los programas de género
y pasar sistemáticamente por alto la tragedia de la muerte materna,
el aborto clandestino, el embarazo en adolescentes y toda la gama de
violencias contra las mujeres.
No
hemos conseguido lo deseado en 50 años de lucha, pero avanzamos como
nunca en términos normativos, en reconocimiento a problemas tan
serios como el abuso a niñas y por ello el embarazo adolescente,
grave si no reconocemos falta de anticonceptivos que eviten el
embarazo no deseado; avanzamos en la construcción de instituciones y
en la intención de resolver otros temas, desde políticas públicas
hasta un intenso discurso contra los hombres violentos y machistas”.
Luego
dije, efectivamente: “… hemos nombrado de mil maneras la
violencia insultante contra las mujeres cuya fuente es la
discriminación; hemos desplegando campañas en todo México, donde
las feministas y algunas autoridades han mostrado preocupación real
por las zonas más peligrosas. Nadie duda de ello.
Por
primera vez autoridades encabezadas por Enrique Peña Nieto,
discursivamente han reconocido el derecho a participar políticamente
sin violencia y se reformó la Constitución para ir a la paridad en
las listas electorales. No hay deuda que en estos días miles de
mujeres están en campaña. No obstante, el peligro de pérdida es
real.
No
puedo imaginar una mayoría en el Congreso dando para atrás los
presupuestos de género; juzgando y tratando de controlar nuestro
cuerpo; discursos famiistas al por mayor avalando la idea de que hay
que corregir, torturar y secuestrar a una chica por salir de un bar a
la una de la mañana, como los casos de servicios de taxis
particulares, sin solución hasta ahora…”
En
esos días que yo escribía, las feministas y sus grupos,
especialmente las más visibles e institucionalizadas, ponían su
agenda en plena campaña y escribí: “Aquí algunas de las demandas
y propuestas de una agenda que habrá que defenderse, con
inteligencia y capacidad plural, pero, como se dice, también, con
toda la energía y coraje necesarios.
Mujeres
en Plural propuso cambios profundos en el sistema electoral, paridad
en todos los espacios y, sobre todo, políticas públicas que
garanticen el respeto a los derechos y las libertades de las mujeres…
Exigió, el 18 de abril (2018) a la próxima Administración Pública
Federal garantizar los logros y avances de las mujeres, fortalecer
funciones y recursos del Instituto Nacional de las Mujeres e incluir
como prioritaria la igualdad sustantiva en el Plan Nacional de
Desarrollo 2019-2024. El sustento: abonar a la democracia, la
igualdad y la libertad, que en México hoy deben fortalecerse. Eso
implica reconocer el pluralismo social y la tolerancia ante la
diversidad de opiniones y formas de vida…”
“Como
resultado del Foro Feminista en Defensa del Estado Laico, las mujeres
demandaron que se garantice el derecho a la salud, incluida la
interrupción legal del embarazo. Agregaron que los candidatos a la
Presidencia de la República se aprovechan de la pobreza de las
mujeres, las llaman a los mítines para llenar plazas, pero no les
hablan de sus derechos, su agenda es conservadora, sentenciaron.
Estas
mujeres muchas integrantes del Frente Nacional Feminista están
convencidas de que la inseguridad pública, la violencia de género,
los feminicidios, el embarazo adolescente, la pobreza y la
desconfianza ciudadana, son problemáticas que preocupan a la
ciudadanía y demandan soluciones urgentes y efectivas. Naturalmente
ningún candidato o candidata ha respondido.
Plantearon
su convicción de que se han ganado derechos y no pueden existir
retrocesos. Firmaron el pronunciamiento más de 110 organizaciones
defensoras de los derechos de las mujeres y activistas de diferentes
estados de la República. Se considera que ellas no llevan votos a
ninguna parte”.
“Y
de cara a la evidente religiosidad de los candidatos a la
presidencia, que respeten como un principio de laicidad, la libertad
de conciencia y de pensamiento en su práctica individual y colectiva
para que cualquier persona pueda ejercer libremente el culto o la
creencia religiosa que considere.
Como
ellas, intelectuales comprometidos/as han manifestado que en esta
campaña existen “intentos fundamentalistas para imponer modelos
únicos de familia y del ser mujer, que niegan sus derechos y
libertades a tomar sus propias decisiones”.
A
pesar de los llamados, ocultos en la agenda de las candidaturas, no
vistos ni oídos por la comentocracia más ocupada en discutir quién
ganará, no logró este grupo la firma de un compromiso. Tampoco las
Mujeres en Plural, ni las promotoras del Estado Laico, hay una
sordera insultante en esta campaña, como no había sucedido antes.
También una excepción, la de Marcos Rascón, el Súper Barrio,
quien busca la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, por el
partido Humanista.
Todos
los demás, cuando llaman a las mujeres a votar, se las llama desde
un pensamiento retrógrada, desde el principio que ha derribado la
realidad, de ser “el centro de la familia”; se las llama y define
como víctimas, no se sabe de qué, pero víctimas a cuyo rescate
irán estos prohombres que pretenden dirigir al país.
Lamentablemente,
respetables defensoras de los derechos humanos y militantes férreas
de partidos y simpatizantes de algunos candidatos, como si
estuviéramos en los años 60, hablan y salen a la palestra para
defender a los hombres y sus programas, ¿cuál es el que va a
resolver los grandes problemas del país?, ¿Cuáles me pregunto?
¿Qué irán a resolver? En un país bañado en sangre, reyerta y
despropósitos, hundido por su economía y sin prácticas
democráticas, donde el poder del padre es la sombra cotidiana y
permanente. En plazas y auditorios, en discusiones y mesas redondas,
con locutores y locutoras sin conciencia y con una corriente de
mujeres sin altavoces. Veremos.
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