domingo, 7 de julio de 2019

La justicia para María del Sol se convierte en un cada día.



Por Soledad Jarquín

Un año de distancia es un año de impunidad, esa palabra que se define como el vacío de todo, como la nada. Una cadena de impunidad desde el poder político y económico.
Los errores de la Fiscalía General de Justicia del Estado se convierten en más que un aliado para la familia en un obstáculo que sostiene el poder que se divide en político y económico, los fines de los hermanos Francisco Javier Montero López y Hageo Montero López, el primero Secretario de Asuntos Indígenas de Oaxaca y el segundo candidato a la presidencia municipal de Juchitán de Zaragoza, por quienes ella estaba en eso que llaman “el lugar y el momento equivocado” la madrugada del 2 de junio de 2018, cuando las balas asesinas cruzaron su cuerpo y terminaron con su vida, sus sueños y sus anhelos, y fracturaron para siempre a su familia.
María del Sol Cruz Jarquín era fotógrafa y videasta, tenía aspiraciones que no concretó. El día de su feminicidio estaba junto con Pamela Terán Pineda, médica de profesión, había dedicado sus últimos años a la política en un municipio plagado de inseguridad, un municipio con gran potencial financiero, pero también el noveno más inseguro del país. Adelfo era profesor y fungía como chofer de Pamela. Los tres fueron asesinados.
En 12 meses, dos personas detenidas, una a finales de agosto y no vinculado a proceso el 4 de septiembre de 2018, resultado de una investigación mal integrada, pero también por la acción de un juez coaccionado, que hizo caer el caso que la Fiscalía sostenía, bajo la figura de un testigo que aseguró que fue Jehú G. L. quien detonó el arma de alto poder. El otro detenido, José Eduardo G.C. a finales de mayo pasado y vinculado a proceso irónicamente el 2 de junio de 2019, exactamente un año después, por su participación al “señalar” a las víctimas. Pero nada hace parecer que la justicia sea una realidad. Se trata de los eslabones más débiles de una cadena que debería llevar a quienes ordenaron el asesinato de Pamela, estuviera con quienes estuviera.
Mientras la Fiscalía de Oaxaca, a cargo de Rubén Vasconcelos Méndez, no siguió todas las vertientes de la investigación, ni optó por investigar desde la perspectiva de género, considerando los crímenes como dolosos, el Tribunal Superior de Justicia del Estado ha calificado esos hechos como “negligentes y deficientes” y ha dicho que son feminicidios y que debieron investigarse como tales y, además, dentro de un contexto de violencia política de género.
La Fiscalía dejó fuera los argumentos sobre las implicaciones que tiene la codicia por el poder económico a través del dinero que soplan los vientos de las eólicas; dejó sin investigar la fractura que pudo haber existido entre la planilla del PRI, del que Pamela Terán no era militante, pero tenía gente que la seguía, tan es así que ambos implicados hasta ahora, estaban directamente relacionados con los Montero López, y dejó fuera también hasta la posible venganza contra su padre, Juan Terán, detenido en la cárcel de Tehuantepec, por su implicación en narcotráfico.
Unas horas después del artero crimen los Montero López enviaron a un servidor público de la Secretaría de Asuntos Indígenas a robar su equipo de trabajo de María del Sol: cámara fotográfica, de video y computadora, donde se encontraban pruebas sobre su presencia ilegal en Juchitán, porque siendo ella servidora pública fue enviada a apoyar la campaña política de un candidato priista, aún contra su voluntad y so pena de perder su empleo. Hasta hoy la Fiscalía no ha interrogado al exfuncionario.
Una cadena de complicidades que dejó sin vincular a proceso la carpeta de investigación debidamente integrada por probable delito electoral y que ha dejado sin castigo a los hermanos Montero López, pese a la resolución del Tribunal Electoral de Oaxaca y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, quienes reconocen la comisión de un delito electoral grave.
Por eso la justicia para María del Sol Cruz Jarquín es una persecución cotidiana, sobre un terreno infinito, donde el poder político no da paso a la verdad. José Murat, ex gobernador de Oaxaca, ordena y da protección a los Montero López, los Montero López a Jehú, y Alejandro Murat, el gobernador de Oaxaca, permite la impunidad.




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