domingo, 7 de julio de 2019

Participación de mujeres en el movimiento estudiantil de 1968


 Graciela González Phillips*

En 1968, mucha gente, sobre todo joven, dio varias batallas en diversas partes del planeta. Se enfrentaban al régimen económico-político imperante, y enarbolaban banderas contraculturales. México tuvo sus luchas específicas, si bien de alguna manera hubo rasgos comunes en las revueltas de varios países. Así que hay causas externas, pero las fundamentales, para nuestro país, fueron las internas. Mucho se ha estudiado acerca del movimiento estudiantil mundial y mexicano de esos años; poco menos se habla sobre la participación que tuvieron muchas mujeres en ese movimiento. El presente texto pretende tan sólo verter algunas ideas acerca de esta última participación, con la conciencia de lo mucho que falta por investigar y conocer acerca de las luchas que dieron las mujeres mexicanas contra el Estado y otras instituciones, hace cincuenta años.
Algo se sabe de la participación de las mujeres en estos episodios, sobre todo gracias a los primeros escritos resultantes de aquel verano y otoño mexicanos, me refiero a La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, quien por vez primera recupera múltiples testimonios de hombres y mujeres que vivieron de diversas maneras el ’68 mexicano. Hoy ya contamos con más textos, artículos, notas periodísticas. No obstante, sigue habiendo una gran incógnita: ¿qué luchas dieron las mujeres para liberarse del autoritarismo patriarcal y burgués de aquella época? Considero que la poca visibilidad de las mujeres del´68, tiene que ver con el sesgo sexista que ha imperado en la historiografía tradicional, mediante el cual, al considerar exigua o “poco importante” la participación femenina en los movimientos sociales y políticos, elude su estudio a profundidad (Perrot, Michelle, 2008:19). Al parecer, “el único libro hasta ahora [escrito por una activista del 68], es el de Roberta Avendaño Martínez [La Tita], Testimonios de la cárcel. De la libertad y el encierro”. Sin embargo, “no habla del movimiento estudiantil, de su experiencia, de su liderazgo” (Tirado Villegas, Gloria: 235).
Pasar inadvertidas responde a una tradición que pudo ser explicada con mayor profundidad, al acuñarse la categoría sexo-género e iniciar las investigaciones y la comprensión de los fenómenos humanos a partir de esta noción; ésta ha permitido visibilizar a las mujeres en todos los ámbitos del saber (Scott; 2008). La historia oral es, a mi parecer, la herramienta idónea para adentrarse al mundo de los grupos sociales que han tenido poca o nula voz, y huella poco perceptible.


El contexto sociopolítico en el nivel mundial
Es indudable que el año de 1968 representa, para la sociedad, un parteaguas en las concepciones sobre política, cultura, vida cotidiana, relaciones sexuales, amor; en síntesis, sobre la vida. En varios países, empezando por el “mayo francés”, hubo revueltas estudiantiles, en las que se cuestionaba el autoritarismo en la enseñanza y se exigían nuevos métodos didácticos y democráticos acordes a la época moderna. Las ideas libertarias flotaban en el aire y desbordaban las demandas estudiantiles para hablar de problemas de los nuevos sujetos sociales. Otros acontecimientos políticos mundiales sirven como marco histórico para ubicar el advenimiento del ’68 mundial: la Revolución cubana con la figura emblemática del Che, asesinado un año antes; la guerra fría; la invasión de Estados Unidos a Vietnam y el consecuente movimiento pacifista, la invasión de la URSS a Checoslovaquia; la lucha anti racial, el hippismo y sus ideas de comunas de amor libre, la psicodelia, los grandes exponentes del rock: Hendrix, Joplin, Morrison, y los festivales multitudinarios de esta expresión musical.
El Movimiento de Liberación de las Mujeres en Francia (MLF), fue el resultado del encuentro entre esos dos procesos. De Simone de Beauvoir, retuvo la conciencia de desigualdad social entre los sexos y la definición de las mujeres como “Otro”. Del movimiento del Mayo del 68, tomó la lucha colectiva y la voluntad de “cambiar la vida”. Asimismo, adoptó de éste último el estilo espectacular, provocador, alegre e insolente” (Picq, 70).
Florence Prudhomme, al referirse al cincuentenario del Mayo francés dice que: “El 68 fue el terreno fértil en el que germinaron el feminismo, el orgullo homosexual, la ecología y una solidaridad más humana que política. Para las mujeres, el movimiento se desarrolló en lucha por el aborto libre y gratuito, manifestaciones de solidaridad internacional y de solidaridad con las obreras en lucha en Francia, presencia en los procesos al lado de las mujeres que habían abortado o habían sido víctimas de violencias sexuales y también al lado de las prostitutas en lucha en Lyon en 1975”. (Prudhomme: 3)
El contexto sociopolítico mexicano
En la década de los cincuenta, mineros, ferrocarrileros y maestros se habían levantado en lucha, pero el movimiento estudiantil de 1968 trascendió lo meramente estudiantil y aglutinó el descontento que existía en distintos sectores de la sociedad, frente a estructuras de poder ya desgastadas. Las mujeres que participaron en el movimiento estudiantil de ’68, no lo hicieron como feministas, incluso hay quienes dicen que se dedicaban a hacer “tareas de mujeres”, esto es: elaborar comidas; lavar platos y ropa, etc. Sin embargo, algunas cuentan que también los hombres hacían estas labores y que ellas también desempeñaban actividades como diseñar y hacer volantes, reunir a mujeres en asambleas, participar en mítines, brigadear, esconder compañeros, etc.
La historiadora Citlali Martínez Cervantes, hija del ilustre poeta Ramón Martínez Ocaranza, comenta: “la lucha del 68 fue por lograr las libertades democráticas y contra el autoritarismo que dominaba todas las esferas de la sociedad: el gobierno, la escuela y la familia. Dominaba también el machismo. Por ello las mujeres que participamos, la mayoría se enfrentaron a todas estas trabas, pero de manera espontánea. Incluso con los mismos compañeros que, aunque en parte las aceptaban, de repente también asumían actitudes machistas: querían comisionarlas sólo a tareas de cocina, limpieza y otras propias de su ‘género’. Ellas fueron minoría en el CNH”.
Alicia Sánchez Sandoval, participante del movimiento estudiantil por parte del IPN, cuenta que: “pocos compañeros cocinaban. Las mamás llevaban comida y estaban las cafeterías. En la vecindad ella voteaba y dejaba propaganda. Las mamás se organizaban para llevarles comida. Tenían parrillas para la noche y calentaban huevos con chorizo, frijoles, tortillas… Había miedo a la reprimenda de las mujeres por parte de sus familias si no regresaban a sus casas a dormir. Las tareas eran repartidas a todos los niveles. Ellas también iban a las brigadas. En los mercados las señoras les regalaban comida, fruta, etc. A pesar del machismo sintió el movimiento con gran cordialidad, lealtad y fidelidad. Se protegían entre todos. Ellas “estaban dispuestas a dar la vida por los compañeros, y actualmente, más”. Una ventanita se abría: a “la cerrazón, lo rígido, lo tradicional de las familias, se oponían a ciertas libertades en el movimiento.”
El 68 mexicano permitió a las mujeres darse cuenta de que podían participar en movimientos políticos –no sin dificultades–, junto a sus compañeros, y si bien no se trataba de un movimiento feminista, la participación trastocaba los roles tradicionales de género. En 1968 en México vivíamos el “desarrollo estabilizador” en la economía, y su reflejo político en el “Estado de bienestar”, que era garante y a la vez oponente de las demandas de la sociedad civil. El Estado mexicano se había vuelto muy controlador y había perdido hacía tiempo la época del consenso cardenista. El 68 marca el paso de la política de coerción al de “negociación”, por parte del gobierno, y el paso de la ausencia de canales para el descontento, a la organización, por parte de la oposición.
En el 68 en México, no había grupos feministas, existía la Unión Nacional de Mujeres, que se fundó en 1962 pero que en un principio no era feminista, sino sólo una organización de mujeres; no obstante, hay que reconocer el gran apoyo que dio al movimiento estudiantil. Citlali Martínez señala que: “La participación de las mujeres fue en apoyo al movimiento y llevadas por la euforia y politización del mismo y de manera inconsciente se fueron liberando, aunque sin hablar de feminismo. Una de las conquistas de este movimiento fue precisamente la proliferación de movimientos conscientemente feministas, en los años posteriores al 68. Muchas compañeras salían de sus casas muy bien vestiditas, como ‘buenas e inocentes señoritas decentes’. Pero ya fuera, sacaban de sus mochilas sus pantalones de mezclilla, playeras y tenis y se iban a sus escuelas a imprimir volantes, caricaturas, manifiestos y se lanzaban a las calles a repartirlos”. (Martínez, 2018)
Si bien sabemos que participaron muchas mujeres, sobre todo estudiantes y algunas profesoras, en diversas actividades (picar esténciles, mimeografiar, gráfica, hacer volantes y volantear, ir a marchas y mítines, cocinar, etc.), sabemos que sólo algunas destacaron pues pertenecieron al Consejo Nacional de Huelga, por ejemplo, “La Nacha”, “La Tita”, ambas de la UNAM, Myrtokledia del IPN, entre otras pocas conocidas. En realidad, hace falta hacer investigaciones acerca de muchas mujeres que de alguna forma u otra participaron en este movimiento, pero que, por no sobresalir como líderes –como sí lo hicieron los varones– no quedan muchas huellas de éstas. La ausencia o parquedad de trabajo sobre ellas responde a la consideración de la academia tradicional (historiadores, sociólogos, etc.), como ya señalé, de que su paso o su huella en este movimiento fue secundario y que no vale la pena investigarlo.
Una actitud común, todavía el día de hoy, es que a las presas se les visita poco o nada en la cárcel. Cuenta Citlali Martínez que: “en la Cárcel para mujeres de Santa Martha Acatitla estaban sólo cuatro detenidas: La Tita, La Nacha, la Lic.  Castillejos y otra. Vivían junto con las presas comunes, sin mucha visita, muy aisladas, sufriendo las agresiones de los carceleros y de las comunes. Y es hasta ahora, 50 años después cuando se les está dando un merecido reconocimiento. Incluso hay una deuda pendiente con la Tita, de la Facultad de Derecho y una de las pocas mujeres delegadas del CNH, en cuyas interminables y arrebatadas reuniones ella era la única que con su fuerte personalidad lograba controlarlos y organizarlos”. ( Martínez, 2018).
Myrtokleia González Gallardo estudió para licenciada Mecánica industrial en el Instituto Politécnico Nacional (IPN, gen. 1965-1968). Fue la única mujer egresada en esos tiempos. Inició su participación en el movimiento cuando los compañeros le mostraron el pliego petitorio. Su experiencia el 2 de octubre: ella fue a entregar cajas de medicinas a Zacatenco. Hubo junta en el ESIME. Dijeron que para el mitin tenían que ir Marcia Gutiérrez (Odontología) y Myrtokleia para maestra de ceremonias, y escogieron a Myrtokleia. Terminando el primer orador, ella vio la luz verde que cayó y otra luz roja y luego empezó la balacera. Los detuvieron los de guante blanco. Desfiló por la Cruz Roja, la Procuraduría, los separos de Tlaxcoaque una semana, después estuvo en el hospital de Traumatología en Balbuena, internada con vigía las 24 horas. Su papá era muy estricto y su mamá muy alcahueta. En el movimiento ella vio la oportunidad de poder estar libre para no regresar a casa (eran cuatro mujeres), ella era muy rebelde. Maduró y fue más independiente. Se tituló después de 13 años. A ella sí le pedían que hiciera la comida. Pero ella quiso estar en la propaganda y la pusieron en el CNH.
Dice Sergio del Río (IPN): “el movimiento era una fiesta, era una juventud alegre, había mucha opresión familiar y religiosa. El movimiento les dio desfogue de alegría, libres de andar en la calle pataleando, había solidaridad y unión entre ellos”. Los jóvenes “rompieron con ciertas tradiciones familiares”. Las asambleas les provocaban felicidad y libertad. Luis Echeverría Álvarez les dice “comunistas”. Otra analista señala que “la irreverencia frente al poder establecido fue la fiesta de la libertad. Al poder establecido también en las familias. Y ahí está la participación de las mujeres, antes impensable, y no sólo en las tareas consideradas mujeriles. Por su antiautoritarismo fue que ese movimiento resultó tan temido, tan subversivo.” (Garavito, Rosa Albina, 2018: 42).

Reflexiones finales
Estas líneas no pretenden hablar del feminismo de las mujeres que participaron en el movimiento estudiantil del 68. Es claro que, hablando con rigor, no eran feministas, y no se autonombran así ellas mismas, la segunda ola del feminismo vino después.
Durante el Mayo francés, el cuestionamiento sobre el matrimonio, la familia y las relaciones amorosas monogámicas tradicionales, así como sobre los papeles ancestrales asignados a hombres y mujeres, fueron el caldo de cultivo para el surgimiento del feminismo de los años setenta. Un feminismo profundo en el sentido de que cuestionaba la sociedad entera y las relaciones de poder. Un feminismo, además, influido por las ideas libertarias y marxistas, pero también crítico de la izquierda tradicional puesto que, sobre todo al interior de los partidos políticos, se reproducían las relaciones autoritarias entre los sexos.
Sabemos de la múltiple presencia empírica de las mujeres mexicanas en el movimiento estudiantil de 1968; ellas participaron en todas las actividades de base (brigadeo, asambleas, mítines, marchas, prensa, mimeografiar, hacer comida, etc.), en los Comités de lucha de escuelas y facultades, y tan sólo unas de ellas lo hicieron en el Consejo Nacional de Huelga. Esa presencia empírica devino en histórica pues, junto con los compañeros, lograron un nuevo estilo contestatario frente al Estado.
El 68 en México es referente por la nueva forma en que el movimiento estudiantil se enfrentó al modelo autoritario machista-burgués. Sin embargo, los seis puntos del pliego petitorio nos hablan de libertades y de derechos humanos dentro del régimen burgués. Se pedía democratizar el régimen no se pedía una revolución comunista como acusó el propio gobierno a los estudiantes. Le debemos a José Revueltas la idea de retomar el movimiento del 68 con un propósito radical, anticapitalista, pero no había las condiciones para tal.
Las activistas del 68 mexicano no eran feministas conscientes, pero sí eran feministas por cuanto se enfrentaron al más duro autoritarismo de una hidra de tres cabezas: contra el estado burgués, contra la familia tradicional y conservadora y contra la religión.
En mayor medida, en el Mayo francés, las demandas específicas de las mujeres fueron pospuestas bajo la idea, más de los varones que de ellas, de que lo prioritario era la lucha política y social que estaban dando y que las otras luchas, como las de las mujeres, podrían ser aplazadas e incluso podrían solucionarse al resolverse los aspectos de las luchas “prioritarias” de los explotados. Esta posposición de las luchas y demandas feministas y de otros grupos sociales, se ha repetido en nuestro país al interior de grupos y partidos de izquierda.
El movimiento del 68 fue, entonces, un hito en la historia y empujó al feminismo moderno cuyos postulados en su mayoría son vigentes, puesto que ponen el dedo en la llaga de las opresiones de hombres y mujeres, por razones de género.

*Feminista, profesora investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
Fuentes consultadas
Rivas Ontiveros, José René, Los años 60 en México.
Poniatowska, Elena, La noche de Tlatelolco.
Poniatowska, Elena, Fuerte es el silencio (E. Poniatowska).
Díaz Escoto, Alma Silvia, Las mujeres en los movimientos estudiantiles de 1968 y de 1999-2000.
Tirado Villegas, Gloria Arminda, Tras las huellas del 68. Desde un enfoque de género.
Perrot, Michelle, Mi historia de las mujeres, F.C.E., México, 2008.
Scott, Joan Wallach, Género e historia, FCE/UACM, México, 2008.

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