Sara
Lovera*
En 2017, de
los más de 2 mil 400 municipios en el país, 349 son encabezados por mujeres:
13.2%. En 2014 el porcentaje era de 7%. Hace algunos años los porcentajes de
representación en el Congreso crecían de uno a 2 puntos cada 3 años y hubo un
momento que se estancaron.
De todos
modos el ritmo es lento.
¿Vale la pena llegar a los puestos de representación? Aunque
nadie abre esta polémica, porque la pelea consiste en ir a tomar decisiones,
dicen las mujeres desde el principio del feminismo durante la Revolución
Francesa, según la Carta de la Ciudadanía de las Mujeres de 1792 de Olympe de Gouges
(Montauban, Francia, 7 de mayo de 1748 - París, 3 de noviembre de 1793), el
tema se centró en la discusión, la demanda y con frecuencia la estrategia para
participar en el ejercicio del poder.
Más tarde, cuando la movilización internacional alrededor
de las ideas socialistas –agosto de 1910 durante la II Conferencia
Internacional de Mujeres Socialistas–, se decidió poner fecha a un Día
Internacional de la Mujer, todo indica que las discusiones no fueron solamente
sobre los derechos de las obreras, llamadas a participar en la Revolución, sino
que la conclusión general fue iniciar una jornada internacional para promover
los derechos ciudadanos, votar y ser votadas.
Ya en Nueva Zelanda (1893) se había logrado votar, pero
no fue hasta 1919 cuando se consiguió ser elegidas; y aunque en Australia el
voto se consiguió en 1902, tenía restricciones que no desaparecieron hasta
1962. Los únicos dos países donde las mujeres habían logrado ser elegidas sin restricciones
eran Finlandia (1906) y Noruega (1907), en el momento de la discusión de esa
conferencia en Copenhague, Dinamarca. Así que el gran asunto era tomar la
rienda de la cosa pública, si no estaban ahí no se resolvería ni la explotación
en las fábricas, las restricciones para el libre tránsito, los derechos para
que las mujeres fueran consideradas libres y adultas, sin casarse o estar hasta
el matrimonio bajo la tutela de sus padres, etcétera.
La solución era generar una cruzada para lograr los
derechos ciudadanos: votar, ser elegidas, participar en las decisiones de
gobierno, tener derecho a organizarse y tomar las tribunas para avanzar. Ello
que parece tan extraño, fue el motor de la organización mundial de las mujeres.
Sin embargo, la discusión es si las mujeres, sólo por ser
mujeres, garantizan el desarrollo de una agenda feminista. El siguiente siglo,
después de la Conferencia de Copenhague, la discusión se centró en la búsqueda
de los derechos.
Durante todo el siglo XX las mujeres lentamente lograron en
buena parte del mundo los derechos ciudadanos, el del trabajo, el divorcio, el
libre tránsito y otros muchos, como el de la nacionalidad. No obstante, el
problema de la opresión y la discriminación no fue resuelto con la
participación política. Y esa demanda está hoy, en México, cuando la reforma del
Artículo 41 Constitucional puso las bases para la paridad política y ha
generado expectativas para que esa paridad sea demandada en otros espacios de
la actividad humana y social: en la empresa, en la representación sindical, en
los gobiernos y en la administración pública.
El debate
¿Cómo
plantear el debate? Revisando a las teóricas, a las preocupadas, incluso a quienes
hacen capacitación y formación de liderazgo, encontré algunas notas útiles.
Las especialistas académicas están discutiendo lo que se
conoce como representación política descriptiva y representación política
sustantiva. Esta diferencia en la ciencia política, en tiempo de pluralidad y
rejuego político, surgió ante la molestia sobre las cuotas de representación,
como sabemos, no sólo de las mujeres, sino de sectores étnicos o de clase, por
estratificación etaria (de edades) y otras como las y los discapacitados.
Cuál es la diferencia conceptual entre representación descriptiva
y sustantiva.1 Primero habría que decir que el crecimiento de la
representación de las mujeres, especialmente en el Congreso de la Unión y luego
en los congresos locales, tuvo un largo proceso a través de diversos mecanismos
o cuotas de género para incrementar la participación y representación en los
órganos legislativos. Las investigadoras en política señalan que la
representación política de acuerdo con las ideas de Hanna Pitkin,2
puede ser entendida como la actividad de hacer presente las opiniones,
preferencias, perspectivas y experiencias de la ciudadanía en el ámbito político
y en el proceso de creación, implementación y evaluación de políticas públicas.
Según González Schont la representación política puede dividirse
en representación descriptiva y sustantiva. La representación descriptiva es la
que solicita cuotas por la similitud de quienes representas y quiénes serán
representados. Mujeres por mujeres, indígenas por indígenas, jóvenes por
jóvenes, etc. Es como si se tratara de un espejo de las características físicas
y socio-económicas, de los intereses y preferencias de la misma sociedad que
representa, sin importar las acciones que lleven a cabo para representarlos.
En cambio, la representación sustantiva se refiere a la congruencia
entre las acciones de los representantes y los intereses de los representados.
Aquí las características físicas, socio-económicas o los mismos intereses y
preferencias de las diputadas no importan, lo que importa es si están actuando para
favorecer los intereses de las mujeres. La distinción primordial entre la
representación descriptiva y la representación sustantiva es que en la primera
importa quién es la o el representante y en la segunda importa qué hace.3
Naturalmente que lo que sigue será preguntarse ¿qué tipo
de representación es más importante?
Más allá de jerarquizar la respuesta. Las teóricas
feministas han sostenido que una mayor representación descriptiva de las
mujeres, los cuerpos de las mujeres en las curules y en los despachos de mando
o los espacios de poder, pública y política aumenta la representación
sustantiva de las mismas.
Fue lo que quisieron decir las activistas feministas de
los años 70 en todo el mundo, o lo que hoy llaman la Tercera Ola del Feminismo,
al considerar como nuestro eslogan “Lo personal es político”. Se trataba de
considerar que lo privado tenía repercusiones políticas y sociales, con esa
conclusión se pensó en
empujar, luego de haber rechazado formar parte de cualquier aparato e
inaugurado la práctica autónoma dentro del feminismo, se concluyó que una mayor
presencia de las mujeres en los espacios públicos y políticos aumentaría la
representación sustantiva de las mismas, es decir, el medio para lograr que
nuestras demandas avanzaran. Así pusimos en la discusión abierta problemas que
antes no eran considerados como públicos y que no necesitaban de una regulación
por parte del gobierno, es decir, empezaron a visualizarse gracias a la
participación de las mujeres en los espacios públicos y políticos.
La colocación teórica de lo personal es político en el fondo
fue la manera de criticar que ciertos asuntos de la relación entre mujeres y
hombres se consideraban sólo de la esfera privada, y no merecían ser debatidos
en el ámbito político o de política pública. Hoy, a varias décadas de distancia,
sabemos que el cuidado de los niños, la violencia de pareja dentro de la
familia o en la calle, esa que se ejerce contra de las mujeres, los derechos
reproductivos y sexuales, la prostitución, entre otros, son un asunto, no sólo
público o político, sino un asunto de Estado que reclama respuestas, leyes,
políticas públicas, acciones. Es la agenda feminista.
Poner por delante el concepto de lo personal es político surgió
—ahora que está de moda mirar la ignorancia y la estupidez del presidente de
los Estados Unidos, Donald Trump—, durante el movimiento por los derechos
civiles en los Estados Unidos, desde el movimiento negro, entre personas afroamericanas
en 1960.
Muchas mujeres que participaron en este movimiento tomaron
conciencia sobre cómo sus actividades, sus experiencias y su vida personal
estaban moldeadas por una supuesta superioridad de los hombres blancos en
diferentes ámbitos como lo privado, lo político, lo social, lo económico, entre
otros. Sin embargo, en este movimiento, también las mujeres fueron relegadas a
actividades consideradas tradicionalmente como propias de las mujeres: servir
café, limpiar las oficinas y archivar documentos. ¿Por qué un movimiento que criticaba
la opresión de los hombres blancos, que buscaba terminar con la segregación
racial y que reclamaba que se reconocieran sus derechos civiles, utilizaba el mismo
sistema de opresión contra las mujeres que participaban dentro de su
movimiento?
Igual que un siglo antes, en 1965, Casey Hayden y Mary King
escribieron un memorándum para exponer esta situación y abrir el diálogo con
otras mujeres, específicamente con las mujeres afroamericanas, sobre el lugar
de las mujeres en la sociedad y dentro del movimiento. Aunque el memorándum no
obtuvo mucho eco en ese momento, mujeres de otros movimientos, como el
Movimiento de la Nueva Izquierda, lo utilizaron como documento base para
inspirar a otras mujeres a organizarse.
El movimiento por los derechos y la representación ha permitido
abrir caminos. Y aunque el debate sobre si el cuerpo de mujer garantiza o no,
es cierto, pero las investigaciones hablan de que ese es el camino a la
representación sustantiva. Podemos debatir, pero es verdad que al recoger la
historia y la experiencia de las mujeres, éstas tienen intereses, visiones y
perspectivas diferentes a los hombres.
También es cierto que decir que las mujeres sólo pueden ser
representadas por mujeres implica que las mujeres no pueden representar los
intereses de los hombres, y en política, las mujeres presidentas municipales,
gobernadoras, diputadas o senadores, tienen que representar también los intereses
de los hombres.
Todas las mujeres, no importando nuestro origen, podemos igualmente
representar a las mujeres indígenas; si somos lesbianas, también podemos
representar a las mujeres heterosexuales o viceversa. Pero cuando se atacaban
las cuotas o se ataca la paridad, en el fondo el argumento es que no
necesariamente las mujeres representan los intereses de las mujeres y que no
tiene sentido empujar sólo a las mujeres. O sea, es un argumento contra la
representación descriptiva. Por ello se ha desatado la violencia política, y en
Chiapas u Oaxaca hay tal resistencia.
Suponer que la totalidad de las mujeres tienen intereses comunes
como grupo es negar la heterogeneidad de las mujeres en su conjunto. La
representación sustantiva de las mujeres es compleja, porque no se trata de un
grupo, porque miles de mujeres no están organizadas entre ellas, y porque cada
mujer tiene características diversas, según su origen socioeconómico, etario o
étnico.
Sin embargo, se ha demostrado que las cuotas de género ayudaron
a incrementar el número de mujeres en las legislaturas; su presencia no
garantizó, a secas, representar la diversidad de intereses de las mujeres, pero
desde 1996 a la fecha, se avanzó gracias a las bancadas feministas en el marco
legal; de ahí vinieron asuntos tan importantes como los presupuestos, las leyes
generales de igualdad y de acceso a una vida sin violencia; las normas como la
046 o los acuerdos para crear las instituciones contra la discriminación.
Desde la academia se dice que existe suficiente evidencia
empírica que permite afirmar que las mujeres tienden a elaborar políticas
públicas sobre el cuidado de las niñas y niños, prostitución, familia, derechos
reproductivos y sexuales, violencia contra las mujeres e intrafamiliar. El
siguiente problema es saber desde que postura lo hacen. Este es otro rubro del
debate que debiera abrirse ahora mismo.
En años recientes destacan investigaciones sobre la
representación política en distintos países, en las que se analiza la
presentación de iniciativas y las prioridades de las y los legisladores sobre
la influencia de las comisiones dentro del Congreso o los discursos de las y
los legisladores, o desde sus resultados —en las que se analiza el contenido de
la legislación aprobada. La mayoría de las indagaciones concluyen que existe
una diferencia basada en el género, es decir, que las mujeres legislan más en
el ámbito de las mujeres que incluye aspectos relacionados a problemas de la
mujer, temas de niñas y niños y familia, educación y salud; y los hombres en el
ámbito de los hombres, el cual se compone por temas de economía, agricultura,
empleo y relaciones fiscales.
En México también se han llevado a cabo estudios para analizar
si las legisladoras representan sustantivamente a las mujeres. Zaremberg4
analizó las iniciativas que se presentaron y enviaron a la Cámara de Diputados
entre 1997 y 2008 para identificar las que estuvieran relacionadas con la mujer,
la igualdad y la no discriminación en términos de género, la diversidad sexual
y la familia. De las 7,494 iniciativas presentadas, 252 trataban estos temas, y
únicamente quince fueron aprobadas. Sus resultados muestran que los hombres apoyan
más las iniciativas ambiguas o que mencionan a las mujeres y al género de una
manera superficial, mientras que las mujeres presentan más iniciativas en los
extremos; ya sea conservadoras —contrarias al aborto o que reproducen el rol
tradicional de las mujeres dentro de la familia— o claramente pro-género.
Además, se encontró que, en general, los hombres tienen una menor participación
en las iniciativas que tratan temas relacionados con las mujeres.
En años posteriores, Jennifer Piscopo5 realizó
un estudio similar en el que consideró todas las iniciativas presentadas entre
1997 y 2009 y las clasificó por el tema que trataban y por el género de quien
las presentó. Los resultados de su indagación muestran que las mujeres fueron
autoras del 73% de las iniciativas con intereses de mujeres. Además, mediante la
realización de entrevistas, representantes del PAN, PRI y PRD manifestaron la
importancia que tiene para ellas la representación sustantiva de las mujeres y
cómo perciben que son ellas las que cargan la responsabilidad de representar a
las mujeres.
Respecto al concepto de representación descriptiva o sustantiva,
en cuanto a la relación entre ambas, la misma autora encontró que las
iniciativas que tratan temas de interés de las mujeres aumentan conforme crece
el número de mujeres. Esto significa que a mayor representación descriptiva, mayor
representación sustantiva. Lo que vendría a terminar con el largo debate de
“cuerpo de mujer no garantiza” y obliga a las mujeres, como nosotras, de
ciudadanía común y corriente, a empujar la capacitación de las mujeres que
participan en las elecciones.
Segundo tema de debate: ¿sólo capacitación?
Las
especialistas en política consultadas ponen el acento en este problema. Dicen
que concentrarse únicamente en el análisis de los temas de las iniciativas, sin
considerar el contenido de las mismas, implicaría que las iniciativas de temas
que no sean de mujeres, niñas y niños o familia, pero que contengan perspectiva
de género, quedan excluidas del análisis.
Ello implica que no sólo es capacitación, sino que es
necesario emprender el análisis desde otra perspectiva. No es posible asumir
que las mujeres son un grupo homogéneo que comparte intereses e ideología, sino
considerar la posibilidad de que la representación de las mujeres, de las
diputadas, especialmente donde sus partidos conservadores ganan, realizan o
logran la aprobación de iniciativas que podrían considerarse regresivas en
cuanto a los derechos de las mujeres —como podría ser la penalización del
aborto. Además, desde muchos sectores, no puede asumirse que la participación de
las mujeres en el Congreso está motivada por la representación de los intereses
únicamente de las mujeres, y que estos intereses están limitados al papel
tradicional de la mujer dentro de la familia, entonces también se restringen previamente
los temas en los que las mujeres pueden legislar sin perder legitimidad. Eso
sucede al interior de las discusiones en las cámaras. Al respecto Teresita de
Barbieri estudió el tema de las comisiones dentro de la vida legislativa.
Un estudio más reciente busca investigar si las
legisladoras representan a las mujeres más allá de la participación tradicional
de la mujer en la sociedad, mediante el análisis de las iniciativas aprobadas
durante la LXI Legislatura para establecer si éstas incorporaban la perspectiva
de género. Los resultados de este trabajo muestran que de las leyes con
perspectiva de género (64%) fueron presentadas por mujeres y éstas tienen una
probabilidad 14% mayor que los hombres de legislar con perspectiva de género.
Además, los partidos políticos tienen un efecto en los temas de las iniciativas
que se promueven en el Congreso; sin embargo, en este trabajo no se encuentra
evidencia consistente para afirmar que esto es verdad.
En conclusión, las cuotas de género, la paridad
constitucional, sí aumentan la presencia de mujeres en los congresos y sí
existe una relación positiva entre representación descriptiva y sustantiva.
Ello nos daría motivos de fondo para seguir promoviendo la
participación activa de las mujeres en la esfera política. A pesar de la
confusión actual, del PRI-PAN, del avance de la derecha en los conocidos como
partidos de izquierda y de los liderazgos inconfiables desde el punto de vista
feminista.
Los distintos estudios consultados muestran que las mujeres
representan con mayor frecuencia los intereses de las mujeres, lo sucedido como
un fenómeno más profundo en Finlandia, y por supuesto en algunas entidades
donde desde la representación política se ha conseguido apuntalar algunas
políticas públicas en favor de las mujeres.
Ello no implica que la representación sustantiva de las
mujeres debe recaer únicamente en las legisladoras o en las mujeres que han
sido electas a diversos cargos públicos. Es importante que exista una
sensibilización entre los hombres en cuanto a los temas e intereses diversos de
las mujeres para que la representación ser más completa y constante.
Me temo que el debate de la validez de la representación,
que seguirá creciendo en los próximos tiempos, no debería ser denostada por el
creciente renacimiento del movimiento feminista joven, crítico del sistema y
capaz de llamar a olas de manifestaciones por los evidentes rezagos en la vida
y los derechos de las mujeres como la violencia que no cesa; la discriminación como
ideología, la impunidad y, por supuesto, la corrupción y el mal gobierno. Tarea
tenemos.
Notas
*
Periodista mexicana, preocupada por la condición social de las mujeres.
Feminista moderada. Apasionada por el cambio cultural y los medios de
comunicación. Integrante del Consejo Editorial de esta revista.
1. González Schont, Céline (2014), "De la
representación descriptiva a la representación sustantiva. Análisis de las
cuotas de género en los congresos estatales en México", Tesina para
obtener el grado de Maestra en Administración y Políticas Públicas, México,
CIDE.
2. Hanna Fenichel Pitkin (1931), teórica política,
profesora emérita de ciencias políticas en la Universidad de California,
Berkeley.
3. González Schont, Céline (2014), "De la
representación descriptiva…, op. cit.
4.
Gisela Zaremberg. Mujeres, votos y asistencia social en el México priista y la
Argentina peronista (México: Flacso, 2010), 362 pp.
5. Piscopo, Jennifer. (2014). “Beyond
Hearth and Home: Female Legislators, Feminist Policy Change, and Substantive
Representation in Mexico”. Revista Uruguaya de Ciencia Política 23:2; (2011).
Los primeros 10 países que legislaron el
derecho a votar y ser votada
País
|
Derecho
a votar
|
Derecho
a ser votada
|
Nueva
Zelanda
|
1893
|
1919
|
Australia
|
1902
(1962*)
|
1902
(1962*)
|
Finlandia
|
1906
|
1906
|
Noruega
|
1913
|
1907
|
Dinamarca
|
1915
|
1915
|
Islandia
|
1915
(1920*)
|
1915
(1920*)
|
Canadá
|
1918
(1950*)
|
1920
(1960*)
|
Estonia
|
1918
|
1918
|
Austria
|
1918
|
1918
|
Holanda
|
1919
|
1917
|
(*) Derecho a votar y ser votada sin restricciones.
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