La democracia para las mujeres feministas es más que elecciones libres, más que partidos de izquierda o derecha, más que políticas sociales clientelares, es poner el acento en la desarticulación del autoritarismo como una manera de vivir y de gobernar.
Quizá por ello es tan importante que cíclicamente, más allá de los nuevos entramados de la comunicación, se reúnan y se miren a los ojos cientos de mujeres, para hacer un corte de caja y recapitular sobre cómo gobiernos de cualquier naturaleza, sociedad en apogeo de avanzada o de retroceso se cobran en la vida y los cuerpos de las mujeres, intereses económicos, crisis capitalista y ordenamientos jurídicos, que afectan en forma diferente a hombres y mujeres.
Es así como a lo largo de esta semana, unas mil 500 mujeres de América Latina y El Caribe se han dado cita en México para celebrar el XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, costumbre que se inició en Bogotá, Colombia en 1981 y que ha recorrido la región en los últimos 28 años.
El tema central de discusión son los fundamentalismos, sobre todo el económico que ha generado la última crisis del sistema, ese que impone una sola manera de vivir, esa que significa consumo e individualismo, cuyos estragos en la vida cotidiana son especialmente funestos para las mujeres.
Y es que la imposición del mercado pasa por cada milímetro del cuerpo femenino, de otro modo no se explica el tráfico de mujeres, el feminicidio, la violencia en la casa y la exclusión de las trabajadoras de los beneficios que consiguen las empresas y recogen sus ideólogos para una doble explotación femenina: su mano de obra y la reproducción de más y más hombres y mujeres para la producción y el mercado.
En este encuentro, que permite reunir sabidurías y experiencias, también se analiza si el camino es el correcto, si el feminismo es vigente y si todavía existe la posibilidad de transformar.
Ahí se dieron cita un grupo de mujeres, con una larga trayectoria, que han pasado de la lucha callejera a la lucha dentro de los gobiernos y los partidos políticos. Reunidas se preguntaron si hay alguna diferencia entre un grupo político definido como de derecha y otro como progresista o de izquierda, a propósito de le variopinto panorama ideológico en nuestra región.
Probablemente ese es el tema candente: Balbina Herrera, quiere ser presidenta social demócrata en Panamá; cómo considerar a Daniel Ortega en Nicaragua, como de centro izquierda o dictador; dónde poner a Tabaré Ramón Vázquez, otro socialdemócrata en Uruguay, quien desoyó a la sociedad en acuerdo con legalizar el aborto. Esto es, si por el cedazo feminista, se puede entender cómo la agenda de las mujeres se arrincona en las nuevas democracias, esas, las nombradas como las de Ecuador, Bolivia y Chile, tanto como en Venezuela, Colombia o México, donde existen gobiernos francamente de derecha.
Menudo entuerto, dirán los expertos. Pero así parece ser, los gobiernos se erigen en autoritarios, como me dijo Sofía Montenegro, mujer emblemática otrora del Frente Sandinista, hoy perseguida por Ortega. Y expresó más: son autoritarios cuando arrinconan o niegan los derechos de más de la mitad de la población, pero peores cuando persiguen y hostigan.
De ahí que en el encuentro, cuyas sedes son 3 exconventos de la ciudad de México, como para apuntar que las cosas han cambiado y las mujeres han salido de reclusión histórica, se haya propuesto subvertir cualquier forma “reconocida” de mirar al mundo.
El tema es que los gobiernos progresistas, las candidaturas de avanzada, vistas con aplausos por los politólogos, impulsan enormes programas sociales, pero insisten en visiones familistas, cuerpos controlados –no al aborto- y medios de comunicación que reafirman el papel tradicional de las mujeres y formas de convivencia que no checan con la vida real.
Morena Herrera, quien participó directamente en la ofensiva final en el Salvador, previa a los acuerdos de paz, hoy confiada contó su alegría por el triunfo del Frente Farabundo Marti en las elecciones del 15 de marzo último. A pesar de ello, sus compañeras, ex guerrilleras que crearon una organización conocida como Las Dignas, hicieron notar que Mauricio Funes, el candidato triunfante, todavía no ha incluido un programa transgresor para las mujeres.
Lo interesante es que todavía en la sociedad mexicana existe un resquemor a la palabra feminismo, sin comprender, lo dijeron ahí toda clase de mujeres, que el feminismo es un planteamiento de cambio de raíz de las relaciones sociales y entre los hombres y las mujeres.
Seguramente que las discusiones que terminan este viernes, nos darán luces de los nuevos caminos frente a nuevas realidades: el conservadurismo extremo, la economía única y la crisis, que levantará todavía mucho polvo y mucha injusticia, más allá del victimismo, me dijeron y dijeron muchas, está la insistencia en mirar el mundo de otra manera. Se llama feminismo, sin duda.
Sara Lovera es periodista hace 40 años. Colabora en el Instituto Mexicano de la Radio. Es parte de la mesa de debate Periodistas y codirige y conduce Mujeres en Movimiento en Capital 21, TV digital de la Ciudad de México, es corresponsal de Semlac y forma parte de CEDI, una nueva mirada para la igualdad. Fue nominada al premio nobel de la paz en 2005-
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