Por Sofía Montenegro (ponencia para el Encuentro de Mujeres en Resistencia) (Primera de dos partes)
Para entender dónde estamos en el presente, es necesario entender dónde estuvimos en el pasado, especialmente en el pasado más reciente. La situación actual de la sociedad civil nicaragüense, sus dificultades y sus dilemas para poder organizar una eficaz lucha por el cambio, tiene antecedentes que debemos recordar.
En Nicaragua, la transición política de un régimen dictatorial a un régimen democrático la hemos vivido en varias etapas. La derrota de la dictadura somocista en 1979 fue el paso inicial, preparó las condiciones. Posteriormente, el inicio de la transición política la ubican algunos hasta en 1990, con la derrota electoral de la revolución sandinista. Otros -entre ellos me encuentro-, ubicamos el inicio de la transición política, en forma de "baja transición", en 1984. Una "alta transición" la apreciamos ya a finales de los 80, con las negociaciones de paz y los acuerdos de Esquipulas, que buscan poner fin a la guerra y que conducen a la apertura del sistema político y a las elecciones de 1990 en las que triunfa Violeta Chamorro. En 1990, con el gobierno Chamorro, la transición avanza y se abre un período de liberalización: liberalización económica, liberalización política y liberalización de los medios con una total libertad de expresión.
Violeta Chamorro llegó al poder con una coalición de sociedad civil "de derecha" muy frágil, la UNO. Mientras , el resto de la sociedad, lo que podemos llamar la sociedad civil "de izquierda" permanecía alineada con el FSLN. Muy prontamente, los sectores de derecha que resultaron "perdedores" en la UNO se desprenden de esa coalición y comienzan a aglutinarse en torno al liberalismo, en torno al PLC y en torno a Arnoldo Alemán, entonces alcalde de Managua. Los "ganadores" en la coalición, a quienes les habría correspondido dirigir la transición hacia la siguiente etapa, la de la consolidación democrática, quedaron muy frágiles. No lograron constituirse en un grupo capaz de conducir el barco nacional desde la etapa de la liberalización hasta la etapa de la consolidación, meta a la que había que llegar después de los hitos de 1984, 1988 y 1990.
En este escenario, durante el gobierno Chamorro el sistema político se caracteriza por una coalición frágil en el poder, por un gobierno tecnocrático, por un marco jurídico e institucional insuficiente, y por una oposición fuerte, constituida no sólo por el FSLN, sino por los "perdedores" en la UNO , el grupo que aglutinará Alemán tras la bandera del PLC. Por su parte, la sociedad civil se caracteriza en esos años por movimientos y organizaciones sociales que permanecen cooptadas por el FSLN. Las organizaciones populares, nacidas al calor de la revolución -sindicatos, movimiento de mujeres, organizaciones de agricultores, de productores-, estaban todas sometidas y eran dependientes del FSLN, obedeciendo sus líneas partidarias. En esos años comienzan a emerger con gran fuerza las ONG y los medios de comunicación masivos.
Los años 90 se caracterizan por el surgimiento de un nuevo actor social, las ONG, y por la gran expansión de los medios de comunicación, gracias al levantamiento de la censura, lo que da lugar a una diversificación de medios radiales, escritos y televisados. Son años también de profundización de la crisis económica. Y en los primeros años 90 asistimos, por esta razón, a una notable movilización social con huelgas, paros, tranques y marchas.
Mientras la liberalización abierta con el gobierno Chamorro entre 1990-1994 avanza, el proceso de democratización en el FSLN fracasa. De igual modo, la derecha más pensante y moderada fracasa también en su intento de articularse como un actor fuerte. Son los "perdedores" de la coalición de gobierno quienes empiezan a fortalecerse uniéndose bajo la sombrilla del PLC, una franquicia política, un partido de membrete que Alemán "compra" y transforma en poco tiempo en una maquinaria política poderosa desde la que empieza a reconstituirse otra coalición de poder.
Tanto el FSLN como esta coalición opositora de derecha que se organiza en torno al PLC constituyen dos actores autoritarios. Sin ningún tercer actor democrático que condujera al país a concluir la transición consolidando la democracia, se pulverizó cualquier posibilidad de un centro político. Esto aborta la transición iniciada en los 90. Tal vez doña Violeta habría necesitado más años en el poder para impedirlo, pero la realidad es que la transición abortó, quedó inconclusa. Aún en esa transición inconclusa hubo logros: terminó el conflicto armado y se abrió el sistema político de forma pluralista. Sin embargo, faltó lo principal: no se logró crear un polo hegemónico democrático ni se estableció un nuevo contrato social. Y lamentablemente, se consolidaron dos polos hegemónicos autoritarios, en la derecha y en la izquierda, el PLC y el FSLN. En la economía, el gobierno Chamorro no logró implementar eficientemente las reformas económicas, y a partir de aquellos años se agudiza!
el desempleo, la pobreza y la marginalidad.
Carecer de partido y de bases, obligó al gobierno Chamorro a un proceso de negociación con el FSLN, a un "pacto". Un pacto que, a diferencia del pacto del 2000 entre el PLC y el FSLN, tuvo legitimidad, porque lo que se negoció fue neutralizar la posibilidad de una guerra civil. Por eso, la sociedad aceptó y legitimó aquel "pacto". A partir de entonces, quedó instalada en el FSLN una práctica de transacciones políticas prebendarias. Con una transición inconclusa y sin un polo hegemónico democrático que hiciera frente a los dos polos autoritarios, FSLN y PLC, las elecciones de 1996 se polarizaron bipartidistamente como fruto de la manipulación política e ideológica del electorado. Un montón de pequeños partidos no lograron constituirse como centro político, y la llegada al poder de Arnoldo Alemán en 1997 puso fin al proceso de transición democrática. Con Alemán hemos vivido cinco años de regresión autoritaria en los que el país retrocedió aceleradamente. La tragedia de Nicaragua consiste en no haber logrado crear un polo hegemónico democrático que se haga cargo del timón nacional. En nuesta historia, los únicos polos hegemónicos que hemos conocido son autoritarios.
Es necesario recordar que esto no se percibía así en aquellos momentos. Alemán fue recibido con grandes expectativas, se esperaba mucho de él. Se esperaba del gobierno liberal un nuevo liderazgo político, un nuevo pacto social, un proyecto de nación, un modelo de desarrollo, un modelo de gobernabilidad democrática que canalizara tantos conflictos. Se esperaba el fortalecimiento de la institucionalidad democrática. Ésas eran expectativas generalizadas entre la población en 1996. Lo que realmente sucedió fue una involución hacia nuevas formas de autoritarismo, tanto en el sistema político, como en el marco institucional y jurídico, como en los movimientos y actores sociales, como en los procesos económicos. En todo.
A la altura de aquellos años privaba la confusión y la población había perdido cualquier sentido de discernimiento. Sólo el FSLN -que históricamente había agrupado a la gente más lúcida y comprometida de este país- podría haber contribuido al discernimiento. No lo hizo, no podía hacerlo. A esas alturas, el FSLN era un grupo político cerrado sobre sí mismo, que había perdido su capacidad de pensar por haber expulsado de sus filas a cualquiera que pudiera discernir, debatir o disentir sobre el rumbo que conducía al FSLN hacia un autoritarismo puro y duro. Y excluyente. Entre esas excluidas, me encuentro.
Durante el gobierno Alemán, el sistema político se transformó. Los liberales llegaron al poder en una alianza consolidada y con una base social sólida, como fruto de un trabajo político de varios años. En la Asamblea predominó la polarización PLC-FSLN. Aparecieron terceras fuerzas, aunque débiles o subordinadas. Y hubo coincidencias tan grandes entre los dos polos autoritarios que condujeron al pacto PLC-FSLN. El pacto no fue otra cosa que la repartición económica y política de Nicaragua entre dos grupos de poder. Con esta base de poder compartido, ambos partidos cerraron en el año 2000 los demás espacios políticos e hicieron una reforma electoral y reformas constitucionales, apostando a la alternancia en el poder. Le impusieron a Nicaragua un bipartidismo artificial, porque la transición ya había ido produciendo numerosas expresiones de pluralismo político. Y un bipartidismo muy riesgoso, porque la historia nos enseña que siempre que se ha forzado el bipartidismo en Nicaragua el resultado ha sido una guerra civil.
El gobierno Alemán y el pacto reforzaron el autoritarismo en el país. En el marco institucional y jurídico se bipartidizaron todos los poderes del Estado, se amplió el número de las magistraturas, se destruyó el pluralismo político con la ley electoral, se aprobaron leyes sin ninguna participación ciudadana y se instaló la corrupción política y administrativa. El pacto se tradujo en reformas institucionales y legales destinadas a legitimar acciones ilegítimas por antidemocráticas y por estar orientadas a garantizar impunidad a los protagonistas del pacto. Toda esta gravísima situación, en la que tiene absoluta y completa corresponsabilidad el FSLN, es la que hoy busca superar el nuevo gobierno con el respaldo de toda la población, de la sociedad civil.
La década de los 90 vio aumentar la densidad de los actores sociales -particularmente de las ONG-, su independencia y su autonomía. Si a principio de los 90 casi todos estaban subordinados al FSLN, a partir de entonces se van autonomizando e independizando. Se diversificó también enormemente la gente organizada en todos los estratos y sectores sociales, tanto en el campo como en la ciudad. Situación que contrasta con la restricción de los espacios de participación y con una crisis de representación en los partidos políticos. Las ONG y los medios de comunicación masivos emergieron en estos años como nuevas formas de representación. La representación de las ONG, con sus "bemoles", porque con su trabajo no buscan crear ni organizar sujetos sociales sino captar clientes sociales, y porque han producido una representación fragmentaria y competititiva. Los medios de comunicación, aunque muy polarizados, comenzaron muy pronto a ejercer una representación beligerante, actuando como fiscalizadores y mediadores políticos de la población.
A finales de los años 90 la sociedad civil nicaragüense presentaba ya un rasgo básico para interpretar su debilidad: los movimientos y organizaciones sociales estaban desarticulados y cooptados, ya no por el FSLN, sino fundamentalmente por la cooperación internacional, que impone su propia agenda, no siempre coincidente con la agenda nacional. Por otro lado, la sociedad civil padeció durante el gobierno Alemán un control político, institucional y jurídico sobre sus diferentes expresiones organizadas.
A falta de policía, ejército y censura, el gobierno Alemán aplicó, como mecanismo de control y de coerción, el famoso "terrorismo fiscal" desde la Dirección General de Ingresos dirigida por Byron Jerez. A las ONG y a los medios de comunicación más beligerantes y a la empresa privada cuando se oponía a cualquier política gubernamental, se les aplicaba esta forma de terrorismo. Si el gobierno Alemán buscó debilitar a la sociedad civil con leyes y con el control fiscal, los dos polos autoritarios buscaron someterla forzándola a una alineación bipartidista.
La ofensiva contra las ONG tenía el objetivo de cerrarlas, de controlarlas, en cualquier caso de intimidarlas. Tuvo éxito. Todo el mundo empezó a moderar su beligerancia y a callarse. La represión fiscal montada desde la DGI buscó, y consiguió, un proceso de autocensura. Y es hasta ahora, con el gobierno de Bolaños que la gente está empezando a hablar.
Durante el gobierno Alemán, el aparato estatal se puso al servicio de un nuevo grupo económico, el nacido del pacto PLC-FSLN, el de los nuevos ricos por usurpación o por saqueo del Estado. Esto generó serias contradicciones con los grupos económicos tradicionales agrupados en el COSEP. Vivimos durante estos años en un país real, donde el desempleo y la miseria masiva coexistían con pequeños grupos con acceso a todo tipo de bienes de lujo, mientras el gobierno vivia en un país oficial, con cifras que intentaban convencernos del crecimiento económico y de la creación de miles de nuevos empleos. La marginalidad se acrecentó y en el último año del gobierno Alemán, la crisis del café desplomó la producción rural agravando la ya dura situación económica.
En la década de los 90 emergieron en la sociedad civil nuevos actores que se sumaron a los de la sociedad civil precedente. Entre esos "bateadores emergentes" están el movimiento de mujeres, el movimiento indígena, el movimiento juvenil, las organizaciones de derechos humanos, los emigrantes -actor emergente y masivo, totalmente desorganizado y todavía sin ninguna representación en el país- y las ONG y las redes civiles.
Las potencialidades de nuestra actual sociedad civil son muchas. Tenemos ya en Nicaragua un asociacionismo denso. Han emergido nuevos actores, que han adquirido mayor capacidad de negociación, disponen de más recursos, tienen credibilidad, legitimidad y reconocimiento, hacen contrapeso a las tendencias autoritarias, poseeen capacidad de liderazgo social y también capacidad de interlocución política. Los dilemas que enfrenta nuestra sociedad civil son varios. El primero es el sistema político excluyente y el control institucional y jurídico que resultó del pacto. Otros dilemas expresan debilidades que nos impiden actuar de una manera mucho más coherente. Entre estos dilemas-debilidades, señalo la subordinación a las agendas internacionales, siendo prácticamente inexistente una agenda nacional, y la fragmentación y competencia entre las organizaciones. La oenegización de los movimientos sociales y de las organizaciones sociales constituye una gran debilidad y genera falta de coherencia en la acción política. Para poder construir una sociedad civil beligerante, activa y propositiva, debemos explotar nuestras potencialidades y disponernos a enfrentar estos dilemas y debilidades. El primer paso es entenderlas y debatirlas.
En teoría, el Estado está constituido por la sociedad política y por la sociedad civil, y las relaciones entre ambas sociedades se dan a través de mediadores: los partidos políticos, los medios de comunicación, los grupos de presión y los grupos de interés. En la sociedad civil, las ONG, las organizaciones sociales, los movimientos sociales y las asociaciones civiles proponen cambios y hacen propuestas, que asumen los mediadores. Los mediadores transmiten esas propuestas al Estado por los mecanismos institucionales y presionan para su realización. Esta interacción debe ser permanente. Si el Estado está institucionalizado y organizado, si es democrático, dará respuestas a la sociedad a través de políticas estatales o acciones gubernamentales.
Así debe funcionar una sociedad. En Nicaragua no funciona así. El Estado de Nicaragua, que nunca ha sido ni institucionalizado ni organizado y que es autoritario y no democrático, está ahora siendo minimalizado por las disposiciones de los organismos financieros internacionales. Además, es un Estado fragmentado, burocrático e ineficiente. Y es corrupto. Para colmo, el pacto polarizó a toda la sociedad, ahondando el abismo entre el Estado y la sociedad civil. Entre los mediadores ante el Estado están los partidos políticos, que según la teoría deben cumplir tres funciones. Deben servir de sintetizadores de los anhelos y demandas de la ciudadanía y de sus votantes y recoger en una programática una propuesta de cambio que lucharán por convertir en política de Estado. Deben educar y politizar a la ciudadanía y a sus votantes. Deben movilizar a la ciudadanía y a sus votantes para que defiendan sus propios intereses. El pacto PLC-FSLN excluyó a todos los partidos políticos, dejando
sólo en el escenario a dos partidos autoritarios que no cumplen ninguna de estas funciones y que sólo representan los intereses corporativos de las cúpulas que privatizaron ambos partidos.
En un tiempo, el FSLN fue del pueblo de Nicaragua y cumplió estas funciones, pero hoy el FSLN es un partido privatizado, es el partido de Daniel Ortega. Algo similar ocurre en el PLC, un partido privatizado por Arnoldo Alemán, cuya "privatización" está hoy en disputa con la llegada al poder del gobierno Bolaños.
En Nicaragua, podemos considerar como grupos de presión al Grupo Pellas y al Ejército. Los grupos de interés -ciudadanos y ciudadanas organizados que hacen cabildeo buscando influir a favor de intereses específicos- son prácticamente inexistentes en Nicaragua. En la práctica, no tenemos mediadores, a excepción de los medios de comunicación, que han jugado un extraordinario papel como fiscalizadores de la gestión pública. Con todos sus defectos, y con todas las debilidades del periodismo nacional, los medios masivos son quizá la única institución democrática que tenemos hoy en Nicaragua. (continùa la próxima semana)
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