miércoles, 18 de marzo de 2009

Democracia, hombres y fiesta...

Por Sara Lovera
Foto: Alicia Mendoza -
Participantes de diversos países en reunidas en discusión.

México, marzo (SEMlac).- Más de 1.500 mujeres poblaron, para resignificarlos, varios exconventos de la ciudad de México, esos espacios de reclusión que durante la conquista española fueron, al mismo tiempo, los lugares donde las mujeres aprendieron a pensar, leer y escribir, como recuerda la historiadora Josefina Muriel, al pensar en Sor Juana.

Mitad latinoamericanas y mitad mexicanas, las participantes en el XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, iniciado este 16 de marzo, invadieron callejuelas y plazas del centro histórico de la capital del país.

Aparecieron desde los más distintos espacios, en pluralidad de feminismos y suma de opiniones: lesbianas feministas, mujeres políticas, cientistas sociales, las llamadas históricas, impulsoras del feminismo de los años setenta, y muchas jóvenes egresadas, 30 años después, de la formación académica de género.

Hemos avanzado, dijo a SEMlac Magali Pineda, de República Dominicana, fundadora del Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF), quien es pragmática confesa.

Lo que hoy hace falta al feminismo latinoamericano es poder político, espacios en la zona de toma de decisiones, porque las mujeres siguen muriendo por abortos clandestinos y la pobreza ofende, como ofende el tráfico sexual”, asegura. República Dominicana es uno de los cuatro países de la región donde está totalmente prohibido el aborto por cualquier causa.

En un hotel cercano al exconvento Regina, sede de las principales actividades, las mujeres de la Red por la Salud discutieron las perspectivas de la lucha por los derechos sexuales y los reproductivos, amenazados por el conservadurismo más atroz de los últimos tiempos. Allí explicó detalles de la persecución Ana María Pizarro, de Nicaragua.

Y entre tanta algarabía y dicha por el encuentro, Morena Herrera, una de las combatientes del Frente Farabundo Martí, creadora de Las Dignas, Asociación de Mujeres por la dignidad y la vida, en El Salvador, se abrazaba a sus compañeras feministas para agradecer el triunfo de la izquierda en su país, aunque reconocía que ello no garantizará avances reales a las mujeres. Gloria Careaga, coordinadora de los temas de fondo, al final de su discurso inaugural, lanzaba vivas por el triunfo en ese país del Frente Farabundo Martí.

El XI encuentro incluye más de 200 actividades, casi la mitad culturales: exhibición de películas, teatro, lectura en voz alta, exposiciones de pintura y gráfica. Abre la posibilidad de medir no sólo avances políticos y sociales, sino expresiones de cambio cultural y de la vida de miles de mujeres.

Los encuentros, donde también se analiza y discute, son sobre todo eso, encuentros. En 14 hoteles, las mujeres de varias pintas --mulatas, blancas, morenas, indígenas, trabajadoras, estudiantes, periodistas--, muy diversas, empezaron a reconocerse desde el domingo, a encontrarse.

La peruana Gina Vargas, una de las figuras más señeras del feminismo latinoamericano, dijo a SEMlac que probablemente lo que también hace falta es democracia.

Ella, la más hostigada por el feminismo llamado autónomo, aplaudía durante la inauguración de las actividades a esas, las autónomas bolivianas encargadas del ritual indígena, llamado propiciatorio para la buena marcha de las actividades del encuentro, cuyo centro de discusión serán los diversos fundamentalismos.

Vargas comentó que este encuentro ha dejado en claro, desde el comienzo, que existen varios feminismos, que hay expresiones plurales de las militantes, como las hay en la sociedad, e hizo caso omiso a cómo fue ofendida en Chile, hace 10 años.

Allí, en 1993, las autónomas enfrentaron a Vargas, en ese momento encargada de coordinar los trabajos de las feministas en la IV Conferencia de la Mujer, entraron con carteles al recinto donde ella estaba, la acusaron de estar engullida de poder, tiraron sobre la mesa una gallina sangrante y armaron un gran escándalo.

Ahora, en este encuentro, las autónomas fijaron su posición en voz de Victoria Aldunate, del movimiento autónomo de Chile. Aldunate intervino minutos antes de la inauguración formal y cuestionó el apoyo económico de las agencias nacionales e internacionales al encuentro, sin datos ni cifras.

La tendencia autónoma, en esencia, se opone a la institucionalización del feminismo, su relación con instituciones del estado, con ONGs o redes temáticas, basada en la idea de mantenerse fiel a los principios iniciales del feminismo: solo las mujeres, sin agentes del patriarcado.

En la inauguración hubo dos presentaciones: una formal y otra festiva, que usó el humor para hablar de las dificultades para llevar a cabo una reunión de tal naturaleza, incluidos 14 hoteles poblados por mujeres, tres sedes de actividades, reunión de redes, temas, grupos, políticas y conversatorios informales de toda clase.

En la calle, frente a las mesas de registro, se presentó el número 30 de Cuadernos Feministas, dirigido por la mexicana Josefina Chávez, mientras que un grupo de feministas jóvenes, las Rosas Chillantes, vendía camisetas y las mujeres de Michoacán ofrecían rebozos y vestidos típicos.

En tanto, en el Museo del Esntanquillo, mujeres de nueve países, todas indígenas, se daban cita informalmente en una terraza, coordinadas por Martha Sánchez, indígena nañú del estado de Guerrero.

Igual, durante estos días se encontrarán las fundadoras de la lucha por los derechos laborales de las empleadas domésticas; las que un día crearon la red latinoamericana contra la violencia hacia las mujeres; se analizarán los cambios democráticos y la participación de las mujeres y, por supuesto, los fundamentalismos.

En los espacios de la sede de las discusiones, en cada aula, recodo, pasillo, lugar de encuentro, se han puesto los nombres de 33 mujeres de América y el mundo, especialmente latinoamericanas, que en los últimos años han muerto y fueron parte del impulso del movimiento feminista contemporáneo.

De ellas, incluidas las hermanas Mirabal, se vieron imágenes y recuerdos en el patio donde dio comienzo la noche del lunes este encuentro, el segundo que se realiza en México. El IV fue en Taxco, en 1987, hace 22 años.

Además, se rindió homenaje póstumo y reconocimiento a Alaide Foppa, fundadora de la revista Fem; a Bety Fridan, la que puso a tono el malestar, el problema sin nombre que dio origen al movimiento feminista estadounidense de los años setenta; a las madres que propiciaron hijas irredentas, como Jesusa Ramírez, la progenitora de Jesusa y Gabriela Rodríguez, dos feministas mexicanas.

También se dio espacio a las que contribuyeron de otra manera, con la política, como Cecilia Loria o Susana Prats, una mexicana otra uruguaya, cuyas características las unen en el tiempo: tolerancia y diálogo.

Había algo más en este principio de encuentro latinoamericano. Como nunca antes, muchos hombres alrededor. Músicos, ayudantes, policías, organizadores, apoyos diversos, camarógrafos, fotógrafos, etc. De eso no hubo en otros tiempos. Una feminista emblemática, llamada Lucero González, me preguntó, cuando hice la observación: y ¿esto es bueno o es malo?

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