Por Juliana G. Quintanilla y José Martínez Cruz*
Cuando las mujeres trabajadoras de Textiles Cotton de Nueva York fueron encerradas en la fabrica por el patrón y murieron quemadas por haber iniciado una huelga en demanda de mejores condiciones de trabajo, no pensaron en morir, tal vez no pensaron en que el capitalista las asesinaría por atreverse a exigir sus derechos. Tal vez no lo pensaron, pero se atrevieron a luchar, y dejaron una lección de dignidad para la humanidad, que en el Congreso de la Internacional socialista en 1910, a propuesta de Clara Zetkin, fue recogido para establecer el 8 de marzo como día internacional de las mujeres trabajadoras.
Hoy, a 152 años de aquel ominoso hecho, la mejor forma de recordarlas, es luchar por lo que ellas ofrendaron su vida: una vida digna, un trabajo sin explotación, un mundo sin opresión, ni exclusión, ni violencia. Mujeres trabajadoras como las textileras de Cotton se han multiplicado por millones en todo el mundo. Desafortunadamente, empresarios capitalistas como los que las quemaron, siguen teniendo el poder económico y político en la mayor parte del planeta. Es la hora de la crisis capitalista y la hora de la resistencia y de la lucha por construir un mundo distinto. Es la hora de las mujeres que no están dispuestas a seguir siendo humilladas. Ni utilizadas. Ni marginadas.
Es un día de fuertes contradicciones. Hay que denunciarlas: los gobernantes y capitalistas nos hablan de igualdad cuando se incrementa la opresión y explotación, nos hablan de equidad de genero cuando aumenta la violencia feminicida, nos hablan de igual oportunidad cuando la pobreza tiene cara de mujer, nos hablan de derechos ciudadanos cuando la mayoría de los cargos políticos lo ocupan los hombres. Los actos oficiales no logran ocultar que cuando se refieren a las mujeres únicamente lo hacen para justificar el papel de sumisión y obediencia que el machismo y el sistema patriarcal nos impone desde cientos de años atrás.
La lucha de las mujeres por hacer prevalecer los derechos humanos tiene en el feminismo su acervo principal. Hay quienes atacan al feminismo acusándonos de pretender ocupar el papel de los hombres. No queremos oprimir, explotar ni violentar. Queremos que se nos respete como mujeres, nuestro derecho a decidir, a ejercer libremente nuestra voluntad y conciencia, a optar en todos los terrenos de la vida: social, económico, político, sexual, afectivo, de forma de pensar.
Esto es lo que reivindicamos este 8 de marzo: que no haya ni una mujer más que muere violentamente por el solo hecho de ser mujer, que nadie tenga que migrar forzadamente, que nadie se vea obligada a tener relaciones sexuales no consentidas, que nadie sea obligada a tener un hijo producto de una violación o de una enfermedad congénita, que seamos las mujeres las que tengamos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, porque el aborto sea una libre decisión en conciencia y no penalizado por jueces y condenado por sacerdotes.
Mujeres artesanas indígenas: la firme decisión de vivir.
Son 40 mujeres artesanas indígenas que decidieron constituir la Unión Nahua Mazahua para defenderse ante la discriminación del gobierno panista que trata de excluirlas de su espacio territorial para subsistir en el zócalo de Cuernavaca. Algunas de ellas las conocimos desde recien nacidas y otras cuando fueron a recibir alimentos y estudio en Casa Tatic, un centro originalmente dedicado a atender indígenas ubicado en el centro de la ciudad y auspiciado por Paty y Memo Coleman, periodistas norteamericanos que decidieron vivir sus últimos años en México apoyando proyectos educativos para indígenas. Sus collares, pulseras, aretes, reflejan la belleza y la alegría de la vida, ampliada y reproducida en los dibujos que ilustran la vida cotidiana de los pueblos en el papel amate y en los floreros de barro pintados a mano. Arte reconocido mundialmente, factor de identidad, motivo de orgullo nacionalista explotado por un gobierno que prefiere el pasado glorioso al reconocimiento del presente real de los pueblos que defienden sus derechos. Y son ellas, las mujeres indígenas quienes resisten y luchan por ofrecer sus artesanías en el zócalo de la ciudad, negándose a ser arrojadas al olvido, al patio trasero, salieron de sus pueblos y han transformado el reto de la migración en la construcción de una sociedad incluyente, y no están dispuestas a seguir siendo humilladas.
Mujeres obreras, maestras, enfermeras, rompiendo roles, transformando realidades.
Las mujeres obreras de la industria de la confección en Morelos tienen más de tres décadas de haber irrumpido en la lucha sindical, lo que abrió el camino para incursionar en la lucha social y política en una sociedad clasista, patriarcal y machista que niega el principio de la igualdad cuando se trata de aplicarlo en la práctica.
Fue en 2001 cuando cerca de 500 obreras de Confitalia pararon labores y bloquearon el Boulevard a Cuautla, siendo brutalmente reprimidas por el gobierno de Estrada Cajigal, el mismo que hoy es reivindicado como asesor por el candidato priista a la presidencia municipal de Cuernavaca. No era la primera vez que las mujeres salían a la calle. Ya desde 1972 las 110 obreras despedidas de Confección-Rivetex habían logrado vencer la represión patronal mediante la huelga y la movilización hasta obtener la reinstalación, abriendo el camino para el surgimiento del sindicalismo independiente en Morelos que se expresaba también en NIssan, IACSA, en la UAEM y otros sectores de trabajadores en CIVAC. También las maestras, trabajadoras de la educación, que en 2007 sostuvieron la huelga de hecho durante meses a pesar de la represión brutal del gobierno de Adame, tienen en la huelga de 1980-81 su antecedente más significativo, para romper con el uso que el sistema hace de ellas para reproducir la ideología dominante. Al igual, las enfermeras y doctoras del IMSS y del ISSSTE, en las jornadas de movilización de los últimos años, mostraron que no había que conformarse con realizar doble o triple jornada laboral, sino que había que luchar en las calles para defender sus derechos. De eso se trata, de que el trabajo sea digno, con derechos plenos, no para aumentar la explotación de las mujeres agudizando la competencia con los hombres, como lo pretende el capital en tiempos de crisis.
El poder politico como instrumento patriarcal.
En Morelos hay un número mayor de mujeres que de hombres, según las estadísticas de INEGI. También el padrón electoral muestra que hay un número mayor de ciudadanas inscritas. Esta realidad no se ve reflejada en el papel en la economía y en la política. Si hay un número creciente de mujeres que trabajan en todos los sectores de la economía, pero la masa salarial que devengan es casi un 40% menor qye el que obtienen los hombres. En la esfera política los puestos son ocupados en más de un 80% por hombres, a pesar de las políticas de equidad de género legalmente establecidas. Menos del 18% de candidaturas registradas hasta el momento por los partidos políticos para las próximas elecciones. El poder machista en pleno.
Feminicidio: la politica del machismo y la misoginia.
Las mujeres en Morelos sufren violencia a manos de los hombres. Al interior de la familia, en las calles, en el trabajo. Violencia sexual, psicologica, económica. Violencia institucional que se trata de ocultar por las telarañas de la ideología dominante. No se trata de patologías individuales exclusivamente. Es violencia generada por las contradicciones estructurales de una sociedad que se basa en la realidad de la superioridad clasista que explota y oprime, que discrimina y somete mediante los mecanismos económicos, sociales, políticos, culturales, religiosos y el uso de la historia para negar el papel activo y transformador de las mujeres. Las mujeres mueren en número creciente en Morelos. Más de 200 mujeres asesinadas durante los últimos diez años. Ante la indiferencia y complicidad de gobernantes y machistas que se escandalizan de que el feminismo gane terreno en la conciencia de mujeres y hombres solidarios. El feminicidio como herramienta de sometimiento de las mujeres que se atreven a desafiar el poder establecido. La muerte anunciada por la intolerancia, el desprecio, el odio a quien se ve como inferior. Mujeres de ideas son vistas como peligrosas para quienes quieren perpetuar privilegios de todo tipo. Por eso, luchar por la vida de las mujeres, por la igualdad, la emancipación, por los derechos plenos, nos lleva a desafiar las estructuras de la sociedad, en todos los terrenos, profundizando el debate en el seno mismo de las organizaciones sociales, políticas e inclusive de las mismas organizaciones de derechos humanos que diez años atrás se negaron a incluir el tema en la agenda bajo el pretexto pueril de que habían organizaciones feministas que ya lo estaban llevando a cabo y que ahora, como consecuencia de esa lucha, han asumido cada vez con mayor claridad esta lucha contra el feminicidio, por los derechos de las mujeres.
Hace ya varias décadas que el movimiento feminista tiene carta de legitimidad en nuestro estado de Morelos. Feminismos con diferente rostro, multicolor, que se expresa lo mismo entre las mujeres intelectuales y universitarias que le dieron un impulso, que en las mujeres que dan la lucha al interior de los partidos y las organizaciones sindicales y sociales, o ese feminismo que tiene cara de artesana, de indígena, de obrera. Fortaleza de la diversidad que, desde la izquierda socialista, desde la causa de los derechos humanos, debe mantener una perspectiva feminista en este 8 de marzo de pan y rosas. Ni una muerta más en Morelos.
* Miembros de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos (México)
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