por Nellys Palomo Sánchez
Foto: Mujeres en la sierra de Chiapas, Miguel Garcia
Este XI encuentro feminista es un buen espacio para continuar un debate que se ha venido gestando en ediciones anteriores, que van desde las conferencias internacionales, espacios académicos, y eventos del movimiento donde convergen mujeres indígenas y feministas o mujeres del movimiento amplio.
En algunos casos se han logrado consensos a la luz de decisiones y de toma de acuerdos, en otros persisten los recelos y los desencuentros.
Sin embargo, a pesar de estos avances y aportes en mucho del discurso y del accionar siguen estando ausentes las mujeres indígenas, que han construido, aportado y dado su sabiduría desde sus pueblos y desde ese ser mujer indígena al movimiento amplio de mujeres.
Los encuentros y desencuentros se han dados en el marco de las conferencias internacionales como la Conferencia Mundial de la Mujer en Beijín, o la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Xenofobia, Durban, 2001, y tantos otros espacios donde una parte se vive como excluida por ser indígena, pobre y mujer y la otra parte, las feministas que a veces toman conciencia y tratan de remediar la situación o terminando actuando desde la lógica de que somos todas mujeres y vivimos por igual una opresión.
En tanto los encuentros feministas han sido espacios de debates, aportes y compartires de lo que cada quien hace desde su especificidad de trabajo en el movimiento de mujeres, consideramos que cada uno de los sectores involucrados pueda sentarse a discutir de manera amplia, por donde están los nudos, los desencuentros y en donde se han dado los avances de cada quien.
Elementos sustanciales expresan esta necesidad tanto de parte de las mujeres indígenas, como de las feministas, y académicas que han nutrido en estos años al movimiento amplio de mujeres.
Las mujeres indígenas han ido paso a paso haciendo una presencia visible o a veces invisible que se expresan en:
El emerger de las mujeres indígenas como nuevos sujetos sociales, y como fuerza social de transformación en el ámbito continental en esta última década, representa un avance significativo en el movimiento de mujeres. Su presencia se ha manifestado en redes del movimiento de mujeres, espacios inter institucionales, conferencias internacionales.
Aunque el movimiento de mujeres indígenas se base en historias regionales y locales, y sus raíces organizativas daten de veinte años atrás, la genealogía del movimiento de resistencia de las mujeres indígenas es largo. Ubicamos su participación en el contexto del desarrollo de las demandas del movimiento indígena mixto, exigiendo el “Derecho a tener Derechos”, siendo así que su labor organizativa se ha caracterizado por su reclamo al derecho de la “diferencia” como mujeres dentro de sus pueblos y como indígenas al interior del movimiento de mujeres, de igual manera, por nuevos reclamos en torno a sus derechos como sujetas y ciudadanas marcadas por el género
Las indígenas han jugado un papel vital en el movimiento de sus pueblos apoyando las demandas de autonomía jurídica, territorial y cultural, pero también han extendido este discurso poniéndole el significado de la inclusión de la autonomía corporal, política, cultural y económica de las mujeres. Convirtiéndose así en nuevos e importantes actores en el movimiento indígena y de mujeres logrando que sus demandas políticas e indígenas sean estructuradas por la intersección de género, etnia y clase social.
La participación efectiva de las mujeres indígenas en la creciente movilización de la sociedad civil, como ha sido en Ecuador, Perú, Guatemala, Bolivia y México así lo corroboran. Sus demandas frente al Estado y al orden económico, su insistencia en la autonomía de las mujeres en sus propias comunidades desmantela la noción del orden de que otros pueden hablar por ellas. El surgimiento de los movimientos de mujeres indígenas a nivel del continente ha causado olas que sacuden viejos parámetros sobre la representación política, la violencia, las prácticas culturales y el ordenamiento del poder, no solo para los estados nación sino para los propios pueblos indios y el movimiento de mujeres en general.
Al emplear una nueva forma de conciencia diferencial, las mujeres indígenas han creado sus propias prácticas y contra discursos para renovar sus identidades culturales y reivindicar sus derechos a la ciudadanía con relación al asunto de las cuestiones de género y de la autonomía.
Del otro lado el movimiento de mujeres, con su clara expresión de feministas dentro de el, ha tenido un desarrollo significativo en nuestra región. Destacadas mujeres han transitado y aportado a una nueva mirada de la vida, del mundo y de las relaciones entre hombre y mujeres, en lo que se ha llamado ese quehacer feminista o la construcción de una cultura del pensamiento feminista.
Tenemos una genealogía de mujeres feministas, aguerridas defensoras de los derechos de las mujeres, que han puesto todo su empeño para que la conciencia de ser mujer y la mirada hacia la subjetividad y la diferencia sea tomada en cuenta.
Muchas mujeres han abiertos espacios para lograr tener una representación política, social y cultural. Esto se ha expresado en los últimos años en un tema fundamental en la construcción del concepto de una ciudadanía plena y activa.
En América Latina y el Caribe ha permeado los lugares públicos un buen número de mujeres en puestos de decisión y poder.
La lucha enmarcada en el concepto de democracia paritaria y equidad de género, ha sido uno de los principales desafíos teóricos y prácticos más importantes, para posicionar una agenda feminista y de derechos de las mujeres.
A pesar de estos avances hoy enfrentamos situaciones muy especiales en algunos países de la región, donde el avance de la correlación de fuerzas progresistas en años anteriores muestran señales preocupantes y posiciones fundamentalistas en relación a los derechos políticos, civiles y ciudadanos de las mujeres.
A este debate y desafío se suma ya un viejo dilema de los movimientos de mujeres y/o feministas que tiene que ver con los liderazgos que se convierte en un tema central para comprender las limitaciones y los obstáculos a la hora de transformar al movimiento y de permitir que otras tomen ese rol, como ha sucedido con la participación de otras identidades, sean de mujeres indígenas, afro descendientes, migrantes u otras.
Estas nuevas realidades nos plantean el desafío que es el de comprender, asumir y retribuir el liderazgo de las otra en la multidimensionalidad que hoy se expresa en el movimiento.
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