Por Sofía Montenegro
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En teoría, la sociedad civil incluye las distintas formas de asociación (iglesias, partidos, cámaras empresariales, asociaciones gremiales, sindicatos, ONG, clubes, grupos, movimientos sociales tradicionales -campesinos y obreros- y movimientos sociales nuevos: de mujeres, étnicos, ambientalistas, el actual movimiento anticorrupción), los medios de comunicación y cualquier otro medio que influya en la opinión pública, como es el sistema educativo. La sociedad política incluye el aparato judicial, el Ejército y la Policía , el Parlamento y el aparato burocrático de todo el Gobierno.
Aunque todos los actores sociales integran la sociedad civil, no todos apuestan por el cambio, por la democracia y por la equidad. En Nicaragua, la mayoría no está por el cambio. Las iglesias católica y evangélica no están por el cambio y la empresa privada no está por la equidad. Las iglesias, especialmente la católica, representan un soporte fundamental del statu quo, un aparato de respaldo al poder autoritario. La empresa privada es débil. Han desaparecido prácticamente los sindicatos. Las ONG han surgido y crecido espectacularmente (1 mil 750 registradas hasta 2001). Los clubes tienen proyección limitada o humanitaria. Los medios masivos sí tienen mucho impacto. La privatización ha desplomado el sistema educativo excluyendo de él a una masa notable de estudiantes. Las universidades -una institución que produce poder simbólico y legitimidad- permanecen autosilenciadas, y con los actuales cambios de curriculum están produciendo un estudiantado despolitizado y pasivo, profesionales totalmente funcionales al sistema neoliberal: buenos administradores y expertos en computación. En los últimos años, ¿quién ha oído a los rectores universitarios, supuestamente los más altos representantes del saber nacional, hablar críticamente del autoritarismo dominante en el país, de la bipartidización de las instituciones, de la corrupción institucionalizada? El movimiento estudiantil y el movimiento juvenil, tan protagónicos en la historia de Nicaragua, están desarticulados. El movimiento campesino ha sido diezmado por el conflicto bélico y por los conflictos de propiedad.
El proletariado urbano prácticamente no existe y los cuatro sindicatos que aún funcionan tienen al frente a dirigencias sindicales corruptas, que no representan a nadie y que son refractarias a cualquier idea nueva. Entre los movimientos sociales nuevos sobrevive el movimiento de mujeres, y el movimiento étnico está creciendo en coherencia. La Coordinadora Civil -surgida tras el huracán Mitch y constituida fundamentalmente por ONG y no por movimientos sociales- no llega todavía a articular una representación integral de nuestra sociedad civil.
Ante esta sociedad civil, débil y debilitada, la sociedad política aparece aún peor: es decadente y está bipartidizada. El Parlamento es un desastre, el sistema de justicia está corrompido, y en el aparato burocrático del Estado coexisten en este momento nuevos y viejos elementos, sin que, con el nuevo gobierno, se haya resuelto cuál será la correlación de fuerzas definitiva. Quienes más se salvan, por más institucionalizados y menos bipartidizados, son el Ejército y la Policía.
Para el movimiento de mujeres han sido terribles los años del gobierno Alemán. Consideramos que además del pacto entre el FSLN y los liberales, hubo un pacto entre la jerarquía de la Iglesia católica y el gobierno liberal para conformar un auténtico Estado parroquial. Los ministerios de salud, de educación y de la familia han estado durante estos años en manos de personas que siguen los lineamientos de restauración conservadora del Vaticano en relación a la educación sexual y a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Todas las luchas contra el sida, para detener los altos índices de mortalidad materna, para proporcionar educación sexual a la juventud, y para la planificación familiar han sobrevivido gracias a las ONG. Todas estas tareas, de responsabilidad estatal, fueron suprimidas de los programas de salud pública durante el gobierno Alemán. Suprimido quedó también de la legislación, después de más de cien años de vigencia, el aborto terapéutico, lo que resulta criminal, pues condenará a la muerte a muchísimas mujeres.
Mientras más autonomía tenga la sociedad civil frente a la sociedad política será más fuerte. Y el Estado será más democrático. Sólo una sociedad civil autónoma y fuerte puede establecer una correlación de fuerzas que conduzca el Estado hacia la democracia. Conseguir esta sociedad civil es el pre-requisito que tiene hoy Nicaragua para continuar la transición que nos quedó inconclusa. Esto implica reorganizar toda la sociedad civil y cada una de sus organizaciones, consolidando niveles de coalición amplios que obliguen a la sociedad política a cambiar.
La contribución de las organizaciones de la sociedad civil a la democracia se mide por cuatro resultados. Cuando se enfrentan al autoritarismo estatal y logran alterar positivamente el balance entre sociedad civil y sociedad política. Cuando levantan banderas de valores y son ejemplares y logran jugar un rol disciplinario implementando estándares de moralidad pública. Cuando articulan intereses y demandas de grupos y se convierten en canal alternativo de representación sirviendo como intermediarios ante el Estado. Cuando redefinen las reglas del juego político y conducen al país hacia la democracia.
Para conducir al país hacia esa meta nuestra sociedad civil tiene hoy un grave problema: hemos vivido un proceso paulatino de despolitización de las organizaciones y nos hemos acostumbrado a decir: "No, no me meto porque eso es política". Se ha confundido la necesaria despartidización con la despolitización. Yo puedo ser una ciudadana sin partido, pero no puedo ser ciudadana sin posiciones políticas: sobre el autoritarismo, en contra de la corrupción, a favor de la institucionalidad, por el Estado de derecho. Lamentablemente, los sandinistas -quienes por su politización histórica y por su capacidad de movilización son los únicos que podían volver por los fueros en Nicaragua- tienen su "corazoncito" amarrado a una identidad histórica que les hace esperar "líneas" de su caudillo, y les puede más la lealtad a su partido que la lealtad a su nación y a la democracia.
Nicaragua necesita construir una nueva fuerza de izquierda, democrática e inclusiva, que se convierta en un polo hegemónico que conduzca al país. El FSLN ya no es de izquierda, no responde a los intereses de la nación. Tiene un liderazgo dedicado básicamente a velar por los intereses de una pequeña corporación económica. Un partido de izquierda está a favor de la democracia, de la justicia social, del cambio social. Y tiene un liderazgo que representa estas metas y por ellas lucha. El liderazgo no es otra cosa que la capacidad de encarnar y de interpretar las narrativas de la población. El liderazgo del FSLN no encarna la realidad de los pobres desde hace mucho tiempo ni tampoco interpreta la realidad nacional porque no dice lo que está ocurriendo, no dice la verdad, no reconoce sus errores. Sin ejemplaridad y sin sinceridad ha perdido su liderazgo.
Las heridas sicológicas producidas por la falta de honestidad de la dirigencia del FSLN han producido en el pueblo tal grado de dolor, de frustración, de desconfianza, han causado una herida síquica tan profunda que superarla requeriría de una terapia colectiva. ¿Quiénes podrían conducir este proceso de sanación política?
Los movimientos sociales generan acciones colectivas para promover o para oponerse a un cambio en la sociedad. La tarea de los movimientos sociales es la formación de una identidad colectiva. Esa identidad colectiva ha desaparecido hoy en Nicaragua. Entre los movimientos sociales emergentes que hoy crecen aceleradamente en nuestro país destacan las pandillas, que buscan crear una identidad colectiva en los barrios y entre los jóvenes. Se trata de una identidad de jóvenes y de excluidos, con rasgos perversos de destrucción y de autodestrucción y con una total falta de capacidad política para traducir su rechazo al sistema en una acción consciente y beligerante que exija un cambio y transforme su situación.
Existe un serio obstáculo para la creación de un movimiento social en Nicaragua, y es el modelo que nos ha "vendido" la cooperación internacional, un modelo que no crea u organiza sujetos sociales sino que atiende beneficiarios, usuarios o damnificados. Una de las razones del debilitamiento de la sociedad civil -incluido el del movimiento de mujeres, del que he sido estudiosa y militante activa desde hace más de 20 años- es la implantación del modelo que yo llamo "coalicionista", un modelo anglosajón, diseñado por los ideólogos de la AID desde hace 30 años.
El modelo coalicionista tiene varios rasgos que lo definen. Se constituye a partir de la diversidad de identidades. Se establece sobre mínimos comunes. Tiene liderazgos y estructuras informales. Trabaja por temas. Tiene un discurso fragmentado. Sus acciones son sólo coyunturales. Se caracteriza por tener grupos afiliados. La cooperación internacional ha promovido y facilitado la adopción de este modelo, para reemplazar el modelo de organización propio de los latinoamericanos. Nos lo han "vendido" como más democrático.
El origen de la fragmentación de la sociedad nicaragüense ha sido en buena medida inducido por este modelo, que viene acompañado de proyectos, visiones, ideologías y conceptos "blandos". Uno de esos conceptos que yo llamo "blandos" es, entre otros, el del adultismo. Un concepto surgido para entender mejor las relaciones de poder entre adultos y jóvenes y niños dentro de la familia, que ayuda a entender las relaciones interpersonales e intergeneracionales, ha sido extrapolado mecánicamente al ámbito público y a las relaciones sociales, fomentando entre la juventud un rechazo o una sospecha permanente hacia los adultos, lo que antagoniza a las generaciones y fragmenta a la sociedad. En toda sociedad la generación adulta es la que, para bien o para mal, incultura y transmite experiencia. En el caso de la experiencia política y organizativa, que ésta no se transmita fluidamente por razón del "adultismo" resulta trágico. A los jóvenes se les está "vendiendo" un adultismo que propicia un desarrollo totalmente individualista y no precisamente su necesaria individuación. Un estudio reciente que he hecho con los jóvenes de la generación de los 90 demuestra que crecieron entre valores democráticos, pero son profundamente conservadores, apolíticos y conformistas
El modelo coalicionista se contrapone al modelo organizativo, que yo llamo "orgánico". Este modelo se basa en la identidad colectiva, trabaja sobre máximos comunes denominadores, tiene liderazgos formados y legitimados, tiene estructura organizativa y un aparato de síntesis, presenta una propuesta programática con estrategias y tácticas. Y afilia a individuos. Es el modelo del movimiento social revolucionario, el que hizo la revolución en Nicaragua, y ha tenido tanto éxito que ha permitido al FSLN sobrevivir, mientras que desde el nuevo modelo inducido no hemos podido juntar una sola y consistente acción política, ni siquiera en el movimiento de mujeres, oenegizado por "comprar" este modelo. Igualmente, por la prevalencia de este modelo fragmentador, no hemos logrado elaborar una sola postura común frente a la corrupción porque no nos terminamos de poner de acuerdo
El modelo coalicionista tiene virtudes a la hora de hacer coaliciones, pero no sirve para empujar cambios sociales ni para promover una lucha política. Es un modelo que fragmenta y fragmenta y no permite establecer ni una identidad común ni estrategias para objetivos, ni acciones políticas de corto, mediano y largo plazo, porque se agota solamente en lo coyuntural.
Este modelo es válido y funciona sólo en sociedades democráticas, establecidas y consolidadas, que no es el caso en Nicaragua. Funciona muy bien en Estados Unidos para las grandes acciones que se organizan en ese país. Funciona porque allí un individuo se puede enfrentar al Estado, tanto en la teoría como en la práctica. Y si lo hace no lo van a "desaparecer", como ha sucedido en la trágica historia de América Latina. En nuestros países uno sólo sobrevive si tiene una organización y un grupo que lo proteja. El modelo coalicionista funciona en sociedades muy desarrolladas, donde predomina una idiosincracia más individualista, existe mayor individuación, y funciona un sistema democrático, que aunque tenga defectos, ha sido normado y está consolidado.
En Nicaragua, aplicar mecánicamente este modelo ha llevado en los últimos diez años a un desmantelamiento o debilitamiento de las formas de organización existentes. La fragmentación del movimiento de mujeres no se inicia con el gobierno Alemán. Inicia en el 1994 con el desarrollo de las ONG, que empiezan a sustituir al movimiento. Y como la existencia de las ONG está vinculada al financiamiento de la cooperación internacional, esto fue desvirtuando las agendas políticas propias del movimiento de mujeres por las agendas políticas que le interesaba impulsar a la cooperación.
Las ONG representan la misión establecida institucionalmente en sus papeles, en sus documentos constitutivos. Si la misión de una ONG es ponerle curitas a todos los heridos, hasta ahí llegará el "cambio social" al que se compromete. Un movimiento social tiene una dimensión más grande y más utópica del cambio social. El movimiento de mujeres es un movimiento social porque se propone transformar la cultura y el sistema político y demanda la inclusión de la mitad de la nación. Las mujeres reivindicamos democracia y desarrollo, realidades totalmente ligadas. Porque no existe desarrollo sin democracia. La democracia es precondición del desarrollo. No puede existir equidad en un mar de autoritarismo. La inclusión de las mujeres es una reivindicación de democracia.
Reivindicamos un tipo de desarrollo que incluya a la mayoría, que somos las mujeres y los jóvenes, un tipo de desarrollo que dé cuenta de las condiciones particulares por las cuales las mujeres hemos estado excluidas. Esto requiere de la creación de mecanismos y espacios de discusión democrática. Las feministas politizadas, las que no hemos dejado de mirar el bosque nacional por estar ocupadas en el árbol del proyecto, reivindicamos la democracia y el desarrollo y demandamos la apertura del sistema para construir fuerzas políticas alternativas.
En Nicaragua hay dos grandes mayorías: las mujeres y los jóvenes. Y con mucha frecuencia los análisis y los programas obvian a esas dos mayorías. Es indignante escuchar hablar del "sector de las mujeres". Sector son los artesanos, pero no las mujeres. Existen sectores económicos, sociales, pero las mujeres no somos un sector. Las mujeres somos la mitad de la especie humana, somos un poco más de la mitad de esta nación. Sin embargo, a la hora de pensar los proyectos de nación y los programas, las mujeres no tenemos una representación que se corresponda con la mayoría que somos. Cuando se habla de democracia, tanto representativa como participativa, tener en cuenta esto es fundamental. En el CONPES, por ejemplo, tienen más representación una multiplicidad de camaritas de empresarios y de sindicatos que el movimiento de mujeres. Sólo dos mujeres representan en el CONPES a todas las mujeres, que somos la mayoría de la nación.
En el caso de los jóvenes sucede lo mismo. Los jóvenes son la mayoría de esta nación. Nicaragua tiene una pirámide poblacional de base muy ancha, donde más del 60% tiene 15 años o menos. Y tienen muchos reclamos que no son atendidos. Por falta de oportunidades, nuestra juventud se irá masivamente del país o se empandillará.
Entre mujeres y jóvenes -cuya mitad también son mujeres- somos una mayoría absoluta. Pero somos una mayoría no representada. Esta falta de representación nos obliga a repensarnos como sociedad. Solamente cuando abordemos a profundidad esta tarea se fortalecerá nuestra sociedad civil, hoy débil y debilitada.
Todos los actores de la sociedad civil que buscan un cambio social, deben asumir que la tarea de este momento es fundamentalmente política. Esto significa apostar por la construcción de un nuevo movimiento social que luche por un proyecto incluyente y democrático y que devuelva al país al camino de la institucionalidad.
Es imperativo que los actores progresistas y socialmente comprometidos asuman el papel de conciencia crítica sobre lo que sucede en el país, también sobre lo que sucede dentro de las organizaciones y movimientos. Es urgente que luchen contra el conformismo, el pragmatismo oportunista o la razón instrumental. Es necesario que incrementen y reconstruyan la organización de la gente como sujetos y que vuelvan al trabajo estratégico y a las prioridades políticas nacionales. Si no hacemos esto, no haremos nada. Tenemos que convencernos de que no es posible luchar contra la pobreza ni contra la corrupción sin luchar por la democracia.
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