Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal
Muchas Gracias
A la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal por devolver a las mujeres la memoria de Hermila Galindo la primera mexicana, en la época moderna, en postularse a una diputación federal sin haberlo logrado, aunque haya merecido el título de primera congresista.
Gracias a su presidente, Luis González Placencia por su sincera felicitación y por este reconocimiento.
Al jurado Calificador por distinguir los afanes de una reportera que milita en el feminismo.
Gracias a quienes me postularon, mis compañeras periodistas y compañeras de camino en la militancia feminista.
A Gloria Careaga por su distinción y compartir conmigo este momento.
Felicito igual a mis amigas de Semillas, por el empeño en promover y sostener a las mujeres de a pie en este país.
Y a FEMU, a Patricia Galeana por esa terquedad de mostrarnos la historia de las mexicanas, ancestras y contemporáneas.
A quien ha decidido acompañarme en el tramo más controvertido de mi vida: gracias José Alberto.
A mi hija Eréndira y a mi hijo Vladimir, por existir y ser un orgullo ciudadano.
A mi nieta Maya y a mi nieto Lucio, a quienes sabemos hoy se les regatean su vida y sus derechos.
A mi madre, que siempre creyó en mí y me sostiene en esta vida doña Charito López.
A todas y todos ustedes por estar aquí.
Seré breve
Hermila Galindo llegó a mí, por la voz y las enseñanzas de Adelina Zendejas, quien, precursora de los derechos políticos de las mujeres me regaló su cariño y amistad durante 25 años.
Ella, con su generosa palabra me hizo conocerla, encarnarla, admirarla y me acercó a sus huellas.
Yo jugaba con aquellas historias audaces de las mujeres de la Revolución Mexicana. No podía creerlas.
Pero cierto es que podía muchas veces casi tocar a Hermila.
En mis ensoñaciones imaginarla, a sus 20 años, convencida, comprometida, feminista y constitucionalista diciendo al oído de Venustiano Carranza, que la revolución sería totalmente inútil si no ofrecía un lugar humano y político a las mujeres; convenciéndole de la necesidad de decretar el divorcio civil en 1915 por que el amor no es eterno y orillando al jefe de la revolución, para que fuera su cómplice en la tarea de difundir el feminismo.
Y fue Hermila, la constructora, de lo que la historiadora Gabriela Cano, llama el feminismo constitucionalista, la primera en elaborar, como se dice hoy, la agenda feminista de las mexicanas.
La encarné en sus intensos periplos por el país, hablando a las mujeres de su dignidad, de sus derechos, soliviantándolas a defender para ellas, como Olimpia de Gauges, las ventajas de participar y hacer política, explicándoles todo acerca de la importancia de la nación renovada.
Sacándolas del ostracismo y la desesperanza que vivieron, después de los duros episodios de la violencia armada, con todas las palabras de la Revista La Mujer Moderna, una de carácter político/feminista que editó mensualmente durante 3 años, (entre 1915 1918), con el deseo desbordante de que fueran capaces de defender a la Revolución porque ésta prometía asegurarles todos sus derechos.
Hermila, la autora de Mujeres del Porvenir, no sabía, como lo contó Elena Garro en su esplendida novela Los Recuerdos del Porvenir, que esa revolución sería traicionada y todas las fantasías de emancipación femenina, tendrían que conseguirse en una inmensa zaga que nos ha significado ir arrancando lentamente, el derecho al voto, el derecho al trabajo bien remunerado, el derecho a vivir sin miedo y el derecho a la libertad de elegir, el derecho a vivir una plena y placentera vida sexual, el derecho simplemente de estar.
Adelina me explicó de Hermila y una potente generación de mujeres, que soñaron una república justa y democrática, eran además pacifistas y defensoras de la democracia, poniendo en el centro a las mujeres que dejaron en los campos de batalla su sangre, su energía, los cadáveres de sus hombres, de sus hijos e hijas, la mismísima situación que estamos viviendo en este ahora bañada en sangre, rabia e impotencia.
Hermila fue una mujer moderna, que en su tiempo se nutría del pensamiento de las líderes de Seneca Falls, de los empeños Emma Goldman, que pasó sus días leyendo en la penumbra “. La sujeción de la mujer” del filósofo inglés John Stuart Mill (1869) y continuó muchos años, hasta 1954 deshilvanando la doble moral sexual, la urgencia de tomar la voz, la necesidad de que todas las mujeres aprendieran de su dignidad y hoy se diría, de sus derechos humanos.
Durante muchos años la nombré, hablé de Hermila Galindo, como si la conociera, hoy agradezco que haya sido recuperada por esta Comisión y por las historiadoras feministas, como Gabriela Cano y Laura Orellana. Y aunque la prefiguré, la inventé, la pensé sin conocer su inteligente rostro, esta tarde me llevaré este regalo que para mí, es como reivindicar mi persistencia, mi necia terquedad para que mis contemporáneas den la vuelta y miren nuestra maravillosa historia.
Ellas, nosotras que batallamos por derribar un sistema, un gobierno, que alegremente ha condenado a miles de hombres y mujeres a tener hambre, a experimentar la persecución y la tortura, a ponerse en riesgo todos los días, como mis compañeros compañeras periodistas, a resistir la inaceptable violencia y encima a temer, porque cada recodo del camino puede significar la muerte.
Hermila comprendió el sentido de la democracia, de la paz y de la vida equilibrada entre hombre y mujeres, como la única salida que permitirá a la humanidad continuar o exterminarse.
Finalmente, no tengo más que declarar que esta tarde he sido colmada, gracias a todas y todos ustedes.
Muchas gracias.
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