domingo, 1 de abril de 2012

Primavera en la Ciudad : Ximena Peredo explica por qué no aceptó candidatura

Ximena Peredo

Hace tres semanas, exhorté en este espacio a la ciudadanía a participar también como candidatos a puestos de elección popular. “Necesitamos entrar para hacer un contrapeso inmediato al saqueo de lo público”, escribí.

Porque advierto la ruina y la pérdida de calidad de vida que provocan impostores y negligentes en el poder, levanté los brazos para gritar: ¡auxilio, se quedarán otra vez con todo! Pero para mi sorpresa algunos creyeron que me estaba postulando.

Llegaron invitaciones. Me sentí apenada por haber dado la impresión errónea de estar interesada en registrarme como candidata de algún partido, pero así, con la papa caliente entre las manos, pude ahondar en las implicaciones que no advertí al escribir el artículo “Retiro lo dicho”.

¿No acababa yo misma de subrayar la urgencia del asalto ciudadano a puestos de decisión? Sí, y sin embargo, dije que no. Voy a exponer mis razones porque acusan a un sistema político quebrantado moralmente, casi exclusivo para corruptos o mártires.

No es fácil pasar por alto la ausencia de vida democrática al interior de los partidos políticos mexicanos. Ninguno transparenta los recursos públicos que recibe. Dicen que no están obligados por la Ley que, como sabemos, modifican a su antojo vía Poder Legislativo. Así consiguieron asentar en la Constitución la fórmula que garantiza las millonarias tajadas que se reparten cada año.

Los partidos políticos son negocios privados enquistados en la ubre pública. Son las instituciones menos confiables del País según la Encuesta Nacional de Cultura Política publicada en 2008 por la Secretaría de Gobernación, pero también son, vaya peligro, las que deciden el destino del erario público. No tienen interés en involucrarse en la vida democrática del País. Sólo nos necesitan para limpiar su imagen cada tres años. Para eso me querían.

Pero esto no fue todo. Lo que terminó de ahuyentarme fue el virtual escenario de ganar. Tenemos un grave problema cuando quienes nos representan o gobiernan sacrifican su calidad de vida. Viven compitiendo, se obsesionan con su imagen y sufren por lo que otros piensan de él o ella, conspiran, negocian sus irrenunciables, reciben favores que saben que terminarán pagando. Impiden que sus decisiones se abran a debate público. ¿Quién decide libremente aceptar este yugo?

La política institucionalizada es hostil. Su materia es el poder y no el servicio. Deciden calculando beneficios, no estudian, ni comprenden el impacto de sus ocurrencias en la calidad de vida de miles de seres humanos. Este tren con destino al acabose está repleto de personas controladas por lisonjeros. En esto se convierte la política mexicana: testaferros que repiten el guion sin conciencia de la frivolidad y muerte que profesan sus actos.

Mis más cercanos, con quienes discutí la oferta, me hicieron ver que no valía la pena fortalecer un sistema de representación que, como es evidente, se encuentra en fase terminal.

Me negué a comprar la ilusión “mi candidatura justifica los medios” porque me urge que mi País, y mi Ciudad, recuperen el aliento y se conviertan en espacios amables, en donde la vida sea valor sagrado y en donde la muerte sea esperada sin terror; pero esto sólo se construye compartiendo este sueño, no negociándolo con intereses sordos que consideran ilusas las ideas vitales.

He encontrado en este espacio y en el trabajo que comparto con otros muchos ciudadanos una posibilidad real de construir una nueva escala de valores políticos con la vida en el centro y la felicidad de las personas como propósito realizable y justo. Para revestir de piso y de techo a este sueño no hace falta competir, sino colaborar. No se necesitan recursos materiales, sino creatividad, amor y libertad.

Por supuesto este sueño no nos librará de malos gobiernos, ni de unas próximas campañas políticas infames, pero nos mantiene conscientes de que bajo este campo de batalla subyacen ríos que no vemos pero que, de hecho, permiten la llegada de la primavera a la Ciudad.

ximenaperedo@gmail.com

BAJO LA SOMBRA DE UN ÁRBOL

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