Para mi sed tu verbo;
caudaloso vaivén impío
que penetra mi etérea existencia
entre tus dedos.
Mi tiempo, mi cordura, mi entereza
de no miedos y gemidos atrapados
gota a gota en el rocío.
Amanecer arena
tragando mis pies
besando mis pestañas
pellizcando mis pezones
-explosiones-
¡NO! las circunstancias me gritan:
¡NO! ¡NO! ¡NO!
y entonces el silencio.
Ansias de quedarme aquí
para siempre
y volver a adueñarme
de este amanecer y de estas olas
otra vez
de nuevo
otra vez
de nuevo
Claroscuro.
“Se canso el corazón de latir, se abrió una grieta profunda
y mi alma decapitada dejo a mi mente atrapada
en el valle del dolor” S.T
Languidez en la boca del estomago.
Oxigeno caliginoso raspando adentro,
sabor a nicotina y hálito de alcohol viejo
asediando todos los rincones de todas
las péndolas.
Corazón tambor lejano arrastrando sangre
pesada, estancada en las caderas
de estos muslos, tiesos como cadáver.
Presión de manos ahorcando nuca
y de nucas buscando manos que
enmudezcan el ruido.
Pies artos de andar.
Tacatac tacatac tacatac
La oscuridad de la ciudad en un día soleado me aterra.
* Sandra Torres, escritora uruguaya, feminista y participante del Taller Literario La Rata de Queens, Nueva York.
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