lunes, 6 de junio de 2016

El aborto y el ocaso de la libertad de decidir: restringiendo libertades en Estados Unidos*



Elizabeth Maier**

In the final analysis, whatever else may be involved, culture conflict is about power –a struggle to achieve or maintain the power to define reality.
James Davison Hunter

Introducción al tema
La disputa sobre el aborto en Estado Unidos ha sido, en años recientes, una de las más contestadas expresiones de la llamada guerra cultural. Los discursos y actores confrontados contemplan el tema como la clave de un orden social basado en un código integral de valores, normas, pautas de relación y de comportamiento y una historia nacional que son esencialmente distintos. Durante el último lustro, la postura en contra de la legalización del aborto ha mostrado un activismo particularmente efectivo, a partir de una estrategia agresiva, persistente estatal y nacionalmente coordinada. Tal es así que sus logros han carcomido el derecho de las mujeres a decidir sobre su capacidad reproductora, garantizado jurídicamente por la Suprema Corte en el caso de Roe y Wade en 1973, que legalizó el aborto a nivel nacional. Desde su aprobación, ambos lados de la disputa han contado con etapas de mayor o menor ímpetu en cuanto a la eficacia de su agencia e influencia en el discurso político, las leyes y la opinión pública, resultando así en un mapa biopolítico diferenciado por estados y regiones: diferencias geográficas de biopolítica que yo llamo la geopolítica corporal.
Actualmente la geopolítica corporal en torno al aborto territorializa en el mapa estadounidense la disputa por definir los límites del derecho a la autonomía reproductiva de las mujeres frente a la precisión —cada vez más temprana— del inicio de los derechos del embrión. La tensión entre estos dos campos de derechos delinea franjas del territorio nacional que ilustran la distancia entre dos propuestas societales, una sustentada por una mirada ética y moral de índole intrínsecamente laica que informa su visión de la función pública y, la otra, guiada por un entendimiento esencialmente religioso del quehacer gubernamental. Ambas interpretaciones de lo ético y moral construyen acercamientos diferenciales de lo que es una vida digna. Ambas entienden la precariedad de la vida de manera distinta. Cada propuesta abraza a la historia nacional y sus valores como sostén de su visión societal, pero cada una encierra una lectura particular de aquello con significados diferenciales de los eventos y los mandatos concretos. Dichas lecturas apuntalan su interpretación de la interrupción intencional del embarazo e informan su orientación jurídica, trazando así una geopolítica corporal que fragmenta el mapa nacional estadounidense en distintos trozos regionales biopolíticos.
Mientras que la mayoría de los estados costeños del noreste y oeste, incluyendo a California y Nueva York, preservan o avanzan en la legislación en favor de los derechos reproductivos de las mujeres, los estados sureños —como Arizona, Texas y Misisipi—  y los norteños —como Dakota del Norte y Sur, Nebraska, Wisconsin y Michigan y de la franja media del país, como Misuri, Kansas y Utah—, han aprobado legislación en los últimos años que de maneras y grados distintos limita el acceso legal al  aborto. Desde 1995 se suman a más de ochocientos leyes locales que se han ocupado del tema, con la aprobación de 52 sólo en 2013 (Naral, 2013:04). El cúmulo de éstos y de anteriores condicionantes jurídicos para acceder a la terminación legal del embarazo, ha restringido la amplitud y vigencia de la decisión de la Suprema Corte de Justicia en el caso de Roe vs. Wade de despenalizar el aborto a nivel federal: es decir, de legalizarlo a lo largo y ancho de esta república federal.
El tono y la centralidad del debate en la discusión pública estadounidense y la cantidad de propuestas legislativas y leyes aprobadas recientemente para restringir la práctica legal del aborto, dan la impresión de que la población, en general, tiende a estar en contra de la legalización. Se han aplicado muchas encuestas durante estas décadas indagando sobre las actitudes y opiniones en torno al tema. Se ha notado durante estos años que la formulación de las preguntas de las encuestas resulta determinante en la orientación de las respuestas, a la vez que factores sociodemográficos como el nivel económico, los grados de educación superior, la religiosidad, las tendencias políticas y partidistas y el género, también influyen en los resultados.
Para el 40 aniversario de la decisión de Roe y Wade en 2013, la empresa Gallup aplicó su más reciente encuesta de opiniones sobre la ley. Al publicar los resultados en enero de 2014, se reporta que la mayoría de estadounidenses todavía apoyan la decisión de legalizar el aborto. El 53% de las/os encuestados respondieron positivamente, mientras el 29% estaban en contra. No obstante, cuando se cuestiona en torno a cómo se identifican, el 48 % se definían como en favor del derecho a decidir de las mujeres (“pro choice”) y el 44% como en contra del aborto (“pro-vida”).1 El 80% de las personas sin ninguna afiliación religiosa se identificaron como “pro-decisión”, mientras que sólo el 48% de las/os católicos se ubicaron en la misma categoría. Algo más llamativo empero es el hecho de que únicamente el 44% de católicos/as se identificaron como “pro vida”. O sea, mientras que la cultura secular se asocia con un alto grado de aprobación de la legalización del aborto, los católicos practicantes sólo se diferenciaron en 4 puntos porcentuales en su identificación con cada campo, registrándose una mayoría en favor del derecho de la mujer a decidir. En contraste, sólo el 40% del sector “protestante u otros cristianos” se definieron en favor del derecho a decidir, mientras que el 50% se anotaron como “pro vida”. En cuanto al rango de ingresos, se registra una diferencia de 17 puntos porcentuales entre el sector de la población que gana más de $75 mil dólares al año (58% en favor del derecho a decidir) y el sector de ingresos menores de $30 mil al año (41% en favor del derecho a decidir). En términos educativos, las personas con una educación de maestría o doctorado registran el 61% en favor de decidir y el 33% como “pro vida”, mientras que las personas que terminaron la universidad apuntaban un 51% en favor del aborto legal y el 44% en contra. Las afiliaciones partidistas registran grandes distinciones entre los individuos en favor o en contra, pero los porcentajes en cada caso se espejean de manera arrevesada. El 63% de las y los Demócratas está en favor del derecho a decidir y el 29% se anota como “pro vida”, contrastado con el 28% de las y los Republicanos en favor de decidir y el 67% en contra del aborto. Curiosamente la brecha de género no parece tan definida. Mientras que el 47% de los hombres se anotan en favor de la autonomía reproductiva de las mujeres y el 44% se identifican como “pro vida”,  el 50% de las mujeres se identifica como partidaria del derecho a decidir y el 44% se identifican como “pro vida”.
De tal manera, los ingresos, la educación y la asociación partidista resaltan como los incisos de mayor variación, mientras que el periodo temporal en que el aborto debe estar legal es algo sobre que la mayoría de la gente encuestada concurre y que les ubica en una posición negociada del debate. El 61% opina que el aborto debe estar despenalizado y plenamente accesible durante el primer trimestre del embarazo, bajándose el porcentaje drásticamente al 27% en el segundo trimestre y al 14% en el tercero.2
            Este texto forma parte del un libro que estoy escribiendo sobre la disputa cultural en  torno al aborto y los derechos sexuales en México y los Estados Unidos. En los capítulos respectivos al aborto en cada país exploraré el tema identificando y analizando la evolución de los discursos, los/as actores y las acciones enfrentadas, dentro el contexto global y nacional de transición entre dos modelos capitalistas y dos fases tecnológicas que dio vida a la formación discursiva en que se debaten. La tesis que guía el libro afirma que el aborto y las sexualidades son puntos emblemáticos de la disputa por los significados culturales de una nueva era que aún no se perfila con nitidez y todavía no tiene apellido propio, definido por los estructuralistas como la época “posindustrial” y por los posestructuralistas como la era “posmoderna”. La contienda se produce en los intersticios del desencuentro entre las instituciones ya rebasadas de la modernidad industrial y las nuevas y cambiantes prácticas cotidianas contemporáneas, lo que cada vez más hace que la disputa por los significados culturales sea también por el carácter mismo de las instituciones. En cuanto al aborto, la definición jurídica se torna una piedra angular de dicha controversia porque delinea los márgenes de libre voluntad del género femenino, influyendo así no sólo en el propio régimen de género y el grado de asimetría entre hombres y mujeres, sino que por lo mismo entraña al orden familiar, la noción de la ciudadanía y el propio perfil del Estado.

* Este artículo fue publicado originalmente en la revista Culturales de la Universidad Autónoma de Baja California, en su número 20, 2014.
** Feminista, investigadora del Colegio de la Frontera Norte.
Notas a pie
1. Los términos “pro choice” (en favor del derecho a decidir) y “pro vida” (en favor de la vida) son nombres coloquiales de las tendencias en disputa. El término “pro-vida” carga con ciertos sesgos que podrían influenciar las encuestas, dado que muchos individuos podrían optar por no posicionarse en contra de la vida e identificarse como “pro vida”, sin comprender su significado de oposición total al aborto. Por considerar que ambas tendencias valoran la vida —concibiéndola mediante significados distintos— prefiero usar “pro aborto”, “pro decisión”, “pro derechos de las mujeres” o “en favor de la libertad de conciencia” para los/as defensoras de la legalización y “anti aborto” o “en favor del derecho a la vida desde la fecundación” para los/as en contra de la despenalización del aborto. Así lo haré a lo largo de este artículo. Empero para la presentación de los resultados de la encuesta Gallup, usaré sus categorías de “pro decisión” y “pro vida” para  respetar la lógica discursiva de la encuesta.
La Encuesta Gallup no pregunta sobre ninguna excepción en estos últimos periodos, como podría ser el riesgo de vida de la madre y, por lo mismo, no sabemos las opiniones sobre las condiciones del acceso al aborto legal en los últimos trimestres.


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