Presentación de Libro Andrés Aubry por Sylvia Marcos
Hablaré de la reaparición de saberes locales, de saberes ocultos, que habían sido sepultados bajo la tiranía de saberes globalizantes y de la instancia de la teoría única y que vuelven a manifestarse, o mejor dijo, resurgen.
Se debate, en los movimientos y las resistencias indígenas, hoy y en muchas geografías, una disyuntiva que, para los de afuera, aparece ambigua o paradójica:
¿Debemos reclamar el derecho a llamar filosofía o teología o religión a lo que se ha dado en llamar - quizás un poco a la ligera - como “otros saberes”?
¿La insurrección de esos conocimientos subyugados durante demasiado tiempo va requerir ser filosófica, epistemológica y teológica - con su propia re-definición de lo que quiere decir la filosofia, la teologia, la epistemología? - o ¿va a presentarse cómo un simple reclamo de la validez y del resurgimiento de esos saberes?
Este debate, lo hemos vivido las feministas teóricas, cuando decidimos llamar “epistemologías feministas” a aquello que no correspondía a la forma de definir la epistemología dentro de la tradición filosófica convencional.
Así que defender e incorporar el uso de un término que nos parece demasiado cargado de prestigio elitista requiere una explicación de cómo lo estamos re-definiendo.
Así lo afirmaban varias filósofas feministas, entre ellas Linda Alcoff: la epistemología feminista se define por los “saberes para” no por los “saberes sobre”. Hay que distinguir, pues, entre conocer “para” y conocer “sobre”. Los saberes “para” o conocimientos “para” desembocan en acciones conjuntas y concretas. Sirven directamente para curar, sanar, aprender, cocinar, (todas tareas sospechosamente femeninas) cuidar el planeta tierra, conservar el agua limpia y bebible, luchar por una sociedad más justa. Todos ellos son saberes para vivir mejor (kawsay sumak, como los llaman los movimientos indígenas en los Andes) y enmendar las injusticias.
Los “saberes sobre” son saberes abstractos que se desarrollan en el intelecto, en la mente. Son frecuentemente elucubraciones que enredan en sus redes las mentes que tienen el tiempo disponible para deducir, pensar y especular sin aterrizar. Así son los grandes tratados epistemológicos, sea sobre el arte o sobre la ciencia, con sus metodologías del aprender y del conocer. Saber sobre los pasos por medio de los cuales se aprehende el mundo para luego reflexionar auto-referencialmente sobre como se gesta ese conocimiento del conocimiento. Esto es, frecuentemente, el enredijo que ofrecen las universidades y los departamentos de filosofía. Son ámbitos diversos, el “saber para” y el “saber sobre” pero ambos, quizás, importantes.
Lo que quiero señalar aquí, es que el “saber para” adquirió reconocimiento y valor a través de nuestro empeño en redefinir la epistemología...feminista. O sea no desechamos el término, sino que lo re-significamos, lo transformamos, cambiamos sus contenidos, y lo usamos así, con esos nuevos significados que nosotras mismas le dimos.
La insurgencia de saberes, significa que esos saberes resurgen -como lo están ahora haciendo- envueltos en los reclamos de aprecio y conservación de saberes y de filosofías indígenas en muchos ámbitos. Emergen si, pero con renovado ímpetu. Lo constatamos cada día más y en más lugares del mundo y ni que decir de las Américas. Se imponen ya como un combustible, del cual no se había detectado la presencia hasta que, al contacto con la flama, se encienden abrupta e intensamente, se inflaman. Sorprenden y llegan, a veces, a atemorizarnos. Aparecen - para algunas miradas - como impetuosos, irracionales, cuando no nostálgicos y románticos.
Son fuertes e impulsivos, así es la insurgencia de saberes, así se define y así se caracteriza. Esos saberes han estado largamente escondidos, invisibilizados, aparentemente extintos. Los indígenas, se decía hace pocos años, ya se disolvieron, es irrevocable su desaparición, se asimilan y no les queda otra que integrarse. La política indigenista del país así lo proponia y lo aseguraba.
Ahora somos testigos de cómo retoñan esos “otros saberes” y de cómo, subrepticiamente, repentinamente aparecen, y con mas fuerza que nunca, potentes, vivificados. Ahora se habla de una reaparición de tradiciones, cosmologías, cosmovisiones. Se piensa, a veces, que son inventos nuevos. Lo puenden ser, en parte, pero también son brotes nuevos a partir de viejas raíces. “La invención de la tradición” es el título de un libro que el tan afamado historiador británico Eric Hobswam dedicó a este tema.
Apenas en Mayo 2009, el Mandato de la Cumbre Continental Mujeres indígenas de Abya Yala, en su declaración inicial, bajo su primer apartado “Cosmovisiones e Identidad” demandaba : “Exigimos que nuestra cosmovisión no sea folklorizada… Respeto a nuestros lugares sagrados y administración desde nuestros pueblos,… Reconocimiento de nuestras autoridades ancestrales, así como la sabiduría que manejan en diferentes ámbitos : político, social, cultural, económico… para eliminar el machismo, el racismo y la discriminación… Es importante retomar la cosmovisión de los pueblos cuyos principios fundamentales son: complementariedad, dualidad, equilibrio, respeto y armonia…. Es importante pasar del discurso a la práctica de nuestros valores cosmogónicos… Rescatemos la cosmovisión indígena de los pueblos para mantener viva la espiritualidad y cultura…, enfaticemos la importancia de la reconstitución de la cosmovisión de los pueblos y nacionalidades indígenas.”
Se había anunciado, desde la intelectualidad, desde la academia y aun desde la izquierda ilustrada, la muerte de las identidades indias, de las “etnias” como tales. Los vaticinios que haría una reconocida antropóloga hace años, y desde la academia, se reflejan en el titulo de uno de sus artículos: “Los indígenas: el retorno imposible”. Esto refleja los deseos inconscientes de ciertas capas de elite tanto cuanto su imposibilidad de penetrar a fondo en los intersticios de las rebeldías, insurgencias y realidades sociales, políticas y económicas indias en el continente americano. Lo afirmamos hoy, no por condescendencia, sino porque, como diría el subcomandante Marcos “nos dimos cuenta que su propuesta es mejor”.
Todo parecía muerto ya, desaparecido. Prevalecía ese ímpetu modernizante, el ”desarrollo” arrasador y oportunista que dictaba sentencia de muerte a las filosofías andinas, mesoamericanas, contemporáneas en su antigüedad. Debían, tenían que desaparecer porque el “desarrollo” moderno tenía que llegar a todos por mera, dizque justicia, aunque lo que ha logrado y sigue logrando ese “desarrollo” es beneficiar aún más a reducidas capas de los ya ricos y poderosos.
Como ya lo vimos, esos saberes filosóficos habían desparecido según los juicios de doctos académicos y de una izquierda que ignoraban la llama escondida que pervivía.
Yo ya lo presentía y lo veía, sobre todo por mis primeras incursiones a estas tierras Chiapanecas que admiro y respeto.(en 1973 y 74) Lo veía a pesar de que todo mundo dijera a mi alrededor y proclamaba que era inevitable la desaparición de los contextos, referencias y tradiciones indias… afirmando reiteradamente que la asimilación e integración eran irrevocables. Sin embargo, me decía yo internamente, un poco tercamente, “siguen vivas” y su estallido presente lo manifiesta y nos confronta ahora. A mi, con la esperanza renovada de que en esos espacios de lucha podemos alimentar y vislumbrar nuevas formas de ser y de estar, nuevas formas de convivir con el entorno, y con los demás, nuevas formas de imaginar un mundo mejor y posible. “Para que sea mejor lo que después viene”, como lo afirma la frase final de la película Corazón del Tiempo en boca de una abuelita.
Esta “insurgencia de saberes”, la flama que se enciende con furia, ya esta presente en Perú, en Ecuador, en Bolivia especialmente, y también en muchos otros lugares de México y del mundo, pero sobre todo aquí con el Zapatismo que innovó construyendo una propuesta política sintetizadora de filosofía mesoamericana maya con los útiles de una insurgencia rebelde y re-configurada políticamente.
Un mundo en donde caben muchos mundos, un mundo y una lucha en donde se enlazan y van a la par esos saberes, esa filosofia, con las reivindicaciones de justicia política, social y económica.
¿Queremos llamarlas filosofías? o ¿cosmologías? Quizás, cosmovisiones? ¿Que decidiremos?... No importa. Lo importante es ¿que significados les damos?, ¿como las redefinimos?
Quiero ahora ver como en esos saberes/ filosofias, se re-definen varios de esos términos que aparecen ambiguos al ojo externo o paradójicos, para algunos científicos sociales.
Voy a mencionar brevemente sólo tres ámbitos en este contexto.
Las luchas de las mujeres de las cuales el Zaptismo es ejemplo, o sea un “otro” feminismo.
La llamada “educación autónoma” o “educación indígena”.
Las formas otras de concebir y lograr el ejercicio de la justicia.
El Zapatismo y sus mujeres -
Las indígenas resurgieron. Cuando parecía que no se quejaban, no retobaban , no exigían nada. En San Cristóbal, los comerciantes coletos les arrancaban sus tejidos y les aventaban unos cuantos pesos. Así pagaban los cuatro meses de trabajo fino tintando, hilando, tejiendo, bordando. Lo ví con mis propios ojos. Ellas, calladas, inmutables, parecían incapaces de defensa, parecían asentir. Sus rebeldías estaban ocultas y aparentemente inexistentes.
Así lo demuestran ahora. Así las escuchamos en La Garrucha - especialmente a las abuelitas quienes nos relataron cómo era antes y como viven ahora. Demostraron que sus “saberes para” la resistencia, su arraigamiento en prácticas colectivas ancestrales de dignidades femeninas, se habían ocultado, pero no desaparecido, que su “insurgencia y resurgimiento” ahora es poderoso, casi invencible.
Esto mismo se constata en muchas geografías: Las/los Maori de Nueva Zelanda, Las/os Naga, en Assam, en el Nordeste de la India, las Beduinas en el desierto del Negev en Palestina-Israel. Podría extender la lista a medida de mis peregrinajes por el mundo, invitada a atestiguar esos aconteceres revolucionarios, inspiradores e iluminadores de caminos aun no transitados y desconocidos.
Este contexto es en el que se dan las luchas de las mujeres zapatistas y de las mujeres Kichwas de la CONAIE en Ecuador y de las mujeres mayas en Guatemala, entre muchas otras.
Se encuentran con la opción y posibilidad de reclamar sus derechos como mujeres, pero a la vez están inmersas en el torbellino que las arremolina junto a los varones. No pueden hacer una propuesta sin ellos. Son ellas pero como Pueblos, como Comunidades.
Así, su lucha no es contra el varón sino a su lado, como lo recalcan las nigerianas de la etnia Igbo de la región de Biafra, en un artículo de Obioma Nnaemeka, haciendose eco de las Zapatistas, en mi libro Dialogo y Diferencia. Sin perder la especificidad de su lucha como mujeres para “despatriarcalizar” sus comunidades, pueblos o naciones y reclamar ser tomadas en cuenta, ejercer el mando, ser escuchadas y respetadas. Se encuentran en el momento presente subsumidas, envueltas y comprometidas con el todo que las engloba en las luchas de sus comunidades. Así lo confía Rosalia a la antropologa Shannon Speed. En Nicolás Ruiz, su comunidad, ella y sus compañeras sólo empezaron a reclamar sus derechos como mujeres después de iniciar la lucha colectiva por sus derechos como pueblo. Ese combate las motivó. Abrió la puerta para que ellas también se colocaran en otro lugar adentro de sus comunidades. No fueron reprendidas por “desviar la lucha” como, hace años, se nos juzgaba desde las izquierdas a las mujeres en algo ‘disidentes’. Entonces, nos decían que teníamos que esperar que el cambio en la infraestructura, transformara automáticamente la superestructura, lease, la ideología machista y patriarcal que nos rebajaba adentro de los mismos colectivos de lucha social. Como lo diría magistralmente la Comandanta Esther ante la reunión de la OMC en Cancún hace unos años,
“… a veces es el mismo compañero, pobre como nosotras, quien nos humilla y nos violenta”.
El testimonio de la comunidad de Nicolas Ruiz, y de otros lugares de luchas indígenas, es una muestra de la “insurgencia de saberes ” arraigada en las filosofías mayas, cuyo mundo engloba lo femenino con lo masculino, no los enemista ni los confronta pero si los reacomoda.
Reflexionando, podemos constatar que la lucha indígena de mujeres se coloca en esos espacios. No puede ser una adopción literal de las propuestas feministas urbanas. Es una selección de ciertos puntos que pueden caber e incorporarse.
Estrategicamente y puntualmente también, se apoya en esos saberes ancestrales que resurgen hoy selectivamente con renovado ímpetu.
Por supuesto, este es un otro feminismo, emergiendo desde y apoyado por esa resurgencia ancestral. Pero no sólo acá, en el México indígena. Entre las Igbo – en situación quizás comparables a la de las indígenas en Mexico - se dan síntesis y forcejeos semejantes. También entre las Maori, las Naga, y las Beduinas...
Es otro feminismo que no camina cojeando sobre una sola pierna. Se apoya en las dos: mujer/varon en dualidad para poder así llegar mas pronto, dejandose con-mover ambos por los vientos que nos empujan hacia un mundo nuevo, sin olvidar, sin embargo, que estamos inmersas en sociedades podridas por ideologías machistas y patriarcales colonialistas. A limpiar, a tirar y a revivir, pero en conjunto, con y a través de los cambios en los varones y en la cotidianidad.
La educación indígena
Ahora pasamos a otro lugar del “insurgencia de saberes”, en la educación por ejemplo.
La educación autónoma zapatista no pretende exigir la escolarización clasica del sistema educativo mexicano. Pero “si es educación”, afirmó con desafio , durante la Primera Cumbre de Mujeres Indígenas de las Américas, una mujer originaria de una comunidad en el delta del río Orinoco en Venezuela. Retomando el termino “educación” y dandole otro significado, añadio “Nosotras si tenemos educación, aunque no vamos a la escuela” y enumeraba todo ese proceso de entrenamiento cultural con normas y ritos de su cultura en la cual se “educaba” a niños y niñas.
La educación autónoma retoma todos esos aprendizajes locales y los combina, los entreteje. La educación autónoma tiene otro objetivo, otro método, otra forma de transmitir. Es también sabiduría colectiva, simbólica, mítica, política, económica, contemporánea y ancestral. NO es la escuela primaria, secundaria o preparatoria. Es también un resurgir de saberes.
Hay que observar este lugar, el CIDECI-Universidad de la Tierra para aproximarnos e ir entendiendo lo que quiere decir la educación autónoma, la educación indígena. Si es educación pero no es escolarización. Tanto cuanto el feminismo zapatista, si es feminismo, pero no es feminismo hegemónico urbano.
Otra justicia
En otro espacio constatamos también esta insurrección de saberes. Lo encontramos en los conceptos de justicia y legalidad.
Podemos revisar algunos conceptos de justicia emanados de las presentaciones previas aquí. Barbara Zamora habla de una justicia pronta, eficiente, gratuita. Ella critica las prácticas de legalidad actuales. Se instala en pedir esa justicia transformada en eficiente, rápida y gratuita sin cambios mayores al aparato formal legal. Es un aporte crítico indudable. Asegura que es necesario un cambio en las relaciones sociales para poder lograr imaginar otros significados de justicia. Insiste que hay que regenerar las relaciones que la ley supuestamente protege antes de cambiar la ley: otra vez, empezar abajo y a la izquierda, un no arriba.
Corinne Kumar, por su parte, aboga por una reformulación de la justicia. Ella habla consistentemente de unos tribunales (las Cortes de la Mujer) en donde la poesía, la danza y el arte convocan otras dimensiones humanas al tribunal. Reconceptualiza la justicia. Esa no debe ser retributiva, no debe ser esencialmente punitiva. Lo rápido y gratuito no le basta. Quiere que la justicia sea restauradora, sanadora, usando todos los medios al alcance. Sin juicios traumáticos para los inculpados e inculpadores. Propone oír los testimonios vividos como pruebas fehacientes y no los innumerables y frecuentemente onerosos, lentos y humillantes procesos legalísticos del Estado. Ademas encuentra alternativas sabias y factibles en la imparticion de justicia indígenas. Los tribunales GACACA en Rwanda le parecen un ejemplo posiblemente recuperable y yo diría que también la practica del “idir” de Etiopia. Son ambas respuestas muy contemporáneas con trasvases de estrategias y practicas de justicia de orígenes indígenas. Provenientes de países de África, estas costumbres indígenas se combinan con ciertas prácticas legales de sus Estados, y forjan un nuevo todo. Esto da como resultado otro sistema de justicia, otros valores, otras formas de sanción sanadora, o de resolución. Ni la exclusiva tradición indígena ni solamente el legalismo juridico Estatal.
Corinne se propone incorporar, en sus Cortes de la Mujer, las formas zapatistas colectivas de ejercer la justicia…como en las Juntas de Buen Gobierno: las estudia para aprender de ellas.
Sí, estamos en contra de la violencia hacia las mujeres, y en contra de la subyugación que es un lastre en muchas circunstancias y lugares. Demandamos justicia a los sistemas patriarcales estatales y otros que ocultan, propician y validan la violencia hacia nosotras, las mujeres. Violencia ejercida también, a través del ámbito cotidiano y familiar como de padres, hermanos, hijos hasta de compañeros de lucha y de pareja.
Si queremos justicia, pero ¿que tipo de justicia? No la de las leyes de un Estado que nos explota y quien es el más atroz violador de nuestros derechos, sostenido por la impunidad. Buscamos otra forma de definir y lograr la justicia. La revitalización de saberes ancestrales nos puede inspirar, con su fuerza insospechada y silente. Así es como inspira a la policía comunitaria en el estado de Guerrero, a las Juntas de Buen Gobierno, a los compañeras/os de los Trece Pueblos en Xoxocotla, Morelos, a las comunidades de base zapatistas.
“Es el tiempo de actuar, y el tiempo de agarrar con nuestras manos, nuestros derechos” (Fragmento del discurso del CCRI-CG, del Caracol de Oventic, el 8 de Marzo del 2009.)
“Viva la lucha de todas las mujeres” (Palabras de la dirigenta de la Junta de Buen Gobierno al cierre del Foro en contra de la Impunidad, Caracol de Morelia, Junio de 2009).
Así, el feminismo indígena no es feminismo urbano, y sí, es feminismo y lo es porque emerge como feminismo reconfigurado desde las filosofías y saberes mayas, Así también la justicia: no es justicia a solas y si lo es. Especialmente cuando en los tribunales de las mujeres no abogamos por la venganza y el castigo al agresor sino que reformulamos la justicia con acciones sanadoras y reparadoras. Que sea conciliadora, y compensatoria de nuestro cuerpo pero también de nuestro espiritú, nuestro honor y dignidad.
Todo esta en todo.
La interpenetracion de espacios y dimensiones y del ser en el universo, es una herencia de las filosofías/epistemologías mesoamericanas mayas antiguas. Las de ayer y las de hoy en voces de mujeres y hombres sabios.
Reconozcamos sus aportes para poder enriquecer nuestra visión hacia un futuro que es nuestro pasado también.
Sylvia Marcos,San Cristóbal de las Casas,2 de enero 2010
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