viernes, 22 de enero de 2010

Haití: El drama social trás la catástrofe

Agencias - Comenzaron los disparos policiales contra las multitudes hambrientas que buscan comida. Médicos Sin Fronteras reclamó que permitan el descenso de aviones con equipos. El aeropuerto es controlado por Estados Unidos. Llegó el titular de la ONU a Haití.
El olor a muerte, el hambre, los disparos y la propia muerte son, parecen ser, los retratos de la devastada Puerto Príncipe que ya empezó a sufrir sus primeras muertes a tiros, al menos, sus primeros baleados informados oficialmente. De todos modos, en el panorama de más de 50 mil muertes seguras y hasta 200 mil como probabilidad casi segura, la muerte a tiros es casi un suspiro de nadie. El horror y el descenso al fondo más bajo lo pueden todo. O casi todo. En ese marco de imposibilidades fue posible el milagroso rescate de cinco sobrevivientes más, cinco días, 120 horas después de haber quedado sepultados bajo hierros retorcidos, escombros, mampostería, trozos de vidrios, y la muerte rondando a su alrededor mucho más que con su fétido olor. Una mujer de 62 años, dueña del Hotel Montana, donde se alojaban casi todos los extranjeros, un danés miembro de la misión de Estabilización de la ONU, fueron rescatados de entre las ruinas del Montana, mientras que una niña de 7 años, una mujer de 50 y un hombre de 34 fueron rescatados también con vida de entre las ruinas de un supermercado, rodeados de alimentos a los que no podían alcanzar, mientras afuera cientos de miles de hambrientos intentan sobrevivir un día más.
El sonido de las balas es cada vez más frecuente, lo mismo que la presencia de hombres armados con machetes. Extraña paradoja la de Haití: sacar a los sobrevivientes de entre los escombros se lo llama “rescatar”. Sacar comida de entre las propiedades abandonadas para alimentar a los sobrevivientes que pululan en las calles se lo llama “saquear”. Entre el sábado y ayer, tres rescatistas murieron y al menos dos resultaron heridos a balazos. Dos, los heridos, son dominicanos y pertenecen a un equipo de auxilio. El otro, el fallecido, baleado en la cabeza por la policía haitiana, era un saqueador de un supermercado según la policía, un rescatista de comida según su familia. Cuentan las crónicas de ese momento que la de-sesperación puede más que los disparos: otro de los saqueadores-rescatistas tomó la mochila con alimentos y escapó con ella.
“Los únicos camiones que pasan por aquí están llenos de muertos”, denuncian en el Cité Soleil, el barrio marginal más grande de Puerto Príncipe, aunque ahora Puerto Príncipe parezca toda un gran Cité Soleil. Pero claro, las diferencias siguen existiendo. “Dicen que el gobierno está recibiendo millones pero nosotros no hemos visto nada. Vivimos en la calle con nuestros hijos y tenemos que marcharnos”, lamenta Islaine a la cronista de AFP.
Entre tanto, en el plano diplomático, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, llegó a Haití para recorrer las ruinas de la sede de la misión de la ONU en la capital y reunirse con el presidente René Preval.
Simultáneamente, la gestión del aeropuerto por parte de Estados Unidos creó tensiones diplomáticas luego de que un avión francés con un hospital de campaña fuera impedido de aterrizar. La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, quien llegó el sábado a Puerto Príncipe, rechazó las críticas.
La organización Médicos Sin Fronteras hizo un llamado urgente para que los equipos que deben llegar con ayuda médica no sean obstaculizados. El sábado, un avión con equipamientos de MSF fue impedido de aterrizar en el aeropuerto de Puerto Príncipe, controlado por los estadounidenses.
En Leogane, a 17 kilómetros de Puerto Príncipe y epicentro del sismo, el 90 por ciento de los edificios fue destruido. “Este es verdaderamente el epicentro del terremoto y muchas, muchas personas murieron”, dijo David Orr, del Programa de Alimentos Mundial. “Los militares hablan de 20.000 a 30.000 muertos.” MSF abrió un hospital de emergencia en Carrefour, un distrito próximo a Leogane. “Los pacientes llegaron en carretillas o en las espaldas de hombres. Hay otros hospitales en la zona pero ya no pueden con la cantidad de heridos y tienen recursos limitados de personal, medicamentos y equipamiento –indicó Hans van Dillen, coordinador de emergencia de MSF–. Nunca antes había visto tantas heridas tan graves”, reconoció.
Leogane, un barrio de casas coloniales, no es más que una pila de maderas y ladrillos. La calle Fleurs, elegante calle residencial bordeada de palmeras y flores, ya no tiene nada de lo que era. En medio de la calle, Damelie Maitre permanece sentada en una silla con lágrimas en los ojos. La anciana tiene la mirada perdida. Cuando ocurrió el terremoto, ella se encontraba ensayando con su coro, en una de las casas del barrio. Una parte de una casa vecina atravesó el techo y aplastó a 15 integrantes del coro. Danielle se salvó, pero uno de sus brazos fue herido. Se autoentablilló con unos trozos de cartón. Su herida se veía infectada.
“La situación es catastrófica, la ayuda no llega, los haitianos parecen abatidos –aseguró un cirujano del equipo de Médicos del Mundo–. Hacemos muchísimas amputaciones: unas 400 en los próximos días. Las condiciones son muy precarias, no tenemos electricidad ni red telefónica.” MDM despliega su actividad en el derruido Hospital General de Puerto Príncipe. “El patio fue invadido por camas improvisadas. Como la morgue está llena, los cadáveres se pudren en el suelo”, dijo uno de los médicos. Mientras tanto, en los 43 equipos de búsqueda siguen luchando contra las inclemencias y el tiempo. A Cardoso, la dueña del Montana rescatada con vida, la sacaron deshidratada pero sin heridas. Y al danés de la ONU lo retiraron de entre los escombros sin un rasguño.

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