Foto: Oem.com.mx
Por Elsa Lever M. * en www.MujeresNet.Info
Quien viva en este país y en este planeta ya lo sabe. La presencia del virus de la influenza humana, hasta hace unos días llamado influenza porcina, consiguió elevar a pandemia y fase 5 una alerta sanitaria.
Con la respectiva dosis de pánico y paranoia también se consiguió justificar el miedo, el recelo, la discriminación y la xenofobia. Además, por lo menos en la ciudad de México, se logró una respuesta social sin precedentes: meter a millones de habitantes en sus casas durante ocho días, sin necesidad de las armas o fuerza policiaca.
Y aunque quienes se ganaban la vida con la venta de algún bien o servicio fueron obligados a cerrar de pronto y se quedaron sin ingresos, llevándoles a gastar lo ahorrado o incluso a endeudarse ya con préstamos bancarios, las autoridades han dicho que otros sectores no pararán porque son esenciales para la marcha del país. Para ejemplos un botón: el sector restaurantero cerró en 99%. Además de la pérdida de trabajo para gran cantidad de personas, las pérdidas económicas provocadas por la contingencia en el Distrito Federal y en algunas entidades del país podrían llegar a una caída del 300%, lo cual se traduce monetariamente en una pérdida de 10 mil 920 millones de pesos si se extendiera otra semana más la contingencia.
Pero seguramente no es esencial ni importa, como no han importado el incremento del desempleo, los salarios de hambre para más de la mitad de la población y la devaluación del peso respecto al dólar. Los laboratorios farmacéuticos son los que están haciendo su agosto en primavera.
Según datos de la Secretaría de Hacienda, la crisis por la influenza porcina en México contará con un piso de 2,500 millones de dólares para hospitales, medicamentos, puestos de salud o caravanas; para gastos de laboratorio, acciones publicitarias de prevención y otros,
De acuerdo con la cobertura que Semlac ha hecho del tema, también se usarán 6,500 millones de pesos mexicanos, unos 465 millones de dólares, de un fondo nacional para casos catastróficos; el gobierno además decidió que se disponga, si es el caso, de recursos del presupuesto nacional. "El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ofreció un préstamo adicional de 3,000 millones de dólares en caso necesario y el Banco Mundial, un aporte adicional a lo ya ofrecido de 1,500 millones más. No se informó sobre las condiciones de esos préstamos".
Quitaron educación, cultura y esparcimiento, y la confianza de reunirnos y circular. Pero dejaron sin cambios los mercados, incluidos por supuesto, los bursátiles. Los hoteles, carreteras y transportes siguen funcionando. No se cerraron fronteras, aeropuertos ni puertos, aunque ni falta hace, pues ya nadie quiere salir de sus casas ni venir acá.
Algunas cosas se modificaron parcialmente. Los partidos de futbol -anestésico mental-se jugaron a puerta cerrada pero no dejaron de transmitirse por radio y televisión. Otras, las recorrieron varios días, como la declaración anual de Hacienda... pero las campañas políticas -que no es algo esencial para la marcha del país, por lo menos no más que la educación- no tuvieron cambio de fecha y, mediante el derroche de miles de millones de pesos del erario nacional, iniciaron puntualmente como estaba planeado, como si tuvieran la seguridad que pronto todo volverá a la normalidad...
Bueno, lo consiguieron. Nos sacaron de las calles, de la casa de la amiga y de la fiesta de enfrente. Cerraron casi todo, a costa de una gran pérdida de ingresos. Hemos logrado una fama mundial de apestados, y nos uniformaron de azul en la cara, con unos tapabocas que el director general del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades, de la Secretaría de Salud, Miguel Ángel Lezana, ha reconocido que no son eficaces y sólo se indicaron para tranquilizar a la sociedad: "la porosidad que tienen permiten fácilmente el paso de las partículas (...) es más una demanda de la población. La gente se siente más segura llevándolas, más tranquila, y no les hace ningún daño".
También lograron que no hubiera las marchas del magisterio, sector minero y del Primero de Mayo programadas, y que se cancelara en la mente de la población la lucha del sector electricista y la impunidad ante los acontecimientos de Atenco que está cumpliendo tres años sin justicia.
Se decretó dar a la Secretaría de Salud (SS) total jurisdicción para adoptar cualquier medida, al no controlarse la epidemia, que podría afectar las libertades fundamentales. Los militares y los marinos ya cercan aeropuertos y caminos.
Mientras, en estos ocho días de golpe de Estado sanitario se ha dejado de pensar en el avance de la derecha fundamentalista en la disminución de los derechos sexuales y reproductivos en México y Latinoamérica. ¿Quién piensa ya en el sacerdote pederasta Rafael Muñiz López, detenido como parte de una banda dedicada a la pederastia y pornografía infantil, y liberado ya "porque no fue encontrado ningún elemento para inculparlo"? ¿O en las afirmaciones del secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Leopoldo González, de que los casos de pederastia en la Iglesia Católica no afecta a su feligresía, sino "al contrario, entre más humanos nos vean más nos van apreciar”?
El hecho de que en la Iglesia Católica los abusos sexuales se vean como pecados, no como delitos, no parece estar alejado de otros, como el del actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien violaba a la hija de su mujer, o el actual de Paraguay, Fernando Lugo, quien cuando era obispo de San Pedro, "sedujo" a varias mujeres quienes ahora le exigen que reconozca la paternidad de los hijos de cada una...
¿Quién piensa en que el 30 de abril el Congreso introdujo una ley para poder "decretar la suspensión de garantías" sin consultar al Poder Legislativo, y que aprueba el espionaje telefónico y las revisiones de documentos de la internet?
Me pregunto por qué no han levantado una alerta que recluya permanentemente a los violadores y pederastas en sus guaridas. ¿O el que cada cuatro minutos se viole a mujeres y niñas no significa nada? Hace falta una alerta de esta magnitud que voltee a ver las muertes diarias de niños y niñas. Según la UNICEF, cada año mueren casi 9.7 millones de niños antes de cumplir cinco años de edad, por enfermedades que podrían ser prevenidas con medidas sencillas y asequibles. Y otra alerta además por los feminicidios que, tan sólo en México, es de mil 14 homicidios de mujeres por razones de género en año y medio. Y otra alerta para la violencia de género, pues más de 30 millones de mujeres son víctimas de la misma. ¿Podrían "hacernos el favor" de elevar a fase mil la alerta por las muertes por cáncer de mama, que se cobran 10 vidas diarias en México?
No estoy diciendo que el virus no exista ni estoy convocando a una quema de tapabocas. Sin duda hay que seguir las recomendaciones sanitarias y de sentido común para cuidarse de este nuevo virus, que de paso se está diciendo que ni está tan propagado ni es tan letal (la gente se pregunta por qué mató sólo en México). Pero no hay que olvidar que las personas que se ven afectadas más directamente son las vulnerables: por no haber tenido acceso a la vacuna anual contra la influenza, por su precaria situación económica, y por la mala alimentación. Y pensando nuevamente en todo lo anterior, ¿acaso una enfermedad que mata a miles en un año, no merece tanta atención y escándalo sólo porque ya es conocida y/o no es contagiosa?
Lo malo es que no se vacuna contra la manipulación, la conveniencia, la violencia y el miedo, esas cuatro sí, altamente contagiosas y mortales. No hay peor virus que el que no se quiere ver.
* P eriodista con Maestría en Comunicación por la FCPyS de la UNAM, diplomada en Género por el PUEG de la UNAM, y en Feminismo por el CEIICH de la UNAM
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