Por Sara Lovera
La aparición de la influenza humana A/ N1H1 en México, puso al descubierto que el sistema de salud está rebasado y no funciona. Como no funciona el de protección civil, ni el de comunicación social.
Todavía nadie sabe la magnitud del problema: ni cuantas personas están en riego, ni cuantas han muerto por el nuevo virus, ni en donde ni de qué clase social. Lo que se hizo evidente es que hay dos mil personas, en plena primavera, con neumonías y problemas respiratorios graves.
Según INEGI mueren 14 mil personas anualmente por secuelas de enfermedades respiratorias e influenza estacional en el país, sin que se vea en los medios de comunicación por la limitada investigación que sobre ello se hace. En la televisión, tan comedida, digo la del monopolio, no vi imágenes de los hospitales civiles de los pueblos o inoperancia de aparatos gigantescos que no funcionan, como sucede. Me ha tocado en una mamografía.
Es ridículo que ahora quede claro que no existen laboratorios científicos y confiables en el país para analizar los virus. Adicionalmente no opera la comunicación entre el sistema central y el de los estados, a pesar de los intentos del Secretario de Salud para controlar cualquier cosa. ¿Por qué no existía el decreto que apuradamente se hizo en Los Pinos la tarde del 23 de abril? Ese que debiera reglamentar el artículo 73 de la Constitución, por lo que al mejor estilo priista se pidió a todos los secretarios de Salud de los estados que no dieran información.
Se demostró que no existe un mecanismo de información epidemiológica confiable porque los datos, para reportar cualquier enfermedad se trasmiten a mano, con métodos rudimentarios, como los del siglo XIX, en el colmo del atraso. Nadie sabe donde va a parar el dinero que la federación canaliza a los estados de la República y las y los diputados no piden cuentas. Por eso es tan errática y poco confiable la información que nos han dado.
Tampoco se explica por qué en el sistema de salud no existe la tecnología de la información, considerando que está hecho el diagnóstico de la desigualdad y la marginación, donde anidan todas las infecciones y calamidades, los desatinos hacen temblar al secretario de Salud ante la televisión.
Es un pleonasmo decir que la descentralización sanitaria ha sido un fracaso y nadie le pide explicaciones al sistema que llenó de demagogia el panismo desde hace 10 años.
Yo solamente tengo preguntas y más preguntas: ¿por qué los estados de la República no se hacen responsables? ¿Por qué la Cámara de Diputados no supervisa el gasto? ¿Por qué y desde cuándo redujo los recursos a la investigación y la tecnología? ¿Por qué despareció el maravilloso sistema de atención hospitalaria? y ¿dónde ha ido a parar el famoso Seguro Popular? ¿Dónde están los médicos de otrora?
Encima quedó claro que no existe una coordinación ni científica ni operativa. Nadie responde por la salud de las y los mexicanos.
Si se admitiera que algunos datos son reales, estamos ante una probable pandemia donde la población en riesgo tiene dos características: ser mujer y tener entre 21 y 40 años.
De acuerdo con las cifras los decesos están ubicados ahí: 74 por ciento mujeres y menores de 40 años. ¿Qué es esto? ¿Qué clase de mensaje? Dos grupos humanos, uno mayoritario, el de las mujeres, que no quieren volver a casa y que en todas las crisis el sistema capitalista las quiere enviar de regreso y la juventud que según todos los indicios requiere educación y trabajo urgentemente.
Dos retos para un sistema en profunda crisis económica, de justicia, con un margen de impunidad inaceptable y de educación deficiente, al garete, en manos de Elba Esther Gordillo con quien Calderón, por razones políticas, sigue asociado.
Un sistema que no tiene de dónde agarrar seguridad sanitaria. Donde es un chiste cruel cada noche la conferencia de prensa por la televisión en que sólo se queda en ridículo. Desde el primer día, al anuncio de la emergencia, cuando hacía tres semanas que había muerto la primera persona en Oaxaca.
La lista puede seguir, digo de déficit social y económico, donde a mi criterio, aparte, el panismo quiso bajar de su pedestal a los dos punteros para 2012. Al gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y al jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard. Uno se quedo tartamudo, no sabe qué pasa ahí y su secretaria de Salud, en plena crisis, renunció.
El otro que, como siempre, actuó más rápido que el equipo de Calderón, con lo que se mantiene como el mejor gobernante. El sí, como el mismo diría, se preocupa por la gente. Fue el primero en anunciar subsidio para los afectados, que creó en tres días un equipo de apoyo social, emocional y económico para enfermos y familias de víctimas; el que no ocultó dato alguno.
Me pregunto ¿por qué el secretario José Ángel Córdova dijo, el 25 de abril, que había crisis en San Luis Potosí y, luego ni una línea de San Luis Potosí ni una información? ¿Por qué?, digo yo, porque seguramente pensaron que no incluir a esa entidad era afirmar que el panismo sí resuelve. Cosas elementales, de primer año de yunquismo, sobre el cual, según Mitofski, la gente no se da cuenta y aprueba en 75 por ciento medidas de terror, de susto, cuyo destino adicional es el control, incluso militar.
¿Quién está pensando en los jóvenes asustados? ¿Y quién nos rendirá cuentas de la verdad? ¿El virus es realmente existente? ¿Cuál es el grado de penetración?
El doctor Gustavo Reyes Terán, del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, me declaró que los virus gripales son caprichosos, que todos podríamos estar afectados, pero que según la edad, el lugar, las circunstancias, cada quien reacciona. Él, que es investigador con prestigio y se ocupó estos días de los enfermos graves, me dijo que la mayor tragedia es que son los pobres, sin defensas, los vulnerables. Cosa que el secretario de Salud a semejante pregunta, respondió que no, que el problema estaba en las zonas urbanas ¿ahí no hay pobres? y algo más qué con el hacinamiento en las casas, qué con la nutrición, qué con la violencia familiar y el miedo, la tristeza de la que hablan los jóvenes en una encuesta y que también les produce baja de defensas.
Lo peor es que todos quienes forman parte de la élite política y los medios de comunicación no profundizan, no explican, no investigan, no van más allá de lo que los medios electrónicos nos venden.
Finalmente, hay que tener cuidado de victimizar a determinados grupos sociales o de trabajadoras, como las enfermeras. La verdadera víctima es el país entero, donde un sistema de salud colapsado no solamente es un atentado para las mujeres embarazadas o con cáncer de mama sino para todas y todos
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