viernes, 29 de mayo de 2009

Lo que se sabe y lo que todavía no se sabe sobre la tortura sexual en Guantánamo

por David Rosen *

De Sin Permiso Traducción de Anna Garriga
“Quitar la ropa fue autorizado por el Secretario de Defensa (Rumsfeld) como método en GTMO (Guantánamo) el 2 de diciembre 2002”, según el informe recién publicado del Comité de Defensa del Senado de EEUU sobre el uso de técnicas duras de interrogación. También señala que la utilización de la desnudez prolongada fue tan efectiva, que en enero 2003 se aprobó su utilización en Afganistán y a finales del 2003 se adoptó su uso en Irak.- “Encuesta sobre el Trato a los Detenidos en Custodia por los EEUU”.

El informe del Senado salió poco después de que un informe secreto del Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC) sobre las técnicas de tortura utilizadas por la CIA como parte de su programa de detención, fuera filtrado por Mark Danner del New York Review of Books. Estos informes provocaron una enorme atención mediática, gran parte de ella centrada en la utilización del “waterboarding” (o “la asfixia por medio del agua” como más acertadamente lo denomina el ICRC) y especialmente su uso, 183 veces con respecto a Khalid Sheik Mohammed y 83 veces con respecto a Abu Zubaydah.

Los medios informativos prestaron menos atención al gran número de lo que el ICRC llama otros “métodos de malos tratos”. El informe del Senado identifica estas técnicas como: utilización de perros militares, posiciones estresantes y entrenamiento físico, ajustes del sueño/manipulación del sueño, privación sensorial y privación de la ropa. El ICRC las identifica como: posiciones estresantes prolongadas, golpear con una cadena, dar golpes y patadas, confinamiento en una cabina, privación del sueño y utilización de música fuerte, exposición a temperaturas frías/ agua fría, uso prolongado de esposas y grilletes, amenazas, afeitado impuesto, privación/provisión restringida de alimentos sólidos y desnudez prolongada.

Estos informes, junto con los “informes sobre la tortura” de la administración Bush, recientemente salidos a la luz, han contribuido a centrar la atención nacional en el aspecto vergonzoso, si no ilegal, de la Guerra al Terror del loco rey George. Sin embargo, estos informes son “documentos oficiales” basados en revelaciones de un número muy limitado de fuentes. La información reunida, aunque de gran valor, se limita a estas fuentes.

La limitación de las fuentes limita el conocimiento público del verdadero alcance de la tortura llevada a cabo por agentes de los servicios secretos estadounidenses, oficiales militares y contratistas privados. Si nos centramos en el aspecto de la tortura sexual, que incluye la desnudez prolongada, revela lo que se ha hecho público, pero también lo que todavía debe ser conocido públicamente.

La falta de conocimiento público del verdadero alcance de la tortura sexual, junto al resto de técnicas de interrogación “duras”, crea una historia “oficial” saneada. Los estadounidenses nunca llegarán a saber el tipo de tortura que se llevó a cabo en su nombre, ni tampoco podrán pedir responsabilidades a quienes ordenaron y ejecutaron estas acciones, a no ser que vayan más allá de las fuentes “oficiales”.

El ICRC realizó entrevistas a catorce “combatientes enemigos” de ocho países. Los detenidos fueron arrestados durante un período de casi tres años, desde marzo 2002 hasta mayo 2005. Once de los detenidos fueron sometidos a una desnudez prolongada “durante su detención e interrogatorio durante períodos abarcando desde varias semanas de forma ininterrumpida hasta varios meses de forma intermitente”.

El ICRC cuenta lo que llama experiencias “aducidas” por siete detenidos sometidos a una desnudez prolongada:

Khalid Sheikh Mohammed: mantenido desnudo durante un mes en Afganistán

Abu Zubaydah: mantenido desnudo durante dos semanas y media en Afganistán después de haberse recuperado en un hospital de Pakistán; declara que después se le suministró ropa repetidas veces para a continuación dejarlo otra vez desnudo durante semanas.

Walid Bin Attash: mantenido desnudo dos semanas en Afganistán y más tarde durante un mes en otro establecimiento de detención desconocido.

Encep Nuraman (aka Hambali): mantenido desnudo durante cuatro o cinco días en Tailandia y una semana en Afganistán, seguidos de períodos intermitentes vestido y desnudo.

Majid Khan: mantenido desnudo durante tres días en Afganistán y siete días en su tercer lugar de detención.

Mohammed Nazir Bin Lep: mantenido desnudo de tres a cuatro días en Tailandia y nueve días en Afganistán.

Un detenido anónimo: mantenido desnudo de dos a tres meses en Afganistán, más tarde se vio sometido a períodos intermitentes vestido y desnudo.

Las fuentes de estos informes fueron entrevistas con los detenidos.

El informe del Senado hace una evaluación muy distinta de lo que llama “quitar la ropa”. Deja claro que la CIA y los militares eran fuertemente partidarios de la utilización de la desnudez prolongada como técnica de interrogación. Dice que la desnudez fue exportada a Irak, especialmente a la cárcel de Abu Ghraib, desde Afganistán y GTMO.

Expone que esta técnica servía para varios objetivos críticos de los interrogatorios, entre ellos la “humillación de los detenidos”, para “renovar el ‘shock de captura’ de los mismos” y como un incentivo para el buen comportamiento. Se utilizaba ampliamente, según indican dos de los varios oficiales entrevistados. El coronel Jerry Philabaum, jefe de la Compañía 320 de la policía militar, dijo haber visto “entre 12-15 detenidos desnudos en sus propias celdas individuales”. El capitán Donald Reese, jefe de la Compañía 372 de la policía militar reconoció que “todo el mundo” conocía la desnudez prolongada y que era “una práctica usual pasearse por la grada y ver a los detenidos en ropa interior y de cama”. Otros oficiales hicieron declaraciones parecidas.

Lo mismo que el informe del ICRC, el informe del Senado se basa de forma extensiva en entrevistas, pero estas entrevistas son con oficiales del ejército de la policía militar y del espionaje. Además, el informe del Senado se basa en informes militares publicados, especialmente el del general George Fay, conocido como el Informe Fay. Una de sus citaciones es especialmente ingenua, quizá más reveladora de lo que se pretendía: la detención creaba un “entorno que parecía excusar la depravación y la degradación en vez del trato humano a los detenidos”. El informe también hace una referencia, de pasada, al informe sobre AbuGraib del general Antonio Taguba.

Los primeros “combatientes enemigos” llegaron a Guantánamo el 11 de enero de 2002, casi un año antes de que Rumsfeld autorizara el uso de la tortura sexual. Según un titular de CBS, un avión del ejército del aire de EEUU aterrizó en Guantánamo desde Afganistán llevando 20 prisioneros, marcando el comienzo de la operación de detención” [CBS News Gitmo Timeline, 24 agosto, 2004]. En el informe del Senado, el jefe (nombre borrado) de la TF [Task Force] de la SMU [Special Mission Unit] declara que cuando “tomó el mando (de Guantánamo) ‘descubrió que, como técnica de interrogación, a algunos de los detenidos no se les permitía ir vestidos’ (borrado) dijo que acabó con esta práctica en diciembre 2003 o enero 2004…”

Los descubrimientos acerca de la desnudez prolongada fueron objeto de poco debate público. Comparada con muchas otras, peores, técnicas utilizadas, especialmente “asfixia con agua”, golpes en la cabeza, patadas, posiciones estresantes, utilización de perros y privación del sueño, la tortura sexual parece más bien poca cosa. Pero su propósito era, junto a otras técnicas, claro. Tal como señala el ICRC, “estaba claramente pensado para minar la dignidad humana y crear un sentido de futilidad… que llevara a la fatiga extrema, a la despersonalización y a la deshumanización.”

Sin embargo, otras fuentes ofrecen una visión distinta, mucho menos saneada y mucho más sádica. Lo que no se sabe es si estas técnicas adicionales fueron aprobadas por los jefes militares y civiles de EEUU o fueron acciones improvisadas por oficiales del frente o por contratistas. Unos pocos ejemplos ilustran estas técnicas.

La mejor fuente individual sobre el uso de la tortura sexual en Abu Ghraib continúa siendo el informe Taguba. En el resumen de este informe se identifican como utilizados en la prisión, los siguientes “abusos criminales sádicos, patentes y lascivos”:

Forzar a los detenidos a quitarse la ropa y mantenerlos desnudos durante varios días cada vez;

Sacar fotografías y vídeos de hombres y mujeres detenidos, desnudos;

Hacer posar a la fuerza a los detenidos en varias posiciones sexualmente explicitas para fotografiarlos;

Forzar a detenidos varones a llevar ropa interior femenina;

Forzar a grupos de detenidos masculinos a masturbarse para ser fotografiados y filmados;

Amontonar en pila a detenidos masculinos desnudos y saltar sobre ellos;

Situar a detenidos masculinos desnudos en una cabina MRE [meals ready to eat (alimentos listos para comer)], con un saco de arena sobre su cabeza y con cables enganchados a los dedos de manos y pies y al pene para simular una tortura eléctrica;

Poner una cadena de perro o una correa alrededor de la nuca de un detenido desnudo y con una mujer soldado posando para una fotografía;

Sodomizar a un detenido con una luz eléctrica y quizás un palo de escoba.

¿Por qué esta parte del informe Taguba no aparece en le informe del Senado? Su ausencia habla de la forma en que son depurados los informes oficiales y de cómo se escribe una historia “inside the Beltway”. [Véase “Terrorismo sexual: el lado sádico de la Guerra al Terror de Bush”, CounterPunch, 13 mayo, 2008]

La prensa americana e internacional reveló episodios inquietantes de terror sexual utilizado por el ejército americano. Por ejemplo, la Associated Press informó de que los soldados estadounidenses ordenaron a un ex-preso, Dhia al-Shweiri, que se desnudara, se doblara y colocara las manos en la pared; aunque no fue sodomizado, dijo que fue humillado: “Somos hombres. Pase que me golpeen” dijo Shweiri. “Los golpes no nos duelen; son solo golpes. Pero nadie puede soportar ver su virilidad hecha añicos”.

El Sunday Herald de Escocia publicó que un exprisionero iraquí declaró que existe una foto de un traductor civil violando a un joven prisionero; dijo: “Cubrieron todas las puertas con sábanas. Oía los gritos….y la mujer soldado tomaba fotografías”.

El Independent de Londres publicó la experiencia de Hayder Sabbar Abd, inmortalizado como el hombre de la capucha en la infame foto de Abu Ghraib de Lynndie England. Abd declara que le ordenaron masturbarse mientras Ms. England “ponía sus manos sobre sus pechos”, lo que no pudo hacer; y simular una felación con otro prisionero, lo que parece que sí hizo.

El Sydney Morning Herald señala: “Las mujeres que realizaban interrogatorios intentaban destrozar a los detenidos musulmanes en Guantánamo por medio de toqueteos sexuales, vistiendo minifalda con tiras de cuero debajo y, en una ocasión, embadurnando la cara de un hombre saudí con sangre menstrual simulada, según una explicación escrita de alguien bien informado”.

La tortura sexual tenía dos objetivos con respecto a quienes eran sometidos a este abuso: hacer daño físico y asustar emocionalmente. Su objetivo era hacer quebrar a los prisioneros masculinos. Intentaba infligir dolor así como vergüenza, hacer sufrir a quien la recibía y que se odiara a sí mismo. La tortura sexual intentaba hacer quebrar a la víctima tanto física como espiritualmente, dejar cicatrices en (y dentro) del cuerpo y en la mente.

Con la elección de Obama, los militares estadounidenses probablemente han cesado de emplear “técnicas duras de interrogación”. Por desgracia, teniendo en cuenta el pragmatismo de Obama, la complicidad del Congreso, el fanatismo burocrático de los militares y la inmoralidad de la CIA (y de los contratistas privados), uno no puede dejar de preguntarse qué sucedería si ocurriera un nuevo 11 de Septiembre.

El alcance total de las “técnicas duras de interrogación” utilizadas durante la Guerra al Terror es desconocido. Tampoco se sabe exactamente quién, en la Administración Bush, aprobó el uso de tales técnicas, ni quién, dentro de la comunidad militar y de espionaje (junto a los contratistas privados) utilizó tales técnicas. Las respuestas a estas preguntas deberían ser la primera tarea de cualquier investigación “oficial” sobre la Guerra al Terror. Además, los responsables de la investigación deberían utilizar fuentes mucho más amplias que las consideradas “oficiales”. Solamente así el pueblo americano comprenderá lo que se hizo en su nombre y, esperémoslo, evitará que vuelva a suceder.
* David Rosen es un analista político que escribe regularmente en medios electrónicos alternativos, como Counterpunch.


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