“Todas somos parte del movimiento. Yo, te reconozco mi compañera”
por Marina Bernal - Mulabi, Espacio Latinoamericano de Sexualidades y Derechos
En el exconvento de Regina, en medio de un mar de más de 1500 feministas provenientes de toda la región, este diálogo convocado por Mulabi, inició evocando otras experiencias de diálogos. Encuentros entre generaciones, entre mujeres feministas y mujeres indígenas, sucedidos en México años atrás, diálogos que invitan a emular una disposición a conocer y reconocer en “las otras”, una posibilidad de hacernos preguntas sobre “nos-otras” mismas. Alrededor de 100 mujeres feministas trans y no trans de diferentes países de América latina nos congregamos en este espacio de diálogo enmarcado por un acuerdo de respeto y escucha. Pensado como un espacio para preguntar, dudar, aprender, escuchar, cuestionarse y transformar-se. Un espacio para explorar en que podemos beneficiarnos al trabajar juntas y cuáles, si existen, son las distancias que preferiríamos o necesitaríamos mantener.
Se abre la sesión con una presentación colectiva, caminando, circulando unas entre otras, saludándose, mirándose, reconociéndose, nombrándose (¿cómo te llamas? y ¿cómo te identificas?), mezclándose. Y este grupo, que al inicio parecía separado en dos, ahora conforma un círculo grueso que se amplía conforme más feministas se suman. Para algunas, es la primera vez que participan de un Encuentro Feminista, para otras se trata de la primera vez que tienen la oportunidad de hablar, escuchar y estrechar la mano de una mujer trans feminista.
Cuántas preguntas, cuántas dudas, cuántas curiosidades circulan entre unas y otras.
Después se abre una pregunta: ¿Porqué se consideran feministas? ¿De que manera el feminismo nos ha construido como mujeres y como feministas tanto a las feministas trans como a las no trans?
Surge enseguida otra pregunta: ¿Qué nos cruza y que afinidades tenemos?
Una feminista no trans responde a esto, que no ve las afinidades y que, más aún, ve muchas diferencias en muchos casos insalvables. Una feminista trans responde a esto que las mujeres trans han sido consideradas siempre un objeto sexual: “No somos consideradas seres humanos, ni ciudadanas, somos otra cosa...”
Surge otro comentario, planteando que resulta difícil comprender desde afuera ¿Por qué las mujeres trans quieren ser trans en un contexto tan negativo?. Ciertamente, continúa esta feminista no trans, “es difícil entender porque en un país (como México) donde las tratan mal, donde las consideran o prostitutas o peluqueras, teniendo todos los derechos humanos negados, incluido el derecho a la salud… ¿porqué esa necedad? ¿Pero que necesidad?”
Una feminista no trans, responde: Porque es una elección. Las mujeres trans, afirma, son mujeres, porque el cuerpo no es un destino, “porque podemos pensar otros cuerpos, otros géneros, porque ser mujer no es tener una vagina. Porque pararse frente a la ciencia médica y retarla, no es fácil…” Desde ahí convoca a celebrar las nuevas subjetividades.
Una compañera trans apunta al respecto aclarando que en Brasil ellas no se identifican como trans, sino como mujeres, aún cuando en algunos casos tengan un falo, y es desde esa identidad e identificándose de esa manera como se sienten confortables.
También eligen sus espacios de lucha, han decidido que no quieren luchar al lado de los hombres porque entre ellos se han sentido muy agredidas y estigmatizadas. Han elegido sus alianzas y ahora son reconocidas en la política de salud como mujeres. En el caso de ellas por ejemplo el tema de las cirugías, es tan solo un tema más a desestigmatizar en cuanto a toda la serie de valores estereotipados asociados a las mujeres. Ellas tienen que hacer un trabajo al interior de la comunidad de mujeres trans para trabajar entre algunas de la compañeras los valores de mujeres tradicionales que a veces se enarbolan.
Una compañera no trans manifiesta que está descubriendo el sentido revolucionario que significa ser trans pues resulta absurda esta necesidad de etiquetar a las personas a partir de sus cuerpos.
Otra más, manifiesta que ella define su identidad como autónoma revolucionaria y que se reconoce como mujer. Pregunta: ¿Por qué tengo que adoptar una terminología “cientista”? Una mujer trans responde “Yo no estoy acá para reivindicar demandas personales sino como parte de una comunidad internacional de mujeres. Ser mujer y ser feminista, es un estado de conciencia revolucionaria”.
Otra más habla desde su identidad de mujer trans. Dice que las mujeres trans son mujeres que han hecho, no un cambio de género sino un cambio de cuerpo.
Una lesbiana feminista no trans responde “las lesbianas, según Wittig, no somos mujeres y yo cada vez más estoy más de acuerdo con esto. Deconstruimos a partir de lo que somos. La experiencia de travestirme y la forma de relacionarme, de mirar mi propio cuerpo me ha cuestionado respecto a que signfica ser mujer, y ahora creo que no quiero serlo más”.
Los puntos de encuentro entre la transexualidad y el feminismo
Una feminista no trans considera que el feminismo nos ha permitido encontrar respuesta a esta pregunta porque lo que hemos hecho desde el feminismo es deconstruir la categoría de mujer. Para una feminista no trans de Nicaragua la lucha de las compañeras feministas trans al interior del feminismo, se asemeja a la lucha que dieron también las lesbianas, las negras y las indígenas: todos los días resistiendo y ampliando lo que se considera ser mujer y a la vez ampliando los márgenes del feminismo. Resalta que “estamos en el 11avo. Encuentro Feminista todas juntas con el objetivo común de transformar el mundo patriarcal que nos oprime a todas”.
Una feminista no trans, que no está de acuerdo con la participación de las compañeras trans en el encuentro, coloca sobre la mesa su dificultad para entender algunas cosas que considera impedimentos para poder ser “mas eficaz” como feminista. El cuerpo – dice ella- hace diferencias- y la construcción sexual nos distingue, por ello afirma, es central mirar el cuerpo y el papel que este juega en la definición y división que el patriarcado hace y que hace, reitera, a partir del cuerpo, querámoslo o no. Por ello, ella defiende la importancia de reconocer esas diferencias, pero, como feminista que reivindica el derecho de toda persona a vivir la opción sexual y corporal que cada cual quiera tener, prefiere clarificar que lo que les vincula a las feministas y las trans es la solidaridad con las causas, pero existen problemas específicos de cada cual a partir de la definición que el patriarcado ha hecho de su identidad. Así, afirma, “me solidarizo con las trans, pero no soy trans, ni comparto sus problemas”.
Revisando los esencialismos en el feminismo
Este comentario lleva el diálogo a revisar lo que las participantes llamaron “las posturas esencialistas en el feminismo”. Una feminista no trans afirma que la violencia de género nos atraviesa a todas y que la sexualidad y los genes, también son construcciones sociales.
Una feminista lesbiana no trans de Guatemala, manifiesta la importancia que este espacio de diálogo tiene para ella, es una oportunidad de poder escuchar a las otras pero además le ha permitido conocer mujeres trans feministas. Dice: “Vengo a mi primer encuentro feminista, y he podido escuchar los fundamentos del feminismo pero también expresiones de los feminismos fundamentalistas” ella quiere extender a las compañeras feministas trans el lema de su organización: “Todas somos parte del movimiento, yo, te reconozco como mi compañera”.
Sobre el mismo tema, una feminista trans manifiesta que las feministas trans, no esperan solidaridad, lo que les interesa es aportar al feminismo y poder ejercer sus derechos como mujeres y como feministas.
Una mujer joven feminista no trans manifiesta su afinidad a esta idea, y expresa cómo se construyó como feminista, cómo el feminismo le permitió mirarse a si misma como mujer y acorde con ello, considera que las mujeres trans feministas deben estar presentes en el encuentro por identificarse como feministas, y no deberían se cuestionadas acerca de su biología.
Frente a estas manifestaciones de apoyo, una feminista no trans expresa sus temores: “ Creo que las mujeres estamos cediendo los espacios que nos habíamos ganado. Yo no estoy de acuerdo que por ejemplo, hombres feministas participen de nuestros espacios, del mismo modo me parece que las trans deben hacer su propia lucha.” Su lucha, reitera, “nos convoca pero desde otro espacio, no desde los nuestros”.
Una compañera trans de Brasil destaca frente a esta postura que el sistema patriarcal Brasileño conmina a las personas a posicionarse como hombres o como mujeres. Entonces cuando ellas dicen que son mujeres, las cuestionan sobre si ¿es posible hablar de mujeres que tiene falo? Y no solo a nivel simbólico. Ellas a su vez cuestionan si el tener un falo hace automáticamente a una mujer ser machista. Invitan a reflexionar y distinguir, que las mujeres trans no son gays y tampoco son hombres. Y que ellas, son mujeres que viven como feministas y que además vivencian lo femenino.
Una compañera feminista no trans invita a la reflexión sobre el tema de las identidades: “Quién puede ser considerada mujer y quien feminista? ¿cómo somos las mujeres? ¿Qué significa la diferencia sexual y corporal? ¿Cómo nos construimos mujeres cuando nuestro cuerpo sexuado ha sido tan distinto en nuestras historias? ¿Qué nos significa las presencia corporal de otras mujeres con otras huellas corporales?
Ella plantea que la diversidad es enriquecedora pero difícil de gestionar. La construcción genérica y política es distinta. El feminismo se ha construido a partir de la identidad de mujer como núcleo duro y esto, que se está rompiendo ahora, genera mucho miedo.
Resoluciones
El diálogo se acerca a su fin y las presentes manifiestan que son necesarias la transgresión y la rebeldía dentro del movimiento: pero para abrirnos a lo diferente, a lo que nos cuestiona y nos conmueve. Preguntarnos desde el feminismo si es requisito indispensable, tener una vagina, para ser mujer.
Una feminista no trans del Salvador coloca algunos puntos para continuar avanzando en esta reflexión que éste diálogo permitió: “Es necesario –sentencia-, afirmar el respeto al cambio en el interior de nuestro movimiento, poder abrirnos a lo nuevo, conocer a estas compañeras nuevas y permitirnos romper el hielo, vernos como humanas, con necesidades y problemáticas afines y otras específicas”.
Una joven feminista no trans, de Uruguay deplora los comentarios negativos y descalificadores que ha escuchado que se han hecho en voz baja mientras el diálogo se desarrollaba. Este tipo de actitudes y comentarios, afirma, no hacen bien al movimiento. Se pregunta un poco triste e indignada: “¿Quién puede decir quienes son las verdaderas feministas? Ese tema del tren que nosotras empezamos y al que se quieren “montar” las trans,” -dice ella-, me parece una expresión profundamente egoísta. ¿Quiénes somos nosotras para otorgar un derecho de entrada y salida de este tren, de limitar que otras mujeres gocen de los logros que hemos construido entre todas? ¿quién, sentencia, puede definir quien puede entrar o no al movimiento?
El diálogo termina. Hay sonrisas, agradecimientos, caras que reflejan interrogaciones, asombro, en algunos casos molestia, muchas se van pensativas. El diálogo dicen, apenas empieza.
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