Política
El feminismo y las paradojas de las políticas de gobierno para las mujeres
Sara Lovera López*
El siglo XX, que duda cabe, significó a nivel mundial, un tiempo de cambios sustanciales para las mujeres. Norberto Bobbio, coincide con otros y otras, al considerar al feminismo como la única revolución con efecto en nuestros tiempos. Estas transformaciones visibles, que han tenido como uno de sus horizontes utópicos la bandera de la igualdad entre los sexos, se han desarrollado en y por la confluencia de un conjunto de factores y visiones de lo que diferentes actores venían entendiendo como “el desarrollo de la humanidad”. En este contexto, las acciones de los movimientos feministas alrededor del mundo, se propusieron influir e intervenir de diferentes maneras en los cambios políticos, institucionales y culturales que se comenzaron a producir en los diferentes contextos locales, nacionales e internacionales.
Montevideo, Uruguay, Cotidiano Mujer, No. 32, 2000.
Lo que intento con este texto es hacer una reflexión retrospectiva sobre la condición de las mujeres a finales del siglo pasado y estas décadas del XXI, la ubico desde dos perspectivas: ¿qué pasó con el movimiento feminista y su política hegemónica de “incidencia” en el poder? y las acciones inducidas por el aparato gubernamental.
Esta es una invitación, primero a mí misma, para pensar escribiendo, pues nos plantea una dificultad primigenia, no puede analizarse o describirse cuál ha sido la política gubernamental de género, sin su correlato permanente: la articulación de los feminismos a esa política.
De la misma manera que la condición de las mexicanas no puede ser ajena a las transformaciones sociales y políticas ocurridas en estas más de dos décadas,1 porque las acciones que desde el poder se hicieron, se hacen o pretenden hacerse, sobre el discurso y las “políticas públicas”, buscan un equilibrio para la desigualdad histórica entre hombres y mujeres.
Advierto, además, que estas líneas reflexivas no surgen de un análisis académico, aunque se procura poner referencias, nacen, más bien, de mi memoria y están sustentadas en la experiencia, por ello, los múltiples hechos descriptivos que se narran con sentido crítico, que me llevan a escribir una primera afirmación: durante más de dos décadas hemos vivido el gatopardismo, ese que sustentó Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su obra El Gatopardo al establecer, lo que muchos autores llaman los pilares de la doctrina política actual: “Cambiar todo para que no cambie nada”.
En 25 años no cambió en México la condición intrínseca de las mexicanas, nos referimos a su estado de discriminación, opresión y exclusión, que están prácticamente intactas. Lo que hubo en estas dos décadas y unos años, fue el despliegue de una amplia e internacional reflexión feminista, basada en el género, que consiguió la construcción de una cultura feminista arraigada en miles de mujeres, estudiantes, académicas, líderes sociales, protagonistas del movimiento y decenas de organizaciones sociales feministas.
Lo anterior incidió en la participación política y pública de las feministas, con experiencias y prácticas políticas siempre contradictorias, como dice Ariana Reano respecto de las paradojas del feminismo, al señalar que uno de los mayores inconvenientes de éste, ha sido su incapacidad de superar ciertos escollos teóricos, ya que, durante mucho tiempo, las teorías feministas no han podido (o sabido) deconstruir su propio discurso, cayendo presas de su propia trampa.2
También argumenta Reano que, por un lado, los grupos elucubran en la defensa de un tipo de esencialismo no muy diferente del que le critican a las teorías liberales, específicamente, respecto de la noción de individuo como categoría ontológica fundante. Por otro lado, en la proclamación de demandas de inclusión en un sistema sociopolítico cuyas normas, a pesar de ser las que construyen el horizonte de la vida social, no son puestas en tela de juicio, ni son subvertidas por ninguna acción que genere un verdadero cuestionamiento al orden establecido.
Del texto de Reano, rescató lo citado de Joan Scott, sobre que el feminismo requiere “pasar por el tamiz de la deconstrucción“, e ir más allá de algunas nociones claves estructuradas por el discurso feminista y sus prácticas, pues en estas décadas, se han decantado desde la teoría feminista, en un corpus complejo, donde conviven posturas liberales, socialistas, posestructuralistas, feminismos de la igualdad y de la diferencia, feminismos maternalistas, posmodernos, esencialistas, etc.
Sin embargo, en estos años si se creó una cultura que influye en las prácticas cotidianas, una cultura que llevó al feminismo a aliarse con la estructura en estas décadas, en lo que se define como sociedad democrática, donde hay una exacerbación de lo jurídico en detrimento de lo político. “Es en ese contexto donde cabe la discusión en torno de la ciudadanía de las mujeres y, más específicamente, de los derechos vinculados a las diferencias ancladas a los cuerpos”.
Dice Alejandra Ciriza3 que: “El debate sobre el aborto… se condensa… en el juego… sobre los dilemas de la relación entre cuerpo y abstracción jurídica, entre derechos sobre el cuerpo y condición ciudadana de las mujeres”, produciendo una contradicción central cuando “el derecho ocupa un lugar clave en el proceso de conversión del sujeto real en ciudadano”. Es decir, desde la práctica feminista, se ha convalidado primero al derecho, como vía ciudadana.
De modo que, durante todos estos años en México, las acciones feministas llevaron de la mano, con agendas y metas de por medio, las transformaciones jurídicas, muchas, olvidando al sujeto real o fuera de los efectos en el sujeto real: las mujeres.
El cambio cultural, así como todo lo acumulado en conocimiento y filosofía feminista en México, tuvo principalmente un inmenso andamiaje jurídico, que se diría, es como papel mojado, ya que las acciones desde el poder fueron muy pocas.
Desde que en 1974 se incluyó en la Constitución mexicana la igualdad entre el hombre y la mujer –sin política pública–, pasando por una docena de leyes nacionales generales sobre los temas de la agenda feminista4 de los años 70, hasta llevar a la Constitución la paridad total, no incluyó el derecho al aborto y la tolerancia cero a las violencias contra las mujeres. Yo diría, desde la ciudadanía planteada por Olimpia de Gauges en la Revolución francesa hasta el espejismo de la participación en la cosa pública en paridad, no han resuelto el problema nodal de la emancipación femenina.
Y los problemas mundanos y materiales tampoco se resolvieron ni en la superficie ni en el fondo: opresión, discriminación y exclusión; pues el caldo de cultivo de la violencia contra las mujeres, es un asunto ideológico. Por ello habría que decir que el gran pendiente es la reforma del pensamiento social.
Dónde estamos
En 2023 las mexicanas están más pobres5 (7 de cada 10); se mantiene la brecha salarial entre hombres y mujeres, hasta un 30%;6 las violencias contra las mujeres crecieron hasta el 50% en un año;7 según Irinea Buendía suceden hasta 17 muertes violentas de mujeres confundidas con accidentes, feminicidios y suicidios;8 solamente en la Ciudad de México crecieron 400% las desapariciones de niñas y mujeres,9 por hablar de los rasgos más significativos de la condición actual de las mujeres, condición material que no refleja los efectos en su vida diaria, su salud mental o su salud física, aunque son ellas las que más carecen de la cobertura sanitaria, sabemos que no acceden a clínicas, médicos u hospitales el 37% de las mexicanas.10
Hoy se puede afirmar, que la política que llamaremos de género ha sido errática, desigual, insuficiente, poco profunda, sin recursos. Lo más grave de ello es que nunca, el Estado mexicano ha estado dispuesto a informar a las mujeres sobre cualquier derecho que pudiera ser reclamado.
El feminismo surgido en los años 70 del siglo pasado, que nunca convocó a las masas, si tuvo una acción política, en cada etapa, con todas sus contradicciones y diferencias. Las mujeres feministas, cuyo porcentaje en la población es relativo, desconocido, inasible, a pesar de todo el ruido que quiso hacer, y entonces, como se dice, nunca le ha sido favorable al equilibrio de fuerzas. Ni siquiera ahora con esta revolución juvenil, nutrida y altisonante que yo llamo Feminismo 4.0, me refiero al de las decenas de colectivas feministas, que tienen un lenguaje diferente y una actuación mucho más efectiva que el feminismo surgido en los años 70, cuya “incidencia” o presencia todavía no puede evaluarse.
El amanecer y la ruta
Amanecimos en el siglo XXI con la impronta de todos los gobiernos del mundo de crear políticas públicas, le llamaron acciones para el “avance de las mujeres”. Hoy al concluir el año 2023, la ONU señala que la brecha global de género se sitúa en 68.4 puntos de 100, con una mejora de 0.3 puntos respecto al año anterior. De continuar la tendencia actual, tomará 131 años cerrar la brecha de género a nivel mundial. En otras palabras, la igualdad de género se alcanzará hasta 2154, es decir, aproximadamente en cinco generaciones.
Así cobra sentido el título del presente texto, pues aborda la síntesis de una paradoja, la idea profunda que persigue el mantenimiento de las estructuras del poder mediante aparentes cambios en la superficie. Lo que seguramente no sabía el escritor italiano, autor del Gatopardo, es que su visión de la realidad podría aplicarse a la sociedad mexicana de 2023.
En estos años, puede decirse que desde el feminismo se construyeron muchas agendas, nacieron los grupos institucionalizados especializados en temas, en negociaciones políticas y demandas, cuyo fruto principal fue el cambio legislativo y algunas políticas públicas, en tres ámbitos: la violencia contra las mujeres –desde la primera agencia de delitos sexuales hasta la CONAVIM–, el de los derechos sexuales y reproductivos, desde el cambio de la Ley de Población en 1974 hasta los cambios paulatinos en el delito de aborto, descriminalizado hasta las 12 semanas, sólo en 12 entidades del país y el campo de la Transversalización de la política de género, desde la primera Secretaría de la Mujer, en Guerrero, en 1987, hasta el Instituto Nacional de las Mujeres en 2001.
El de la participación política, un ámbito donde el gobierno actuó desde el poder legislativo, desde el voto hace 70 años hasta la paridad electoral de 2014, primero y luego la paridad total 2019.
En todo el andamiaje legislativo, son escasos los mecanismos sancionadores, “si no se cumple se castiga”, por ejemplo, que cualquier mujer puede hacerse un aborto si el producto es resultado de una violación (NOM046), que no se cumple y nadie respinga, es decir, no hay sanción. La única sanción con resultados es el de la paridad electoral, si no se hacen listas electorales con 50% hombres y 50% mujeres, un partido político puede perder su registro. Las 58 leyes reformadas para la paridad total son una fantasía.
En el feminismo, podría decirse, el avance más importante, es ese, precisamente, el de la participación política paritaria, no podemos negar la enjundia, desde las cuotas reglamentadas de participación hasta la ley 3 de 3 inscrita en la Constitución. Los resultados son relativos. Tener, por ejemplo, una Cámara de Diputados paritaria no ha generado que una de sus responsabilidades, vigilar a los gobiernos, funcione.
Sin maquillaje
Un cambio trascendente, desde lo oficial, fue que en 25 años el Estado mexicano, a través de sus tres niveles de gobierno, reconoció una cuestión fundamental: que las mujeres en todos los aspectos de la vida económica y social, estamos en desventaja. Por ello, entre 1975 y 1995, se adhirió a los Planes Globales surgidos de las 4 Conferencias Mundiales de la Mujer, planteadas por todos los gobiernos adheridos a la ONU, en el contexto de las crisis del capitalismo. Reconocer a las mujeres, significó, para el sistema un serio intento de incorporarlas al proceso económico. Necesitaban brazos para la producción de bienes y servicios, para su expansión económica. Comenzó al final del siglo pasado el nuevo andamiaje jurídico. Hoy, por ejemplo, en esa necesidad nació el término de cuidados. No obstante, dónde menos se hizo, incluyendo leyes, fue en el terreno de los medios de comunicación.
Durante la etapa analizada hubieron muy diversos acuerdos y declaraciones. En México las políticas fueron tímidas y débiles, a pesar de que se firmó la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) en 1981, no hubo cambios legislativos sino hasta el comienzo del año 2000, incluso que, entre feministas, se sabía que la discriminación contra las mujeres debía ser incorporada y prohibida en nuestra legislación. Sabíamos que conspiraba contra nuestros derechos en todos los ámbitos de la vida. De la CEDAW, su difusión y conocimiento, todo fue limitado, porque las primeras organizaciones institucionalizadas llamadas no gubernamentales, se ocuparon más del tema de los derechos sexuales y reproductivos, enseñando a tomar la pastilla y procurar, incluso, abortos clandestinos.
También otros aspectos fueron “atendidos”, como el trabajo doméstico y las movilizaciones de las trabajadoras, su participación en el movimiento urbano popular y la economía. Mucho se escribió sobre el trabajo doméstico, pero no se reformó la Ley Federal del Trabajo, creada en 1931, hasta 1978 con la participación de las mujeres sindicalistas, y desde una perspectiva feminista no apareció sino hasta los años 80, especialmente entre trabajadoras de las empresas maquiladoras de exportación. Al respecto el gobierno mexicano no hizo nada. Cobijó a los líderes venales y en 1985, con la rebelión de las trabajadoras de la costura, las telefonistas y otras, no actuó, ni siquiera demagógicamente. Los derechos de las trabajadoras domésticas no se incorporaron hasta 41 años después de la primera reforma a la Ley del Trabajo. Aterrizar los derechos a contratación e incorporación al IMSS, todavía está detenida por una inmensa burocracia.
Reducir familias
El gobierno mexicano empezó por reformar la Ley de Población y creó el Consejo Nacional de Población (CONAPO), de modo que en un tiempo récord se pasó de 7 hijos por mujer a 1.5, poniendo en el centro la política dar a las mujeres el derecho a tener menos hijos. Esta acción logró sus avances de la mano del movimiento feminista. Estuvimos de acuerdo en que las mujeres debían decidir sobre su maternidad, pero hasta 2007, el tema del aborto fue un tabú. Hoy todavía está por verse si hay más avances.
En la última década del siglo XX, otra vez la ONU se ocupó de prevenir el descalabro del sistema. Había problemas con la discriminación de las mujeres, con la población, las infancias, las comunidades indígenas y las guerras. Diseñó, entonces, las políticas mundiales para favorecer, desde su perspectiva, a las poblaciones y regiones del mundo donde había una clara problemática que podría dañar al sistema. En ese marco surgieron los derechos. En especial, en las conferencias y cumbres mundiales de derechos humanos, medio ambiente, la infancia, y sobre la paz mundial. Eso dio tareas a nuestro país.
En esa década se perfiló el andamiaje jurídico, que da la sensación de avance. En las tareas de las agendas específicas de las mujeres, el movimiento feminista internacional, desde sus grupos, colectivas y sus visiones contradictorias, participaron, como se dice, colaboraron arrastrando el lápiz para formular leyes, planes, programas. En la ONU, en diciembre de 1991, Boutros Boutros-Ghali, de Egipto, fue elegido como sexto Secretario General de las Naciones Unidas. Con una agenda antirracial y antiguerra.
México disciplinado con la ONU
El 2 de septiembre de 1990 entró en vigor la Convención sobre los Derechos del Niño y del 29 al 30 de septiembre de ese año, la UNICEF convocó a la Cumbre Mundial en favor de la Infancia, adoptando un plan de acción. En enero de 1992, se celebra la primera Cumbre del Consejo de Seguridad en Nueva York. En junio se realiza en Río de Janeiro la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, la “Cumbre para la Tierra”, lo que da lugar al Programa 21, un plan de acción para el desarrollo sostenible. Se incorpora a las mujeres, nace el feminismo medioambiental. Hoy hay represión a las protestas por la tierra y el medio ambiente.
En junio de 1993, asistimos azoradas a la Conferencia Mundial de Derechos Humanos en Viena. Las feministas celebraron el reconocimiento, por primera vez en la historia, de los derechos humanos específicos de las mujeres. Igualmente se declara el Año Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo, surge el feminismo indígena. Antes de la rebelión zapatista en Chiapas. México creó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, encargada de vigilar al gobierno en materia de igualdad entre hombres y mujeres, que nunca descolló.
Se celebró en 1994 el Año Internacional de la Familia, como concesión a las fuerzas de derecha, no obstante, se aclaró conceptualmente la existencia de muy diversas formaciones familiares. Entre otras, las formadas por personas del mismo sexo. En 1994 se hizo, en El Cairo, Egipto, la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo con temas generales sobre la población, el crecimiento económico sostenido y el desarrollo sostenible. De ahí vino la obligación de crear programas para el VIH, la salud sexual y las bases para la despenalización del aborto.
En marzo de 1995 se convocó a la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, en Copenhague, para renovar el compromiso de lucha contra la pobreza, el desempleo y la exclusión social. Entonces cambió el nombre de una oficina para llamarse Secretaría de Desarrollo Social, hoy Secretaría del Bienestar. La tradicional manera del PRI para mantener a sus clientelas se convirtió en muy diversos programas asistencialistas.
La Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer se reunió en Beijing, en 1995, se afinaron las 12 áreas de preocupación. Tras esta conferencia se hicieron reuniones evaluatorias cada año, una especial fue la de 2015 para celebrar los 20 años. Entonces, en México, el feminicidio ya era un grave problema, identificado claramente las violencias contra las mujeres, que entraron en una nueva clasificación y se definieron otras violencias, como la vicaria o por ácido, en este afán de definir cada cosa que hacen las activistas y que las abogadas dan respuesta, claro sin profundizar en el tema. También ya se había instalado la informalidad en el trabajo, donde las mujeres somos el 80% de trabajadoras sin derechos y, finalmente, en México se había instalado la violencia criminal y policiaca en todas partes. Los informes que da el gobierno mexicano a Naciones Unidas siempre son optimistas; los que se dan en México, engañosos.
El tope
A casi 30 años de la Primera Conferencia Mundial de la Mujer, en 1995, donde surgieron las famosas 12 áreas de preocupación y el lema de “incorporar a la mujer al desarrollo”, hubo necesidad de concretar cosas, pero el gobierno mexicano nunca informaba. Las áreas fueron: Mujer y Pobreza; Educación y Capacitación; Mujer y Salud; la Violencia contra las Mujeres; las Mujeres y los Conflictos Armados; la Mujer y la Economía; la Mujer y el Ejercicio del Poder y la toma de decisiones; Mecanismos para el adelanto de la Mujer -los institutos o secretarías-; los Derechos Humanos de las Mujeres; los Medios de Difusión y la Niña.
Un examen rápido nos diría que esas doce áreas, delineadas en 1995, en México no fueron efectivas. El gobierno administraba el capital, sus protagonistas luchaban por el poder, las mujeres se convirtieron en tema, en recurso político, en mecanismo de negociación interna y externa.
En la realidad, ni hemos cambiado la matricula escolar básica, ni masivamente se procuró la salud de las mujeres, tanto que en 2023 siguen muriendo las mujeres en razón de mortalidad materna y hay miles de mujeres desplazadas por el conflicto de los cárteles y los militares en Sinaloa, Guerrero, San Luis Potosí, Veracruz, Chiapas y Oaxaca. Los institutos o secretarías están convertidos en moles burocráticas. Por hablar sólo de tres áreas.
El desencanto
Mucha parafernalia. Leyes del Instituto Nacional de las Mujeres, de Acceso de las Mujeres a una vida libre de Violencia; de Igualdad entre Hombres y Mujeres; de Trata; Contra la Discriminación; de los derechos de Niñas y Niños y Adolescentes; de Procesos Electorales; y la incorporación de la visión de género en una docena más, o la introducción del lenguaje no sexista, no han cambiado la situación de la mayoría de las mujeres mexicanas. Repito, sí el conocimiento y probablemente la cultura de ciertos sectores.
Cuántos programas. Decir algunos vale la pena: el nacional para erradicar la violencia contra las mujeres; el del embarazo en adolescentes; uno para promover la educación sexual. Muchos, incluso la creación de un anexo 13 en la Ley del Presupuesto, han sido un conjunto de ilusiones.
Lo que está en el fondo, cuando se ve el avance en el andamiaje jurídico y las acciones, es que el horizonte emancipatorio, lo que Carlos Marx habría de llamar “comunismo”, está muy lejos. La emancipación de las mujeres no queda en estas acciones, producto de la dualidad propia de la política liberal:11 la “emancipación política: la separación entre los intereses privados que disputan su viabilidad en el mercado y los intereses generales de la ciudadanía”, está vigente. La política oficial de género forma parte de un juego mistificador, una suerte de prestidigitación que sólo puede hacerle un favor, momentáneo y parcial, a los intereses del gran capital y a los distintos agentes sociales que producen, conjuntamente, la vida en común en las sociedades modernas con el capital.
Las preguntas por el sentido de la democracia, por las condiciones que la hacen posible, tanto como las expresiones de malestar o de desilusión por las “promesas incumplidas”, que se suceden en los discursos sobre la sociedad y la política, sólo son testimonio literario de los obstáculos para la realización de la democracia, y es que las mujeres vivimos en un mundo regido por los valores económicos, en los que, como se diría con lenguaje marxista, seguimos siendo el ejército de reserva. Las percepciones de lo incumplido, en el periodo administrativo del régimen mexicano, son de triste sentido común y conforman un clima de época de desafección y desconfianza, diría Jacques Ranciére. El patriarcalismo, el chovinismo masculino, la explotación del cuerpo y la cabeza de las mujeres, está vigente.
25 años después nuestra emancipación sigue siendo una quimera.
*Sara Lovera López, se declara feminista y desde hace 54 años profesionalmente se dedica al periodismo, en todas sus formas y facetas. Actualmente dirige el portal informativo SemMéxico http:/www.semmexico.mx y es integrante del Consejo Editorial de esta revista.
Notas:
1 Véase Susana Villavicencio, “Neoliberalismo y política: las paradojas de la ‘nueva ciudadanía’”, Universidad de Buenos Aires, 2000. En http://espacio.uned.es/fez/eserv/bibliuned:filopoli-2000-16-2005/pdf
2 Ariana Reano, "Las interminables paradojas del feminismo", en Prácticas de oficio. Investigación y reflexión en Ciencias Sociales, No. 2, julio de 2008.
3 Alejandra Ciriza, “En qué sentido se dice ciudadanía de mujeres? Sobre las paradojas de la abstracción del cuerpo real y el derecho a decidir”. En Guillermo Hoyos Vásquez, Filosofía y teorías políticas entre la crítica y la utopía, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. 2007. http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/hoyos/19Ciriza.pdf
4 La agenda feminista de los años 70: aborto libre y gratuito; no a la violencia contra las mujeres y libre opción sexual.
6 https://www.semmexico.mx/persiste-brecha-salarial-4-de-cada-10-mujeres-ganan-el-salario-minimo/
7 https://www.semmexico.mx/la-violencia-sexual-contra-las-mujeres-crecio-en-un-ano-hasta-en-50-por-ciento-mientras-disminuye-la-prevencion-en- este-sexenio-ibd/
9 https://www.semmexico.mx/cdmx-envia-diario-los-cuerpos-de-2-personas-a-las-fosas-comunes-en-desaparicion-43-por-ciento-mujeres-el-doble- del-promedio-en-el-pais/
10 https://www.semmexico.mx/los-que-han-perdido-mas-en-la-caida-de-los-servicios-de-salud/
11 Crítica marxiana de la igualdad en la ciudadanía moderna Levy del Aguila Marchena, en Estudios de Filosofía, https://doi.org/10.17533/udea. ef.n62a02
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