lunes, 19 de febrero de 2024

Feminicidio


La ciudad es una trampa para las mujeres


Sonia Del Valle*


Treinta años han pasado desde que comenzaron a documentarse en los medios de comunicación los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. En los primeros años visité Juárez en varias ocasiones, escribí cientos de notas, reportajes, desarrollé una campaña de comunicación junto con otras organizaciones para demandar justicia, redacté Informes para Relatores de derechos humanos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Entrevisté a las familias, mujeres y hombres devastados por la pérdida; hablé con legisladoras y legisladores del estado de Chihuahua y federales; funcionarias y funcionarios de gobierno local y federal, entrevisté a los gobernadores, a presidentes municipales, a los procuradores y subprocuradores, a la fiscal especial; hablé con los agentes del FBI, hablé con decenas de periodistas nacionales y extranjeros; con los detenidos.

Recuerdo que me sentaba en la redacción de cimacnoticias, donde trabajaba, por horas a conversar con cualquier periodista que pasaba por el entonces Distrito Federal para hacer conexión y viajar a Ciudad Juárez. Hablé con periodistas alemanes, ingleses, norteamericanos, argentinos, chilenos, con decenas de colegas mexicanos de otros estados del país.

Hablé con documentalistas, con investigadores e investigadoras, con escritores de libros y a cada persona le compartía mi archivo documental que conforme pasaban los meses, crecía hasta que se convirtió en 10 cajas. Incluía notas de periódico, leyes, informes, documentos gubernamentales, oficios, propaganda y campañas gubernamentales, guías y recomendaciones dirigidas a las mujeres, mapas de Ciudad Juárez, testimonios, listas de mujeres asesinadas. En esas cajas había historia. Una historia que comenzó en un folder.

Eran mis primeros años como periodista. Trabajaba entonces en la pequeña agencia de noticias que impulsamos y creamos en la organización Comunicación e Información de la Mujer AC (CIMAC) y que llamamos cimacnoticias. Era la primera agencia especializada en la condición social de las mujeres que fundó Sara Lovera, pionera del periodismo feminista o como se llama ahora con perspectiva de género y maestra, no sólo mía, sino de muchas generaciones de periodistas en México y países de habla hispana.

En cimacnoticias aprendí “a mirar a las mujeres” como sujetas de noticia, por eso cuando la doctora Gabriela Delgado Ballesteros, a quien había ido a entrevistar a la UNAM por otro tema, al terminar me entregó un folder lleno de recortes de periódicos, entonces, supe que no sólo había un tema de interés periodístico para la agencia, también se convirtió en un tema de interés personal.

Recuerdo que Gabriela, al entregarme el folder me dijo que la información la había recopilado Esther Chávez Cano, del Grupo 8 de Marzo de Ciudad Juárez. También me dijo: “están matando a las mujeres”.

Ya en mi coche, en el estacionamiento de la UNAM, comencé a leer cada uno de los recortes de periódicos. Cada noticia contaba la historia inconexa de una mujer asesinada. Relataba incluso, en algunos casos, violencia sexual extrema, en otros el abandono del cuerpo, y en la mayoría el hallazgo casi fortuito del cuerpo en un lugar denominado Lote Bravo.

Con el folder llegué a la oficina de Sara Lovera en DobleJornada del periódico La Jornada, entonces ubicado en la calle de Balderas, muy cerca de donde se ubicaban las oficinas de CIMAC. No recuerdo las palabras exactas, pero le dije que teníamos que investigar el tema y repetí casi la misma frase que utilizó Gabriela: “están matando a las mujeres en Ciudad Juárez”.


Esther Chávez Cano del Grupo 8 de Marzo de Ciudad Juárez.


Unos días después, tras contactar a Esther Chávez Cano, me lancé a Ciudad Juárez, con el folder bajo el brazo, una grabadora y una libreta. Era 1996 y los recortes de periódico habían comenzado en 1993.


Con Esther, una mujer menuda, pero con una enorme energía, conocí el Juárez donde asesinaban a las mujeres; el Juárez que se inundó de cruces rosas; el lugar donde las mujeres formaron grupos, organizaciones, centros de atención y no se quedaron calladas.


Es cierto que esta historia comenzó con los recortes de periódicos que fueron creciendo con el tiempo, pero también fue tomando el rostro de familiares y activistas que no estaban dispuestas a dejarlas en el olvido.

La generosidad de Esther incluía un cuarto de su casa donde pasaba días enteros, ahí llegaba después de recorrer la ciudad. En nuestras conversaciones Esther contaba la historia de las mujeres que aparecían al principio en la sección de la nota roja de los periódicos, pero cuya historia y reclamo de justicia a través de las organizaciones de mujeres, se abrió paso en las primeras planas de los diarios y noticiarios.

Las horas del desayuno en casa de Esther lo ocupábamos para que me compartiera su relato, la forma como las autoridades las habían ignorado, tanto al Grupo 8 de Marzo del que formaba parte, como al Comité Independiente de Chihuahua Pro-Defensa de los Derechos Humanos. Me contó del maltratato a los familiares de las víctimas, como las madres y los padres de familia recibían la noticia del hallazgo del cadáver de su hija sin la más mínima consideración.

Me contó que a una de las mamás le entregaron una bolsa negra con huesos y conforme los iban sacando le decían que era su hija, que hasta entonces estaba en calidad de desaparecida. Con Esther conocí también el trabajo de otras muchas mujeres que se agruparon en la Coordinadora de ONGs en Pro de la Mujer. Conocí sus demandas, los plantones que realizaban frente a las oficinas de la Subprocuraduría de Justicia de la Zona Norte para demandar que se investigaran los asesinatos que ya entonces sumaban cerca de 100 y no sólo se localizaban en el Lote Bravo, sino en Lomas de Poleo.

La narrativa de Esther Chávez Cano cuyo reclamo de justicia había llegado a la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer que se realizó en Pekín, China (1995), y al Encuentro Latinoamericano Feminista en Chile (1997), contrastaba con el discurso gubernamental del gobernador panista Francisco Barrio, que justificaba el asesinato de las mujeres porque eran migrantes, venían de familias desintegradas, se caracterizaban por ir a bailar y salir con muchos hombres. Incluso llegó a decir que el número de mujeres asesinadas “era normal”.

Un año antes, en 1995, el gobierno estatal había presentado a un hombre de origen egipcio con nacionalidad norteamericana: Abdel Latif Sharif, como el “autor intelectual” de los asesinatos en serie, quien fue sentenciado en 1999 a 30 años de prisión por el homicidio de Elizabeth Castro García. También fue señalado como autor intelectual de los homicidios en serie de 1996, luego de la detención de la banda de Los Rebeldes, conformado por seis individuos y cuyo líder se identificaba con el alias de “El Diablo”.

Recuerdo que en varias ocasiones fui al penal de Ciudad Juárez y Sharif insistía en su inocencia, escribía textos en una libreta, con mala caligrafía y difíciles de leer, pero igual me los compartía. En los textos explicaba que era inocente, contaba su historia, y daba seguimiento a las mujeres que aparecían asesinadas en Ciudad Juárez, llevaba su propia lista, porque los asesinatos no pararon con su detención.

Debo confesar que dejé de escribir sobre el tema no sólo porque cambié de trabajo y comencé a trabajar en el periódico Reforma cubriendo la fuente educativa, sino porque comenzó a afectarme mucho la indiferencia de las autoridades y el dolor de los familiares de las víctimas. Es claro, aprendí muchas cosas de Esther Chávez Cano, pero no supe cómo aprender de su fortaleza interna.

He escrito este texto en homenaje a ella y en recuerdo entrañable por las personas que conocí en Ciudad Juárez.

Juárez es una ciudad que creció sin darse cuenta de que se estaba convirtiendo en ciudad, con desafectos sociales y sin planeación. Es la ciudad que alberga casas semiconstruidas en grandes extensiones de terrenos semidesérticos y zonas residenciales con casas estilo narco-exuberante; es la ciudad que crece mirando a su ciudad gemela, El Paso, ordenada y planeada.

Es la ciudad de largas cuadras que las personas tienen que caminar con miedo por las noches porque no están alumbradas y porque el transporte público es escaso o de plano no existe.

Es la ciudad de los antros y la liberación sexual de las mujeres, quienes los viernes al salir de la maquila tienen a un grupo de hombres esperándolas para que ellas puedan elegir con quien ir a divertirse.

Es la ciudad del Noa Noa de Juan Gabriel que se quemó con el paso de los años, y donde se puede encontrar todo tipo de antros, desde bares tradicionales hasta aquellos donde se permite todo.

Es la ciudad del caos, de los picaderos (donde se vende y se inyecta heroína), de los jonkers (deshuesaderos de coches).

Es la ciudad de las maquilas, de los migrantes de México y latinoamericanos que llegan deseando no estar ahí porque buscan cruzar a Estados Unidos; quizá por eso recuerdo una lata de Coca Cola que decía: “Si vives en Juárez, eres de Juárez”.

Lo recuerdo ahora, después de releer algunos textos que yo misma escribí y conversar con un entrañable amigo, Ignacio Alvarado, periodista, entonces jefe de información del Diario de Juárez, quien resumió en una frase el problema de fondo: “La ciudad es una trampa para las mujeres”. Sigue siendo.


Ciudad de México, septiembre del 2023.  


* Periodista, comunicadora educativa y feminista.



 

Feminicidios Ciudad Juárez (https://mexico.unwomen.org/ es/noticias-y-eventos/articulos/2021/04/ciudad-juarez- refugios-de-mujeres-ante-la-pandemia-de-covid19)

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