Feminicidio
y violencia
Ruth
Betancourt Vargas*
Imagen: Mujeres
trabajando por mujeres.
A
la memoria de las mujeres muertas en la hoguera.
A
la memoria de las muertas de Juárez.
A
la memoria de todas las mujeres víctimas de feminicidio.
Las formas de la modernidad cancelan las posibilidades de la
creación y de la sublimación de lo erótico, de la sexualidad, de la feminidad.
El cuerpo de las mujeres deja de ser para el otro cuerpo que alimenta, que da
vida, que transforma, que produce, que crea. Se transforma en objeto que cae,
en un apéndice de la maquinaria.
El
capitalismo ensaya sus “nuevas formas” de feminizar la explotación salvaje al
abrir sus fronteras a la industria de la maquila, la crisis obliga al cierre de
estas fuentes de trabajo y las mujeres lanzadas al desempleo, en lo indómito de
la frontera, su única forma de sobrevivencia es el mercado de la prostitución y
del comercio de drogas. Este fenómeno se va extendiendo por todo nuestro país,
por todo el continente, por todo el mundo, sobre todo en los países pobres,
donde un gran número de mujeres también se ven obligadas a buscar trabajo fuera
de su hogar, de su familia, de su país, en las fronteras de los países ricos.
Pero, ¿de
dónde proceden estas mujeres que vivieron en las fronteras del mundo, en la
exterioridad de lo familiar, qué les hizo romper el lazo con lo social y les
llevó a ser parte del ensayo del inicio de un nuevo dispositivo de dominación,
de control, de imposición, de violencia, de muerte y de exterminio?
El problema
del feminicidio, propongo, en este escrito, lo abordemos desde dos aristas:
desde lo histórico social y desde el ámbito de lo familiar y subjetivo.
En primera
instancia, considero que el acontecimiento del feminicidio es un dispositivo de
exterminio, de intimidación, que atenta a la genealogía de las mujeres que
pertenecen a una determinada condición social. El dispositivo del feminicidio
tiene parangón con aquel mecanismo de exterminio que llevó a la hoguera, a las
salas de tortura y a los audios de fe, a cientos de miles de mujeres durante la
época medieval y aquí, en América, durante la colonización.
Las mujeres
fueron acusadas de herejía, de estar en pacto con el diablo, de magas, de
hechiceras y brujas. La violencia que se ejerció contra éstas en la quema de
brujas, en las persecuciones, en la tortura, tenía como finalidad la imposición
de un nefando mecanismo de control jurídico y judicial para la extracción de la
verdad, este instrumento fue el de la inquisitio, de la enquête, dispositivo que consistía en un
simple método de pregunta y respuesta, y que durante sus inicios se auxilió de
otros dispositivos como el de la tortura, la persecución o la hoguera, para
lograr imponerse y, finalmente, quedar instituido como el método jurídico y
judicial por excelencia para la conquista y la enunciación de la verdad en
torno a un delito y a un acusado.
En estos
momentos en que el sistema actual, el capitalista, se encuentra sumido en una
profunda crisis económica; en las instituciones esta crisis también tiene sus
efectos, devela el agotamiento, lo ineficaz y lo disfuncional de éstas. De la
misma forma se ve disminuido el sistema jurídico y judicial, los cuales están
siendo desbordados, por lo que considero que estamos asistiendo a la emergencia
de un “nuevo” mecanismo de control, quizá más terrible que la misma
inquisición, es más el feminicidio advierte el ingreso de un “nuevo” y nefasto
mecanismo, que ya anuncia las características de sus métodos y estrategias. Y
que en algún momento, todos y todas estaremos en condiciones y condicionadas a
reproducir. Esto, si seguimos la lógica y leemos las lecciones de la historia.
La inquisitio es un mecanismo de control que se impuso a
partir del fuego y de la muerte, finalmente éste triunfó, se impuso de tal
manera que hoy día no es utilizado sólo en los procesos jurídicos para
alienarle al otro su verdad, sino que de él se vale la mayoría de las
averiguaciones, ciencias, investigaciones, etcétera. Más aún, lo utilizamos
todas y cada una de nosotras en el curso de nuestra cotidianidad, cada día,
contra el otro, o sencillamente como hábito. Todo “investigamos”, todo
preguntamos, de todo extraemos una respuesta, una verdad. ¿Qué hiciste, dónde
estás, con quién estás, qué piensas, por qué no actúas? Y más aún, nuestros
sentidos están condicionados al servicio de esta técnica, de la inquisitio, de la enquête. Nuestra mirada… buscando siempre extraer
la verdad del otro, para diagnosticarlo, vigilarlo, controlarlo y, finalmente,
excluirlo.
De hecho
existen disciplinas que nos preparan, que nos condicionan para ello, nos
“brindan estrategias” para interpretar las señales del cuerpo, de las miradas,
de los silencios, nos preparan para que incluso, sin que el otro hable,
emitamos una conclusión de su conducta, un juicio, un dictamen, un diagnóstico
y siempre una condena.
El método de
la inquisitio, de la enquête es un método de control, que
comenzó a utilizarse en el siglo VI-VII, que rebasó el ámbito de lo jurídico y
judicial y de lo económico, y que se instaló en nuestra subjetividad,
garantizando así su reproducción hasta nuestros días, sin más necesidad del
fuego y de la muerte. Otra estrategia que empleó la inquisición para la fortuna
de sus juicios, fue el método de la denuncia, la inquisición emitía un edicto
para que se denunciaran las faltas a la fe y ésta era observada, siempre había
quién se presentaba a denunciar al otro ante el tribunal de la santa fe, sobre
todo, fueron los familiares y amigos quienes acudían ante el tribunal
inquisitorial así, de manera cercana y familiar se consolidó la inquisición.
Desaparecida una vez que ya no fue más necesaria, el método
inquisitorial quedó legitimado por el sistema jurídico y judicial, el cual
sigue vigente. Sin embargo, este sistema tampoco escapa a la crisis de
civilización a la que estamos asistiendo, por la corrupción, la ineficiencia,
la intervención del crimen organizado, etcétera. Quizá el feminicidio sea un
mecanismo no sólo para reactivar el sistema jurídico y judicial, seguramente
terminará endureciéndose cada vez, y generando un nuevo tipo de subjetividad,
también, más sometida a este sistema jurídico, judicial y social, a este
sistema de control, de dominio y de exterminio.
Otro aspecto interesante es el de la territorialidad en la que se están
cometiendo los feminicidios. Si comparamos este aspecto con los lugares dónde
se instalaron los Tribunales de la inquisición, fueron sobre todo en los
estados y pueblos que más fascinaron a la Corona, a la Iglesia, a los
conquistadores, a las expediciones. Ellos, quienes anhelaban una España
poderosa, y que llegaban tarde a la acumulación originaria de capital en
Europa, recuperaron con América este momento histórico del desarrollo del
capitalismo a nivel mundial, a través de la explotación de los indios y negros
y del saqueo de la riqueza de las minas, entonces, ¿dónde creen que se
instalaron los tribunales de la santa fe, de la santa iglesia, de la santa
inquisición? En los pueblos de Minas: Zacatecas, Durango, Taxco, Guerrero,
Estado de México, Pachuca, Durango y Guanajuato, principalmente. Es curioso que
en estos estados, hubiera brujas, magas, hechiceras, adivinas, adúlteras,
mentirosas, renegadas de la fe, judaizantes, etcétera, según el Catálogo de la
Santa Inquisición. Y así, conforme se descubría la riqueza de nuestro
territorio, ahí se instalaban misiones y tribunales de la Santa fe, para
someternos al cristianismo y la cristiana explotación.
Habría de
analizar qué sucede en nuestro territorio que cada vez son más los estados en
los cuales se está propagando la ola de violencia y feminicidio.
Las desgarraduras del amor
Más
que besarla, más que acostarnos juntos;
Más
que ninguna otra cosa, ella me daba la
Mano,
y eso era amor.
Mario Benedetti
El
amor es dar lo que no se tiene a quien no lo quiere.
Jacques Lacan
Viñeta
Zulema
Hernández, fue localizada el 17 de diciembre del 2008 en la cajuela de un auto
Bora azul en el Estado de México. Una nota periodística señala que “(...) la
mujer presenta marcadas la letra 'Z' en distintas partes del cuerpo“. Las
letras fueron marcadas con objetos punzo cortantes, así como con pintura de
color negro en los glúteos, espalda, ambos senos y abdomen”.
El gran amor
de Zulema, fue el mismo amor que la llevó a su muerte. Zulema no conoció a su
padre y la relación con su madre estuvo inscrita en actos de violencia desde
antes que ella naciera, según lo que le contó su madre.
Del amor cortés a los cortes del amor
El amor romántico es una invención que surge en los intersticios
del medievo y la modernidad, tiene su más próximo antecedente en el amor
cortés.
En éste, los amantes están imposibilitados del contacto físico y de una
relación corporal, sólo entran en relación a través del lenguaje, entre ellos
se ha construido una vigilancia y un control extremo en términos culturales,
físicos y técnicos. Ante esta imposibilidad, la conquista amorosa se realizaba
únicamente a través de la palabra, del lenguaje, de la música y de la poesía,
la inspiración del amor cortés inventa una erótica que se fundamenta en la
idealización de la dama, quien a través del juego y del imaginario, conduce al
trovador hacia la sublimación y la creación. Así, el amor cortés resuelve los
grandes misterios de la sexualidad, del amor, de la vida, de la creación; de
todo lo que puede convocar el enigma del ser la mujer y que es resuelto a
través de esta forma, que es el amor cortés.
¿Y el amor
en Occidente cómo se teje, cómo se construye?, ¿cómo amamos en estos tiempos?,
ya no de enfermedades, de epidemias, de cólera, de indiferencia, sino de miedo,
de terror, de violencia, de exterminio, de muerte?
El profundo
mecanismo de construcción de una subjetividad individualista, ensimismada,
temerosa e impotente para alcanzar las metas sociales de prestigio, de
reconocimiento, de ascensión, de estatus social, inevitablemente llevaría a la
violencia extrema entre unos y otros.
La clínica
psicoanalítica orientada a niñas, mujeres y adolescentes rescatadas de
secuestradores, proxenetas o traficantes, impacta por las historias de amor y
de dolor (muy similares a las de Zulema), la mayoría provienen de familias
enraizadas en discursos de violencia y desamor, donde las funciones y el orden
en la familia están no sólo desdibujados, sino denigrados, agraviados,
deshonrados, devaluados o carentes y vacíos de las figuras y referentes que
ordenan y estabilizan la subjetividad, y que conceden un lugar en el mundo de
lo simbólico y de lazo social con la cultura.
Quienes deciden esta ruta infame
de existencia, lo hacen reproduciendo u ”obedeciendo” un discurso familiar que
proviene del padre o de la madre; no vislumbran en su nueva actividad un delito
o un peligro, a veces es una forma de asegurar, piensan ellas, una “mejor” vida
para sus hijos, o para que sus padres se sientan orgullosos de ellas. Lo más
enigmático, inexplicable, ininteligible, confuso, difuso, ominoso, es explicar
el vínculo que se construye entre (no quiero hablar de víctima y victimario) el
hombre que las somete a quedar atrapadas en los discursos y en los dispositivos
de la prostitución, de la trata de mujeres, del crimen organizado, del tráfico
de estupefacientes, y que terminan siendo objeto de un acto violento: el
feminicidio.
La mayoría
de estas mujeres establecieron algún vínculo amoroso con el agresor, y si
aceptamos que toda relación implica una demanda de amor, en este caso, la
demanda es fallida, parece que estas mujeres están imposibilitadas de sostener
una demanda de amor “adecuada” que las lleva a malinterpretar el maltrato y/o
los celos como signos pasionales o de interés. Es como la reedición de lo que
se llamó el síndrome de Estocolmo. Esta demanda de amor fallida parece que hace
síntoma en estas mujeres y el síntoma es signo de que algo ha quedado atrapado
en el cuerpo y en alma, generando un malestar físico y emocional, este síntoma,
por supuesto, no puede ser aliviado por procesos o trámites jurídicos, por ello
es necesario explicar, pero desde otro lugar, esta situación en la que muchas
mujeres están atrapadas.
Habría que
considerar como trascendente que la ruptura entre lo público y lo privado se
está desvaneciendo, lo privado se desdibuja, lo que lo constituye está cayendo
cada vez más en el ámbito de lo público: el control de la natalidad, el control
del cuerpo, el ejercicio de la sexualidad, las definiciones sexuales, el
divorcio, la educación… todo el ámbito de lo privado, es decir, la estructura
de la familia se modificó, las relaciones de pareja, los vínculos afectivos: las
funciones fundantes de la subjetividad, las funciones parentales, por lo cual,
participamos de una crisis en estas funciones, provocadas por el mismo sistema.
La figura
paterna ya no se sostiene en el ideal, ni tampoco posibilita el vínculo con lo
social, sino que se presenta, en el caso de la referencia al padre, como un
padre perverso y autoritario, o bien ausente y débil, y esta declinación de la
figura paterna, de la función que garantizaba el orden, la transmisión de
valores, de estabilidad económica, etc., tiene sus consecuencias.
Sucede de
igual forma en el ámbito del espacio de lo público, de los ideales, a partir de
los cuales también se constituye la subjetividad. Las figuras patriarcales
están en total decadencia, el padre en la lógica del perverso que se apropia
del derecho a poseer a todas las mujeres, incluyendo a las hijas, como el gran
padre de la horda primitiva, que al crecer los hijos los expulsaba de la horda,
para él quedarse con todas las mujeres. El padre se atribuye el derecho no sólo
de agredirlas físicamente, sino de violarlas e incluso matarlas, y lo mismo
puede hacer el novio, el esposo, el maestro, el jefe, o cualquier “autoridad”
patriarcal, desde el padre de familia, pasando por el padre de la iglesia,
hasta el mismo presidente.
Esta declinación de las figuras patriarcales tiene además otras
consecuencias. Desde el psicoanálisis el padre es el referente, el garante de
la ley, de la transmisión del orden de lo simbólico, del lenguaje, de la
cultura. Su imposibilidad de sostenerse en este lugar, ha generado el
debilitamiento o la ausencia de estos mecanismos, del lenguaje, que es lo que
nos permite constituirnos en sujetos, y éste está cada vez más ausente de
nuestra práctica, cada vez más recurrimos a señales, a símbolos; pensemos en
los mecanismo de comunicación en internet, o los ademanes o señas del #132, o
el tipo de propaganda utilizado por los medios de comunicación, más invadidos
por imágenes que por el lenguaje, y aquí quiero referirme también a ese emblema
de “No más sangre”, esto, en términos del psicoanálisis, se llama denegación,
si le quitamos el No, se lee “más sangre”, porque el ICC niega la negación, es
decir, terminas utilizando signos, símbolos, emblemas que resultan equívocos.
Esta ausencia del orden de lo simbólico, del lenguaje, lleva a expresar
sobre otro lugar, sobre otro territorio, lo que no puede ser nombrado con la
palabra. Sobre el cuerpo inscribimos aquello que no podemos poner en palabra,
porque el lenguaje ya no nos es concedido, desde que nuestro cuerpo ha sido
marcado con la ausencia, con la violencia.
Históricamente el cuerpo siempre ha sido marcado, por ejemplo, en las
sociedades tribales el tatuaje y las incisiones eran símbolo de estatus social,
o bien, el cuerpo representaba un espacio sociosimbólico en el cual se
inscribían historias, leyendas, mitos, recuerdos y deseos.
En la época
actual, las heridas y los tatuajes se inscriben en el cuerpo como marcas, como
heridas en la carne, que remiten a una ausencia, que nos proporcionan una
referencia, una pregunta sin respuesta, un enigma sin solución. Como los cortes
infringidos en el cuerpo de Zulema, que evidentemente reflejan una violencia
extrema no sólo contra Zulema sino contra todo el ser de la feminidad, que
parece rodear la pregunta que desde todos los tiempos no ha podido ser
descifrada, ¿qué es una mujer? Interrogante que ya no se realiza en el
análisis, en la literatura, en la pintura, en la poesía, sino en lo real del
cuerpo, a la mujer se le interroga aniquilándola, destazándola.
* Feminista, filosofa, integrante del
colectivo de Feministas Socialistas. Ponencia presentada en el Foro sobre
Feminicidio convocado por la agrupación de Feministas Socialistas.
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