Por Sara Lovera en Palabra de Antígona
Las mexicanas estamos viviendo, como no pensamos antes, una verdadera ciudadanía incompleta.
El 17 de octubre próximo se cumplirán 56 años desde que se logró, tras 150 años de lucha, la posibilidad de participar en la cosa pública, a través de los puestos de representación popular. La lucha, sin duda ha sido larga, pero en los hechos hemos vivido un constante regateo de los derechos políticos para más de la mitad de la población.
Un mecanismo que idealmente podría equilibrar esta situación, fue la promoción y puesta en práctica de la cuota reglamentada.
Hace 19 años, el reluciente Partido de la Revolución Democrática (PRD) fue el primero en adoptar en sus Estatutos esta modalidad. Entonces se acordó que 20 por ciento de todos los puestos de dirección y representación serían para las mujeres. No se cumplió.
Una década completa de pelea, a veces con gran desgaste, significóllegar a la última Reforma Electoral donde se declara que el 40 por ciento de las listas de representación y las de candidaturas de mayoría relativa, serían de un sexo distinto: es decir, todavía no llegamos a la paridad, aunque, ésta vez, se puso como condición que eso sólo sería posible, si acaso no se trataba de elección de candidaturas abiertas; una pequeña trampa que produjo una disminución real.
Tanto, que esta vez sólo 52 mujeres fueron electas por esta vía, pero nada más en 23 entidades ( o estados federales); en 9 de los 31, no se eligió a ninguna mujer, pero en 20 de las 23 estados donde sí hubo elección de mujeres, sólo se eligió a una; no obstante se creció en 3 curules.
La suma total, aunque nunca ha estado clara, sería de 119 diputadas, dos más que en la pasada legislatura, y todavía no es posible llegar al 25 por ciento, 15 puntos menos del 40 que dicta la ley.
Pero ahora resulta que serían ciento once, si como parece, 8 mujeres diputadas ya han renunciado, apenas se instaló el Congreso de la nación el pasado primero de septiembre, mujeres que han sido criticadas por propias y extraños. La situación parece más que lamentable porque caeríamos de 23.4 por ciento a 21.4 en representación femenina.
Más grave aún es la situación, si consideramos que entre esa centena y un poco más de legisladoras, la mayoría no tiene el más mínimo interés por promover los derechos de más de la mitad de la población y, por el contrario, legislan, miran, sienten y se comprometen en la realpolitik como los hombres.
Es decir, hemos invertido una gran energía y mucho trabajo en difundir los valores y los incentivos para avanzar a favor de derechos y libertades para las mujeres, mientras todo el entramado de la sociedad y la perversidad del sistema, impiden un juego político que reconozca el valor de las mujeres, sus capacidades y su derecho a tener derechos.
Por eso la renuncia, en discusión, de 8 mujeres recién elegidas diputadas, nos cayócomo un chapuzón de agua helada. ¿Fue un error de cálculo, un error histórico? ¿Estaremos equivocadas?
A ello se agrega el regateo a Clara Brugada para presidir los destinos de la Delegación Iztapalapa del Distrito Federal, la única posible delegada polìtica. No hay ninguna otra.
La debacle había sido anunciada. Los Congresos locales han estado trabajando contra el avance de las mujeres, tanto que en 15 entidades se han disminuido derechos obtenidos desde la época de la Constitución de 1917 en que se buscó no obligar a las mujeres a tener hijos de una violación.
Mujeres y hombres del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido Acción Nacional (PAN) han votado contra las ciudadanas, en una connivencia insultante; en esos mismos y otros congresos del país se ha votado la Ley de Igualdad entre Mujeres y Hombres, en forma restrictiva y han quedado sueltas y sin asidero las leyes locales que, teóricamente, darían acceso de las mujeres a una vida sin violencia.
Lo que sucede para más de la mitad de la población es lo que estásucediendo en México, desde que se instalóun régimen no legitimado en las urnas en 2006; desde que el señor que despacha en ‘Los Pinos’ (sede del Gobierno Nacional) decidió que la solución a todos nuestros problemas se hace por la vía autoritaria y de máximo patriarcalismo.
Y estos son los tiempos donde el mensaje sistemático es que las mujeres debemos volver a ser: “lavadora de dos patas” como nos definió Vicente Fox, al exclusivo cuidado de la niñez nacional y a abandonar esas raras ideas de querer ser humanas y libres.
No es cosa menor. Estamos en presencia de la peor de todas las circunstancias. Ser para los otros y otras y no chistar, aguantar, porque millones de mujeres no saben que tienen derechos, y quienes podrían abrirles los ojos, arrastran el lápiz haciendo leyes que no se cumplen; los cierran frente a la impunidad y con frecuencia, abonan a un sistema político y social de opresión que nos explota y ningunea.
Para qué queremos entonces esas cuotas. Para nada. Ha llegado el momento de pensar en las otras mujeres, las que no tienen todavía ningún horizonte. Las que esperan.
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