Por Sara Lovera*
La tarde del domingo 4 de enero se informó, por distintas agencias, del hallazgo de la primera víctima del feminicidio que azota a Ciudad Juárez desde 1993.
El homicidio de una joven de entre los 25 y 30 años, no identificada, habla de signos de tortura, de un cuerpo echado en un canal de irrigación en la zona norte de esa ciudad ubicada en Chihuahua, en la frontera con Estados Unidos de Norteamérica.
La policía lo halló en Valle de Juárez, en los alrededores de la funesta ciudad que ha cobrado casi la tercera parte de las más de cinco mil ejecuciones del año que murió el miércoles pasado.
No cabe duda que la violencia que va significando el perfil de este país no cesa. Arrasa contra todo el mundo, es incontenible, inexplicable, inaceptable, insufrible.
También se informó de otras tres víctimas femeninas en Jalisco, Sinaloa y Michoacán la madrugada del año nuevo. Víctimas civiles y por su condición, en reyertas entre hombres.
Al feminicidio, como fenómeno de la discriminación femenina en un país sin asidero ni democracia, en medio de la peor crisis económica mundial conmueve, me rebela contra lo que se quiere ver como un destino sin salida.
Las mujeres estamos en un verdadero peligro. Las autoridades reconocen el hallazgo de este domingo como el primer feminicidio mexicano de 2009.
La misma noticia se conoció en el segundo día de 2009 en la República Dominicana. Los datos estremecen. Ahí un individuo mató a tiros a su compañera sentimental, y trató de suicidarse. La noticia también indigna.
En Ciudad Juárez, donde toda justicia sigue pendiente, el cuerpo de la joven, fue tirado a un canal de aguas residuales con lesiones realizadas con arma blanca, en un paraje localizado a la altura del kilómetro 39 de la carretera Juárez-Porvenir, donde está el poblado El Millón.
Las incógnitas son las mismas para más de 400 mujeres asesinadas desde que en 1993 las empezó a contar, a partir de las notas periodísticas, doña Esther Chávez. La impunidad también parece la misma, los hallazgos nos han mostrado cómo la violencia como sinónimo de resolución de conflictos es un modo de vivir de las clases política, económica y de poder en México.
A tan aterradora noticia la precedió el saldo del día primero de enero de 2009. Con datos lacónicos de la prensa nos amaneció el nuevo año teñido de sangre y barbarie.
El resumen es sencillo y terrible: dos emboscadas de sicarios contra militares y un total de 18 ejecutados fue el saldo de las acciones del crimen organizado en las primeras horas de 2009.
El primero de enero, en Uruachic, Chihuahua, un grupo de narcotraficantes se enfrentó con miembros del Ejército, dejando un saldo de tres sicarios muertos e igual número de soldados heridos. Los militares fueron atacados cuando realizaban un recorrido para encontrar plantíos de mariguana.
Unos minutos antes, alrededor de las 2:40 de la madrugada del primer día del año, fue asesinado de cuatro disparos Luis Alejandro García.
Pasadas las cuatro de la madrugada, en la colonia Azteca apareció el cadáver de un hombre de aproximadamente 35 años de edad.
Antes, a las 00:20 horas falleció en el Hospital General de Ciudad Juárez José Rodolfo Esparza, de 18 años de edad. La víctima tenía heridas en el pecho como consecuencia de los balazos sufridos previamente.
Y en el occidente, en La Huerta, Jalisco, una riña entre las familias Madrigal y Virrueta acabó con la vida de cuatro personas en plena noche de año nuevo.
Murieron por balas de 0.45 milímetros: Leopoldo Madrigal Betancourt, de 46 años; María de Jesús Virrueta Baltazar, de 45; Macario Madrigal Virrueta, de 18, y Efraín Valencia Madrigal, de 23.
Y hacia el Pacífico, en Los Mochis, Sinaloa, Karla Chaparro, su hermano Ray Desel y el padre de ambos, Carlos Chaparro, murieron después de ser atacados esa misma noche.
En Oaxaca, fue asesinado a manos de la policía Manuel Cruz Cervantes, de 25 años de edad. El hombre fue perseguido por los gendarmes y, en un intento de fuga, fue baleado hasta quedar sin vida.
En Tijuana, Baja California, un par de hombres armados entraron a casa de Saúl Tamayo y emprendieron fuego contra él, provocando su muerte apenas 40 minutos después de iniciado 2009.
En Michoacán se registraron dos asesinatos. En el primero murió Yadira Hernández, de dos balazos; en el segundo, Rogelio Mendoza, quien falleció por disparos que se impactaron en su rostro.
En Torreón, Coahuila, durante cuatro horas se registró un tiroteo que orilló a los habitantes a resguardarse debajo de sus camas.
Los disparos iniciaron pasadas las 3:30 de la tarde del primero de enero y terminaron cerca de las siete de la noche.
La esperanza que nos envuelve todavía en la primera semana de enero, pensando en el recomienzo de un ciclo, nos deja atónitos, sin palabras, con la boca seca. Algo tendría que pasar para parar tanto infortunio.
*Periodista mexicana. Cumplió 40 años de vida profesional en 2008. Corresponsal de Semlac en México, integrante del Consejo del Instituto de las Mujeres del Distrito Federal y todos los lunes forma parte de la Mesa Periodistas del Canal 21, el Canal de la Ciudad de México en TV por Internet. Nominada a 1000 mujeres por el Nobel de la Paz 2005. Correo electrónico: saralovera@yahoo.com.mx
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