Compañeras y compañero senadores: Discipliné mis lágrimas cuando se llevaron a mi hijo. Solía embarrarme las pestañas de rimel, de ese que no es moderno, del que mancha la cara, para no llorar ante los poderosos y poder exigir justicia.
Pero hace rato, me brotaban las lágrimas. Ya no uso rimel, no hay necesidad. Pero brotaban mis lágrimas en recuerdo de una mujer, a la que le quiero rendir homenaje en este día.
Era una mujer, que quedó viuda a los 38 años, con ocho hijos. Y que después perdió cuatro, uno de ellos durante la fiebre amarilla y otros pequeñitos, pobrecita. Y que no quiso ser carga para un hermano, ni quiso estar bajo su amparo. Era una mujer que escasamente estudió la primaria, pero autodidacta y leía cuanto caía en sus manos.
Esa pobre mujer, por coincidencias de la vida, traía una foto en el pecho, como yo cargo la de mi hijo. Era el más pequeño de sus hijos, que nació murió después de que murió su esposo, porque ella quedó embarazada.
Y esa mujer no quiso depender de un hermano, lo adoraba, lo amaba, lo quería mucho, pero él era general porfirista. Y ella le escribía cartas al movimiento magonista.
Esa mujer era mi abuela materna, la única abuela que conocí, Adelaida Villarreal, y nunca se ponía más apellidos que el de ella, Adelaida Villarreal. Y tenía por ahí cartas guardadas, que yo he visto, que le contestaba Librado Rivera y otros del movimiento magonista.
Y pobrecita de mi abuela, en un año terrible, la vi llorar por única vez. No había llorado mucho, decía con tanta tragedia, porque era fuerte, era una mujer de agallas, y lloró una vez que recibió una carta.
Fue y guardó la carta, lo recuerdo muy bien, en un mueble viejo de su casa. Y le pregunté, por qué lloras abuelita, después te digo mi hija; pero mi padre que la adoraba, que la quería muchísimo, mienten los que dicen que los yernos no quieren a las suegras, mi padre me lo demostró; mi padre me explicó, por qué lloraba mi abuela.
Ella escribió al Congreso de Nuevo León, para pedir que la mujer pudiera votar y ser votada. Y le contestaron: —lo que a mí me contestaron muchas veces en la Cámara de Diputados, cuando fui diputada— se archiva por improcedente su petición, porque la mujer no está preparada para ello.
Y aquella mujer, fuerte, valiente, generosa, lloró, porque no quería morir sin ver a las mujeres que votaran y fueran votadas. Era una mujer hermosa, que estaba del lado del pueblo, —yo creo que tengo alguna gotita de ella por ahí— que estaba del pueblo, que luchaba por el pueblo. Cuando no pudo… cuando no quiso que su hermano la mantuviera, no sabía hacer panes, pero hizo una panadería; junto panaderos, y les dijo: ustedes me van a ayudar, y a la panadería le puso La Voz del Pueblo. Ahí estaba en Monterrey, en la calle Zaragoza, con Ruperto Martínez, me acuerdo muy bien.
No me vivió mucho mi abuela hermosa. Pero me dejo enseñanzas maravillosas. Yo me metía detrás del piano, a ver qué había ahí, y me encontraba Regeneración, El Ahuizote, El Hijo del Ahuizote, y todo eso, que desde aquellos siete años de mi vida, empecé a leer, porque mi padre, maravilloso maestro de mi vida, me enseñó a leer cuando tenía cuatro años. Y mi padre decía una cosa muy bella, y por eso siempre he defendido los derechos de las mujeres, sin menoscabo de los derechos de los hombres; porque la humanidad está hecha, mitad de hombres y mitad de mujeres.
Y mi padre decía: “Las mujeres pueden hacer todo lo que los varones y más que nosotros, pueden parir, que es lo más hermoso de la humanidad, lo más bello, porque nos dan los hijos, los hijos hermosos, queridos, amados, cachitos del alma, como solía decir, ese maravilloso maestro mío, que fue mi padre, Baldemar Ybarra Ramírez.
Perdonen, perdonen el anecdotario familiar. Pero no encontré mejor forma de honrar a las mujeres, que honrando a mi abuela, Adelaida Villarreal.
Muchas gracias.
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1 comentario:
Emotiva historia, y horrible a la vez. Tu abuela, sin duda, fue una mujer MUY valiente y con muchísima personalidad para, en la época que vivió, tomar la decisión de no depender de ningún hombre aún a costa de todo lo que le pasó por culpa de ello en esta maldita sociedad asquerosa. Comprendo que llorase al ver denegada su petición de un modo tan triste, frío e insultante. Es horrible lo que puede ocurrir en un país por culpa de su maldito gobierno patriarcal. Tu abuela era una verdadera heroína, y seguro que agradece que le rindas ese tan emotivo homenaje. Un saludo, y a luchar, hermanas.
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