Por Francesca Gargallo
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La fotografía, como el cinema y el video, detienen no tanto un instante o un rostro del pasado, fijo, inamovible y venerado, sino un momento que habita el presente para arraigarlo a su origen y sus motivaciones. Cuando el tiempo que documentan es el de un movimiento, se convierten en la manifestación de su evolución en la historia, en títulos de un quehacer humano que no tiene fin, que es y se transforma.
La fotografía que a través del lente de Rotmi Enciso ha registrado la historia del feminismo en México, de su movimiento, implica un lúdico recorrido por el tiempo de mujeres tocadas, recordadas, que se acompañaron, que urdieron juntas consignas, ideas, acciones. Son cuerpos, mantas, plazas que todavía vibran de presencia. Imágenes de quienes encarnan ideas, las llevan a cabo. Efigies en actuación. Signos del suceso.
¿Cómo decir que cuando están entre sí las mujeres se piensan desde sus representaciones y sus necesidades, si no es a través de la figura de sí mismas? ¿Y cómo captar la figura si no hay una cómplice de la mirada que la retrata, alguien que está en ella aún cuando la fija desde fuera?
Es el color de un duende de las artes plásticas –la gnoma Rotmi que es mujer porque es también asexuada y masculina, es ángel, independencia, monedita de oro y performancera machacona y sonriente- el que revela un rostro o matiza un acto. Rotmi Enciso subvierte la fotografía periodística al retratar mujeres que los medios masivos de comunicación intentan ocultar y le devuelve su función al subrayar la visibilidad de las actrices sociales en sus espacios íntimos, privados y públicos, todos ellos políticos.
La defensa del derecho al propio cuerpo, que implica el reconocimiento de su integridad y de que no puede haber obligaciones para el ejercicio de la maternidad, son imágenes de una reivindicación compartida, una solidaridad que se expresa en la calle, una mirada de coautoría. No hay feminista envuelta en una manta, no hay mujer que se proyecte hacia la consigna, no hay atención a la palabra de la otra, ni fiesta, baile y risa que no estén registradas por Rotmi para externar su propio rechazo a la violencia del poder. En su fotografía se conjugan los sueños infantiles de un mundo mejor y la claridad de que la positiva diferencia femenina del sistema que fagocita a la infancia y a los anhelos de las mujeres, su creatividad y su razón se construye cuando esos sueños no se olvidan convirtiéndose, a la vez, en impulso y en horizonte.
El feminismo de las fotografías de Rotmi Enciso es un movimiento, no se parece a sí mismo sino en su diferencia, no descansa, no se detiene. Es lésbico, heterosexual, indígena, mestizo, enojado, sonriente, feliz. Es un gesto de cansancio en la marchista, es la furia contra la violación de una joven, el dolor de una madre, y la irreverencia de estudiantes, anarquistas, punketas, artistas hacia el mundo del respeto masculino –ese respeto que significa imposición y sometimiento.
No hay complacencia hacia nadie, la fotografía que documenta es rigurosa, pero no por ello amarga. Rotmi Enciso sabe, contra todos los estereotipos, jugar al tiempo que se compromete. Su feminismo son las otras que es ella misma. Su registro en ocasiones es tan intenso como el beso de una amante.
1 comentario:
Esta fotografía representa a la maldita jefa!!!!!!! Me encanta, me he tomado la licencia de guardármela, y la pondré en mi blog. Es todo un símbolo!!!!!
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