Por Patricia Karina Vergara Sánchez
Suena el teléfono y es Lilia, quien era mi vecina en los departamentos del pueblito de Cuautitlán, donde viví hace un tiempo. Se escucha seria, diferente. Cuando sabe que soy yo quien le ha contestado, suelta sin saludar, un torrente de palabras que no puedo detener y que van inundando mi casa, mi ánimo, mi cuerpo y me dejan con una pequeña descarga eléctrica que corre mi espalda:
“Te hablé sólo para contarte que Sofía, la del departamento 7, se acaba de morir.
Creo que ha de haber sido de cáncer. Hace tiempo tenía unas bolitas bajo la axila y le salía pus. Yo le dije que fuera al doctor, pero no iba, nunca tenía dinero y cuando tenía dinero ¿Qué crees que hacía? Le compraba chunchitas a sus hijas. Moñitos, diademas, pasadores, peines, de esas cosas que venden en las tiendas de los chinos, de a tres o cinco pesos y ya se ponía muy feliz. Yo le decía -¡Sofía, ve al doctor, no compres eso!-
De todos modos, decía que aunque juntara para la consulta no iba a juntar para las medicinas.
Hace como tres semanas, la encontré aquí, frente a mi puerta, con una cara bien triste. Me dijo que no podía más, que se sentía bien cansada. La llevé a su casa, le di un masaje, la acosté y la tapé. Yo creo que ella ya sabía que algo estaba pasando. Ya sentía que se iba a morir. Tenía 27 años. 27 ¿Tú crees? Pero se veía más joven, tan flaquita, tan bajita. Bien chiquita. 27 años ¿Tú crees?
Esa semana lo busqué y le pregunté al Rodrigo, su marido, si no tenía seguro médico en la fábrica donde trabaja y él dijo que sí, pero como ya estaba casado antes de juntarse con Sofía y nunca se había divorciado, en la clínica que le toca, le dijeron que no podía meterla porque era nomas la concubina, ni a ella ni a los niños les podían dar servicio.
Juntamos dinero entre todos los vecinos para llevarla al doctor y las medicinas. El viernes ya teníamos dinero, pero ni sábado ni domingo hubo consulta. El lunes ya tuvieron que internarla de emergencia, aunque nomas dos días porque le regresaron a la casa, yo creo que para que se muriera con los suyos. Duró diez días. Sufría horrible. Hasta que ya se murió. Los tres niños están bien pálidos.
Sofía estaba muy preocupada. El mayorcito de siete años, la segunda de seis y la bebé de tres años. La besaba y la besaba a la bebé y yo le decía: también besa a Lupita. Entonces la besaba también. No pudo resolver qué va a pasar con ellos. El Rodrigo es un bruto y los dos mayorcitos ni son de él. Con su familia, sus hermanas y su madrastra de Sofia, ella no quería que fueran porque a ella de niña nada mas le pegaban y la explotaban. Quién sabe qué se va a hacer con los niños. Quién sabe. ¿Te dije que están bien pálidos?
A Lupita que me ayudó a hacer el café, le di un libro sobre las estrellas y le dije que ahora su mamá se iba a convertir en una estrella y que buscara en el cielo la más brillante y que allá iba a estar su mamá y siempre iba a acompañarla. Entonces, Lupita abrió el libro y vio unas estrellas y dijo: - Ya la encontré, mira, ya la encontré-. Y vino la niña chiquita y me dijo que también quería que le diera un libro y que le dijera dónde estaba su mamá. Sólo el Chato, entiende que su mamá se murió y está muy calladito, calladito. Pálido, pálido.
Qué pinche ¿No? Las mujeres pobres que no tenemos pa ir al doctor. A una consulta cuando menos. Mejor nos gastamos el poco dinero que tenemos en unos adornos para las niñas. Nomas por puro miedo, porque una sabe que no es normal que te salgan bolas y pus en las axilas. No es lógico. Pero, es el puro miedo. No sabes ni qué hacer. A Sofía le salía pus de las axilas. Yo creo que ya sabía que se iba a morir. Dice mi comadre que lo que tenía era depresión. Yo no sé, cómo le hace una en esos casos. Da mucho miedo ¿No?
Ya me voy, manita, porque va a ser el rosario al ratito y voy a llevar algo de pan.
Nomas hablé pa avisarte que Sofía se murió”.
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