“Aquí vienen los
muchachos, vienen hacia mí, son muchos, ninguno lleva las manos en alto,
ninguno trae los pantalones caídos entre los pies mientras los desnudan para cachearlos,
no hay puñetazos sorpresivos ni macanazos, ni vejaciones, ni vómitos por las
torturas, ni zapatos amontonados, respiran hondo, caminan seguros, pisando
fuerte, obstinados; vienen cercando la Plaza de las Tres Culturas y se detienen
junto al borde donde la Plaza cae a pico dos o tres metros para que se vean las
ruinas pe-hispánicas;reanudan la marcha, son muchos, vienen hacia mí con sus
manos que levantan la pancarta, manos aniñadas porque la muerte aniña las
manos; todos vienen en filas apretadas, felices, andan felices, pálidos, sí, y
un poco borroneados pero felices; ya no hay muros de bayonetas que los rechacen
violentamente, ya no hay violencia; los miro a través de una cortina de lluvia,
o será de lágrimas, igual a la de Tlatelolco; no alcanzo a distinguir sus
heridas, qué bueno, ya no hay orificios, ni bayonetazos, ni balas expansivas;
los veo nublados pero sí oigo sus voces, oigo sus pasos, pas, pas, pas,
paaaaas, paaaaaas, como en la manifestación del silencio, toda la vida oiré
esos pasos que avanzan; muchachas de mini con sus jóvenes piernas quemadas por
el sol, maestros sin corbata, muchachos con el suéter amarrado a la cintura, al
cuello, vienen a pie, vienen riendo, son muchos, vienen con esa loca alegría
que se siente al caminar juntos en esta calle, nuestra calle, rumbo al Zócalo,
nuestro Zócalo; aquí vienen; 5 de agosto, 13 de agosto, 27 de agosto, 13 de
septiembre, el padre Jesús Pérez echó a vuelo las campanas de catedral para
recibirlos, toda la Plaza de la Constitución está iluminada; constelada con
millares de cempazúchitl, millares de veladoras; los muchachos están en el
corazón de una naranja, son el estallido más alto del fuego de artificio, ¿no
que México era triste? Yo lo veo alegre, qué loca alegría; suben por Cinco de
Mayo, Juárez, cuántos aplausos, la Reforma, se les unen trescientas mil
personas que nadie acarrea, Melchor Ocampo, Las liornas, se remontan a la
sierra, los bosques, las montañas, Mé-xi-co, Li-ber-tad, Mé-xi-co, Li-ber-tad,
Mé-xi-co, Li-bertad, Mé-xi-co, Li-ber-tad, Mé-xi-co, Li-ber-tad.”
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